
CRISTIAN INOSTROZA Y SEBASTIÁN RIFFO: EL TEMBLOR DE CHILE
Por Carolina Olmedo Carrasco | Curadora
La exposición El temblor de Chile, en la galería Concreta de Matucana 100, propone una mirada retrospectiva sobre las trayectorias de Cristian Inostroza y Sebastián Riffo, dos artistas visuales pertenecientes a una generación atravesada por las transformaciones políticas y ecosociales más masivas en la historia reciente de Chile, enmarcadas por el gran terremoto de febrero de 2010, el movimiento estudiantil del 2011 y la revuelta de octubre de 2019, devenida actual proceso constituyente.
A lo largo de una década de intensidad crítica y creativa, el trabajo de Riffo e Inostroza ha propuesto la construcción deliberada de un vínculo entre el arte y las mayorías. Afán expresado en sus múltiples estrategias de recopilación, visibilización e intensificación de nuevos lenguajes, telúricos y colectivos, que nacen en el seno de los acontecimientos que van marcando el pulso histórico del presente. Este objetivo contribuye a vislumbrar un cuerpo de obra que hunde raíces en las crisis del pasado, al tiempo que propone sus imágenes (imaginaciones) del futuro transformado, y sus críticas al tiempo actual.
La exposición cuenta con tres ambientes que proponen un tránsito bidireccional en torno a tres hitos de significado que remecieron la formación y práctica creativa de ambos artistas, proponiendo asimismo una mirada sobre los vasos comunicantes entre la calle y las prácticas de arte contemporáneo, presentes en muchos otros procesos creativos de su generación.
Esta organización telúrica en torno al derrumbe, el sentimiento de crisis y la reconstrucción/revuelta -que se presenta de manera inversa, desde la revuelta hacia el terremoto- nos propone una genealogía de la grieta social como abismo revelado, y una mirada sobre el papel del arte contemporáneo en este trayecto de multitudes.


Reconstrucción/revuelta
En respuesta a la crisis y la amenaza de la autonomía, la reconstrucción se vuelve una necesidad inmediata de las instituciones como única respuesta ante la fisura social y material evidenciada por el terremoto. Sin embargo, la reconstrucción no es armónica, homogénea o democrática, sino que ocurre a punta de fuerzas descoordinadas y en confrontación que avanzan de acuerdo a sus propios intereses sobre el derrumbe.
Si bien la narración sobre el terremoto luce como una extensa memoria colectiva, es un cuerpo fracturado entre miles de vivencias individuales que lo conforman. Una construcción colectiva que se amolda y reacciona ante los itinerarios oficiales de reconstrucción, que equiparan bruscamente diversos procesos urbanos, socioambientales y culturales que no necesariamente debían experimentar este acelerado desenlace.
La representación homogeneizada de la nación que responde a la catástrofe fricciona con las memorias y anhelos de futuro de las mayorías, que también se apropian del derrumbe como un lienzo en blanco abierto a la imaginación del futuro. Estas diversas miradas desbordan lo público en una interpelación mutua en torno a un nuevo proyecto común, que a su vez rememora otros momentos históricos en que las masas también fueron protagonistas, ya sea por necesidad, fuerza o por voluntad propia.
Esta doble afirmación a partir del derrumbe es visible en la aparición de múltiples colectivos y proyectos en “respuesta al vacío” dejado por el terremoto, que en la cultura insistió en un rearme de la función social del arte como documento de existencia y espacio de democratización de los sectores subalternos. Este proceso se ve atravesado por las vivencias de una generación completa que se colectiviza y entreteje a partir de la catástrofe, rearmando su creatividad en torno a la socialización del espacio urbano y en rechazo a su progresiva privatización y cooptación policial.


Sentimiento de crisis
A la vez que la tierra se remece, tensa, cede y se reacomoda en nuevas formas, las poblaciones que la habitan sufren también de estas fricciones materiales, subjetivas, históricas y simbólicas. Cuestiones olvidadas por el tiempo, que tras el gran terremoto del año 2010 retornaron a la superficie del sentido social en una serie de memorias relacionadas a las catástrofes del pasado, así como al actuar de las instituciones frente a la crisis social en la emergencia.
En su condición de experiencia colectiva e individual ineludible, el terremoto superpone en una misma trama a realidades diferentes, otorgándoles un nuevo sentido en plural. A este nuevo proceso de construcción de sentido le acompaña la desestabilización y crisis de lo naturalizado. La incerteza de la realidad material devenida crisis social arrastra a la suma de individualidades imaginada durante la posmodernidad, al rearme de una fuerza colectiva necesaria para la supervivencia.


Derrumbe
La presencia física en el país requiere de una disposición permanente a las particularidades del territorio como fuerza de cambio irrefrenable, y a sus efectos en el cuerpo social que las experimenta como condición ineludible.
Los efectos de su persistente actividad telúrica se observan tanto en la superposición de los estratos como en la sucesión de las memorias generacionales, que suelen articularse en narraciones vitales e históricas que rescatan a los terremotos como “catástrofes” sociales, capaces de generar nuevas prácticas y sentidos colectivos que persisten en el paso del tiempo.
La convivencia cotidiana con el vaivén de los suelos andinos halla su antagonismo en el derrumbe: caída, crisis, decaimiento de las construcciones humanas que paradójicamente constituyen el principal factor de peligrosidad para las personas durante un terremoto, convirtiendo a un fenómeno natural en una “catástrofe”. En cuanto acontece, urge esclarecer la intensidad del hito sísmico y su magnitud, sopesando su efecto desestabilizador frente a aquello que se consideraba inmóvil hasta entonces.


EL TEMBLOR DE CHILE. OBRAS DE CRISTIAN INOSTROZA Y SEBASTIÁN RIFFO
Sala Concreta, Centro Cultural Matucana 100, Av. Matucana 100, Santiago, Estación Central, Región Metropolitana
12 de octubre al 14 de noviembre de 2021
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