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ANA TERESA BARBOZA. TEJER LAS PIEDRAS, SENTIR CON EL CUERPO

La obra de la artista peruana Ana Teresa Barboza (Lima, 1981) no solo pone en valor técnicas ancestrales, sino que tiene la particularidad de engendrar un tejido social que involucra prácticas de diversas comunidades peruanas y en el que prima el cuidado, el respeto, la responsabilidad y el compromiso con los recursos naturales. De hecho, Tejer las piedras —muestra individual que, bajo la curaduría de Verónica Rossi, se exhibe actualmente en el MALBA (Argentina)— podría concebirse como un viaje por territorios y tradiciones diversas que se manifiestan a través de un conjunto de obras realizadas en los últimos cinco años, en las que el hilo y el tejido son los protagonistas.

Acerca de procesos, técnicas, ciclos naturales, transformaciones del paisaje y los binomios individual/colectivo, visible/invisible y arte/artesanía, nos reunimos a conversar con Ana Teresa en esta entrevista para Artishock.

Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra

Luisa Fernanda Lindo: En los últimos siete años han proliferado a nivel global propuestas artísticas que se valen del textil, sin embargo, tu obra además de poner en valor técnicas ancestrales engendra un tejido social que involucra tradiciones de diversas comunidades peruanas. ¿Cómo se gesta tu proceso de investigación para emprender cada proyecto?

Ana Teresa Barboza: A veces se inicia con una fibra, a veces con un lugar y otras veces con el encuentro con un artesano. Al investigar sobre la procedencia de las fibras, esta me lleva por distintos territorios donde el habitante de ese lugar, quien trabaja el material, tiene conocimientos sobre el agua, el clima y hace posible su uso sostenible. Al entender el proceso de transformación de las fibras y los materiales, preservan también conocimientos sobre los animales, las plantas y la tierra. Es en esa intersección que aparece ese tejido social que mencionas; por ello cada proyecto busca ese equilibrio entre el cuidado por los recursos naturales y la preservación de conocimientos de la cadena de procesos detrás de un tejido. El trabajo con los textiles me ha llevado a entender procesos y conocimientos que involucran a comunidades y territorios donde se conservan tradiciones.

LFL: Considerando que los materiales con los que trabajas no están disociados de la imagen que se representa en el textil. ¿Qué te conduce a elegir la técnica con la que abordas cada proyecto?

ATB: La imagen y el material condicionan un tipo de técnica. La elección de los materiales tiene que ver con los colores que provienen de un paisaje, con las fibras que fueron extraídas de un humedal o con las plantas que dejan su esencia en la fibra y que provienen de un lugar particular. El trabajo textil es un lenguaje común, pero al mismo tiempo cada región y cada artesano desarrolla su propia particularidad. Cada tejedor fabrica sus herramientas y eso hace que cada tejido sea distinto. Yo también he desarrollado una técnica particular, que es una mezcla de algo que he experimentado sola y en colaboraciones con tejedoras como Elvia Paucar, procedente de la región de Junín. La colaboración con tejedores tradicionales enriquece el trabajo, no solo visualmente sino que produce intercambios y conversaciones en una labor que normalmente se hace en silencio.

LFL: ¿Podría decirse que tu obra no muestra un resultado final sino todo el proceso involucrado en el tejido, que parte desde la procedencia de los mismos materiales que lo constituyen hasta los ciclos por los que atraviesan estos?

ATB: Creo una imagen final donde trato de evidenciar el proceso de construcción del tejido para que el resultado final no sea solo una imagen hecha con hilos, sino la construcción compleja de un cuerpo tejido por urdimbres y tramas, para darle una dimensión táctil a la imagen. Muchas veces hago tramas incompletas y también hago que los hilos se salgan de las urdimbres para crear texturas que fluyan de manera irregular con la imagen que estoy tejiendo. Es por eso que acudo a distintos materiales que puedan devenir textil: una fotografía, una piedra, un dibujo, un mapa geológico. La estructura del textil me permite hablar de cosas que se esconden detrás de una imagen, detrás de una foto o de un mapa hidrológico, dejando ver a veces el proceso involucrado en el tejido o de qué manera está construido. Así, su tactilidad invita a acercarse y sentir curiosidad por cómo fue tejido.

Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra
Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra

LFL: Tejer las piedras reúne 11 piezas realizadas en los últimos cinco años. ¿Qué factores determinaron la elección de estas dentro de la propuesta expositiva?

ATB: Lo que une a estas 11 piezas es la observación del paisaje natural en continuidad con los seres vivos que lo ocupan. Además, las obras visibilizan los procesos de producción artesanales locales. Las piezas forman parte de cuatro proyectos: Destejer la imagen (2017), Detrás del textil (2018), Ecosistema del agua (2019) y dos textiles: ‘Registros vegetales’ (2021) y ‘Quebradas que forman redes’ (2022).

Destejer la imagen es un proyecto que hice con Rafael Freyre, donde desarrollamos una serie de piezas que integraban el trabajo de tres artesanos con los que veníamos trabajando hace varios años: los hermanos Goicochea, quienes trabajan cestería; Roberto Román, quien trabaja con piedra; y Elvia Paucar, quien trabaja tejido en telar de pedal. En nuestras conversaciones con ellos coincidimos que lo que unía sus trabajos, a pesar de ser tan distintos, era la transformación del paisaje y la continuidad que hay entre las materias que están en él (mineral, animal y vegetal). En la tierra el mineral es absorbido por las plantas, que luego son alimento del animal; el pelaje del animal es utilizado para hacer hilados, que luego son teñidos con plantas y minerales; y todos regresan a la tierra al cumplir su ciclo.

Detrás del textil gira en torno al paisaje y sus transformaciones. Las piezas parten de fotografías que tomé en distintos lugares del Perú, donde encontré comunidades que conservan prácticas textiles tradicionales como la crianza de animales para el uso de sus fibras, el hilado a mano, el teñido con tintes naturales o el tejido en telar. En estas piezas el textil intenta develar lo que ocurre detrás de esa imagen fotográfica, creando tramas que se componen de mapas geológicos, climáticos e hidrológicos de áreas cercanas a donde fue tomada la foto.

En Tejer las piedras también se incluye una mesa que presenta materiales de registro del proceso de investigación y de instalación de Ecosistema del agua, creado con Rafael Freyre y un grupo de colaboradores conformado por Roberto Román (trabajo en piedra); Samuel, Eber y David Goicochea (tejido en junco y totora); Elizabeth Vásquez (cerámica); Henry Alvarado (sistema de riego); y Luis Ángel Quijada (sistema variable de frecuencia de motor).

Ecosistema del agua investiga cómo las sociedades que habitaron el desierto del Perú establecieron una relación con el agua a raíz de su escasez. Así, a partir de entender el ecosistema del agua, desarrollaron tecnologías para el manejo de este valioso recurso y pudieron habitar territorios áridos convirtiéndolos en espacios urbanos y terrenos agrícolas. Por ejemplo, una de estas tecnologías es el wachaque, que se utilizó en el desierto para sembrar y extraer las plantas de totora y junco, las cuales sirven para fabricar utensilios, mobiliario, elementos arquitectónicos y para depurar el agua.

Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra

LFL: ‘Quebradas que forman redes’ (2022) es tu obra más reciente, ideada específicamente para esta exposición, y ocupa un espacio de triple altura en el MALBA. Cuéntame cómo ha sido el proceso de creación de esta obra de gran escala.

ATB: ‘Quebradas que forman redes’ inició cuando me mudé a Lobitos, en el departamento de Piura, al norte del Perú. Esta región tiene la particularidad de tener un ecosistema desértico donde crecen especies nativas como el hualtaco o el algarrobo, que se caracterizan por sobrevivir en climas con muy poca agua. Como una manera de acercarme a este nuevo paisaje, empecé a investigar algunos lugares donde hacer excursiones. Encontré así un mapa de los cerros de Amotape, del servicio de nacional de áreas protegidas por el estado. Lo que me llamó la atención de este mapa era la forma en que se representaba el agua o los recorridos del agua, pues asemejaba a una red de ríos conectados cuando, en la realidad, al visitar el lugar, lo que encuentras es solo la huella del paso del agua que forman las quebradas. La poca agua que reciben los bosques secos es a través de esas quebradas, y el plano de alguna manera lo señala.

En esta obra me interesa visibilizar el agua como un elemento escaso, pero que logra conservar esta red de flora y fauna entre el mar y los Andes. Utilicé algodón nativo proveniente del norte del Perú, cuya particularidad, además de ser una especie más resistente a las sequías que el algodón pima, son sus distintas variaciones de color. Además, el tejido trama distintas fibras provenientes de la costa y Andes, entre algodón y fibras de camélidos que están impregnados del color de las plantas que habitan en estos entornos. Así, el textil narra en su materialidad una serie de tradiciones y conocimientos de un territorio, conteniendo información de lugares específicos.

LFL: Verónica Rossi, curadora de la muestra, menciona que tu trabajo «revela característicamente la doble condición del arte textil peruano: una labor que tiene una dimensión solitaria, íntima, incluso contemplativa en su minuciosidad, y también una colectiva, ligada a las múltiples operaciones que realizan el hombre y la mujer con su entorno para la obtención de materias primas y a los procesos ancestrales involucrados en su transformación, que son quehaceres compartidos.» ¿De qué manera articulas lo individual y lo colectivo dentro de tu práctica artística?

ATB: Lo individual es posible gracias a lo colectivo. El camino hacia lo colectivo en mi trabajo se ha generado intuitivamente. Mi interés por el textil me llevó a aprender distintas técnicas relacionadas al tejido, técnicas que tienen una historia y que pertenecen a un lugar; que se han conservado gracias a comunidades, a un grupo de artesanos o que han sido recuperadas por investigadores del textil. En ese camino, que es casi como el fluir de un río, donde llegan afluentes desde distintas disciplinas, aprendí que el tejido es un lenguaje universal. Podemos tener distintas lenguas y rituales cotidianos, pero el trabajo con las manos hace posible la comunicación con tejedores de cualquier lugar.

En Destejer la imagen, por ejemplo, la pieza ‘5 tintes vegetales’ fue unos de los primeros tejidos de gran tamaño que requirió de un equipo para poder realizarlo. Si queríamos involucrarnos en todos los procesos de producción del tejido pues teníamos que trabajar con un grupo de personas que trabajaran con el hilado, el teñido, la fabricación del tejido base en telar de pedal y, finalmente, el bordado de la piedra. A partir de esa pieza aprendí que el trabajo textil, cuando ya se vuelve más complejo y adquiere otras escalas, requiere de un equipo. Así, la producción artística se convierte en un esfuerzo colectivo, una unión de fuerzas y biodiversidades.

Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra

LFL: La delicadeza del tejido aparentemente inacabado invita a reflexionar acerca de lo invisible e invisibilizado en contraste a lo visible o reconocido dentro de un sistema, y creo que esto ocupa varias capas en tu obra. Pienso en los roles, los cuidados, el tiempo de manufactura, los ciclos de los materiales con los que confeccionas tus obras. Habiéndose encaminado tu práctica artística hacia lo colectivo, ¿cómo sientes que ha evolucionado tu vínculo personal con el bordado y el tejido en los últimos años?

ATB: Fue justamente en mi paso desde el bordado al tejido cuando empiezo a pensar en el tiempo de producción de estas prácticas y los procesos que hay detrás. Viniendo de la pintura, el bordado para mí era al inicio como pintar con hilos, y la elección de mis materiales se basaba en el color y no en el material. En el 2013, con la exposición Tejiendo el instante, donde intento mostrar una relación entre los tiempos de las plantas y el trabajo lento y minucioso del bordado y el tejido, decido ser un poco más coherente con el tema que estaba trabajando y dejar de usar hilos sintéticos para usar solo algodón. Es ahí cuando el material deja de ser algo inerte para volverse algo vivo, que forma parte de la obra. Y es con el tejido que empiezo también a ver todas las capas que hay detrás.

El tejido tiene un proceso de planificación más largo que el bordado, desde la elección de hilos y los colores para el diseño, la colocación de la urdimbre en el telar, la preparación de los hilos para la trama. Entender la dimensión de toda esa planificación y mirar los textiles con mayor interés me hizo pensar más de dónde venían los hilos que estaba usando, cómo habían sido teñidos, qué procedencia tenía la fibra, cómo había sido hilada; fueron preguntas que empecé a hacerme y fue ahí que empecé a cuestionarme sobre los materiales que estaba usando. Así surge mi interés por el paisaje, cuando investigo sobre distintas fibras, desde las vegetales como el algodón, el junco y la totora, o las animales como la de oveja y alpaca. Si quería dejar de usar hilos industriales tenía que salir de la ciudad y buscarlos.

LFL: Y el instante se convirtió en un viaje…

ATB: La procedencia de cada fibra me lleva a un lugar en particular, a una manera de trabajarla y a un grupo de personas que mantiene vivo un conocimiento que han adquirido de generación en generación. Mi vínculo con el textil se convierte en un vínculo con lugares y personas que forman parte de un ecosistema, donde esa práctica que mantienen viva logra adaptarse a nuevas tecnologías y a colaboraciones con otras disciplinas.

Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra
Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra
Vista de la exposición “Tejer las piedras”, de Ana Teresa Barboza, en el MALBA, Buenos Aires. Foto: Nacho Iasparra

LFL: Al observar tu obra en conjunto se puede intuir que muchos de tus trabajos parten de registros fotográficos personales. Por ejemplo, en tus primeras series prima la autorrepresentación y poco a poco la naturaleza va desplazando la imagen de la artista hasta que el paisaje se torna el tema central de tu obra, como en Leer el paisaje (2016). Sin embargo, queda la sensación de que tu práctica artística y tu vida se hallan fuertemente imbricadas.

ATB: Hay una suerte de camino por donde conduce el textil y que se evidencia viendo un poco en perspectiva el trabajo de otros artistas que trabajan con estos. El textil tiene características que se asemejan a la piel, se puede plegar, se puede cortar, hilvanar, coser, rasgar. Cualidades que hacen posible identificar tu cuerpo con ese otro cuerpo que es como una segunda piel. Esa primera aproximación al textil a través del cuerpo me permitió luego cruzar por distintos intereses que he tenido en mi práctica artística y que están totalmente relacionados a mis experiencias de vida. La versatilidad del tejido y los muchos conocimientos que hay en él, hace posible entablar relaciones entre experiencias personales y un tejido que es inherente en toda la naturaleza.

LFL: Me resulta interesante el vínculo que vas tejiendo no solo con el material o con la técnica sino con todo su ecosistema. ¿Cuál es tu postura en torno al debate arte/artesanía?

ATB: Cuando trabajamos con colaboradores de otras disciplinas siempre estamos preguntándonos cómo autodefinirnos, porque nuestras prácticas están transformándose continuamente gracias a ese intercambio. Muchos de nuestros colaboradores se autodefinen como artesanos, a veces artistas, a veces tejedores o, a veces, técnicos. Y es que sus prácticas no son estáticas, y en el intercambio esas diferencias entre arte y artesanía empiezan a desvanecerse. Considero que ambos términos pueden estar cargados de significados que tratan de crear jerarquías y divisiones, y colocar dentro de un solo término a un conjunto de expresiones que contienen saberes y tradiciones de distintas localidades no nos permite crear puentes.

Más que crear espacios separados a partir de definiciones, lo interesante sería crear espacios indefinidos. Cuando entramos en un proceso de experimentación —encontrándonos y relacionándonos con el trabajo de otras personas— nos cuestionamos qué es lo que hacemos, pues su resultado es el punto de encuentro entre distintas prácticas, el diálogo entre saberes de distintas procedencias. Muchas de las personas con las que he colaborado poseen conocimientos que proceden de lugares muy específicos y están conectados a los ciclos y procesos naturales. Desde su corporalidad están más involucrados con el territorio, y el intercambio permite entender estos saberes corporales pues las ideas se cuestionan a partir de la actividad del cuerpo. ¿Cómo se llega a materializar una idea si no se entiende la dimensión corporal que involucra una técnica o un movimiento o un tejido? Este compartir de saberes se da en distintos planos y el más interesante es la interacción física: sentir y experimentar con el cuerpo una práctica o una realidad, y no reducirse a las ideas, porque a veces son las palabras las que pueden distanciarnos.



Tejer las piedras, de Ana Teresa Barboza, se presenta hasta el 2 de agosto de 2022 en el MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires.


Luisa Fernanda Lindo

Lima, 1979. Curadora, escritora y trabajadora del arte. Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Magíster en Estudios Curatoriales por la Universidad de Navarra (España). Ha obtenido diversas becas y residencias, como la Beca de Posgrado de Fundación Carolina 2018–2019; Beca a la Excelencia de Programas Especiales para Artistas de AMEXCID/SRE (México, 2015); Beca de Residencia Artística de SEGIB y Casa de Velásquez (Madrid, 2015); entre otras. Es directora y curadora de SUERO, espacio temporal para la reflexión, creación y exhibición de arte contemporáneo.

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