
ALICE WAGNER: MANTOS (Y OTROS FANTASMAS)
MUCEN (Museo Central del Banco Central de Reserva del Perú) presenta la exposición Mantos (y otros fantasmas), de la artista Alice Wagner (Lima, 1974), ganadora del X Concurso Nacional de Pintura del BCRP, bajo la curaduría de Gustavo Buntinx. En esta muestra, Wagner presenta una serie de cerámicas de gran formato cuyos diseños se inspiran en la iconografía de diversas frazadas populares que la artista traslada del textil a la arcilla, plasmando en grandes esculturas fragmentadas imágenes como las del Tumi, los dos tigres y Túpac Amaru.

Por Gustavo Buntinx | Curador
El sentido radical de esta exposición podría resumirse en el mínimo pero decisivo juego ortográfico de su propio título. Casi un desliz, que sin embargo revela toda la ambigüedad ––la ambivalencia–– acechante tras la apariencia banal de ciertas iconografías RAIGALES, desperdigadas en objetos modernos de usos cotidianos, utilitarios, “ordinarios”…
Como las frazadas populares, bajo cuya decoración rutinaria ALICE WAGNER ha sabido percibir un imaginario inquietante de latencias ancestrales. Mantas comunes que inconscientemente añoran la función ritual de los antiguos mantos funerarios. Aquellos textiles, con frecuencia espléndidos, que envolvían al muerto para arroparlo y acompañarlo en sus tránsitos hacia formas renovadas de existencia.
Un mallki: esa crucial categoría quechua que condensa los sentidos aparentemente encontrados de cadáver y feto y semilla.
Una sacralidad ahora rota, derrotada por nuestra modernidad profana. O profanada. Sin embargo, algo de esa densidad perdida sobrevive en el ansia de sobresimbolización ornamental que aflora en la erizada piel de estas frazadas. Así telúricamente lo sugiere Wagner al reinterpretar como cerámica rota las actuales iconografías textiles del TIGRE, la vicuña, el CÓNDOR, entre otras más claramente asociadas al imaginario prehispánico.


Al igual que en los guardafangos, podríamos atisbar en esas representaciones populares una suerte de umbral simbólico: la transición, quizás, entre la imagen campesina y la nueva cultura de masas que incorpora al migrante. Un devenir confuso en el que se prolonga, hecho pedazos, alguna ensoñación atávica. Como un totemismo residual.
La sobrevida dislocada de una psique anterior.
Un inconsciente colectivo que se infiltra y aflora incluso en las más personales memorias de infancia. Con la intensidad adicional de otros restos míticosconnotados por la materialidad misma de esas cobijas: esa “ropa de cama y sobre todo la de abrigo” que, convertida en verbo, significa también “dar refugio, guarecer”, “amparar a alguien, dándole afecto y protección”. Sin saber sabiendo, las definiciones de esa palabra ofrecidas por la Real Academia Española aluden a ciertas explicaciones primordiales del arte ensayadas en el pensamiento alemán por Martin Heidegger. Asociadas, además, a varias de sus categorías filosóficas mayores: el existir, el habitar, el cuidar.
Condiciones esenciales del Ser en que el arte ejerce ––ejercía–– una función crítica. Dar morada y albergue.
Una función cardinal luego fragmentada y dispersa, que hoy se proyecta sobre la violencia de los tiempos. Como estas obras sesgadamente evidencian. Sin querer queriendo.
Esa intuición define uno de los aspectos distintivos de la propuesta de Wagner: su trabajo reconoce los asomos anteriores de la frazada popular en el quehacer de otros artífices, pero al mismo tiempo somete ese homenaje a las evidencias físicas de un trauma. Como en el hallazgo de una pieza única, proporcionada por MICROMUSEO, cuya desaparición en el mercado es también su extinción en la historia: la frazada “TÚPAC AMARU”, creada hacia 1975 con los símbolos de un régimen que de inmediato dejaría de existir, al arruinarse también sus estructuras económicas. Incluyendo las de la propia cooperativa que concibió aquel diseño INCONEXO. Un diseño igualmente fragmentado en la reinterpretación de Wagner por los QUIEBRES que ella le impone a su soporte ahora cerámico.


En esa condición de deliberada fractura, las piezas aquí principales no ilustran sino incorporan la gran ruptura contemporánea. Del MITO, del RITO, del propio SENTIDO. Del sentir, casi. Pero lo hace en clave incisivamente local y actual ––postandina, digamos–– y por ello mismo, esencialmente universal.
Primordial, en el momento preciso en que esa categoría trastabillea.
Pero además se transmuta: lo que estos Mantos en esencia proponen es la transubstanciación de la tela en barro. Una materialidad antigua y nueva, aquí valorada también por su fragilidad.
Cada una de las piezas centrales exhibe las rupturas inevitables durante ese tránsito forzado de volúmenes y técnicas. Y cada uno de esos quiebres exalta las huellas de su reparación. Siempre insuficiente, y por ello mismo tanto más expresiva.
Un quiebre asimismo para la propia condición humana.
Que agoniza.
También en términos históricos.
Que Wagner redime en términos poéticos.
Pero no menos POLÍTICOS por ello.
Y ESPIRITUALES.
Mantos (y otros fantasmas), de Alice Wagner, estará abierta en el MUCEN (Jirón Lampa 474, Lima), hasta el 3 de abril de 2021.
Conoce las recomendaciones para tu visita al MUCEN en este enlace:
https://www.bcrp.gob.pe/museocentral/reserva-tu-visita.html
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