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ANTONIO PAUCAR: HACER TOSER MI ALMA

Por Miguel A. López | Curador

La obra de Antonio Paucar se desplaza al ras de suelo. El artista no solo entabla un diálogo íntimo con la tierra: su forma de estar en pie y moverse logra levantar polvo que permite dar forma a emociones complejas. En su trabajo, diversas situaciones de su vida cotidiana se convierten en un termómetro de la temperatura social. A través de objetos, acciones e imágenes, Paucar logra liberar algo que estaba sobrevolando entre nosotros pero cautivo.

El título de esta exposición proviene de uno de sus poemas titulado Puntito negro (2020), el cual narra la experiencia de alcanzar la cumbre más alta de los Andes y ser tocado por la luz en medio de un escenario oscuro. Algo de esa travesía asoma en este conjunto de obras producidas entre 2020 y 2022. Paucar se aproxima a la realidad por medio de rituales que no intentan representar el pasado o el presente sino propiciar un intercambio de energías. Ceremonias que permitan sanar los símbolos y regenerar su capacidad de sacudir la realidad.

Vista de la exposición “Hacer toser mi alma”, de Antonio Paucar, en Ginsberg Galería, Lima, Perú, 2023. Foto cortesía de la galería

Entre lo alegórico y lo documental, sus fotografías exploran los efectos de la extracción y la toxicidad. Sus fotografías en color tomadas en Cerro de Pasco, a 4200 metros sobre el nivel del mar, palpan los bordes de una gran mina de tajo abierto que ha devorado lo que antes era una ciudad. Paucar presta atención a los restos minerales sobre el suelo, los cortes sobre el terreno y las siluetas oscurecidas de las montañas que él percibe como sombras en silencioso luto.

En otra fotografía, el artista captura cinco sombras humanas tomadas de la mano reflejadas en las aguas del río Mantaro, uno de los más importantes de los Andes centrales –que pasa por su ciudad natal Huancayo–, hoy altamente contaminado por cobre, oro, plata, plomo y zinc. Aquellas sombras sobre el río funcionan como destellos perturbadores: el cuidado y la solidaridad se contraponen a un paisaje líquido que oculta su envenamiento.

Tres fotografías en blanco y negro tienen como protagonista al cuerpo del artista. En dos de ellas, Paucar aparece camuflado primero al interior de un árbol, y luego en medio de una gran pila de troncos de árboles cortados. En una tercera imagen, el artista se autorretrata junto a su hijo en La Oroya, una zona del Perú considerada uno de los diez lugares más contaminados del mundo producto de las emisiones de plomo, cadmio, arsénico y dióxido de azufre procedentes del Complejo Metalúrgico de La Oroya (CMLO). La imagen pertenece a la serie Kay Pacha – Mundo presente (2020), cuyo título refiere a uno de los tres mundos de la cosmovisión andina: el mundo del medio, el espacio y tiempo físico en donde habitamos los humanos, los animales, las montañas y las rocas. Ambos están tomados de la mano, portando una máscara de gas, acompañados de un árbol que ha perdido todas sus hojas.

Vista de la exposición “Hacer toser mi alma”, de Antonio Paucar, en Ginsberg Galería, Lima, Perú, 2023. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición “Hacer toser mi alma”, de Antonio Paucar, en Ginsberg Galería, Lima, Perú, 2023. Foto cortesía de la galería

Se incluyen también dos obras muy recientes. En septiembre de 2022, Paucar realizó una residencia en Öres, en un archipiélago de Finlandia. En aquella isla, se encontró con ruinas de la defensa militar costera de la época de la Rusia zarista, en un lugar hoy convertido en un parque natural que alberga a una gran cantidad de especies animales y vegetales en peligro de extinción. Ante el encuentro con ese vestigio bélico, su primera acción fue tejer un penacho blanco con las plumas de los cisnes que encontró en la orilla de la playa. El objeto era una forma de saludar simbólicamente y ofrecer respeto al territorio y al pueblo indígena sami que se extiende por el norte de lo que hoy se conoce como Finlancia, Suecia, Noruega y Rusia.

Frente a una torre de vigilancia naval y portando el penacho, Paucar realizó una danza inspirada en el Taki Unquy, un movimiento andino surgido hacia 1560 que rechazaba la imposición del Dios cristiano y reivindicaba otras maneras de comprender lo sagrado. La acción ritual era muy sencilla: Paucar giraba sobre su eje en dirección opuesta al movimiento del radar aún en funcionamiento ubicado en lo alto de la torre. Al hacerlo, el artista emitía silbidos de pájaros. Con su movimiento, parecía intentar desacelerar la tecnología militar a fin de llamar otro tipo de señales con su cuerpo. Como si fuera un pararrayos, Paucar procuraba convocar una energía que cure la tierra, subvierta la violencia colonial y altere el poder geopolítico.

Antonio Paucar, de la serie Kay Pacha – Mundo Presente, 2020, impresión digital a chorro de tinta sobre papel de algodón, 40 x 60 cm. Cortesía: Ginsberg Galería

Su pieza más reciente es una instalación de aves inspirada en Mama Rayguana, una leyenda oriunda de Huánuco, Cerro de Pasco y Ancash, en torno la hambruna y la prosperidad que tiene varias versiones. Una parte de esta historia narra el maltrato que los hombres habían cometido contra el maíz y los tubérculos andinos (la papa, la oca, el olluco, entre otros). Como represalia, estos pidieron al dios creador, Pachakamaq, desaparecer. Ello generó una gran escasez de alimentos. Los animales también se vieron afectados y nombraron a una comisión de aves para suplicar a Pachakamaq el regreso de la comida. El pedido fue escuchado y las aves trajeron semillas en sus picos que fueron sembradas en una fiesta.

Inspirado en esa historia, Paucar representa una instalación en forma de un consejo de aves andinas –pichuisas (gorriones), gaviotas, kuripchurin, picaflores, akakllus (carpintero andino), chiwakos (zorzales), papamoscas, pichiuchancas y cóndores– reunido para hacer frente a la violencia humana contra la naturaleza. Las aves están talladas en pedazos de maguey encontrados. Los ojos son semillas de maíz, alverjas, frejoles, calabaza y huayruro. En algunos casos, las alas son de maguey y, en otros, son hojas secas de eucalipto, capulí, chilca, cantuta, tankish, quishuar, chachacomo, colle, huaranhuay y aliso. El tallado del maguey es para el artista el cordón umbilical y vínculo vivo con el saber heredado de su abuelo Pedro Abilio Gonzáles, quien impulsó una labor familiar de creación de imaginería popular inspirada en escenas y tradiciones del valle del Mantaro –hoy su familia es la única que sigue trabajando allí de forma activa.

Paucar crea su propia versión de la historia de Mama Rayguana para convertirla una instalación evocativa hecha de maguey, cuyas hojas tienen también usos medicinales, en un momento en donde el país atraviesa una situación de violencia, muerte y duelo. La obra alude, por un lado, a la realidad de un panorama de destrucción, y por otro, a la posibilidad de imaginar una asamblea que permita reparar nuestra relación con el mundo.

Antonio Paucar, Sin título, 2020, impresión digital a chorro de tinta sobre papel de algodón, 40 x 60 cm. Cortesía: Ginsberg Galería

Hacer toser mi alma, de Antonio Paucar, se presenta hasta el 13 de marzo de 2023 en Ginsberg Galería, Av. Santa Cruz #1068, Lima, Perú

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