
POÉTICA REFLECTANTE. FLAMEANDO SOBRE LA LIBERTAD FINAL
Sueño con tu amor, con los párpados nevados de tu amor flameando sobre la libertad final de nuestros aires
Raúl Zurita, Monólogo de amor de las llanuras nevadas
La exposición evocación/reflejo de Mercedes Fontecilla que se está presentando en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos es una propuesta concebida como camino desde el encierro hacia el flamear liberador, recorrido realizado por la artista al igual que los presos políticos hacinados en el recinto carcelario de la Isla Teja desde 1973.
La autora empatiza e interviene este espacio de confinamiento y de memoria en la región de Los Ríos con una poética de remembranza actualizada. Así, experimentar este espacio le implica salirse de sí, inquiriendo desde una travesía intuitiva la búsqueda de esas certezas internas que tienen los corazones creativos y sensibles.
El proyecto se articula desde el impacto que este nuevo mirar tiene en la autora y su obra, explorando el triunfo de las cosas vistas con mirada fundacional para un reconocimiento cartográfico del territorio carcelario. A la par, ella va co-creando un diario fotográfico experimental que posibilita deambular por la cárcel política conformada en su arquitectura por un conjunto de pabellones unidos por pasillos, edificaciones no lejos de los bordes del río y la ciudad de Valdivia.



Mercedes Fontecilla captura con lucidez y ternura, tras los párpados nevados de amor, este territorio yermo y gris. En efecto, en medio de los vestigios, su cámara fotográfica fue trasformando la concepción de un lugar en ruinas por el espacio trenzado de memoria en una comarca de asentamiento libertario.
Nuestros aires hurgan entre la lluvia y la bruma, desanclando el frío con el trabajo poético de la artista que hace resplandecer el dolor corporal de tantos presos, torturados y ejecutados políticos que dejaron sus trazas luminiscentes en estas paredes descascaradas, como si cada oxidación o pérdida fuera el escenario desgarrado del dolor.
Fontecilla realiza una acción performativa por medio de un espejo que va desplazando de celda en celda, muchas de ellas con claros signos de testimonios adscritos en sus muros. El valor de este dispositivo especular como eje central de la obra visual busca comunicación, así como la conformación estética desde la experiencia sensorial directa y única. Esta práctica reflectante reinstala testimonios y al mismo tiempo interviene el espacio con destellos fractales directos, como los procesos internos vivenciados por los encarcelados. De esta manera, los desplazamientos concebidos desde universos asumen la perspectiva de enfrentar el pasado de esta cárcel -hoy declarada monumento nacional- con perspectiva de futuro.



Fontecilla también exhibe dos videos concebidos desde la perspectiva del contexto resituado del lugar carcelario y el vuelo rasante de las alas libertarias que buscan el mar y el curso del río para realizar sus sueños históricos.
Los videos, como piezas audiovisuales, son un nodo sígnico que apuntan desde un lenguaje específico a realizar diálogos entre las imágenes de un lugar de recordación y el descentramiento de su cartografía (Wartburg: 2010), o desde las imágenes que van enjuiciando la cultura visual y su traza de memoria (Mirzoeff: 2003), en particular como mecanismo para entregar la carga emocional e íntima que la propuesta amerita.
Igualmente, la imagen múltiple de esta exposición -la fotográfica y la audiovisual- logra asociaciones representativas que adoptan una cierta variedad de significados enunciados: encierro-reflejo-luminosidad-liberación. Estas matrices simbólicas no son puramente intencionales, con frecuencia son usadas por la autora como formas de dar cuenta del pensamiento originante, de cuando fueron concebidas. Pues al modo de Walter Benjamín, la propuesta estética de la artista explicita una liberación de todo punto de vista que encapsule, oprima o reduzca los ejercicios de las imágenes a simples certezas comprensivas. Es, en efecto, un deseo inconsciente de dejar este registro visual de un lugar histórico que fue centro de apremio, como un escenario dignificado de vivencias y de esperanzas humanas.


Hay dos remarcas poéticas finales: por un lado, la importancia de lo acuoso -el agua, la lluvia y el mar que rodean este espacio carcelario- y, por otro lado, la reparación de un imaginario violento e histórico que busca su liberación por medio de esta acción simbólica.
Así, la cárcel de la isla Teja, este espacio de encierro con cargas vivenciales tan dramáticas, es revestido de una luminosidad referenciada por las imágenes fotográficas en la fase final. Pues los símbolos cargados de afectos y de sueños sanadores se asocian al paisaje prístino y a la presencia inefable del agua y de la selva fría, que con su exuberancia y con su fluir constante van lavando, envolviendo y ritualizando los dolores que marcaron a tantas familias.
De esta forma, las imágenes expuestas nos transportan tras la prisión y la opresión hacia un manifiesto transparente de la luz fotográfica que va envolviendo el espacio, otorgando activación a estas huellas espectrales para su liberación traumática. En este ejercicio final, solo la reserva de la memoria de los que vivenciaron el horror y la angustia familiar pueden testimoniar la real significación de este territorio que busca ser redimido emocionalmente, y donde las imágenes nos sensibilizan en este ejercicio de comprensión, memoria, justicia y libertad.

evocación/reflejo, de Mercedes Fontecilla, se presenta hasta finales de diciembre de 2021 en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Matucana 501, Santiago, Chile.
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