
CARÁCTER 2020. UNA EDICIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Por Ramón Castillo | Director de la Escuela de Arte UDP
En la presentación de la décima generación de artistas egresados de la Escuela de Arte de la Universidad Diego Portales, destacamos el presente histórico en el que acontecía la producción artística y, de alguna forma, la reacción en tiempo real, desde la conciencia, la intuición o el misterio creativo que aproxima lo individual a lo colectivo.
Ahora, ese presente se ha amplificado y vuelto universal en la medida que a partir de marzo se sumó, a la emergencia social, la emergencia sanitaria del COVID-19. Entre ambos acontecimientos es posible reconocer la pertinencia del arte en la medida que, para enfrentar el devenir, se torna urgente un cambio de conciencia y un cambio cultural, puesto que las preguntas superan toda lógica y posibilidad de una respuesta eficaz e inmediata. El arte aparece allí, donde se acaban las respuestas de la razón civilizatoria.
A pesar de que las obras estaban a dos días de ser presentadas a público, no fue posible, pues sobrevino el confinamiento general en Santiago, y luego en todo Chile. Desde el 19 de marzo la exposición quedó en una extendida pausa de siete meses y, en paralelo, cada uno de las y los autores ha transitado desde el desconcierto a la reconquista de la capacidad creativa. Por tanto, volver a enfrentarse a la obra en su fisicidad y el espacio de exposición –el estacionamiento subterráneo de la Biblioteca de la UDP- ha sido un desafío material, contextual y a la vez poético, ya que el tiempo, y las condiciones ambientales y emocionales, han hecho lo suyo.
Las y los artistas visuales que egresan este año, lejos de inhibirse ante la complejidad que ofrece el presente que vive la humanidad, han decidido culminar el proceso de montaje y abrirlo a público, para poner en ejercicio la experiencia de hacer arte como resistencia poética y política, para resolver simbólicamente algo personal, pero que a la vez es colectivo, como un misterioso mensaje echado al mar que alguien descifrará del otro lado de la experiencia.

LOS CUERPOS A ESCENA
Desde octubre del año 2019, los chilenos hemos sido testigos y protagonistas desde diversas formas visibles e invisibles de ocupar el espacio, desde la levedad hasta el golpe, de la hoja de papel contra el muro de reclamos hasta la piedra ingrávida.
El tiempo se ha vuelto hiperlativo, sus límites se han expandido al punto de que en algunos momentos, en un mismo día, acontecían semanas y meses incluso. En medio de este tiempo urgente, el arte se ha convertido en el atributo más acudido por todos aquellos que, superando cualquier definición disciplinar, se han vuelto expresión pura, volcada sin inhibiciones sobre este presente.
La borrosidad de los cuerpos, el diluirse en el beso callejero, el agua sobre ellos y el azul chorreado sobre el papel es, de algún modo, la estrategia pictórica de Macarena Jiménez. Son cuerpos diluidos, fusionados, borran amorosamente sus límites para enunciar el gesto que no tiene edad, género, ni raza. Cuerpos que caen y a la vez se elevan en un beso.


En cierto modo, esta oscilación es lo que aborda Josefina Bardi al proponer una obra que mantiene la tensión entre el peso de su cuerpo y el de su hermana gemela. Un espejo diferido y expandido en el espacio cuya movilidad depende de la fuerza física que se ejerce desde las manos, una balanza o un par de gotas que ascienden y caen contra el hormigón.
El mismo efecto de dislocación se produce con los fragmentos de naturaleza que desplaza Bárbara Valdovinos: una arqueología vegetal que se comporta de acuerdo a las condiciones ambientales. Un fragmento de naturaleza disperso en unidades materiales móviles, que comparten la idea de transformación orgánica con la que trabaja materialmente Francisca Álvarez. En su caso, el azúcar es sometido a la fuerza del calor y, desde esta combustión, el cuerpo se trasforma cambiando de aspecto y consistencia. La liberación del agua que contiene el azúcar se compacta al punto de convertirse en un muro impenetrable. Tal vez, la imagen de ese espesor convierte a la pieza en una escultura ocasional pero, al mismo tiempo, se torna difícil saber cuál es el momento exacto en el que el azúcar se vuelve escultura.
Calor, gesto y cuerpo contorsionado de metal es lo que Bastián Arce despliega por el suelo. La conducta del metal serpenteado, forjado y silencioso, se despierta con los breves e insistentes golpes de muñecos articulados. Golpe a golpe, liberan un sonido que es conducido a través de cables, y luego, estos se amplifican en la resonancia de un estacionamiento ya convertido en galería de arte.




Javiera Faúndez también torsiona y dibuja con la unidad de la fibra vegetal y de polyester. Aquí, la fibra es manipulada para construir una trama que en su repetición cubre, separa, aisla y construye espacios potenciales para el habitar, o en sí mismos son cuerpos abiertos y cerrados como esculturas precarias y onduladas.
Catalina Segura, en vez de repetir la regularidad del embarrilado, más bien sesea, ondula y mueve la mano para construir tramas de líneas cromáticas sobre papel. El gesto se repite, y en el eco de su deriva informal va tejiendo una espesura delicada y armónica, como un espeso bosque.
Los artistas en formación que ahora emergen, junto y desde las obras que se presentan en el nivel -5 de la Biblioteca Nicanor Parra, dan a conocer una estética de la borrosidad y el ruido, poéticas leves que suponen un gran desafío material y físico y, por lo tanto, existen en la paradoja del mostrar y ocultar, entre el ascenso y la caída, del cuerpo sólido y la organicidad del gesto. Una suerte de alquimia transformadora del metal, del azúcar, la fibra o la madera, que en su mutación material anhela el desafío de ser artista.


CARÁCTER 2020
Nivel -5 Biblioteca Nicanor Parra, UDP, Vergara 324, Santiago de Chile
Del 26 al 30 de octubre de 2020, de 10:00 a 13:00 hrs
Visitas previa inscripción al mail: arte@mail.udp.cl Aforo máximo de 15 personas
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