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KATYA CAZAR: “LA MIRADA PATRIARCAL SIEMPRE PONE EN DUDA NUESTRO TRABAJO”

Katya Cazar (Cuenca, Ecuador, 1973) es artista visual con un máster en estudios de la cultura y estudios en curaduría de arte contemporáneo. Su trabajo es, ante todo, un trabajo comprometido con la igualdad y las prácticas justas en el sistema del arte desde proyectos de creación, investigación y curaduría. Destaca también la producción de una obra propia. El desarrollo de estas prácticas simultáneas, la suma de sus campos de acción, le han abierto las puertas internacionalmente.

En este diálogo con Katya me gustaría centrarme en los retos que enfrentan las mujeres que, como ella, han abierto camino, han posibilitado a otras que lleven a cabo sus obras. Ella nos habla desde su posición en un sistema patriarcal que se rearma ante las mujeres que no solo son feministas en sus intereses, sino que se hacen feministas en sus prácticas relacionales profesionales, que han generado una mayor visibilidad en el campo laboral del arte. Todo ello en un contexto, Ecuador, y sus muchos retos y deudas por la equidad.


Semíramis González: Katya, ¿qué puedes contarme sobre esto? ¿Has sentido que en la gestión cultural, en el trabajo como artista, comisaria, o gestora, te ha afectado? ¿O que el sistema patriarcal intenta socavar el trabajo de las mujeres?

Katya Cazar: Querida Semíramis, creo que el sistema artístico –como cualquier sistema– tiene una infraestructura preconcebida y, en esa preconcepción, existen estructuras patriarcales, tenemos una cultura determinada por este tipo de construcciones; sin embargo, creo que cada vez el sistema del arte y el sistema en general se va abriendo a posibilidades más inclusivas y a una mayor visibilidad del trabajo de mujeres.

Lo patriarcal, además, no solo está ubicado en ciertas voces, sino en voces múltiples. Para las mujeres hay resistencia y es muy complejo para nosotras ubicarnos en posiciones de mayor responsabilidad, digo de responsabilidad, no de “poder”, porque también ese término es una creación patriarcal.

Desde mi experiencia ha sido común, como en cualquier otro accionar de mujeres del arte, encontrarse con prácticas en contra. El reto no está solo en combatir el sistema, sino en visibilizar nuestra presencia con un trabajo permanente de calidad. Lo que nos da un plus en nuestro campo laboral es que casi siempre el trabajo femenino comprometido y defensor del valor sensible, intangible y potente del arte, exige y busca espacios.

Vista de la exposición In/dividuos, de Katya Cazar, en Galería Saladentro, Cuenca, Ecuador, 2019. Foto: Santiago Escobar
Vista de la exposición In/dividuos, de Katya Cazar, en Galería Saladentro, Cuenca, Ecuador, 2019. Foto: Santiago Escobar

SG: ¿Cuál es el proceso que debemos pasar las mujeres artistas o gestoras en el sistema del arte? Me refiero al coste personal de resistir los embates del sistema ¿Cómo creamos redes más feministas que nos sostengan a todas ante esto?

KC: Los procesos siguen siendo complejos porque la forma más impositiva es el silencio y la indiferencia, y por más esperanzador que parezcan ahora las nuevas cuotas de mujeres, nuestro trabajo siempre está bajo la lupa. Las observaciones para nosotras son de tono vigilante y represor; en el panorama laboral son permanentes, como quien se espera el error.

En muchos casos, enfrentamos actitudes direccionadas, celadoras sobre ciertas presencias femeninas altamente visibles. Las mujeres enfrentamos la constante aprobación o desaprobación sobre la calidad de nuestro trabajo, siempre estamos bajo un mayor juzgamiento y, frecuentemente, más que técnico es política y culturalmente deformado.

Parece que muchas veces, cuando las jefaturas son masculinas, el entorno simplemente las ve de manera permisible o soslayada, sin mayor juicio de calidad. Claro que no son todos los casos, por suerte existen muchos colegas y compañeros comprometidos con la igualdad que constituyen una importante red estratégica de apoyo dentro del sistema.

Creo que el recorrido ha sido significativo, pero muchas mujeres enfrentamos aún hábitos de poder –mantenidos por nuestras sociedades– que se dan como naturales. Siempre hay mucho por hacer en la lucha de género, cuya consigna es y ha sido el trabajo intenso, comprometido y de calidad.

En el proceso constante de probar nuestras capacidades a pesar de los obstáculos, las trayectorias de artistas, gestoras y curadoras han dado sus frutos, con una activa presencia. Últimamente hemos visto solos de artistas mujeres en importantes museos y algunas han sido muy reconocidas en la academia.

Sin duda, el camino no ha sido fácil, sobre todo desde la producción de obra; muchas veces este proceso sensible aún tiene que darse de manera silenciosa, construyendo desde la precariedad, desde la invisibilidad, desde y sobre todo bajo una mirada patriarcal, que siempre pone en duda nuestro trabajo, como ha ocurrido a lo largo de la historia.

La distancia y la indiferencia, sumadas a otros roles que desempeña la mujer, crean imposibilidades de acceso a espacios del sector laboral del arte; muchas veces, la permanencia en investigación o producción se da en su mayoría en soledad, estableciendo códigos complejos para producir, más aún cuando el sistema ha determinado que los diversos formatos de residencia o de convocatorias es para ciertas edades, o bajo premisas que están pensados en quien no tiene familia. Para ser justos, se deben pensar y crear otros modelos, cuotas de género en eventos importantes.

Una muestra de que hay mucho por hacer es cómo se anuncia como novedoso y loable elegir mujeres para ciertas jefaturas en el mundo del arte… no es una realidad asumida. Por eso se entiende el camino a partir de cuotas democráticas con la presencia de grandes maestras del arte en instituciones donde los carteles –generalmente– incluyen solo a hombres artistas.

Se necesitan gestos que cambien el proceso de visibilización, un proceso que se dirige también a las audiencias más jóvenes y a nuevas artistas que espero no tengan tantas dificultades al poder mostrar su trabajo y ponerlo en valor.

Se vale resistir, esa es la raíz del feminismo, resistir desde el trabajo, desde lo pequeño, desde lo cotidiano hasta el metarrelato. Como tu bien señalas, siempre se encuentran formas y se crean nuevas rutas, por ello la importancia de apuntalar a esa otra parte del sistema que crea y cree en nuevas masculinidades.

Es ineludible luchar por un sistema más horizontal, más justo y democrático e inclusivo, porque el arte es un territorio que evidencia la luz y la sombra de lo humano, de manera eficaz y aún a pesar de las fuerzas retrógradas del pensamiento machista.

En este devenir, las redes de compañeras y pares son fundamentales; las alianzas evitan más injusticias y crean un respaldo afectivo y laboral sobre el trabajo de las mujeres en la cultura.

Muestra Colección Bienal Máquinas sensibles, curaduría de Katya Cazar (2022). Obra Flujo de Amor Muñoz; donación 15 Bienal de Cuenca (2021-2011). Instalación. Archivo FMBC, Cuenca-Ecuador, 2023.

SG: ¿Crees que existe una forma de hacer feminista? ¿Existe una gestión, un comisariado feminista? Si es así, ¿qué lo define?

KC: Creo que tu pregunta es muy pertinente. En un mundo de radicalidades, ser feminista es primero y ante todo no tener miedo, y decir lo que sucede y lo que se necesita ir construyendo para un sistema más equilibrado es nuestro gesto político.

Se ha legitimado el trabajo intelectual del arte y, por lo tanto, la gestión y la curaduría entran en este segmento, pero falta mucho por hacer porque a pesar de que estas prácticas son ya más valoradas y activas en instituciones artísticas en el mundo, siguen manteniendo estructuras masculinas.

Hay mucho que trabajar en la producción de las artistas, pues enfrentando un estado de alta precariedad siguen creando a pesar de todo, a pesar del sistema patriarcal, de la sociedad, del sistema del arte, del post capitalismo. Se debería intervenir en esta zona, crear más ayudas a artistas mujeres, que además cumplen roles varios en la sociedad.

Si la producción se da en situaciones complejas, se debe procurar también plataformas que lo hagan visible. Llevamos a cuestas siglos de invisibilidad, un trabajo profesional debe ser conocido y sostenido, contar con el respaldo de una red de apoyo, para que no desaparezca, para poner en valor la eficacia del trabajo de artistas, gestoras, curadoras que no solo creamos un producto más; después de décadas hablamos también de un gesto político frente al sistema impositivo.

Nuestra presencia debe reivindicarse permanentemente, enfrentar la sociedad e incluso ir en contra de afectividades próximas que juegan un papel regulador, manipulador e impositivo.

Curiosamente –y años después– las mujeres hemos avanzado, pero contradictoriamente seguimos en una misma encrucijada. La lucha por nuestros derechos está activa en puntos de debate a través de la evolución histórica. Tomemos como referente el decálogo de las Guerrilla Girls, colectivo que mencionaba con ironía y frustración algunos puntos de nuestra realidad como:

o   Tener un escape del mundo del arte en tus cuatro trabajos free-lance.

o   Saber que tu carrera podría retomarse después de cumplir ochenta.

o Tener la seguridad de que cualquier tipo de arte que hagas será etiquetado como femenino.

Creo que el feminismo es un lugar de enunciación poderoso, de gran importancia revolucionaria desde hace muchas décadas,  y es una estrategia para poder avanzar frente al avasallador sistema. Incluso su radicalización nos ha conducido a mirar otras formas de lucha.

Debemos reconocer que hay variedad en los discursos, pero que su mayor consigna es estar lo más juntas que podamos para enfrentar los avatares; ser generosas con nuestro mismo género y reconocer que solo en conjunto se pueden crear más conquistas. Seguimos peleando por porcentajes de equidad en muestras, en espacios laborales, en el número de jefaturas, en la presencia académica.

Siempre es necesario contar con prácticas curatoriales que impliquen al arte feminista, para velar por un mayor acceso a las artistas mujeres a espacios de expansión de su obra, para así también procurar la creación de oportunidades que se merecen, como un código de ética en apoyo a la calidad del trabajo de colegas mujeres.

Por eso, muestras como Radical Women cambiaron el escenario de estos planteamientos conceptuales. Esta muestra curada por Andrea Giunta y Cecilia Fajardo Hill transformó algunas lecturas monolíticas sobre este tema, provocando una mayor visibilidad a la producción de estas artistas y ampliando los capítulos de la historia del arte, dejándonos como consigna que la militancia debe estar comprometida siempre, sin bajar la guardia nunca.

Fabiano Kueva, Alimentar el Fuego, 2022. Instalación: video en monitor y stencil sobre pared. Pirotecnia: Kleber Cuaran. Medidas variables. Ed.5
Fabiano Kueva, Alimentar el Fuego, 2022. Instalación: video en monitor y stencil sobre pared. Pirotecnia: Kleber Cuaran. Medidas variables. Ed. 5. Foto: Christoph Hirtz. Curaduría: Katya Cazar

SG: ¿Cómo podemos hacer más fuerte al sistema del arte feminista? ¿Debemos incluir a más mujeres? ¿Debemos establecer formas de trabajo feministas?

KC: Simone de Beauvoir decía que el feminismo es una forma de vivir individualmente y luchar colectivamente.

La red, en todo proceso de cambio, es fundamental; siempre debemos incluir a más colegas en estos procesos y pensar en un lugar colectivo de lo conquistado, para así cuidar y mantener nuestros derechos, no solo los evidentes, sino los derechos a la visibilidad, al diálogo, a tener una permanencia constante, a evidenciar nuestro accionar… de lo contrario, los cambios son lentos y distantes.

Creo que las formas feministas más bien provienen de trabajos profesionales de excelencia que deben ser promovidos, promulgados y promocionados. Es importante que existan y se cumplan cuotas democráticas de presencia y de acción. Debemos exigir el debido proceso de los proyectos, pues muchas veces el patriarcado toma como suyo lo conquistado por las mujeres y subordina autorías y referencias históricas.

Los procesos feministas tienen que ser revisitados permanentemente, no podemos perder nuestros logros; debemos reconocer, en el sistema, prácticas de usurpación de derechosque han ignorado las prioridades que buscamos y los avances conseguidos, sin permitir el crecimiento y el cambio.

Bienal de Cuenca 15. Ana Teresa Barboza (Perú), Registros vegetales, 2021, instalación, tres piezas. Tejidos de lana, bordados en materiales naturales, tintes vegetales, dibujo en grafito, ramas de árbol de papel.

SG: ¿Crees que hay una reacción, un rearme patriarcal ante la generalización del feminismo en todos los campos de la vida?

KC: Sí, siempre el sistema cuando se siente amenazado en sus prácticas obsoletas tiende al rearme, en este caso de políticas antifeministas. Por esta razón, la consigna es estar atentas a los sucesos sociales a favor y en contra nuestro.

Los procesos feministas deben revisarse en sus prácticas, deben diferenciarse de las jefaturas masculinas típicas. Los procesos deben ser diferentes a medida que el mundo se transforma, pues somos responsables de las colegas que vienen detrás.

Las luchas o conquistas no son solo para ciertas generaciones, deben ser procesos de largo alcance inscritos en marcos institucionales y estructuras que generen un sistema del arte más equilibrado y ético.

Semíramis González

Gijón, España, 1988. Es curadora independiente. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual en el Museo Reina Sofía, por la Universidad Complutense. Actualmente es curadora de «Visión y presencia», un ciclo de performances de artistas mujeres en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Ha dirigido las ferias JUSTMAD (Madrid) y JUSTLX (Lisboa) y trabajado con museos como Es Baluard Museu (Palma de Mallorca), Festival PHotoEspaña, SCAN Tarragona (Festival Internacional de Fotografía), el Centro Atlántico de Arte Moderno – CAAM de Gran Canaria, y Fundación MAPFRE, entre otros.

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