COLOMBIA: EL MAÍZ, EL RÍO Y LA TUMBA
La exposición Colombia: The Corn, The River, and The Grave, que se presenta hasta el 20 de agosto en el Museo de las Américas de Denver (Colorado, EEUU), pone de relieve la interconexión entre las personas y la naturaleza y las contradicciones de esa conexión. Curada por Alex Brahim (Cúcuta, Colombia, 1977), la muestra se sumerge en las complejidades de Colombia y su política a través de la obra de 13 artistas y dos colectivos que representan la diversidad cultural del país, así como sus diferencias geográficas.
Habitantes de regiones que van desde las montañas hasta las llanuras y parte de la selva tropical, sus experiencias y perspectivas artísticas son indisociables de la tierra. Estas vastas realidades de Colombia se despliegan a través de videos, instalaciones, pinturas y fotografías.
Caracterizada en otros tiempos por una tierra intacta, sagrada y hogar de tradiciones ancestrales, Colombia ha sido explotada y sus recursos naturales expoliados por la codicia política y la violencia. De este modo, la exposición revela a Colombia como una nación de dualidades cuyo pueblo sufre y, sin embargo, se muestra decidido a superar los obstáculos y esperanzado en el futuro.
Compartimos el texto curatorial de la muestra, en la que participan Antonio Caro, Colectivo Antónima, Jorge Vaca Forero, Santiago Vélez, Wilmer Useche, Carlos Uribe, Erika Diettes, Nadia Granados, Sebastián Sánchez, Yosman Botero, Carmenza Estrada, Fernando Arias, Samir Quintero, Víctor Muñoz y 5ta con 5ta Crew.
El 10% de la biodiversidad del planeta se aloja en Colombia. Este territorio con casi 50 millones de habitantes posee una de las reservas de agua más vastas del mundo y una de las tierras más fértiles de Suramérica.
Sin embargo, también ha vivido uno de los periodos más largos de guerra en el mundo, dejando altos índices de asesinatos y otras tantas prácticas atroces, así como una marcada violencia estructural que atraviesa toda la nación. Colombia ha sido un país de nacimiento y de vida, pero tristemente es conocido por ser cuna de crueldad y hogar de muerte.
El maíz de los pueblos originarios en Latinoamérica, los ríos de las narraciones ancestrales y las guacas -tumbas indígenas- resguardan un misticismo roto por la explotación irreversible de la tierra y la contaminación acelerada de las aguas, lugares en los que la muerte dejó de ser sagrada para convertirse en un acto cotidiano violento que irrumpe en la naturaleza.
Esta tierra y sus afluentes han sido testigos de la historia natural y la historia nacional, dos realidades paralelas y desvinculadas en búsqueda de un espacio de encuentro.
La exposición Colombia: el maíz, el río y la tumba es un relato identitario de la zozobra y la ansiedad del territorio. Desde sus tres hitos, confecciona un tejido posible sobre las complejidades de la tierra como punto de divergencia entre lo sagrado y lo mercantil; la alteración violenta del fluir puro de los ríos, medios de desarrollo manchados por oscuros intereses; y la accidentada expansión de las tumbas de la guerra, dispersas en la naturaleza pero latentes en la memoria colectiva, donde aún reclaman dignidad.
La muestra recorre algunas de las contrastantes realidades de la experiencia colombiana. El país donde aún transcurre el cumplimiento de los Acuerdos de Paz de La Habana de 2016, en el cual algunos ríos son sujeto de reparación como víctimas del conflicto armado.
La nación donde la sacralidad ancestral del maíz se extiende hacia los frailejones del páramo, ecosistema garante del agua y la vida amenazado por el extractivismo. La sociedad harta de las tumbas para la que el persistente sentimiento de esperanza es más relevante que nunca, a puertas de un proyecto de Estado que incluye la denominada “paz total”.
Además de permitir a los habitantes de Denver acercarse a historias y visiones desconocidas de Colombia, la muestra cobra especial sentido al establecer sutiles pero relevantes puntos de contacto con la historia de Colorado, un estado con 5.564 corrientes naturales de las que 147 son ríos, con una historia marcada por la minería del oro en los territorios ancestrales de un sinfín de tribus como los Ute, Cheyenne, Arapaho, Apache, Shoshone, Comanche, Kiowa y Diné.
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