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ENTRE LA REMANSA Y LA ACELERACIÓN. MICROPOLÍTICAS DE TIEMPO, DE CAMILA COLUSSI

En uno de los pasajes más sugerentes de Las confesiones, Agustín de Hipona se pregunta —a la vez que se responde— sobre qué es el tiempo, en los siguientes términos: “si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. La complejidad de asir esta dimensión de la realidad se condice con su carácter de silencioso telón de fondo de la existencia. Por ello, no habría mayor problema si, eventualmente, se llegase a la vejez sin haberse cuestionado nunca sobre el carácter del tiempo, ya que este igualmente habría transcurrido de forma inclaudicable.

No es casual que durante la etapa ulterior de la vida surjan, de manera recurrente, pensamientos sobre el tiempo, su devenir y agotamiento. Jean Améry advertía que la estéril exclamación “¡un minuto todavía, señor verdugo!” no es más que un error trágico que conduce a pensar que suspender el tiempo es equivalente a anularlo. En consecuencia, pensar este problema desde las artes supone un inexorable ejercicio crítico, en cuanto conjeturar aproximaciones hacia un elemento que rehúye ser aprehendido conlleva necesariamente su desnaturalización (principio rector de todo ejercicio crítico).

Vista de la instalación “MicroPolíticas de Tiempo”, de Camila Colussi, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022-2023. Foto: Margarita Gómez Meneses

MicroPolíticas de tiempo, de Camila Colussi, fue parte del último ciclo de exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Santiago, y se presentó como una aproximación a los problemas del tiempo desde una perspectiva geológica y humana para, desde allí, vislumbrar su transcurrir y las maneras posibles de percibirlo desde los límites del contorno sensible del ser humano.

En medio de una sala en penumbras descansaba una instalación lumínica-sonora, compuesta por una serie de cintas LED que eran operadas desde un microcontrolador de sistema Arduino, el cual recibía información en tiempo real de cualquier actividad sísmica alrededor del mundo. Las luces parpadeantes que circulaban por las cintas, según se indicaba, variaban según la información que era recibida de manera constante. En caso de identificar un movimiento telúrico, el movimiento continuo de las luces se interrumpía dando paso al encendido total de las cintas, iluminando la sala por completo.

La dificultad de acercarse a observar el tiempo profundo o tiempo geológico radica, principalmente, en una cuestión de escalas. ¿Hasta qué punto un efímero ser humano puede percibir un millón de años en escala geológica? En otros términos, pensar en un objeto celeste ubicado a millones de kilómetros de la tierra, es tan abstracto como comprender aquello que aconteció millones de años atrás. Así, MicroPolíticas de tiempo, al descender y observar las profundidades tectónicas del planeta no solamente presta atención a estratos terrestres que difieren de la superficie que habitamos, sino que, sobre todo, escarba en ritmos temporales distintos al que el Antropoceno ha moldeado, de manera superficial —nunca mejor dicho—, sobre la corteza terrestre.

Vista de la instalación “MicroPolíticas de Tiempo”, de Camila Colussi, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022-2023. Foto: Margarita Gómez Meneses

De manera contraria al denso espesor del tiempo profundo, los ritmos de aceleración promovidos por los sistemas de intercambio mercantil han hecho de la corteza superficial del planeta un lienzo donde el objetivo, en términos del historiador Martin Jay, es la conquista absoluta del tiempo. Diferentes prácticas humanas han intentado capturar la ominosa temporalidad geológica que discurre bajo nuestros pies. Las que van desde la sobrexplotación acuífera —con la respectiva contaminación de las aguas subterráneas—, hasta la intrusiva práctica del fracking que, tal como advierte su nombre, es la fractura artificial del subsuelo terrestre para la extracción de hidrocarburos. Ahora bien, ninguna de estas intromisiones, de momento, han conseguido homogeneizar las temporalidades antropocéntricas de la superficie con las geológicas.

La verdadera complejidad del diálogo entre esta superposición de temporalidades radica, en consecuencia, en distinguir y otorgarle su agencia respectiva a los diferentes ritmos que acontecen en las múltiples capas terrestres. Al pensar en la diferencia entre la temporalidad superficial y profunda de la Tierra, Robert Macfarlane señala: “la noción del espacio se enturbia… y también la del tiempo. Este se mueve de otra forma aquí, bajo tierra. Se espesa, se remansa, fluye, se precipita, se ralentiza”. No hay manera técnica ni subjetiva de hacer emerger sobre la corteza terrestre la entidad subterránea del tiempo geológico.

En este sentido, la propuesta sugerida por el trabajo de Colussi invita, de manera lúcida, a prestar particular atención a los movimientos telúricos, ya que, en su emergencia, la brusca sacudida de la corteza terrestre suspende momentáneamente sus ritmos superficiales, dando lugar a un espacio-tiempo que no coincide ni con las velocidades antropocéntricas de la superficie, pero tampoco con la lentitud del tiempo subterráneo.

Vista de la instalación “MicroPolíticas de Tiempo”, de Camila Colussi, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022-2023. Foto: Margarita Gómez Meneses

El tiempo de duración de un terremoto se presenta, entonces, como un momento intersticial en el que ambos estratos temporales, según la propuesta de MicroPolíticas de tiempo, consiguen establecer un diálogo. Sentado frente a la instalación y en contacto con la cinta de cobre que permite la reproducción del audio por los auriculares, se escucha una voz que advierte sobre las grietas que traen consigo los movimientos sísmicos en condición de terremoto, las cuales, evidentemente, son terrestres, pero de igual manera son fracturas del tiempo.

Este quiebre que opera como un paréntesis de la razón supone una convergencia no solo de temporalidades, sino que también de lugares y sentidos. El terremoto, en este sentido, se presenta como un centro del mundo para quienes lo padecen, un vórtice que homogeneiza toda entidad que lo circunda, haciendo confluir en él, de manera desjerarquizada, toda subjetividad.

Vista de la instalación “MicroPolíticas de Tiempo”, de Camila Colussi, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022-2023. Foto: Margarita Gómez Meneses

El mitólogo estadounidense Joseph Campbell advierte que en diversas culturas existe la figura de axis mundi, un símbolo donde convergen todas las dimensiones del sentido. En términos de Campbell: “es en donde la quietud y el movimiento están en unión. El movimiento es tiempo, la quietud es eternidad. Tenemos que reconocer la relación de la eternidad con el momento temporal”.

El avasallador movimiento tectónico de los terremotos, en este sentido, se presenta como una modulación temporal del axis mundi, conectando la contingencia de la realidad humana con la remansa del tiempo subterráneo. A través de los sismos se encausa un descalabro de los sentidos, donde el miedo e incertidumbre a las consecuencias que estos puedan provocar engullen todo ordenamiento racional del mundo. Así, al igual que los objetos que se bambolean mientras ocurre el movimiento sísmico, los propios regímenes que, en estado normal, organizan nuestra comprensión del mundo, trepidan.

Vista de la instalación “MicroPolíticas de Tiempo”, de Camila Colussi, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022-2023. Foto: Margarita Gómez Meneses

A pesar de la complejidad que supone situarse en este particular intersticio temporal, la instalación desata el nudo de manera sutil, pero sin perder efectividad. La singularidad resolutiva de MicroPolíticas de tiempo radica en la conciencia que el proyecto posee del lugar histórico-temporal en el que se ubica, pero no por ello se somete a las prácticas extractivas que, actualmente, buscan conquistar al tiempo subterráneo. Según el planteamiento de la obra, “la manera en que se visualiza es desde una aproximación más sensible que intenta evocar una experiencia inmersiva en lugar de traducirse en un gráfico o notificación en el celular”.

La instalación, en estos términos, promueve que el contacto entre el tiempo geológico y el tiempo de quienes habitamos la superficie se dé respetando la agencia humana, como también la terrestre. Es decir, el cuerpo espectador encuentra en la obra un dispositivo que traduce el caos sísmico en un lenguaje aprensible para las limitantes sensible del ser humano, para así, desde ese frágil lugar de contacto, tejer de manera simbiótica —entre el cuerpo y la tierra— las micropolíticas del tiempo.

Roberto González Encina

Magíster (c) en Estudios Latinoamericanos y Licenciado en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile. Sus investigaciones se han centrado en la estética y el arte contemporáneo con énfasis en los problemas del tiempo y la cultura visual latinoamericana. Ha publicado artículos en libros, revistas y plataformas digitales, así como también ha participado en diferentes proyectos investigativos vinculados al arte contemporáneo y archivos locales. Actualmente es docente en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.

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