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RESPUESTA A DECLARACIONES DE RAMÓN CASTILLO EN «MUJER Y ARTE EL DIFÍCIL CAMINO DE LAS ARTISTAS CHILENAS”

A LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN
A la comunidad artística y académica

Santiago, 16 de junio 2021

“Las estructuras son las mismas y los cambios concretos son más lentos que las revoluciones en el pensamiento. Aunque sí me parece que ellas tienen más herramientas, son más conscientes de su género y saben poner en palabras las situaciones que enfrentan”[1]

Ramón Castillo

El artículo Mujer y arte: El difícil camino de las artistas chilenas de Alejandra Gajardo publicado el pasado martes 8 de junio en el sitio web del medio digital LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN revisa la vida, obra y vicisitudes que reconocidas artistas visuales chilenas tuvieron que enfrentar para intentar hacerse un lugar en la Historia del Arte. Relegadas a notas perdidas en diarios o en rumores, la obra de estas artistas ya fallecidas, se diluyó sin el debido reconocimiento e inclusión en la historiografía ni en las colecciones de museos.

Gracias a la investigación de Gloria Cortés plasmada en el libro “Modernas. Historias de mujeres en el arte en Chile (1900-1950)” las vidas de estas artistas han escapado del olvido para instalar en la reflexión contemporánea sus nombres, historias y obras. El artículo, a través de algunos de los tantos casos silenciados, evidencia cómo opera en Chile el sistema de exclusión y discriminación en el arte sostenido en la condición de género.

Para nuestro asombro, el artículo incluye a Ramón Castillo, director de la Escuela de Arte de la Universidad Diego Portales y ex asistente de Milan Ivelic, director del Museo Nacional de Bellas Artes entre 1993 a 2011, para hablar de las mujeres y de la larga historia de exclusión de las instituciones culturales. Apreciamos el esfuerzo de la periodista y del medio digital para tratar el tema de la desigualdad de género en el arte en Chile relevando la investigación muy valiosa de una colega, pero nos parece paradójico convocar a Ramón Castillo sin indagar previamente si sus antecedentes permiten considerarlo una voz autorizada en la discusión.

A primera vista cualquier lector podría pensar que Ramón Castillo es un hombre interesado en las problemáticas que aborda este artículo cuando declara su compromiso en la difusión de obras de algunas artistas ya fallecidas y reconoce incluso el difícil camino de las mujeres en el arte nacional.

Estos serían en principio buenos argumentos sin considerar que en los últimos seis años Castillo ha sido la figura central en cuatro demandas interpuestas en el sistema judicial por artistas que trabajamos bajo su dirección en la Escuela de Arte de la Universidad Diego Portales. Tres de ellas, realizadas por mujeres, de las cuales dos están aún en curso. En ellas se denuncia principalmente acoso laboral, hostigamiento, prácticas discriminatorias, conductas inapropiadas con características de acoso sexual y complicidad en el acto de acoso ejecutado por terceros. Demandas que ponen en evidencia que Castillo no solo abusa de las facultades que le han sido otorgadas como director de una escuela, expresando una conducta reiterativa en el tiempo, sino que además testimonian que como director ejerce proteccionismo masculino y ampara a otros artistas-docentes que practican acoso. Estos hechos perpetúan y avalan un sistema de desigualdad y abuso de poder sostenido en su persona. Estas demandas evidencian a la vez una tercera cuestión, Castillo, por medio de la defensa institucional, ha sido implacable en sostener que quienes denunciamos sufrimos patologías como estrategia para desacreditar nuestros testimonios. En respuesta a las demandas de las que es figura central, señala que una de las académicas sufre de “infantilismo” (contestación a la demanda del año 2017) y que la otra denunciante adolece de “personalidad narcisa” (demanda en transcurso). En conclusión, su defensa no hace sino reproducir la disminución y el menoscabo del que hemos sido sujetas, normalizando la patologización como práctica de invalidación.

Su defensa jurídica institucional en ningún caso reconoce los abusos y además recrea las mismas estrategias de hostigamiento hacia las mujeres de las que habla con asombro en el texto y con cinismo aprovecha de liberarse de la historia que ha construido su propia conducta. Para esto instrumentaliza, en el marco de las demandas feministas, la vida y obra de las mujeres artistas con el objeto de limpiar su propio historial. Castillo encarna lo que en inglés se llama Purplewashing,  algo así como un lavado feminista de imagen.

Estamos convencidas de que no somos las únicas personas afectadas por el actuar de Castillo en la universidad y en otras instituciones. Seguramente, otras denuncias no han visto la luz gracias al manto de silencio y protección institucional que opera en el campo del arte y que alienta la persecución contra quienes se opongan a esa estructura establecida. Sin embargo, para que el camino de las artistas chilenas deje de ser difícil, como titula el artículo, no basta solo con visibilizar el trabajo de las artistas y abordar el tema de la discriminación -que es un aporte necesario-, sino también exige revisar la conducta de quienes inciden en la discusión pública y mantienen determinados cargos directivos, ayudando a perpetuar prácticas abusivas, discriminatorias y ejerciendo a puerta cerrada su poder de manera antiética. La construcción de una nueva historia, inclusiva y diversa, pasa inevitablemente por revertir la perpetuación de un poder donde, como el propio Castillo declara, “el hombre ha podido vivir su genialidad y ser un irresponsable en otros asuntos.”[2]                          

Viviana Bravo Botta
Jessica Briceño Cisneros
Isidora Correa Allamand

Artistas y ex académicas Universidad Diego Portales.


[1] Comentarios de Ramón Castillo en Mujer y arte: El difícil camino de las artistas chilenas, LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN, 8 de junio 2021.

[2] Comentarios de Ramón Castillo en Mujer y arte: El difícil camino de las artistas chilenas, LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN, 8 de junio 2021.

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