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10 AÑOS DEL CAC QUITO: REPASO A UNA HISTORIA POLIFÓNICA

En junio del 2021, el Centro de Arte Contemporáneo de Quito cumplió 10 años. Parecería poco, pero en una escena cultural marcada por la precariedad, su existencia es todo un acto de resistencia y un hito para celebrar. Desde su creación, el CAC se ha caracterizado por ser un espacio de experimentación, donde las prácticas artísticas contemporáneas conviven con la mediación comunitaria, las ferias de libros o las residencias. El CAC ha sido escuela para curadorxs del medio, también un lugar de aprendizaje para estudiantes de universidades, ha sido taller vacacional para lxs niñxs del barrio y espacio de refugio en medio de la pandemia. Curiosamente, las visitas han aumentado de forma sorprendente. Un domingo de junio, el CAC tuvo cerca de 500 visitantes. 

La pandemia ha diezmado los recursos públicos para las instituciones culturales de la ciudad y los equipos de la Fundación Museos han pasado por severos recortes de presupuesto y personal. Actualmente el CAC, que tiene 5000 metros cuadrados de espacios de exhibición, cuenta con apenas 17 trabajadorxs.

Este artículo está divido en dos partes: una entrevista a Eduardo Carrera Rivadeneira, actual coordinador del CAC, y una suma de testimonios de algunxs trabajadorxs que han sido testigxs de su historia. Esta es una invitación para pensar con aquellxs personas que actualmente lo sostienen.

Vista de la exposición D_ efecto Barroco, 2011, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Anamaría Garzón Mantilla (AGM): El CAC ha sido un espacio fundamental para articular distintas discusiones de la escena del arte local. Desde su fundación, estableció una necesaria relación con la contemporaneidad artística y, al mismo tiempo, ha sido siempre un lugar para relaciones particulares con distintas comunidades. Han pasado 10 años, pensemos en pasado. Cuéntanos, ¿cuál es el contexto en el que nació el CAC?

Eduardo Carrera Rivadeneira (ECR): El CAC se creó en junio de 2011 por el Municipio de Quito y se estableció bajo la gestión de la Fundación Museos de la Ciudad. Ese año, Ana Rodríguez, la primera coordinadora, me invitó a ser parte del equipo. Junto con Alejandro Cevallos, Pedro Cagigal y Susan Rocha, fuimos las primeras personas que conformamos el equipo del área de investigación. Posteriormente, se sumaron Ana Rosa Valdez al Premio Nacional de Arte Mariano Aguilera, Juan Carlos León al Diferencial, y Adriana Coloma, actual directora ejecutiva de la Fundación Museos de la Ciudad, entró al área de museología educativa.

Recuerdo que la primera exposición que se inauguró fue Pasaje al futuro, una colectiva de artistas japoneses; después vendría todo por un yorch, una exhibición que reflexionaba sobre el dólar, la economía y el arte.

Yo llegué para trabajar en Cartas de Mujeres, uno de los proyectos más emblemáticos y con mayor alcance de la Fundación Museos y el CAC. Fue una campaña del Municipio de Quito junto con ONU Mujeres y GIZ, que posteriormente tuvo continuidad con el proyecto De tu puño y letra de la artista Suzanne Lacy y bajo la Dirección de María Fernanda Cartagena en la Fundación Museos y Paulina León en la coordinación del CAC. 

Ese año también se inauguró El D_Efecto Barroco. Políticas de la imagen hispana, una exposición comisariada por Jorge Luis Marzo y Tere Badia. La exposición buscaba activar nuevas miradas que culminen en otro tipo de preguntas y respuestas en cuanto a lo que son las sociedades “hispanoamericanas”: ¿Qué es el mestizaje? ¿A qué responde? ¿A quién interesa perennizar su discurso de supuesto contenedor de la multiplicidad? Pero, sobre todo, ¿por qué?

Creo que los ejemplos que menciono son proyectos que dan cuenta del tipo de gestión que se propuso desde el inicio. Sucedieron muchas otras cosas. Se trata de un espacio pensado para muchas personas, no solo para el arte, o lxs artistas. Desde su creación, en el CAC convergen muchos encuentros, es un espacio que activó la ciudad con un sentido crítico y participativo.

Vista de la exposición Sala local, 2012, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

AGM: La institucionalidad cultural ecuatoriana siempre está en crisis. ¿Cómo crees que un espacio con las especificidades del CAC ha logrado posicionarse y sostenerse en este tiempo?

ECR: Pienso que fue un proyecto que empezó con mucha fuerza. El sector de las artes contemporáneas, las artes visuales, las artes vivas, hasta ese momento no habían tenido una institución pública que trabaje directamente con el sector. Esto sin duda generó un interés de la comunidad artística y de la ciudadanía en activar y sostener el espacio.

La inversión presupuestaria que hubo esos años en cultura también fue un factor importante para la visibilización del Centro y de la Fundación Museos. Proyectos como Cartas de Mujeres o Fotografía a cielo abierto posicionaron el trabajo de los museos en el espacio público y en la esfera pública.

La transformación del Salón Mariano Aguilera en Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera también fue un factor importante para la profesionalización del sector, pero al mismo tiempo ha servido para pensar la política pública de los premios, los salones de arte y las relaciones entre estos certámenes, la institucionalidad y los agentes del campo artístico. Este trabajo fue llevado a cabo entre 2011 y 2012 y fue liderado por Ana Rosa Valdez, Ana Rodríguez y Ana María Armijos.

Las áreas de museología educativa y mediación comunitaria han sido y son claves para poder activar el centro con distintos contenidos: los vacacionales, las activaciones con familias, el huerto, el trabajo con escuelas y colegios del barrio de San Juan, la comunidad de adultas mayores, las distintas actividades paralelas a las exposiciones que piensan la educación artística, pero también otras formas en que las audiencias puedan acercarse al arte contemporáneo.

El área de investigación, curaduría y gestión, que recibe exposiciones, pero también realiza sus propias propuestas curatoriales, ha hecho proyectos que son referentes en la historia de las exhibiciones del Ecuador. A lo largo de estos años, el CAC ha tenido una praxis museística propia, singular e innovadora, y ha sabido actuar como espacio de debate a través de sus muestras. En el CAC confluyen los movimientos y las voces más destacadas de la contemporaneidad, en una tensión siempre equilibrada entre su papel institucional y su voluntad transformadora y crítica de la sociedad. Celebramos parte de ese trabajo en una exhibición reciente, Diez: exposición de afiches en el CAC, curada por el equipo educativo y mediación, donde ponemos en valor el trabajo en relación a las exposiciones, las prácticas curatoriales y museológicas con las cuales se ha programado el CAC durante estos diez años.

Pienso que la Fundación Museos y su modelo de gestión han sido fundamentales para que el CAC y otros museos se posicionen. La Fundación Museos y la Fundación Teatro Nacional Sucre tienen equipos que han llevado a cabo los procesos técnicos y profesionales de mayor envergadura del municipio. Son instituciones que ponen en alto la gestión de cultura de la ciudad. Ese modelo permite que este año en el CAC hayamos podido generar un programa de exhibiciones que está financiado por colaboraciones interinstitucionales. Este es el primer año en la historia del CAC en que no recibe fondos municipales para la programación de su agenda cultural expositiva, pero pese a eso hemos podido gestionar exhibiciones y una programación amplia.

Vista de la exposición Derivas, 2014, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Si queremos pensar en la función de nuestras instituciones, es fundamental pensar qué le hace el arte a las instituciones, que le hace el arte al lenguaje, qué le hace el arte a la identidad y qué le hace el arte a la realidad. Y, sobre todo, “qué les va a poder hacer”.


AGM: El CAC ha sido un espacio donde se han posicionado discursos contemporáneos sobre temas de género, sobre la potencia política del arte y su lugar con relación a la ciudadanía, y ahora creo que están incluyendo debates sobre decolonización. Ya que has estado en el CAC en distintos momentos desde su creación en el 2011 y ahora lo coordinas, ¿cómo entiendes el rol que el CAC tiene con los debates y desafíos conceptuales de la contemporaneidad? 

ECR: Un espacio cultural como el CAC Quito tiene que participar activamente para comprender cómo la sociedad, la cultura y el arte se combinan y se construyen entre sí. Desde la fundación del CAC se han acogido grupos y proyectos con intereses intelectuales y activistas específicos; por ejemplo, fue sitio de reunión de la Marcha de las Putas y desde el 2016 se han hecho exhibiciones anuales conmemorando el Día del Orgullo. La oportunidad de cuirizar el CAC surgió con la línea de trabajo desde el Área de Investigación, Curaduría y Educación sobre género y activismos. Esta línea revisa herramientas analíticas que abordan el cuerpo, la sexualidad y la construcción del género en un contexto atravesado por el capitalismo, el colonialismo y los mecanismos de control biopolítico. Se trata de discursos que desafían los sistemas de control diagramados por la construcción social moderna, indagando en prácticas artísticas de resistencia que emergen del activismo y la producción cultural y performativa.

Dentro de la programación expositiva 2021 más del 65% de artistas invitadxs son mujeres que pertenecen a la comunidad LGBTIQ+ o de la disidencia sexual. De igual forma, hemos optado por una gran presencia de artistas ecuatorianxs en diálogo con artistas de la región sur de América Latina, el Caribe, Asia y artistas migrantes e indígenas. 

Un centro de arte contemporáneo no es una voz sino una frecuencia de voces. No es un cuerpo, sino varios cuerpos. En el CAC siempre pensamos en cómo ser útiles para las prácticas artísticas y lxs artistas. Entonces, ¿cuál es la responsabilidad del arte con respecto a la creación de futuro? Si queremos pensar en la función de nuestras instituciones, es fundamental pensar qué le hace el arte a las instituciones, que le hace el arte al lenguaje, qué le hace el arte a la identidad y qué le hace el arte a la realidad. Y, sobre todo, “qué les va a poder hacer”.

La oportunidad de hacer del CAC Quito un museo anticolonial surge de un enfoque integral que involucra un esfuerzo multi (inter) departamental con todas nuestras principales áreas/departamentos de programación. Hemos encargado a nuestros departamentos de Gestión Cultural y Museología Educativa que revisen críticamente temas en la programación como género, sexualidad, memoria, territorio, ecologías y activismos. Estos temas revisan herramientas analíticas que abordan las prácticas artísticas en un contexto atravesado por el capitalismo, el colonialismo y los mecanismos de control biopolítico. Se trata de discursos que desafían los sistemas de control esquematizados por la construcción social moderna de las instituciones, investigando así las prácticas artísticas de resistencia que surgen del activismo, los movimientos sociales vinculados a los pasados coloniales y la producción cultural en el marco de un museo.

Vista de la exposición Aliento, de Pilar Flores, 2015, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC
Vista de la exposición Proyecto LARA (Latin American Roaming Art), 2016, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Creo que uno de los aciertos del CAC ha sido la apuesta por el trabajo con artistas emergentes, posicionándose de esta forma como un agente activador de la producción artística local y nacional, un espacio de formación en el hacer y de acompañamiento de procesos artísticos.


AGM: El CAC convive con el barrio y a la vez ha buscado formas de estar en un sistema internacional del arte. Pensemos en esos alcances y la forma en la que el CAC ha encontrado un lugar en una escena más amplia: ¿Qué le caracteriza? ¿Cómo dialoga? ¿Qué aporta?

ECR: A veces he pensado que el CAC es un puerto, o un aeropuerto donde aterrizan distintos agentes del campo del arte nacional e internacional. Me gustaría mencionar experiencias con las que he estado vinculado directamente: Premio Brasil, Comic Sans, Premio Han Nefkens, Mellon Foundation y Universidad de Pensilvania, Embajada de Alemania, además de exposiciones que hemos realizado desde el CAC que incluyen la participación de artistas nacionales e internacionales, entre otras iniciativas que han logrado generar intercambios entre agentes locales y del campo internacional del arte.

El CAC ha servido además de puente entre las audiencias locales y lxs artistas y profesionales ecuatorianxs que radican y trabajan en otros países. Exposiciones colectivas, las becas del Mariano Aguilera y el Premio Brasil han permitido que se conozca en la ciudad el trabajo de artistas como Rometti & Costales, Estefanía Peñafiel Loaiza, Santiago Reyes, Karina Aguilar, Esteban Donoso, Oscar Santillán, Matías Armendaris, entre otros. También acercarse al trabajo de curadoras como María del Carmen Carrión o Manuela Moscoso. El espacio se volvió un lugar de referencia para ellxs y un lugar idóneo para poner a dialogar sus obras y exhibiciones. 

Creo que uno de los aciertos del CAC ha sido la apuesta por el trabajo con artistas emergentes, posicionándose de esta forma como un agente activador de la producción artística local y nacional, un espacio de formación en el hacer y de acompañamiento de procesos artísticos. Frente a la carencia de programas educativos de práctica artística de cuarto nivel, proyectos como el acompañamiento para el desarrollo de proyectos del Premio Nacional Mariano Aguilera, el Programa Chaquiñan de Prácticas Curatoriales y Pedagogías Críticas o el Programa de Talleres y Residencias llenan la carencia de la guía y reflexión disponible en sesiones de crítica de estudio que programas de postgrado en artes ofrecen a artistas en otras latitudes. Para la curadora María del Carmen Carrión, esta línea de acción se arriesga a generar un valor diferido, un valor que en muchos casos no será palpable hasta luego de varios años después de su inversión. Es una apuesta de riesgo pero que permite generar un campo artístico saludable y fortalecer el discurso del arte contemporáneo en el país.

Vista de la exposición antológica de Pablo Barriga (Premio Nacional Mariano Aguilera), 2017, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Un centro de este tipo, debido a su objeto cambiante, que atiende a un presente inmediato y que necesariamente ha de abrirse al futuro, está destinado a ser en sí mismo un proceso social.


AGM: ¿Cuáles han sido los desafíos de la administración en medio de la pandemia? ¿Cuáles son las estrategias que se van a quedar implementadas?

ECR: El CAC cerró seis meses durante la pandemia, y en años anteriores el edificio sólo había tenido mantenimiento de fachadas. No se habían realizado intervenciones, mantenimientos preventivos o estudios de ingenierías, sistemas antiincendios o sistemas eléctricos. Actualmente estos rubros representan el mayor gasto que se hará por parte del CAC este año, puesto que sin estas adecuaciones no podemos seguir funcionando.

En la actualidad, y debido a las circunstancias excepcionales que atravesamos, nos parece fundamental compartir cómo deseamos afrontar el futuro. En un ejercicio de memoria institucional, hemos propuesto una agenda donde reflexionamos sobre los diez años de existencia del CAC para reconocer a la institución como un proyecto ciudadano y no como un ejercicio personal o individual de gestión.

Un centro de este tipo, debido a su objeto cambiante, que atiende a un presente inmediato y que necesariamente ha de abrirse al futuro, está destinado a ser en sí mismo un proceso social. Trabajar por la legibilidad de todo lo que acaba de ocurrirnos y nos está ocurriendo en la actualidad (vinculado a la crisis sanitaria y a la crisis económica y social), es una tarea fundamental. Debemos abrazar la complejidad como programa y nos comprometemos a convertirnos en un espacio de acciones positivas y propositivas, necesitamos crear alianzas que vuelvan el CAC de nuevo confortable. Las nuevas experiencias ya nos están enseñando otro tipo de tiempos y debemos articularlos en nuevas formas de relación.

Vista de la exposición In search of global poetry: Videos de la Colección Han Nefkens, 2017, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Desde la coordinación, a pesar de la crisis, se ha levantado un aproximado de 70 mil dólares para la programación expositiva. Es un presupuesto menor al que el CAC ha manejado en años anteriores, pero el más alto en autogestión.


AGM: Estás programando en medio de una crisis municipal y económica sin precedentes, sin embargo, tienes una agenda rica en contenidos ¿Cómo se logra esto sin fondos municipales?

ECR: Ha sido un año en el que la crisis sanitaria y económica ha afectado al campo cultural y a las instituciones culturales. Es el primer año en que el programa expositivo no cuenta con un financiamiento municipal; esto ha significado un reto para la gestión del Centro. Desde la coordinación, a pesar de la crisis, se ha levantado un aproximado de 70 mil dólares para la programación expositiva. Es un presupuesto menor al que el CAC ha manejado en años anteriores, pero el más alto en autogestión.

Nuestra agenda expositiva es posible gracias a la colaboración, apoyo y auspicio de Fundación Andrew W Mellon, Universidad de Pensilvania (UPENN), Embajada de Alemania en Ecuador, Embajada de Brasil en Ecuador, Ministerio de las Culturas y las Artes de Chile a través de sus fondos públicos, Universidad San Francisco de Quito, Proyecto Nasal, Eacheve, y se están cerrando convenios de colaboración con otras empresas e instituciones.

Hemos recibido un fondo a través de la Mellon Foundation y la Universidad de Pensilvania (UPENN) para realizar una propuesta curatorial dentro del proyecto Despojo en las Américas: la extracción de cuerpos, tierras y patrimonio desde La Conquista hasta el presente. La exposición se inaugurará en octubre de este año con artistas contemporáneos del Caribe, los Andes y artistas migrantes de Asia y América Latina.

En conjunto con el curador Rodolfo Andaur se presentarán dos exhibiciones: En qué oleaje verde extraviaron sus pálidos huesos, de Verónica Qüense y Pedro Lemebel, e Hidropoéticas, del Colectivo ultimaesperanza.

También estamos colaborando con la Universidad San Francisco de Quito y conjuntamente organizaremos la primera edición de la Bienal Universitaria de Arte Multimedial (BUAM). Hicimos un llamado público para una exhibición en el CAC y en el espacio virtual Galería Q para artistas que trabajen con medios digitales, tecnología y audiovisuales. Se entregarán premios a las mejores propuestas.

La embajada de Alemania también seleccionó para sus fondos culturales una propuesta expositiva y curatorial que reúne cinco artistas alemanes y cinco artistas ecuatorianos y reflexiona sobre la espacialidad, el paisaje, el cuerpo y el territorio. También tenemos en agenda la exhibición Wonder boy del artista guayaquileño Xavier Coronel, bajo la curaduría de Rodolfo Kronfle, y la producción y auspicio de Eacheve – Eliana Hidalgo en colaboración con el sector empresarial privado. 

Además, se abrió el programa de residencias, cuyo objetivo es generar espacios de trabajo, producción, investigación, aprendizaje compartido y experimentación artística en relación con otras disciplinas no necesariamente artísticas. El programa de residencias logró activar los espacios del CAC desde lógicas creativas y de producción; en este sentido, transformamos un espacio que estaba dedicado a exhibiciones en talleres para artistas. Se trató de comprender el taller de artista como entidad creativa, ya que genera un interés en la programación de espacios culturales como parte integral de la historia del arte contemporáneo de Quito y del CAC. Para su segunda edición el programa tendrá algunos cambios que nos permitirá hacer un mejor seguimiento y fortalecimiento de los proyectos participantes.

Vista de la exposición Horizontes Errantes, 2018, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Los museos deben romper sus límites normativos y burocráticos, generar espacios de cuidado, sin homofobia, transfobia o machismo. Ser un espacio para la resolución de conflictos y no para su detonación, funa y cancelación (para eso ya están las redes sociales)


AGM: Y la pregunta que tiene que ver siempre con los aniversarios: ¿hacia dónde debería ir al CAC? ¿Cuál crees que debe ser su relación y su rol con el futuro?

ECR: Me sumo a lo que ya han dicho otras colegas trabajadoras de museos. Creo que los museos deberían cambiar su definición a ser espacios situados, de preservación de la vida, en que sus comunidades los ocupen, en un fomento del apoyo mutuo, que con la elaboración de políticas culturales protejan a los agentes del arte independientes y a las personas en condición de vulnerabilidad.

El CAC es, por encima de todo, un servicio público que debe reflejar y poner en marcha en la ciudad una cultura crítica, diversa y cuestionadora. Una institución que combina su responsabilidad de mirar al pasado reciente con la de construir el presente y futuro mediante relatos y experiencias plurales que renuncien a la narración unívoca y hegemónica del arte contemporáneo y de la academia. Rechazando la instrumentalización de agentes culturales y reforzando los comportamientos democráticos, el CAC debe contribuir a la emancipación de la ciudadanía para fortalecer individuos y colectivos que puedan impulsar transformaciones en la sociedad. Esta función debe ser tan importante como la de convertirse en una voz de primer orden en el arte contemporáneo nacional e internacional.

De igual forma pienso que los museos deben romper sus límites normativos y burocráticos, generar espacios de cuidado, sin homofobia, transfobia o machismo. Ser un espacio para la resolución de conflictos y no para su detonación, funa y cancelación (para eso ya están las redes sociales). 

Y es importante fortalecer, fortalecer y fortalecer lo que se ha logrado hasta el momento, dar permanencia a la institución, dar continuidad al Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera y al Premio Brasil. Generar más convocatorias, acceso a becas, fondos para artistas y agentes independientes del arte.

Vista de la exposición Adentro afuera, de Arteducarte, 2018, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

EL CAC CONTADO POR SUS TRABAJADORXS

Gledys Anael Macías, Mediadora comunitario, 6 años en CAC (aproximadamente)

Yo entré a trabajar en el CAC después de haber hecho mi pasantía ahí mismo con Susan Rocha en el periodo de Anita Rodríguez. Después salí por mi tesis y regresé en el 2017. Como es característico del CAC, hemos hecho de todo en nuestras áreas: pasé por Mediación Educativa, la Jefatura de Museología y finalmente ahora en Mediación Comunitaria.

El CAC es un espacio que muta como cualquier otro, pero siento que muta de forma más experimental, conforme recibe arte, público y comunidades. Para el trabajo con comunidades fue clave entender que las comunidades no necesariamente son aquellas de un territorio sino esos grupos humanos que les atraviesa un sentido de colectivo o una necesidad común.

Recuerdo claramente y con alegría a las vecinas que cocinaban en la cafetería, pero también me alegra que ahora un grupo de mujeres trans activistas adultas mayores está haciendo uso del espacio.

Si algo caracteriza al CAC es esa diversidad. Cuando entré a trabajar nos dijeron que el uniforme era pantalones de tela y camisa (yo llevaba esa ropa en mi maleta de la universidad y me la ponía cuando ya salía al trabajo), pero al expresarles que esa ropa iba en contra de lo que creíamos no dudaron en permitirnos usar otra ropa más flexible, y ahora en el CAC yo puedo usar una falda y, aunque sea la cosa más irrelevante del mundo, me llena de emoción.

También me emociona saber que en el CAC hay personas con discapacidad, personas no binarias, heterosexuales, lesbianas, gays, personas trans… Eso para mí le da una riqueza al CAC para aproximarse o comprender al diverso público que nos visita.

Tener en el CAC a una lideresa trans trabajadora sexual de Santo Domingo dando una charla sobre la memoria de las personas trans, y a la siguiente semana a un niño skater dando una mediación sobre una exhibición es otra cosa que me brinda una satisfacción amorosa. Amo y reamo que el CAC atraiga todo eso «raro», eso no muy común.

Creo que esto es precisamente su desafío: ¿cómo nos movilizamos, adaptamos, desarrollamos, innovamos frente a esta diversidad? Además, ¿cómo sobrevivimos, convivimos, sanamos todas esas rupturas y tensiones que surgen frente a tanta diversidad?

Creo que tenemos que aprender a convivir con la incomodidad, pero ¿cómo se lleva esa incomodidad de una forma «saludable»? ¿Cómo le explico a un artista o a un curador super hiper famoso divo rockstar que mis señoras de 60 y piquito necesitan la banca para sentarse en su inmaculado diseño expositivo? ¿Cómo le hacemos entender a la SeCu y SeCom que cuando usamos la x estamos buscando generar lenguajes inclusivos y políticos que reconozcan la diversidad? Es como si el CAC se viera constantemente en la necesidad de avanzar, pero de repente vienen cadenas que lo anclan y tiene que esperar para seguir.

El CAC es un espacio demandante, que exige ingenio, innovación, creatividad, agudeza. Siempre nos reímos porque sabemos ya que todo está mal y que todo saldrá mal, siempre nos dirán lo que falta, lo que no gusta, tanto así, que cuando alguien dice que algo estuvo bien nos quedamos esperando el «pero». Pero, es hermoso también saber que el CAC es el espacio para experimentar y probar, es un espacio en el que el error también se lo puede permitir (aclarando que me refiero al experimentar con el arte no al hecho de que nuestro trabajo tiene que ser profesional).

Solo para finalizar me gustaría también decir que hay más del CAC fuera del edificio. Hay un pedacito del CAC arriba en 60 y piquito, otro pedacito en parroquias y así en otros lugares.

Perdón por la extensión del texto, no sé qué tanto pueda servir lo que he dicho, pero es que son tantas cosas que es difícil escogerlas. Más allá de esta revelación emocional siempre tenemos claro que tenemos un rol y una responsabilidad social con la ciudad y con el arte y nos lo tomamos muy en serio. Recibimos las críticas siempre y buscamos cómo corregir lo que nos dicen. Ahora sí, fin.

Vista de la exposición Utopías, 2018, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

José Miguel Jiménez Ramírez, Mediador educativo, 9 años en CAC

Dentro de mis años de trabajo, he podido percibir cómo los criterios de uso de las instituciones culturales han ido desmarcando de prácticas que dialogan su agenda en un espectro cada vez más amplio. La mediación es un campo en profesionalización constante que busca discutir los paradigmas formales de la institución que la acoge, acortando las distancias entre el contenido y su visitante para construir espacios de reflexión colectiva.

Esta retrospectiva laboral me hace percibir las dimensiones sociales que hilvanan al museo con sus visitantes; dentro de mi rutina, como un ejercicio de propiocepción, entiendo las condiciones rizomáticas que la gestión cultural afronta para solventar la agenda ante la emergencia siempre presente.

Ante el asombro de los visitantes por la gratuidad y tratando de formalizar acciones fuera del “efecto Guggenheim”, la institución y sus trabajadores ejercen la figura de trapecista entre la demanda cultural y la «pesadilla debordiana» del espectáculo que fomenta su modelo cuantitativo.

Percibo al Centro de Arte Contemporáneo como una especie de retiro cultural que propone reconfigurar los ejercicios de poder sobre el contenido y la forma, y desde su dimensión contemplativa de sus obras y espacio físico genera momentos y metáforas poéticas que en mi visión personal se acercan al pessoismo en El libro del desasosiego.

Pamela Pazmiño Vernaza, Responsable de Gestión Cultural, 6 meses en CAC

Llevo apenas seis meses en la institución, a cargo de gestión cultural. Sin embargo, son ya diez años que he sido testigo de la consolidación del CAC como referente para la divulgación de las prácticas artísticas del arte contemporáneo. He formado parte del espacio como artista y también como gestora cultural independiente, y siempre he quedado sorprendida del gran trabajo que la institución hace a pesar de ser un equipo pequeño pero lleno de voluntad y profesionalismo. El día a día en el CAC es una experiencia de continuo y rápido aprendizaje.

Las exposiciones, curadurías, museologías, museografías, mediaciones, eventos culturales, las residencias artísticas, la comunicación visual y el trabajo con la comunidad son roles y agendas que se entrecruzan continuamente, y que hace que sus actores trabajamos de forma colaborativa con un fin común: sacar adelante el CAC y poner en valor la cultura y el arte contemporáneo. Es interesante formar parte de un centro que continuamente se renueva, que se alimenta de las paradojas, de la incertidumbre y de las tensiones propias de una institucionalidad compleja pero que persevera en el respaldo a la producción, gestión y la difusión de las prácticas artísticas contemporáneas.

Vista de la exposición Frágil Genealogía, de María José Argenzio, 2019, Centro de Arte Contemporáneo (CAC), Quito, Ecuador. Cortesía: CAC

Estefanía Carrera Yépez, Responsable del Área de Museología Educativa, 2 años en CAC

He tenido la oportunidad de colaborar con el Centro de Arte Contemporáneo desde hace dos años como parte del equipo educativo. Considero que al cumplirse 10 años del CAC es necesario mencionar que uno de los componentes más importantes en su gestión ha sido nuestro aporte a la educación en el Distrito Metropolitano de Quito. A lo largo de este tiempo hemos podido vincularnos con el público por medio de talleres, mediaciones y conversatorios, estableciendo procesos con voluntad transformadora, basados en el diálogo, que tienen como objetivo el desarrollo de las habilidades críticas y reflexivas de lxs visitantes.  Nuestras actividades educativas brindan la posibilidad de generar construcciones propias de sentidos a través de la reflexión sobre temáticas actuales que nos interpelan de forma colectiva e individual, utilizando como medio las prácticas artísticas contemporáneas.

Nuestra metodología de trabajo se articula a través de pedagogías críticas, entendidas como un conjunto de técnicas -que desde la teoría y la práctica artística- nos permiten generar una propuesta de aprendizaje que incentiva el ejercicio de la imaginación y el pensamiento crítico. A través de estas metodologías, invitamos a reflexionar sobre nuestras formas de habitar el mundo, potenciando en nuestros públicos la habilidad de interrogarse sobre las prácticas sociales en las que participamos. En ese sentido, concebimos a la educación no formal como una práctica ética y transformadora, que activa procesos de construcción de conocimiento colectivo trascendiendo los espacios sociales y culturales.

Entendemos al Centro de Arte Contemporáneo como un entorno de aprendizaje abierto, que nos permite desbordar las nociones del museo tradicional, expandiendo sus límites y reconociendo que la mayor parte del aprendizaje sucede en situaciones cotidianas, no-formales. El área educativa del CAC tiene como misión facilitar otras formas de descubrir, aprender, generar emociones, disfrutar e interactuar con el mundo que nos rodea.  Al cumplir 10 años, mantenemos el compromiso de actualizar nuestros contenidos constantemente para adaptarnos a las necesidades de la educación no formal con el fin de construir constantemente un espacio cultural de experimentación pedagógica, promoviendo multiplicidad de interpretaciones y construyendo espacios para las preguntas, las incertidumbres y las contradicciones del mundo actual, entendiendo a la educación artística como una herramienta de investigación, comprendiendo su dimensión cultural y social como posibilidad para relacionarnos con nuestro entorno.

José Roberto Jarrín García, Supervisor de mediación, 3 años en CAC

Llegar al decenio de vida no es nada fácil para un espacio de arte contemporáneo con exposiciones temporales. El cumplir con una agenda que satisfaga tanto actores culturales como al público general que nos visita por primera vez es un desafío constante. Comparto casi tres años de la historia de este espacio y siento que me ha enriquecido sobre todo en la parte humana. Inicié como mediador, creo que eso te hace poner los pies sobre la tierra de que somos una isla dentro de lo que culturalmente demanda la sociedad quiteña. Entre visitantes de todo tipo de contextos, en la mediación ha existido la posibilidad de que el arte contemporáneo sea un pretexto para construir diálogos y saberes entre mediadorxs y visitantes.

Con los compañeros de seguridad y limpieza ponemos en marcha la atención al público todos los días. Quedan en mi memoria varias de las personas que han pasado por esos cargos.  El alma inclusiva del espacio, así como del área educativa a la que pertenezco, me han llevado a que me deconstruya, que sea más consciente de mis privilegios y condiciones, que cada vez naturalice más la diversidad en todxs sus conceptos, que evite un pensamiento binario y procure hacer de nuestro espacio un sitio más seguro para todxs.

Vista de la exposición "Objetos de duda y certeza" (Sala 3, El arte de navegar), de Manuela Ribadeneira, en el CAC Quito, 2020. Foto cortesía: CAC Quito
Vista de la exposición «Objetos de duda y certeza» (Sala 3, El arte de navegar), de Manuela Ribadeneira, en el CAC Quito, 2020. Foto cortesía: CAC Quito

Ricardo Nugra Madero, Mediador educativo, 2 años en CAC

Habitar las salas del CAC cerca de dos años, por donde pasan una diversidad de exposiciones pero especialmente personas, implica un desafío como mediador que requiere una constante preparación teórica y emocional para entablar diálogos constructivos con los visitantes. Considero que este aspecto vuelve complejo y gratificante el ser mediador de este espacio. Tener la oportunidad de escuchar las interpretaciones del público variado que recibimos de diferentes edades, comunidades, lugares tanto nacionales como extranjeros, de formaciones diversas dentro y fuera del campo de las artes, me permite ver cómo el arte contemporáneo nos atraviesa a todos desde nuestras propias experiencias.

Gracias al contacto con el público, experimento una gran retribución de saberes al dialogar sobre los distintos proyectos artísticos. Acompañado de un equipo en donde nos cuestionamos constantemente, he podido abordar las diferentes propuestas artísticas al punto de reconocerme y desarrollarme inclusivamente. Por ello, siento al CAC como un espacio de aprendizaje en donde compartimos inquietudes, intercambiamos y generamos un conocimiento transversal que nos permite reflexionar sobre nuestro contexto.

Samantha Moreno, Comunicadora, 2 años en CAC

Ser parte del equipo del CAC ha sido una experiencia muy exigente y también muy humana. Las exhibiciones en las que he participado me han dejado historias cercanas (en su mayoría positivas) con los y las artistas y sus obras. Es imposible participar en el proceso que implica una exhibición sin tener alguna sensación y cercanía con los mensajes y las temáticas que abordan. 

He aprendido a ser mucho más sensible con las causas y con el compromiso de las comunidades LGBTIQ+. Antes creía entender su lucha, pero conocer de cerca a los seres humanos que han sido protagonistas me hizo ver la magnitud que implica su trabajo, las experiencias positivas y negativas que pueden presentarse y la terrible brecha de desigualdad que todavía existe en el mundo: desde cosas que al principio parecían pequeñas -como el uso del lenguaje, que primero pensé que era un tecnicismo y que ahora me parece uno de los aspectos más fuertes que generan desigualdad- hasta niveles increíbles de discriminación y violencia, que pasaron (y siguen pasando) en el país. Intentar transmitir todo esto no es completamente posible, porque siento que siempre habrá algo que se quede sin contar, pero es muy satisfactorio saber que existen espacios y modos de conectar las historias con la gente que nos lee y que se interesa por nuestro trabajo.  

Vista de la exposición «Secreto Sarayaku», de Misha Vallejo, 2021. Cortesía: CAC Quito

Andrés Bolaños, Museógrafo, 8 años en CAC

Mi experiencia ha sido muy enriquecedora, tanto en lo personal como en lo profesional. El CAC ha sido mi lugar de trabajo durante 8 años, donde he llegado a aprender todo lo referente al circuito del arte, las prácticas artísticas y la musealidad desde adentro, dotándome de muchas experticias, memorias y saberes que han logrado contrastar lo empírico, no formal y lo académico.

Al ser un espacio complejo en todo sentido, de naturaleza caótica y dinámica, ha servido para generar sentido crítico y cuestionarme todo, creando crisis que han logrado romper paradigmas y deconstruirme, lo cual lo vuelve un espacio desafiante por la constante evolución.

Mireya Pineda, Mediadora Educativa, 8 años en CAC

Entré a trabajar en el CAC en el 2013 y, desde entonces, he sentido que este espacio es mi casa. He sentido la apertura y el apoyo permanente de mis compañerxs y siento mucha gratitud, pues reconozco que en mis inicios no contaba con experiencia y el equipo CAC me brindó apoyo con talleres y capacitaciones, aportando así a mi crecimiento profesional.

Lo que más valoro de mi experiencia en el CAC, es que mis actividades me permiten interactuar con el público diverso: niñxs, adolescentes, adultos, adultos mayores y personas con capacidades especiales, con quienes aprendo a ser más empática, incluyente y respetuosa.

Guardo un bonito recuerdo de un recorrido a ciegas hecho con un grupo de estudiantes universitarios, donde pude apreciar una mediación inclusiva que ha sido muy enriquecedora para mi perfil profesional y mi experiencia humana.

Trabajo en lo que me gusta y aporto al CAC mi entrega diaria. Valoro todo lo que la entidad me ha propuesto a lo largo de todos estos años; agradezco a mi equipo de trabajo por su infinita ayuda. Con mucho orgullo y de todo corazón, siento que el CAC es mi segundo hogar.

Ibeth Gabriela Lara Pazmiño, Mediadora educativa, 4 meses en CAC. Es parte del equipo de la Fundación Museos desde hace casi 4 años.

Como mediadora educativa en un espacio dedicado al arte contemporáneo busco crear conexiones significativas entre el público y la obra de arte, considerando siempre el punto de vista del otro, sus saberes y conocimiento con el objetivo de desmitificar al arte contemporáneo como un bicho raro difícil de comprender y asimilar, o el prejuicio de casi siempre asociarlo con determinadas técnicas o lenguajes artísticos.

Desde mi perspectiva, la mediación es una estrategia comunicacional que emplea diversas herramientas educativas para que el público analice las exhibiciones y desarrolle sus propias formas de acercamiento a estas, construyendo conceptos y aproximaciones diversas y siempre válidas sin prejuicios ni restricciones, partiendo de un diálogo abierto y colaborativo con el público para desarrollar distintos niveles de pensamiento y reflexión, no con la necesidad de alcanzar verdades absolutas, sino de generar preguntas o cuestionamientos que contribuyan a una ampliación y divergencia del pensamiento y de la mente, sembrar la semilla de que existen otras formas de ver y entender el mundo.

A pesar de tener unos cuantos meses como mediadora en el CAC, siempre me he sentido conectada con este hermoso lugar desde mis prácticas artísticas y de gestión cultural, pues como institución siempre lo he sentido abierto hacia las comunidades, los artistas y el público en general.  

Anamaría Garzón Mantilla

M.A. Arte Contemporáneo, Instituto de Arte Sotheby's, Nueva York, EE.UU. Licenciatura en Periodismo e Historia del Arte, Universidad San Francisco de Quito, Ecuador. Sus proyectos profesionales giran alrededor del arte contemporáneo, visto desde la historia, la teoría, el mercado y la curaduría. Es editora de Post(s), serie monográfica del Colegio de Comunicación y Artes Contemporáneas (COCOA). Realiza investigaciones, conferencias, publicaciones y exhibiciones. Es también directora creativa de la galería Khôra.

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