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PINTORES POPULARES Y OTROS VISIONARIOS DE AMÉRICA Y EL CARIBE

Popular Painters and Other Visionaries (Pintores populares y otros visionarios), la primera muestra online del Museo del Barrio (Nueva York), examina las contribuciones de 30 artistas tanto autodidactas como con formación que trabajaron entre las décadas de 1930 y 1970 en diferentes partes de América y El Caribe.

La exposición parte del término “pintores populares” para identificar a aquellos artistas que trabajaron en los márgenes del modernismo y de los circuitos mainstream del arte. Sus recursos visuales ligados a lo popular conforman el hilo narrativo de la exposición, que se divide en secciones temáticas en torno al trabajo, la vida cotidiana, las festividades, la religión, la arquitectura vernácula y las representaciones corporales. Además de estos temas, cuatro artistas son destacados en presentaciones monográficas.

La experiencia común de la diáspora es compartida por estos artistas de Haití, Guatemala, México, Puerto Rico, Brasil o Estados Unidos, ya sea como inmigrantes de origen africano en el Nuevo Mundo, comunidades latinoamericanas y caribeñas en Estados Unidos, o en referencia al desplazamiento de poblaciones amerindias dentro de sus propios territorios. Esto se refleja en el impacto que ha tenido en sus obras asuntos como la migración, la exclusión, la marginación, la resistencia cultural, el indigenismo, la autodeterminación y la autobiografía.

La mayoría de estos artistas y sus lenguajes estéticos han sido descritos como naïve, ingenuos o primitivos, etiquetas que este proyecto rechaza como peyorativas y reduccionistas porque implican parcialidades y prejuicios raciales y sociales. Para Rodrigo Moura, curador en Jefe de El Museo y de esta exposición coorganizada por Susanna Temkin, Noel Valentin y Kristine Santos, es importante redefinir el arte más allá de las limitaciones eurocéntricas.

Originalmente planeada como una exhibición presencial apoyada en obras de la Colección Permanente del Museo de El Barrio, programada para estas fechas de 2020, esta presentación online fue reconcebida durante la cuarentena impuesta por el COVID-19 y ahora amplía su alcance original para incluir «préstamos virtuales» de otras colecciones institucionales y privadas.

Heitor dos Prazeres, Sem título (Jogo de poker), 1963, óleo sobre tela. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Martin Seck
Sénèque Obin, Marché Clugny, ca. 1950s-1960s, óleo y guache sobre masonite. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Jason Mandella

Inside/Outside

Las obras de esta primera sección se pueden clasificar como pinturas de género, al representar figuras inmersas en situaciones cotidianas relacionadas con el trabajo y el ocio o ambientadas en espacios interiores. Aunque podrían leerse en relación con la historia del arte europeo clásico, específicamente las pinturas de interiores holandesas, otros aspectos son más importantes para reunirlas aquí. Estos incluyen referencias a las biografías de los artistas, así como un sentido de pertenencia a grupos sociales más amplios.

Acá se muestran seis pinturas de tres artistas de la diáspora africana en las Américas y El Caribe: Horace Pippin, Heitor dos Prazeres y Micius Stéphane, quienes trabajan en Estados Unidos, Brasil y Haití, respectivamente. Los tres pertenecían a la clase trabajadora, compartiendo además una refinada veta narrativa en sus composiciones. Aunque nunca antes exhibieron juntos, acá forman una tríada de pintores modernos negros que se consideran figuras clave dentro de sus contextos.

El título de la sección, Inside/Outside, hace referencia tanto a escenas interiores/exteriores como al estatus conferido a los artistas cuyas contribuciones a la historia del arte se han pasado por alto, lo que lleva al uso problemático del término “outsider” en referencia a su trabajo.

Otros artistas incluidos en este apartado de la muestra son Sylvia de Leon Chalreo (Brasil, 1905-1991), periodista, escritora, editora y artista visual, fundadora del club feminista Athénée y de la revista Esfera, de Letras, Artes e Ciências, editada por el Partido Comunista Brasileño entre 1938 y 1950; Sénèque Obin (Haití, 1893-1977), masón practicante que comenzó a pintar a sus 50 años; y Horace Pippin (EEUU, 1888-1946), quien comenzó a dibujar pasados sus 40 años de edad, y cuya obra hoy se encuentra en las colecciones del Metropolitan Museum of Art, Hirshhorn Museum, Philadelphia Museum of Art, la Phillips Collection y el San Francisco Museum of Modern Art.

También está presente Heitor dos Prazeres (Brasil, 1898-1966), compositor de samba, diseñador de vestuario de carnaval y practicante de religiones afrobrasileñas como el Candomblé y la Umbanda. Estas experiencias las trasladó a los vivos colores de sus pinturas, al movimiento y el ritmo de las figuras que representa. Dos Prazeres comenzó a pintar en 1937, tras la muerte de su esposa. En 1951, ganó el tercer premio para artistas brasileños en la primera Bienal de São Paulo. Sus pinturas están incluidas en las colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Boston y el Museu de Arte de São Paulo.

Louisiane Saint Fleurant, Portrait of mother with daughters, 1994, óleo sobre tela. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Jason Mandella

Visible/Invisible

Los trabajos de esta sección se relacionan directamente con las culturas religiosas afro-diaspóricas en las Américas y sus manifestaciones específicas en Brasil (Candomblé y Umbanda) y Haití (Vodou o Vudú). Muchos de los artistas aquí incluidos practicaron estas religiones e incorporaron sus creencias y conocimientos a sus obras desde una perspectiva muy personal.

Visible/Invisible se refiere al entrelazamiento de diferentes lenguajes visuales empleados por los artistas, que van desde pinturas descriptivas -que se acercan más a relatos etnográficos- hasta formas casi abstractas que dan vida a sus visiones interiores. Las pinturas representan aspectos de estas cosmologías conectadas a las fuerzas de la naturaleza y al mundo de los antepasados, deidades, sacerdotes y sacerdotisas, rituales, ofrendas, vestimenta, accesorios e instrumentos musicales.

El título también se refiere a la urgencia de visibilizar las religiones afro-diaspóricas, que continúan siendo marginadas y oprimidas en países donde se han practicado durante siglos.

Esta sección incluye trabajos de Louisiane Saint Fleurant (Haití, 1924-2005), la primera y única mujer que integró el colectivo Cinq Soleil (Cinco Soles), con el que rompió en 1978 para regresar a su trabajo como cocinera y, posteriormente, abrir una tienda para vender sus obras y las de sus hijos artistas.

Félix Cordero, Rascacielo de balcones, 1983, acrílico sobre tela. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Martin Seck
Préfète Duffaut, Harbor / Vue de Jacmel avec le Pont de Noël, 1968, óleo sobre tela © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Jason Mandella
Asilia Guillén, Heroes and Artists Come to the Pan American Union to be Consecrated, 1962, óleo sobre tela montado en cartón. Colección OAS Art Museum of the Americas

Utopias in the Margins

La construcción de ciudades modernas en las Américas perpetuó la historia de la exclusión. Ante las promesas de modernización y emancipación, el orden social poscolonial responde con nuevas estrategias de control y segregación. Ciudades monumentales planificadas como Washington D.C. y Brasilia son la cúspide de tales prácticas, empleando diferentes modismos arquitectónicos urbanos para representar estas contradicciones. A lo largo del siglo XX, los artistas han abordado y cuestionado estas historias, ya sea relatando las maravillas de la vida urbana o produciendo crónicas de sus márgenes.

Las obras de Préfète Duffaut y Asilia Guillén -yuxtapuestas en la primera parte de esta sección- son interpretaciones épicas de paisajes urbanos donde se conjugan arquitectura, naturaleza y presencia humana. Mientras la nicaragüense Guillén crea una fantasía en la que artistas y héroes nacionales se congregan en la sede de la Unión Panamericana en Washington D.C., Duffaut construye ciudades utópicas basadas en la topografía de su natal Jacmel, en Haití.

Desde muy joven, Duffaut (Haití, 1923-2012) trabajó como zapatero y constructor naval. Comenzó a pintar después de tener una visión de la Virgen María. De hecho, se puede leer un impulso religioso en gran parte de su obra, que frecuentemente incluye imágenes de iglesias como parte de sus fantásticos paisajes urbanos, cuyos caminos sinuosos recuerdan el paisaje montañoso de su ciudad natal. Del mismo modo, sus pinturas de figuras femeninas divinas se interpretan alternativamente como la Virgen o como la loa Erzulie, una divinidad asociada con el vudú haitiano. Sus obras forman parte de las colecciones de El Museo del Barrio y el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otras.

Gregorio Marzán, Pájaro con alas extendidas, c.1970, técnica mixta. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Jason Mandella
Eloy Blanco, 4000 on Green, 1982, acrílico y marcador negro sobre tela. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Jason Mandella
Chico da Silva [Francisco Domingos da Silva], Sin título, s/f, guache sobre papel. Cortesía: Galeria Estação, São Paulo. Foto: João Liberato

Restless Bodies

Las obras de esta sección representan cuerpos humanos y animales. Aunque creadas con diferentes técnicas y estilos artísticos, todas sugieren una condición tensa, agitada, o una sensación de inquietud. Esta selección de imágenes busca resaltar el vínculo entre humanos y animales para romper con las visiones antropocéntricas occidentales que promueven la idea falsa de la superioridad humana sobre la naturaleza.

Francisco da Silva, un pintor indígena de la Amazonía brasileña, creó un bestiario de colores brillantes y líneas retorcidas, refiriéndose a visiones místicas de la naturaleza. Los movimientos de los pájaros en su obra encuentran paralelismos en las figuras humanas de las pinturas de Jesús «Chucho» Reyes y Eloy Blanco, quienes representan el equilibrio, el movimiento y la deconstrucción de partes del cuerpo.

Acá también se incluye la obra del artesano Gregorio Marzán (Puerto Rico, 1906-1997), quien afirmaba que no se consideraba un artista porque podía reproducir todo lo que veía. En 1937, se mudó a la ciudad de Nueva York en busca de nuevas oportunidades laborales. Consiguió trabajo en una fábrica de juguetes y, tras su jubilación en 1971, comenzó a construir esculturas con materiales encontrados en su vecindario de El Barrio o en tiendas de pelucas y descuentos en Harlem y Canal Street. La variedad de imágenes que se observan en sus coloridas esculturas van desde animales que podrían referirse a sus años como fabricante de juguetes hasta las mascotas de El Barrio y los animales del Zoológico de Central Park. También creó animales fantásticos alados, parecidos a figurines de teatro o de carnaval, sus criaturas favoritas para crear collages tridimensionales utilizando materiales brillantes.

La relación de Marzán con El Museo del Barrio comenzó cuando intentó vender sus obras en la tienda del museo. Jack Agüeros, director del museo en ese momento, consideró que sus piezas también deberían estar representadas en la colección, y es así como hoy cuenta con 28 de sus esculturas, algunas de las cuales se han exhibido en varias exposiciones de la institución neoyorquina.

Andrés Curruchich, Procesión: Patrón de San Juan está en su trono, 1966, óleo sobre tela. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Martin Seck

Focus

A excepción de un cuadro donado a El Museo del Barrio por la familia de la coleccionista e historiadora del arte Barbara Duncan, todas las obras de Andrés Curruchich (Guatemala, 1891-1969) en esta sección homenaje fueron cedidas por el Museo Ixchel del Traje Indígena (Ciudad de Guatemala) como préstamos virtuales para esta exposición. Pertenecen a un grupo de 48 pinturas reunidas por el coleccionista Gustavo Stahl y donadas al museo guatemalteco, que se dedica a estudiar y preservar la cultura textil de ese país.

Este contexto es revelador para acercarse a la obra de este pintor Kaqchikel, quien documentó las costumbres de la gente de su ciudad, San Juan Comalapa, y sus pueblos aledaños, en cientos de pinturas. Su obra, de hecho, retrata fielmente la centralidad de los textiles y la vestimenta en diversas situaciones, desde lo cotidiano hasta lo festivo. Es interesante, por ejemplo, cómo los colores de las telas definen gran parte de la paleta cromática de sus lienzos.

Partiendo de su cultura visual nativa, la obra de Curruchich emplea la técnica europea del óleo sobre lienzo y adopta un lenguaje casi etnográfico. Sin embargo, sus pinturas narran la naturaleza sincrética de los pueblos mayas de su comunidad. También nos recuerdan que las imágenes del Nuevo Mundo han sido, desde la invasión del colonizador, una de las mercancías exportadas de América al mundo occidental. Así, los exuberantes cuadros de Curruchich nos ayudan a comprender con mayor complejidad el papel del arte en la experiencia colonial.

Martín Ramírez, Arches (5 paneles), c.1960–1963, guache, lápices de colores y grafito sobre papel. © Legado Martín Ramírez. Cortesía: Ricco/Maresca Gallery

Martín Ramírez (México, 1895—1963) es quizás el creador más conocido en toda esta muestra y uno de los artistas latinos más reconocidos en Estados Unidos, con obras presentes en las colecciones de algunos de los museos más importantes del país. Sin embargo, sus aproximadamente 450 dibujos y collages producidos dentro de los confines de varias instituciones psiquiátricas de California siguen considerándose frecuentemente como outsider art, una etiqueta que eclipsa su identidad cultural como inmigrante mexicano en Estados Unidos.

El trabajo de Ramírez se construye a partir de un vocabulario de imágenes que hablan directamente de la experiencia de la diáspora, el desplazamiento y la inmigración. A partir de referencias culturales de ambos países, crea composiciones intrincadas, sumamente elaboradas y complejas. La imaginería arquitectónica de sus obras evoca las construcciones religiosas de su región natal en México, mientras que los animales y los jinetes hacen referencia a su origen rural. Los túneles, arcos y medios de transporte presentes en sus trabajos nos hacen pensar no solo en su experiencia laboral en una línea de ferrocarriles, sino también en el viaje entre culturas.

José Bernardo Cardoso Jr., Natureza morta com os sete pecados, c. 1940, óleo sobre masonite. © Colección El Museo del Barrio, NY. Foto: Martin Seck

Desde la década de 1920, el modernismo brasileño estableció una estrecha relación con referentes populares y no europeos. A partir de la década de 1930, artistas sin formación académica convencional, como Djanira da Motta e Silva, Heitor dos Prazeres y Alfredo Volpi, comenzaron a ganar visibilidad. La crítica y las instituciones artísticas se referían a su trabajo como ingenuo y primitivo, términos problemáticos e insuficientes para etiquetar a los artistas cuyas prácticas desafiaban las convenciones elitistas.

Entre ellos, el pintor autodidacta José Bernardo Cardoso Jr. (Portugal, 1861 – Brasil, 1947), también conocido como Cardosinho, representa un caso único. A diferencia de sus compañeros, él estaba menos interesado en las expresiones culturales africanas, indígenas y mestizas, y más en la representación de paisajes, escenas de género, personajes curiosos y naturalezas muertas de una manera casi anacrónica, reminiscente del siglo XIX. El artista pintó a partir de postales y fotos recortadas de revistas viejas, así como insectos cuyos modelos sacaba de los especímenes vivos que coleccionaba. Los bodegones de Cardoso yuxtaponen lo común con un sentido de lo absurdo que se acerca tanto a la ilustración científica como al surrealismo.

A pesar de la rigidez de su dibujo y el uso de colores, la obra de Cardosinho fascinó a los escritores y artistas contemporáneos, quizás al provocar una simple pregunta: ¿Quién es (o no es) un artista?

Felipe Jesús Consalvos, The American Way of Life is Good, c.1920–1950. collage sobre fotografía (doble cara). Cortesía: Andrew Edlin Gallery, NY y Doodletown Farm, LLC

Felipe Jesús Consalvos (Cuba, 1891 – EEUU, 1950s-1960s-, el último de los cuatro artistas destacados en la muestra, produjo un vasto conjunto de collages sobre papel, muebles, instrumentos musicales y otros objetos con composiciones que combinan la iconografía de la cultura popular y una variedad de materiales encontrados, como fotografías, páginas de revistas, billetes y material impreso extraído de la industria del tabaco. Su trabajo –asociado por historiadores a artistas de la vanguardia que trabajaron con collage, como Kurt Schwitters, Hannah Hoch y Joseph Cornell– habla directamente de su experiencia como inmigrante cubano en Estados Unidos en la década de los 20, y de su actividad profesional como tabaquero.

Su obra fue descubierta en una venta de garaje en el oeste de Filadelfia en 1990 por el curador Jack L. Lindsey, y desde entonces se ha exhibido públicamente durante los últimos 15 años. Aunque se sabe poco sobre las intenciones que animaron su práctica y las condiciones en las que sus collages fueron creados, su obra se presta para una mirada profunda a temas importantes sobre la ecología de las imágenes en la era moderna, como el consumismo, la sexualidad y el colonialismo.


Traducción y edición: Alejandra Villasmil

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