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COLOMBA FONTAINE: EL FUEGO, EL MAR, EL NIÑO

El trabajo de Colomba Fontaine (Santiago de Chile, 1987) parte de la investigación en torno al proceso y resultado del grabado tradicional. Así, rescata el método de adhesión y sustracción de material con que se elabora la matriz, ya no como proceso para grabar una imagen que se va a repetir, sino como un resultado que llega a formar la imagen.

La cera y cerámica gres -materiales principales en su trabajo- están intervenidos o adheridos a distintas tintas oleosas y al agua para crear superficies de capas intercaladas que luego son talladas haciendo aparecer una imagen. La línea, el gesto mediante el cual va conformando la imagen, obedece a los límites del soporte, estableciéndose así una relación de continuidad o quiebre según dicte la composición o naturaleza propia de la imagen.

Su práctica es una de exploración técnica con resultados inesperados, los cuales aparecen a partir de aplicar los mismos procesos a diferentes elementos. Fontaine genera composiciones bien logradas, de un acabad refinado e impregnado de una sensualidad que es tanto táctil como retinal.

Vista de la exposición «el fuego, el mar, el niño», de Colomba Fontaine, en Galería NAC, Santiago de Chile, 2021. Foto: Sebastián Mejía
Colomba Fontaine, Pintura I, 2021, cerámica gres y pigmento, 70 x 50 cm. Foto: Sebastián Mejía. Cortesía: Galería NAC

En su actual exposición el fuego, el mar, el niño, que se presenta en Galería NAC, la artista trabaja con estas mismas técnicas, la pintura de capas sobre metales como aluminio y bronce, para luego ejecutar la acción de decapar. También se acerca al volumen en estructuras hechas a partir de tierras de color y del gesto de “chorrear” yeso. Por otro lado, rescata técnicas tradicionales de la cerámica gres, las cuales transgreden etapas del proceso para permitirles que revelen nuevas posibilidades visuales.

“Para esta muestra busqué cuestionar los roles que cumplen ciertos elementos en el proceso de construir un volumen, es decir, invertí los roles entre el elemento que se utiliza como ‘adhesivo’ y las placas de cerámica, siendo el adhesivo el protagonista. Por otro lado, le sumo a la cerámica la posibilidad de ser pintura, ser un cuadro de pintura al muro”, explica la artista.

Fontaine presenta una serie de íconos bizantinos despojados de toda cualidad religiosa, para centrarse en la modificación de su proceso de construcción, pero siempre manteniendo la pureza de la técnica.

“Generalmente, me enfrento a las nuevas técnicas realizando la acción de retroceder, volver al origen. Es decir, investigando distintas técnicas plásticas tradicionales y otras del área de la construcción con el objetivo de desmenuzarlas y generar nuevas relaciones entre las partes. Volver atrás y replantearla”, señala.

Vista de la exposición «el fuego, el mar, el niño», de Colomba Fontaine, en Galería NAC, Santiago de Chile, 2021. Foto: Sebastián Mejía

En esta exploración/experimentación con materiales, ¿qué tanto dejas al alzar y qué tanto controlas?

Creo que siempre escojo materiales que me permitan estar al medio, entre el control y el azar. Es como trabajar en conjunto con el material, ambos tenemos el 50% de responsabilidad en el proceso. Me gusta el rol de guiar al material o predisponerle el escenario para que se comporte de cierta manera. Y el aspecto sorpresa o revelación es para mí fundamental. El ver que aparece algo nuevo, inesperado y buscarle la virtud o visibilidad a eso que aparece.

En esta muestra también introduces la tiza como nuevo material. ¿Por qué te interesó y cómo la trabajas?

La tiza surge en primer lugar de una búsqueda constante por querer aprender e investigar nuevas técnicas. Hace tiempo me ha dado vuelta el tema de la perdurabilidad de las obras de arte. Y muchas veces me frustro viendo lo incierto de su duración y empiezo a desvalorizar lo que hago. En ese camino me encontré con la técnica con que se hacían los íconos religiosos en la época Bizantina. Es una técnica milenaria, noble, simbólica… Me interesó mucho la preparación de la madera antes de pintar el ícono con esta técnica antigua, llamada Levka. Esta se hace a partir de capas de tiza junto con distintos aditivos, libres de ácido, sobre una tela. A esta técnica le fui haciendo modificaciones, agregando nuevos materiales, pero sin alterar sus procesos y lógicas, dando como resultado una superficie casi de piedra. Y por supuesto dentro del proceso me interesó el tema de las capas con que se preparan estos tablones, y desde ahí extremar visualmente el que esté conformado por varias capas. Nuevamente, lidiando con el control y el azar.

Vista de la exposición «el fuego, el mar, el niño», de Colomba Fontaine, en Galería NAC, Santiago de Chile, 2021. Foto: Sebastián Mejía

Otro aspecto novedoso en esta exposición es que te vuelcas más hacia el objeto, o más bien hacia el espacio. ¿Podrías contar cómo se da este trayecto hacia lo tridimensional?

Hace un tiempo vengo avanzando hacia el volumen, de manera precavida, sin apurarme. El primer paso fue cuando comencé a generar dobleces en las placas de bronce que instalaba bidimensionalmente sobre el muro. Ahí estaba en el límite entre pintura bidimensional u objeto. Fue surgiendo una necesidad de ir expandiendo mi trabajo al espacio, ablandándolo y permitiendo que se adapte al lugar donde se sitúa, y no que venga con un libro de instrucciones absoluto de cómo debe ser.

Voy haciendo y haciendo, generalmente trabajo siempre contra el tiempo, para no quedarme estancada en dudas o infinitas posibilidades. Avanzo. Y es en este avanzar donde para esta exposición en particular fui trabajando pensando siempre en la totalidad más que en hacer de cada objeto o imagen un objeto único e independiente. Al contrario, quería generar movimiento visual tanto en el modo de pintar, en las formas utilizadas y en la relación de los distintos objetos que componen la muestra y crean este espacio. Querer generar una experiencia al entrar dentro de la sala. Que el observador se sienta dentro de una atmósfera o sensibilidad visual y material específicas.

Lejos de lo anecdótico, de lo decible o de lo contingente, las obras que presenta la muestra buscan esa fascinación que está dada por la casualidad. En ellas, hay la sensación de un tiempo detenido: tienen algo de vestigio, algo de ruina; no son imágenes para su consumo, porque no representan ni informan; son imágenes opacas, en las que subyace algo que intenta empujarnos tanto como el fuego, el mar y los niños.

Colomba Fontaine, Isla I, 2021, yeso, tierras de color, cerámica gres y pigmento. Medidas variables. Foto: Sebastián Mejía. Cortesía: Galería NAC

La muestra se puede visitar en Galería NAC, Américo Vespucio Norte 2878, Vitacura, Santiago, hasta el 8 de mayo de 2021

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