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MARÍA TERESA HINCAPIÉ. ARCHIVO: 1980 – 2008

1 Mira Madrid presenta María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008, la primera exposición individual a nivel internacional dedicada a la performer colombiana María Teresa Hincapié desde su fallecimiento en 2008. La muestra reúne todas las obras realizadas por la artista a lo largo de tres décadas.

A través de una extensa selección de fotografías y vídeos tomados durante el desarrollo de sus performances, la muestra ofrece un acercamiento a la obra de esta artista de reconocimiento internacional que tanto ha influenciado a las generaciones de artistas jóvenes latinoamericanos posteriores.

María Teresa Hincapié (Armenia, Colombia, 1956 – Bogotá, Colombia, 2008) fue una de las figuras más influyentes en el campo del arte corporal y de acción latinoamericano. Su obra es una reflexión en torno a lo cotidiano, lo sagrado y lo femenino, una llamada de atención sobre lo imperceptible en la que la precisión de movimientos, la repetición calculada y la temporalidad expandida son las estrategias mediante las cuales la artista transforma tareas rutinarias en actos simbólicos.

Las suyas fueron acciones de largo aliento, rituales profundamente espirituales creados para experimentar y dar forma a energías y tiempos nuevos. Se revela en su práctica una oposición entre el silencio, la lentitud, el ruido, el vértigo y la banalidad del mundo contemporáneo. Hincapié utilizó su cuerpo como vehículo de comunicación, su vida fue su propuesta poética y en sus performances confluyeron todos los aspectos de su existencia, desde su creatividad hasta su sentido de la ética, la política o la ecología.

Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. A la izq: detalle de la obra «Una cosa es una cosa», 1990. Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid

La falta de exposiciones monográficas dedicadas a la obra de Hincapié, así como de retrospectivas e investigaciones sobre su trayectoria, son uno de los motivos que lleva a las galerías 1 Mira Madrid y Casas Riegner a desarrollar este proyecto en colaboración y así poner de relieve la excepcionalidad de su figura dentro del campo del arte corporal. La muestra traza, a través de documentación fotográfica y escritos extraídos del archivo de María Teresa Hincapié, un recorrido por los treinta años de trayectoria de la artista.

Los registros de performances como Una cosa es una cosa, Punto de fuga o Vitrina evidencian la investigación llevada a cabo por Hincapié en torno a las relaciones que se establecen entre nuestras acciones, los espacios y las cosas. María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008 no es sólo un acercamiento a una obra singular en la que se funden arte y vida, sino un homenaje a una artista que creyó firmemente en el sentido de sus acciones y la capacidad que estas tenían para estimular el pensamiento.

María Teresa Hincapié fue ganadora del primer premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas de Colombia en 1990 por su performance Una cosa es una cosa, destacando por ser la primera vez que este certamen otorgaba el premio a una obra de carácter efímero y no objetual. Seis años más tarde, gracias a la acción Divina Proporción, volvió a recibir el premio del XXXVI Salón Nacional de Artistas. Su obra se ha mostrado en la 27° Bienal de São Paulo de 2006 y en la 49° Bienal de Venecia, en 2001, sin embargo, desde su fallecimiento en enero de 2008 ninguna galería ni institución le había dedicado una exposición de estas características.

El proyecto ha sido concebido en colaboración con la galería colombiana Casas Riegner y ha sido avalado por el comité designado por María Teresa Hincapié antes de su fallecimiento para la salvaguarda y supervisión de su legado. Se exhibió desde el sábado 28 de noviembre de 2020 hasta el 30 de enero de 2021 en la galería 1 Mira Madrid, ubicada en la Calle Argumosa, 16, bajo derecha, Madrid.

Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. A la izq: detalle de la obra «Una cosa es una cosa», 1990. Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid

MARÍA TERESA HINCAPIÉ. ARCHIVO: 1980 – 2008

Por Ximena Gama

La artista colombiana María Teresa Hincapié (1956-2008) inicia su trayectoria en el teatro y la danza, disciplinas a las que renunció cuando se dio cuenta de que su búsqueda vital solo era posible en un lugar alejado de la representación teatral convencional. Su contacto con artistas que experimentaban con la imagen y el sonido, con el vídeo y la música, la empujaron a dejar atrás su trabajo como actriz y a arrojarse al terreno desconocido que le ofrecían las artes plásticas y visuales de finales de los años ochenta. Hoy, a casi quince años de su muerte, es considerada como una de las pioneras de la performance y las artes vivas en el campo artístico contemporáneo de América Latina. Por ello sorprenden las escasas exposiciones monográficas y retrospectivas, incluso las investigaciones, realizadas sobre su trayectoria hasta la fecha, una circunstancia quizás debida, no solo a la dificultad de reunir los registros en fotografía y vídeo de tres décadas de su trabajo que hoy vemos aquí expuestos, sino también a que su lugar artístico dentro del campo contemporáneo latinoamericano ha sido difícil de definir y de reconocer.

Su performance más conocida es Una cosa es una cosa, una obra que presentó por primera vez en 1990 y con la que sería invitada a participar, años después, en la Bienal de São Paulo, ganando además con ella el primer premio del Salón Nacional de Artistas de Colombia. En un espacio de una zona industrial, María Teresa Hincapié, a lo largo de dieciocho días y en jornadas de doce horas, iba extrayendo de unas bolsas, entre otros objetos, ollas, maquillaje, alfileres, cuadernos, ropa, que ordenaba luego sobre el suelo trazando en silencio un laberinto o espiral que al final del día desdibujaba.

Después de una de sus presentaciones, le preguntaron en una entrevista si esa acción hablaba exclusivamente a la mujer. Ella se desligó por completo de esa posición e incluso afirmó con contundencia que la obra también hablaba a los hombres: «¿Acaso ellos no viven en un espacio doméstico?». A pesar de su reticencia por pensar la obra como un lugar crítico sobre el papel de la mujer en el medio, hoy, desde la perspectiva política y conceptual del feminismo, constatamos que las decisiones plásticas que tomaba, y su manera de ejecutarlas, constituían un modo de resistencia a una sociedad totalmente capitalista y patriarcal.

Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. Detalle de la obra “Vitrina” (Bogotá, 1989). Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid
Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. Detalle de la obra “Vitrina” (Bogotá, 1989). Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid
Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid
Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid

No era la primera vez que ella cuestionaba esos postulados. Dos años antes, como antesala a esa performance, en una obra titulada Vitrina, Hincapié ocupó durante ocho horas —de nuevo, una jornada laboral— y a lo largo de tres días un escaparate en un espacio comercial bastante concurrido de Bogotá. Barría, fregaba, aseaba el lugar, algunas veces se peinaba y otras, tras pintarse los labios de rojo, besaba el cristal hasta hacer desaparecer todo resto de pintura de su boca. En una de esas, y con el mismo lápiz labial, escribió:

Soy una mujer sin corazón
Soy una mujer azul
Soy una mujer que vuela
Soy una puta
Soy una mujer

En aquella performance la artista transformaba su cuerpo, convirtiéndolo en locus público de las contradicciones y violencias de un sistema. Tanto Una cosa es una cosa como Vitrina hacen visible un orden de lo privado en lo público, planteando, no solo preguntas acerca de la cotidianidad y el tiempo de la intimidad, sino también sobre las tareas domésticas y el trabajo; sobre los modos de habitar otros lugares políticos construidos desde una subjetividad que tiene un lugar y un discurso en el cuerpo, en la memoria y en el deseo, pero que se inserta también en un sistema social y económico profundamente desigual.

Su crudo cuestionamiento de hace treinta años diseccionaba también una sociedad que, a la vez que desvalorizaba las tareas y labores de cuidado adjudicadas a las mujeres, tendía a invisibilizar el cuerpo femenino. Un posicionamiento compartido con otras artistas latinoamericanas de su generación que, como la cubana Ana Mendieta o la argentina Sara Minter —que con su obra plástica y performativa se adelantaron a algunos de los debates políticos y sociales que se desatarían más adelante— confirmarían que la expresión artística se anticipa con frecuencia a lo que el discurso y la historia aún no han llegado a conceptualizar.

Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid

Los 30 años de producción de Hincapié son el testimonio de una artista cuya vida fue su propuesta poética. Su radicalismo consistió en mostrar a través de su cuerpo —su materia plástica— que era posible vivir de otra manera. «Hay que volver el mundo más humano, solidario, comunitario», decía. Palabras que, más allá de ser una sentencia utópica y que ahora leemos también como declaración ecopolítica, expresaban una profunda tensión con los continuos hechos de violencia que tenían lugar en la Colombia de aquel tiempo.

En Hincapié habitaba la necesidad profunda de parar para experimentar e imaginar otro mundo. Desde sus primeras apariciones como actriz de teatro en Ondina en 1985 y Parquedades, que realizó junto al artista José Alejandro Restrepo en 1987 y donde primó la improvisación mediante su propio cuerpo a través de la música y la experimentación con otros medios, hasta performances como Esta tierra es mi cuerpo (1992) y El espacio se mueve despacio (2004), Hincapié siempre buscó activar otro tiempo, un nuevo tiempo.

La estrategia en la última etapa de su vida fue alejarse, volver a lo que ella pensaba que era el centro, lo natural y lo orgánico. El lugar elegido fue la Sierra Nevada de Santa Marta en el Caribe colombiano, un territorio de comunidades indígenas que en una sola geografía condensa todos los paisajes posibles: montaña, nieve y mar. Allí, además de encontrar un paraíso, presenció con mayor intensidad las violencias que se ejercen sobre estos territorios. Esa perspectiva dio un nuevo sentido a su obra. Todas las acciones que realizó en ese periodo, ya fuera en la sierra o en los espacios expositivos donde se presentó por última vez, se centraron en rituales de largo alcance cuyo propósito era provocar una energía de cambio.

Los movimientos semejaban procesos de meditación que se concretaban en caminatas por el espacio y que contrastaban con las imágenes y sonidos de las amenazas que se cernían sobre la tierra. Finalmente, su insistencia en la lentitud, visible en obras como El espacio inexistente (2001), o en la minuciosidad de sus gestos, como en Divina proporción (2006), eran actos de resistencia frente a la velocidad de la devastación ambiental.

Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. A la izq: detalle de la obra “Divina Proporción” (1996). Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid
Vista de la exposición “María Teresa Hincapié. Archivo: 1980 – 2008”. A la izq: detalle de la obra “Divina Proporción” (1996). Foto: Santiago Zuluaga. Cortesía: Galería Casas Riegner / 1 Mira Madrid

No es extraño que María Teresa Hincapié volviera una y otra vez a las teorías y a las prácticas de teatro y danza con las que inició su carrera. Esa conciencia corporal que aprendió de las técnicas del teatro antropológico permitía que su cuerpo se convirtiera también en un cuerpo colectivo. En aquellas primeras lecciones se percató de que este era un vehículo de comunicación en sí mismo y que, a través de él, podía capturar la atención y la emoción del espectador.

Sin embargo, toda su obra osciló además entre los medios experimentales que iban emergiendo y consolidándose en el arte contemporáneo latinoamericano. Construyó espacios escultóricos y escenográficos y trabajó en varias ocasiones con música experimental y videoinstalaciones. Revisar su legado hoy no es únicamente entender a una artista que con su práctica imaginó y proyectó una idea de futuro; es también presenciar cómo el arte colombiano fue abandonando de manera tajante las ideas puristas e históricas de la modernidad que se habían prolongado durante décadas en la escena artística. La obra de María Teresa Hincapié es reveladora en ese sentido, forma parte de una generación de artistas que comprendió en ese momento la potencia política y revolucionaria de transitar entre disciplinas.

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