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LO TRAMPOSO DEL HORIZONTE

“No es la marea que sube. Es el mundo que se hunde en ilusiones”, es un texto inscrito en un vidrio enmarcado en una estructura de roble carbonizado, de la cual cuelga una cuerda, cuya escala, recuerda lo irrisorio de lo humano en su imitación de la magnitud de la naturaleza. Sumergible es una de las esculturas que componen la exposición de Juan Cristóbal González, La trizadura del mar. Tras una investigación de dos años en la costa de la quinta región, el resultado es una obra que propone un espacio transitable, un recorrido por varias piezas tensado por las distintas gravedades que lo componen.

Toda la obra está atravesada por la tensión de un borde (costero), que en todo caso podría ser cualquier otro litoral nunca nítido. La ficción de la claridad de las orillas es la ilusión de un mundo, que nace con lo que podemos llamar humanismo. Por ejemplo: el cuerpo recortado por las palabras, la naturaleza clasificada en la cultura, eros y tánatos negando su imbricación irreductible.

El humanismo, ese mundo de ilusiones, es el proyecto que algunos datan a partir del siglo XV, cuyo fin es el dominio de la naturaleza por el bien del ser humano. Dominio que se traduce en la tecnificación del mundo, volviendo todo algo explotable. Para tamaña empresa es que el ser humano ha debido volver lo infinito, como el mar y la estrellas, conmensurables. La experiencia frente a lo abierto se tranza por domesticación, el asombro estético y la extrañeza frente a la noche de la naturaleza se troca por turismo y otras vivencias previsibles. El espesor de tal transacción gravita en esta obra.

Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer

El progreso, como cualquier proyecto en nombre de un horizonte, implica un sacrificio para realizarse, para unificarse en su ideal. Zona de sacrificio es precisamente el nombre de otro de los objetos de la muestra: otra vez un vidrio, esta vez quebrado y sostenido por nueve libros negros. En Juan Cristóbal González el vidrio es señuelo de una trampa, una transparencia que no garantiza nada, tanto como la arquitectura de los centros financieros modernos; tampoco los libros son garantes de un pensamiento. Heidegger advertía, ya en los años cincuenta, que la técnica moderna, lejos de ser una mera herramienta, es un régimen de mundo; un modo de habitar que no permite pensar, o bien, habilita un tipo de pensamiento calculador, pensamiento que no piensa reflexivamente, de ahí su polémica frase: la ciencia no piensa. ¿Qué tipo de racionalidad soporta algo así como una zona de sacrificio?

Bajo el régimen de verdad de la época es que la transparencia no opera como límite, sino como una banalidad (del mal), como las mentiras de Trump que no se proponen ocultar nada, o bien, como la chimenea de Ventana en la quinta región, cuya zona de sacrificio es una palabra pronunciable junto a progreso. Canetti escribió: “cogí el siglo por la garganta”, aludiendo a la invención del gas como arma de guerra. Asfixiar hoy no es propiedad de la guerra, es un costo “marginal” del progreso y su horizonte.

Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer

Las palabras en la obra se auto acusan. No operan como denuncia, sino como extrañamiento. “Lo indiferente de la democracia”, “lo sagrado de la estadística” son algunos de los vértices de lo que el artista llamó El espiral del cubo, una cuadratura imposible. Eros y tánatos van trenzados al infinito: toda razón crea y destruye a la vez, no hay progreso. Algo así evoca El manto dorado, montaje compuesto por las mantas de salvataje para quienes son rescatados del mar. Mantas cuya materialidad y color no es casual, fueron inventadas por la NASA para cubrir a los satélites y que hoy sirven para quienes, si tienen suerte, son salvados de ahogarse.

¿Qué cuerpos merecen el manto dorado? Hace casi cuatro años atrás mientras el Open Arms, el buque de salvataje de inmigrantes era impedido de arribar en algún puerto italiano, el ministro del Interior de entonces, Matteo Salvini hacía de Dj en su beach tour, en una alegoría al nacionalismo, mientras los turistas tomaban cerveza. Esta es una imagen rotunda de la transparencia de “la indiferencia de la democracia”. Hay cuerpos que no tienen estatuto político, muertos en el mar como puntos en un mapa, pura vida nuda.

A veces la Historia cae y suponemos que ahí aparece la naturaleza humana. Esa es una de las lecturas sobre la catástrofe de la balsa de La Medusa. Un escándalo en su época pues, tras el naufragio de la embarcación principal, los botes de emergencia no alcanzaron para todxs y 147 personas quedaron a la deriva en una balsa que partió semi hundida; solo sobrevivieron 15. Cayeron todas las leyes civilizatorias, hubo canibalismo y suicidios. ¿Es esa la naturaleza humana? O bien, ¿es la Historia la que puso ahí a esas personas, tal como a los rescatados en el Open Arms?

A veces la Historia también puede comportarse como las catástrofes naturales: las guerras no hacen un hogar. No es la marea que sube, es el mundo que se hunde.

Como un mensaje a no olvidar, es la imagen de la balsa de La Medusa de la pintura de Géricault, la que elige el artista para ir dentro de una botella en El naufragio.

En primer lugar, ¿qué es una botella al mar? Diría que a lo menos es algo fuera de la lógica de un proyecto o un horizonte. Es un mensaje de vida, quizá ni siquiera para la salvar propia; es la apuesta de que sigue habiendo mundo más allá de unx mismx. Una botella al mar tiene el estatuto de los actos pese a todo, aún en el hundimiento del mundo realizar un acto de vida. Didi Huberman compara la botella al mar con las fotos que tomaron y escondieron los Sonderkommando en los campos de concentración. Se trata de un acto sin garantías, ni de supervivencia personal: es un mensaje a la especie.

Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer

Lo tramposo del horizonte es otra de las inscripciones de Juan Cristóbal González. Y es que el horizonte implica la trampa del tiempo lineal, es el soporte de una idea de progreso. Pero existe otro registro de la verdad. Joyce escribió: “el tiempo es de lo paterno, mientras que el espacio es de lo materno”. El tiempo lineal es el tiempo de la conquista – ¿avanzar?; mientras que el tiempo cíclico es el de lo sagrado, los rituales, es el tiempo que crea espacio, la casa mater: el espacio que aloja la vida. Quizá uno de los objetos más inquietantes de toda la muestraes El ciclo; esta vez sin palabras interpela, precisamente, con un espacio antes que con las ficciones del tiempo.

Son diez ruedas de camión – que se usan en barcos y embarcaderos – y que están colonizados por picorocos, moluscos sin ningún prestigio. La estructura se encuentra a una altura que enfrenta al vacío tejido de plástico y animales marinos. La creación es un borde que no distingue naturaleza y cultura, sino que se trata de un litoral que hace espacio; uno en el que además de alojar la mirada, es posible escuchar el sonido monumental del mar que producen las conchas.

¿Es un lugar fuera de la Historia? Diría que evoca a las historias que están fuera del proyecto principal, aquellas que pese a todo hacen mundo aún en las ruinas, como la actitud inmoral, pragmática y sin heroísmo de un molusco que hace hogar como sea: pura potencia de existir (es la historia silenciosa de tantxs que se lanzan al mar buscando vida. A veces los rescatan, otras, son sólo un titular más, al lado de la publicidad de un resort, o de los viajes a Marte).

Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición “La trizadura del mar”, de Juan Cristóbal González, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago de Chile, 2022. Foto: Jorge Brantmayer

La trizadura del mar, de Juan Cristóbal González, se presenta del 3 de noviembre de 2022 al 21 de enero de 2023 en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) Parque Forestal, Ismael Valdés Vergara 506, Santiago de Chile.

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Constanza Michelson

Psicóloga clínica y magíster en psicoanálisis. Acreditada por la Comisión Nacional de Psicología Clínica. Junto al trabajo clínico se ha dedicado a la escritura y el pensamiento crítico. Ha escrito columnas y ensayos en La Tercera, The Clinic, Revista Santiago, CTXT (España), Revista Polvo (Argentina), NYT (en español).

Autora de “50 Sombras de Freud: laberinto de amor y sexo” (Ed. Catalonia, 2015), “Neurotic@s: bestiario de locuras y deseos contemporáneos” (Planeta, 2017), “Hasta que valga la pena vivir: ensayos sobre el deseo perdido y el capitalismo del yo” (Paidós, 2019), “Una falla en la lógica del universo: cartas desde la cornisa” (Metales Pesados, 2020) escrito junto a la filósofa Aïcha Liviana Messina, "Capitalismo del Yo" (Paidós Argentina, 2021), "Hacer la noche" (Paidós, 2022)

Lleva el podcast "El oficio de vivir" en Emisor Podcasting.

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