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TRAZAR EL TIEMPO DESDE LOS ASTROS HASTA LAS AGUAS. CONVERSACIÓN CON CLAUDIA MÜLLER

“Robles, jacarandas, palmeras, y cipreses. Beben aguas de sus raíces, transpiran por sus hojas, y crecen hacia el sol” son las palabras que contiene la obra más reciente de Claudia Müller, Astro, emplazada en el Parque Mapuhue de La Pintana. Una instalación que fue comisionada por la Fundación Nemesio Antúnez y que conecta con las personas desde lo lúdico (mediante el jugar con el agua) y contemplativo (las sombras producidas por el sol). Si entramos a descomponer cada elemento de esta obra, nos permite adentrarnos en la profunda exploración que ha realizado esta artista sobre la temporalidad.

Sentadas en su taller, dejamos que nuestra conversación se dejara fluir por las distintas imágenes, objetos, y elementos naturales que han sido parte de sus obras, y que hoy la rodean en su espacio de trabajo: imágenes bajo el agua, botellas transformadas en clepsidras, caracolas flotando en agua, y ramas de distintos tamaños. Conversar con Claudia Müller es mirar y entender desde el arte sobre las estrellas de nuestra galaxia y los planetas que la componen, sobre los distintos cuerpos de agua y su relación con fenómenos naturales y sociales, así como reflexionar acerca de quizás uno de los componentes más abstractos que define nuestra humanidad, el tiempo.

En esta conversación miramos su trabajo más reciente para trazar la línea que esta artista ha ido dibujando entre los astros y las aguas.

Claudia Müller, Constelante, 2011, balde, motor, agua, cámara de seguridad, proyección de video en tiempo real, medidas variables. Galería Macchina, Santiago. Cortesía de la artista.

Maya Errázuriz (ME): Me gustaría partir por algo que acabas de mencionar, “puedes partir en nada y terminar en otra cosa, eso es lo más interesante de las artes visuales”. Si tuvieras que elegir un punto inicial de tus investigaciones, ¿cuál sería?

Claudia Müller (CM): Ciertos elementos de nuestro planeta nos demuestran temporalidad, pero el agua, por sus distintos estados, es quizás la que más lo logra demostrar. Nos entrega un movimiento visible: el hielo se derrite, al prender una ducha cae el agua, los ritmos de la lluvia. Todo eso, además, se rige por tiempos y medidas. Incluso cuando uno cocina se utiliza el agua en medidas. Esos tiempos son determinados por las formas que habitamos este mundo, pero esto no sucede con el aire o el fuego; el agua, curiosamente, es el elemento que más se cataloga en medidas. El agua además tiene memoria; el agua hervida vuelve a hervir más rápido, lo mismo con el agua que se congeló. Es el tiempo, finalmente, lo que me ha hecho indagar en las aguas, los astros, los mitos, las distintas cosmovisiones andinas y el cuerpo. 

Mi primer trabajo con agua fue Constelante, que expuse en el 2011 en Galería Macchina. Me encontraba terminando mi tesis de magíster, la cuál trabajé con el biólogo Germán Manríquez, sobre espacios vacuos en lo material. Esto me llevó a observar y producir remolinos de agua para explorar ese espacio vacío que se genera al centro de un remolino. La obra consistió en un balde de agua viscosa que giraba en su interior impulsada por un pequeño motor, similar al de una máquina lavadora. Fue también la primera vez que utilicé el recurso de video con transmisión en tiempo real, instalando una cámara sobre el remolino que se generaba en el balde y que se proyectaba dentro de la misma sala. Una cosa que sucede con las imágenes del agua es que tienen distintas capas de lecturas dependiendo de quién la observa. Para algunos la imagen era un remolino, pero para otros se asemejaba a una galaxia, o incluso un geógrafo me comentó que la imagen se parecía a aquellas creadas por los sonares que se ocupan en los barcos. Son esas múltiples lecturas las que me han llevado orgánicamente a ir explorando sobre distintas relaciones espacio-temporales.     

Claudia Müller, Semi-diurno, 2013, 3 clepsidras (estructura de acero inoxidable, bidones de plástico, manguera transparente 120 lt de agua, 3 bombas de agua), dibujos a tinta, proyección de video Semi-diurno. Galería Die Ecke, Santiago. Cortesía de la artista

ME: El agua y su ciclo generan una relación curiosa entre espacio-tiempo, de cierta forma se desdibujan los límites espaciales y también entre presente, pasado y futuro…

CM: Tendemos a pensar la naturaleza desde nuestra escala de tiempo, pero el agua, las piedras, las estrellas tienen otra “antigüedad”. Eso de la naturaleza me parece muy loco, cómo algunas cosas por su escala de tiempo pasan a ser casi atemporales. Me gusta observar situaciones u objetos cotidianos bajo estos términos… las piedras presentes en un estacionamiento o plaza quizás cuántos años tienen, y así con el agua que tomamos, o las plantas que se encuentran en los espacios urbanos. En esta época, ¿de qué forma se puede medir algo que no sea por reloj?

Así, desde Constelante me pasé al proyecto Semi-diurno (2013), que consideró construir relojes de agua. Empecé a trabajar con Germán sobre los ritmos circadianos, aquello que está en los seres vivos que es interno, el pulso, nuestras horas de descanso y su relación con el sol. Ahí me puse a pensar cómo una canción que te gusta pasa muy rápido, o al estar aburrido el tiempo pasa lento, y entonces me metí a investigar sobre la relatividad del tiempo. Esto me llevó a descubrir las clepsidras, los primeros relojes de agua de la humanidad. Los romanos las usaban como medición de tiempo al defenderse frente a un juicio. La medida de agua de un reloj (similar al de un reloj de arena) era el tiempo que tenías para defender tu caso.

Esta instalación se componía de tres torres compuestas por una serie de bidones plásticos que podían contener 40 litros de agua, y el agua se demoraba cuatro horas en caer hasta abajo. Esas cuatro horas calzaban, además, con la cantidad de horas que permanecía abierta la sala a público. De noche las bombas de agua subían el agua, y así comenzaba de nuevo su caída al abrir las puertas de la sala. La instalación también consideraba un video que establecía una relación con la luna y las mareas, y una serie de acuarelas que mostraban situaciones en que el agua era una medida de tiempo en relación con crecidas de mareas producto de tsunamis, entre otros fenómenos.

Claudia Müller, Catastros de agua, 2015, canaletas de cerámica, cobre, bidones de plástico, mangueras, solenoide, bomba de agua, 5 litros de agua de Ría, base de madera y alquitrán, 120 x 80 x 100 cm. Cortesía de la artista
Claudia Müller, Catastros de agua, 2015, canaletas de cerámica, cobre, bidones de plástico, mangueras, solenoide, bomba de agua, 5 litros de agua de Ría, base de madera y alquitrán, 120 x 80 x 100 cm. Cortesía de la artista
Claudia Müller, Asteroide, 2015, video en tiempo real (Catastros de agua). Cortesía de la artista
Vista de la exposición “El agua volvió a la tierra en meteorito y a la luna en cometa”, de Claudia Müller, en Galería Die Ecke, Santiago de Chile, 2017. Cortesía de la artista
Vista de la exposición "Vaivén", de Claudia Müller, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2018. Foto cortesía Sala de Arte CCU
Vista de la exposición «Vaivén», de Claudia Müller, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2018. Foto cortesía Sala de Arte CCU

ME: En estos trabajos vemos un interés constante por analizar y entender los flujos/movimientos de las aguas mediante distintos dispositivos o materialidades ¿De qué forma entra la cerámica en este aspecto de tu trabajo?

CM: En el 2015 fui seleccionada a participar en una residencia de la Fundación Bilbao Arte en España para crear una obra en relación con el estudio de los ríos. Me fui con el plan de armar un mapa hidrográfico de Sudamérica en mangueras de distintos calibres. Pero, como suele suceder en las residencias, esta idea fue cambiando a medida que me fui adentrando en el contexto. Tomé la idea inicial de traducir caudales, ríos a otras materialidades enfocándome en estudiar el cuerpo de agua que conocí estando allá, la ría Nervión, –se le llama ría y no río porque es un brazo del mar que entra en la tierra por la elevación del nivel del mar – y así se fue gestando la obra Catastros de agua. Extraje un meandro y lo reproduje en cerámica. La cerámica tiene un aspecto antropocéntrico, es un material que ha acompañado la humanidad desde siempre, es trabajar con barro básicamente; ¿quién no ha hecho algo con barro de niño? Es volver a eso.

La idea era construir una pieza con 10 litros de agua que bajaran por gravedad, y que luego esta agua volvía a subir, impulsada por una bomba, para estudiar esa caída del agua. Utilicé agua de la ría y, al caer por la obra, su sedimento iba imprimiendo la cerámica. Junto a esta instalación, realicé también un video que recopila distintas grabaciones de agua tomadas en distintos océanos; la cámara se sumerge bajo el agua y luego vuelve a asomarse a la superficie. Cada vez que se asoma aparece una playa, borde de agua o exterior distinto. Algunas veces aparece saliendo de una pileta, en una playa, o en los canales de Venecia. El agua va conectando cada uno de estos lugares. También, volví a incorporar una grabación en tiempo real a través de una cámara de seguridad que proyectaba la imagen de una piedra colgando que se asimilaba a un asteroide. El agua como ser extraterrestre y terrestre.

Claudia Müller, Frontera Líquida, 2021, video full HD 12”, video 3D, filmaciones submarinas. Cortesía de la artista

ME: Siempre hay un guiño a la astronomía, de a poco se asoma desde el efecto que los astros tienen sobre el agua en nuestro planeta.

CM: Siempre me gustaron las estrellas. Tuve la suerte de que mis padres sabían mucho sobre la naturaleza… recuerdo estar mucho en la cordillera observando los cielos. Siempre me gustó la noche, la luna, los astros. De niña leía libros de las estrellas, de los planetas y alucinaba. A los niños les fascina lo astronómico. Un eclipse se da en la Tierra porque hay una distancia entre el Sol y la Luna de 400 veces, y a su vez, el Sol es 400 veces más grande que la Luna, una geometría perfecta inconmensurable. Eso me alucina.

ME: Volviendo al uso de las cámaras de seguridad, me llama la atención cómo lo tecnológico y audiovisual forma parte de tus obras, pero con un carácter, se podría decir, “analógico” ¿Qué rol le otorgas a la tecnología en tu lectura de la naturaleza?

CM: Me aproximo al uso de tecnologías desde dos lugares; por una parte, el video permite ampliar las capas de lectura. Siento que son un buen complemento a lo objetual y, en particular las cámaras de seguridad entregan un componente interesante en relación con la temporalidad. El proyectar en tiempo real produce un infinito, una grabación que juega con lo que sucede y lo sucedido. En cambio, el uso de bombas, arduinos, y válvulas solenoides son mecanismos que utilizo para crear sistemas y ciclos. En mis próximos proyectos me gustaría intentar explorar la construcción de estos mecanismos con el uso de energías renovables. 

Claudia Müller, Hidrografía del cuerpo, 2019, 48 piezas de cerámica, 10 kilos de arena, manga de plástico, mesas de madera, mangueras, agua y bomba de agua, 500 x 45 x 45 cm. Cortesía de la artista
Claudia Müller, Hidrografía del cuerpo, 2019, 48 piezas de cerámica, 10 kilos de arena, manga de plástico, mesas de madera, mangueras, agua y bomba de agua, 500 x 45 x 45 cm. Cortesía de la artista
Claudia Müller, Hidrografía del cuerpo, 2019, 48 piezas de cerámica, 10 kilos de arena, manga de plástico, mesas de madera, mangueras, agua y bomba de agua, 500 x 45 x 45 cm. Cortesía de la artista

ME: ¿Los cuerpos de agua dialogan en tu trabajo con los cuerpos humanos? ¿Cómo se entrecruza el factor humano en tus observaciones de los fenómenos naturales?

CM: Sabemos que nuestro cuerpo se compone de agua, y me interesa invitar a reflexionar sobre el hecho de que las personas también somos parte de un río o mar: ¿qué se siente ser un cuerpo de agua? Pocos días después del estallido social, el 28 de octubre, comencé una nueva residencia en Buenos Aires (R.A.R.O), en donde quise crear una obra participativa (Hidrografía del cuerpo) que generaba paralelos entre los cauces de agua y las extremidades de un cuerpo humano desde una reconfiguración de la forma tradicional de creación de las tejas musleras. Estas tejas coloniales se hacían con arcilla y tierra, y el “molde” que se ocupaba para su forma era el mismo muslo de la pierna de quien la fabricaba. Hicimos una invitación abierta a participar, y me sorprendió la cantidad de personas que llegaron, una comunidad muy colaborativa. Cada uno generaba un molde de un brazo o pierna de su cuerpo para luego armar un cauce de río. Los calces se daban por tamaño; de repente calzaba el brazo de una persona con el de otra, y así se asociaban los volúmenes de las extremidades de los distintos cuerpos a partir del tamaño de la persona. Posterior a su presentación cada persona podía llevarse su molde, para que no quedara guardado en un lugar, sino que se desmembrara y quizás algún día poder volver a unirse.

Claudia Müller, Astro, 2021, arte público, Observatorio Solar en Parque Mapuhue, Comuna La Pintana, Santiago de Chile. Cortesía de la artista.
Claudia Müller, Astro, 2021, arte público, Observatorio Solar en Parque Mapuhue, Comuna La Pintana, Santiago de Chile. Cortesía de la artista.

ME: Lo lúdico y participativo se lleva a una escala mucho mayor en tu trabajo más reciente, Astro, tu primera obra pública realizada para el Parque Mapuhue.

CM: Yo quería seguir trabajando con movimiento, pero no quería trabajar con agua, ya que me parecía complejo en un proyecto de esta escala. Siempre pensé en hacer un tablero astronómico y que el movimiento se diera por el movimiento de las personas sobre este tablero, el juego de calcular pasos, desplazarse sobre un plano. Pero sucedió que en la primera visita al parque vi que había un estanque de agua, y los administradores del parque comentaron que este lugar se activaba mucho en verano por los juegos de agua pero no así en el invierno. Entonces les propuse generar una obra que considera un observatorio solar que en el verano ofrece juegos de agua y que a su vez establece una relación con los solsticios.

Al visualizar el proyecto, lo tomé como un trabajo colaborativo, involucrando arquitectos y astrónomos, quienes me ayudaron bastante en asuntos por resolver. En concreto, la obra toma la forma de una analema [curva que describe el Sol en el cielo si todos los días del año se lo observa a la misma hora del día y desde el mismo lugar de observación] que contiene principalmente cuatro rocas granitas y basálticas que permiten identificar el recorrido del sol, indicando los solsticios y equinoccios, la aparición del cometa Halley en el año 2061 y el próximo eclipse de Sol en el año 2064, mediante la formación de sombras solamente en esos momentos del año.

Lo que más me gustó cuando terminamos la obra fue que parecía un platillo volador, un lugar ceremonial para comunicarse/conectarse con los astros.  Y cuando prendimos el agua por primera vez aparecieron muchos arcoíris. Yo venía investigando y pensando en los arcoíris, y descubrí que según distintas cosmovisiones andinas tanto el agua y los arcoíris (o la forma de un arco) te conectan con una cuarta dimensión. Me topé con un paper titulado Etnopoéticas del umbral: el simbolismo del arco en la cultura mapuche williche y sus recurrencias en los sistemas cosmovisionarios andinos, que también indicaba que en distintas cosmovisiones andinas el agua es también un portal al cosmos. 

Cúmulo de estrellas abiertas, observación proyecto «Límite de confusión». Observatorio Santa Martina. Cortesía: Claudia Müller
Proyecto «Límite de confusión». Observatorio Santa Martina. Cortesía: Claudia Müller

ME: Y es que la astronomía tiene muchas conexiones con el arte.

CM: Se concibe el mundo de la ciencia como una dimensión estrictamente pragmática, pero también está llena de suposiciones y especulaciones al igual que el arte, son simplemente otros lenguajes. La ciencia ha ocupado el lugar de la razón, siendo que también se puede equivocar; la misma teoría de cómo ha llegado el agua a la tierra ha cambiado muchas veces en la historia. Esa relación con la especulación es interesante de indagar cuando hablamos de vínculos entre arte y ciencia, por eso encuentro que la astronomía es una buena dupla para el arte.

Desde mi trabajo como docente en la Universidad Católica logramos levantar un proyecto interdisciplinario junto a la Escuela de Astrofísica. Buscando un nombre para el proyecto, en conversaciones con Gaspar Galaz llegamos al concepto límite de confusión, que en astronomía se refiere al momento en que es muy complejo realizar distinciones en una observación por la cantidad de datos presentes, lo que me hizo pensar en cuando uno inicia su carrera como artista: son tantas las opciones de materialidades a elegir y fuentes de inspiración que se hace difícil tomar un camino. La intuición en ambos casos juega un papel importante. Entonces, desde la confusión planteamos un proyecto para abrir nuevos diálogos entre docentes y estudiantes sobre el asombro y descubrimiento en ambas disciplinas. El gran desafío está en hacer convivir ambas disciplinas, las artes y las ciencias, y sin duda siento que esos límites se están desdibujando cada vez más.

Maya Errázuriz

Santiago, 1990. Curadora y editora, su investigación se centra en el arte y la ecología aplicados a las estrategias de conservación de la naturaleza. Actualmente se desempeña como Directora de Arte y Publicaciones en Fundación Mar Adentro, donde impulsa una microeditorial de la Fundación, lidera investigaciones curatoriales y está a cargo del Programa de Residencia Bosque Pehuén, que busca abordar la conservación de un bosque desde una perspectiva transdisciplinar.

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