
LA TRANSMUTACIÓN DEL CÓNDOR: UN SACRIFICIO VEGANO
Por Naomi Orellana
Durante una semana, y sin pausa, construimos un pájaro gigante hecho de cajas de cartón que nos encontramos botadas en la calle, o conseguimos en almacenes. Cuando me uní, apenas había un ala y la idea de que construiríamos un cóndor que haríamos descender de algún lugar alto del centro de Santiago, en una ceremonia, vestidas con túnicas en llamas, el domingo 8 de diciembre de 2019.
Naomi Orellana: ¿Por qué una ceremonia?
Pilar Quinteros: Porque pienso el arte como si fuera un lugar intermedio, donde lo ritual es una posibilidad, donde se pueden inventar las ceremonias que nos faltan. El arte se burla mucho del mismo arte, se hacen parodias… ser cínico al respecto es muy cool. Pero el arte cuando es de tripas corazón es la manifestación más potente de que estamos aquí no solo para hacer plata y estar seguros. La vida es inmensa más allá de esas preocupaciones, pero cuesta llegar ahí. Las ceremonias son una forma de pensar en el más allá, imaginarlo. Eso sí, nos exige disciplina; cuando una ceremonia se repite en el tiempo se vuelve un ritual. Esa rutina que es el ritual nos recuerda algo, establece un patrón, crea realidad. Esa puede ser una estructura muy buena si va en pos del desarrollo intelectual y espiritual de las personas, pero nefasto si se disfraza de esas intenciones y se convierte en una jaula, como pasa como el Catolicismo.

¿Arte público? ¿Arte feminista? Categorizar esta acción con palabras de la crítica de arte es, en mi caso, correr el riesgo del reduccionismo, de la distorsión, del vaciamiento, de la falacia. Sepan comprender que prefiero el testimonio, en primera persona, la forma más barata de escritura. No vi su descenso. A dos nos tocó estar arriba de la terraza sosteniendo las cuerdas que lo harían bajar, mientras que otras tres abajo jalaban y direccionaban. No consideramos guantes. La cuerda nos quemaba las manos.
NO: ¿De dónde nace la idea de realizar la ceremonia en que desciende un cóndor de los cielos para transmutar en el fuego? ¿Cómo se conformó el grupo?
PQ: La idea viene de una intención personal de realizar todos los 8 de diciembre lo que llamo la Ceremonia del Fénix Imposible. Empecé haciendo esto por primera vez en el 2018 en una residencia de arte en Londres. Para el 2019, me tocó estar en Santiago y los ánimos estaban para hacer algo en colectivo. La vez pasada también invité a participar a un grupo de gente, pero a la última parte, para el momento en que la ceremonia sale a la calle. En cambio, para este segundo evento invité a la gente a inventar casi desde cero, solo con la idea de realizar algo relacionado a la figura del Ave Fénix el 8 de diciembre. Esa era la base del proyecto. De ahí para adelante podía ser cualquier cosa. Me daba nervio al principio que no se interesara nadie, pero al mismo tiempo sentía que era algo que debía hacerse en colectivo.

Tenía tiempo. Atendí el llamado de ayudar en la misión. No quise saber detalles. Me concentré en cortar alas de cartón, mientras Pilar pensaba y armaba la estructura del cuerpo de esta especie de resignificación criolla del Ave Fénix. Conversábamos de todo, muy poco de qué pasaría el domingo. En el arte son las manos las que piensan.
NO: Sobre el trabajo colectivo en el arte, ¿cuál crees que es su importancia en general, y en este momento en particular?
PQ: No puedo hablar en términos generales; no sé si a alguien le salga bien hacer eso.A lo sumo, me puedo lanzar a ofrecer lo que he pensado sobre esto: creo que hacer arte en conjunto es tan importante como vivir en colectividad y saber vivir en armonía aportando con lo poco que uno sabe hacer. Desde ahí se va reconociendo qué puede hacer el otro y se juntan los poderes para hacer algo que antes no existía de esa forma. Todo el mundo que habitamos está hecho así, de alguna forma. Idealmente, es la creación de un grupo, aunque bien sabemos que muchas veces es una imposición de uno solo o de unos pocos.
NO: ¿Cómo se fue determinando la participación de cada persona que se unía, que contribuía? ¿Cómo fue la conducción colectiva de la acción?
PQ: Fue muy hermoso, cómo fue apareciendo la gente… al principio todas mujeres con ganas de abordar la contingencia social desde un plano sensorial y espiritual. Aparecieron ideas para comenzar a trabajar ese mismo lunes que nos reunimos y en el transcurso de la semana construimos y pensamos juntas cómo sería la ceremonia. De a poco se fueron uniendo amigos hombres a concretar ideas y hacerlas posibles. Dicen que las energías femeninas y masculinas dirigen etapas de los procesos muy particulares; ambas están presentes en cada persona, sin importar el género necesariamente, y en el proyecto se hizo muy manifiesto eso.

El martes se unió Rocío, amiga coleccionista de Pilar. Andábamos vestidas iguales. No vino más al taller. Su terapeuta le dijo que era mejor que no viniera al centro, que no le hacía bien. El taller donde construimos el pájaro está en Balmaceda Arte Joven, pleno barrio Mapocho. En la noche es otro mundo y huele a pipí seco. Decidió terminar las túnicas en su casa y comenzó a armarse un departamento de vestuario que de vez en cuando nos mandaba fotos con el avance de la ropa y nosotras a ellas del pájaro. Emojis de corazones y stickers de amor de monas japonesas.
El miércoles nos visitó otro amigo de Pilar, parecido a un Jesús de película gringa. Nos hizo compañía mientras hacía unas máscaras para un trabajo de su universidad, una escuela de teatro que queda camino a Farellones. Cuenta que hace diez años que no venía al centro de Santiago y que cuando sale de Farellones, es para irse al sur.
No me puedo quedar hasta tan tarde, pero entiendo que luego llegan otras personas. Hay dos turnos, por decirlo así. Más las vestuaristas. Uno llega al otro día y siempre hay algo hecho, avanzado.
Casi incendio mi tostador eléctrico. Vi caer la última llama al lavaplatos mientras intentaba apagarlo. Sentí alivio y comprendí que basta una chispa. En el camino se iban presentando los elementos, lo que tenía que ser y lo que no. Nos concentramos en mover las manos y no ir más allá, en mi caso de las plumas y la pintura. Pilar coordina, dirige, se comunica y transa. Quemar al cóndor fue una decisión que no se consensuó hasta último minuto y nunca se impuso como un imperativo categórico.
NO: ¿Cómo te das cuenta lo que debe ser y lo que hay que dejar pasar?
PQ: Las cosas que deben ser simplemente ocurren, muy cliché. Eso no quiere decir que si uno deja de hacerlas van a pasar igual sino que, si hay dificultades, éstas redirigen. Hay que dejarse llevar y no dudar. A mí por lo menos me resulta bien trabajar y hacer las cosas así, porque no tengo pretensiones de cómo debe resultar nada. Sólo quiero encontrarle sentido a las cosas por dos segundos, descubrir algo. En mi experiencia, hay que aprender a tomar decisiones rápidas, así como los surfistas logran subirse a una ola. Lo contrario sería parecido a estar manejando y viendo un mapa, eligiendo el camino que conviene más, cuando de repente la calle que te servía se te pasó y te tienes que alejar un montón para poder dar la vuelta. Se pierde tiempo pensando mucho. Si una idea me da la sensación de algo que no voy a encontrar en ninguna parte a menos que lo haga yo misma, tengo que hacerlo.
Yo sentía por un lado cariño por el pájaro y, bueno, prender fuego es peligroso de muchas maneras, sobre todo hoy en día, en la calle. Alguien ofreció bencina… comenzamos a asumir que lo debíamos hacer. El cóndor estuvo listo con todos sus detalles, justo antes de ser lanzado, justo antes de que cerraran la terraza del cerro. Nunca estuvimos apuradas, pero tampoco nos detuvimos, ni escatimamos en detalles en la construcción de algo que probablemente deberíamos sacrificar. Un sacrificio vegano.
NO: ¿Cómo te sentiste esos días?
PQ: Me sentí como que estaba en una misión secreta. Había vuelto recién de unos viajes y me estaba quedando en la casa de mis papás, que están viviendo este proceso de cambio con mucho miedo y escepticismo. No les podía contar nada, ni que estaba yendo a las marchas o que estaba trabajando en lo que posiblemente terminaría siendo una barricada en Plaza Italia. Fue una semana muy emocionante de sentir que un grupo de unas 9 personas coincidió en ese espacio y tiempo por un propósito en común. Darme cuenta de esto me llenó el corazón de esperanza en lo que podemos llegar a ser como humanos, de verdad. Esta especie de vórtice o impulso de energía que se generó me impresionó mucho y me sentí responsable… fue raro. Pocas veces he sentido eso, a la vez que me ha hecho sentir bien.

La noche siguiente a la intervención, nos juntamos a ver Los siete samurais. Antes de iniciar la película vimos dos partes del registro: cuando el cóndor baja del cerro Huelén – Santa Lucía, y cuando lo quemamos en la Plaza Dignidad. Pilar dijo varias veces que la acción le recordaba a la película Bichos de Disney, y alguien comentó que Bichos estaba inspirada en Los siete samurais de Akira Kurosawa, por lo que nos juntamos a verla y celebrar.
Desde un principio me pareció un desafío más que una recreación, sentí una secreta compasión; me preguntaba si realmente sabían en lo que nos íbamos a embarcar. Hasta el final de la película solo quedamos Sebastián Riffo y yo. La película termina con el plano de dos samurais diciendo que habían vuelto a fracasar, que los que habían ganado eran los campesinos. Ir a la referencia de la referencia es extraviarse intencionalmente. En la película no hay pájaros gigantes, pero sí un guion articulado sobre el arquetipo de la lucha de clases.
NO: Como una artista que ha trabajado y pensado mucho el espacio público, la calle, la relación de las personas con la calle, ¿cómo ves la Plaza Italia, rebautizada Plaza Dignidad?
PQ: Creo que hay que sacar de ahí a ese general Baquedano ya. Se llamó Plaza Italia por un regalo de la Embajada de Italia, la escultura que instalaron ahí que se llamaba Quimera de la Libertad. Ahora esa escultura está a un costado del Río Mapocho, casi al frente del TelePizza. La gente se reunía en torno a la Quimera de la Libertad a manifestarse hasta que la sacaron y simbólicamente pusieron orden con la escultura de un General.
Yo veo tres opciones:
- Trocar las dos esculturas. Personalmente creo apropiado devolverle su lugar a una escultura cuyo nombre es más acorde al uso de la plaza, a la vez que es una inmerecida demostración de alta piedad al General Baquedano. Si optamos por esta opción, el General queda instalado en otra parte en vez de ser eliminado.
- Hacer volar en mil pedazos al General Baquedano y poner una inmensa antena que puede ser tanto para recibir energía o proyectar la que se genera ahí, que es muchísima. Igual habría que transmutarla, por razones obvias. Puede que tengamos a una persona bailando disfrazada de Pikachu en las marchas, pero no lo estamos pasando bien; estamos furiosos y cansados y esa energía se siente.
- Hacer peatonal ese sector o tener la opción de redirigir el tránsito cuando se quiera usar para eventos masivos improvisados. ¿Qué es eso de pedir permiso para reunirse? Los carabineros de tránsito debieran tener la orden de redirigir el tránsito al darse cuenta que la gente va a usar ese espacio. Podría haber calles por debajo de la plaza; se han hecho mil proyectos para renovar ese sector, y ojalá alguno considerara esta opción. Es obvio que nos gusta reunirnos ahí… ¿cómo va a ser más fácil llenar de ‘pacos’ cada vez que esto pasa?

El jueves llegué temprano y fuimos a almorzar al mercado. Seguí haciendo plumaje de cartón, ya estaba armado el cuerpo del cóndor y una segunda ala. Ese día vino una chica joven, estudiante de arte de la Católica. Estuvo sentada dibujando unas capuchas que finalmente no se hicieron. Creo que estoy confundiendo los días, o quizás fueron más días de los que yo creo que fueron. No me cuadran los almuerzos, ni las veces que tomamos café en la cafetería del Balmaceda. Viernes y sábado falté, debía atender otras misiones y sentía la tranquilidad de ser prescindible. Había un trabajo que avanzaba, más allá del esfuerzo humano individual. Un trabajo que avanzaba, con nuestra capacidad y a pesar de ella.
El sábado 7 salí a las 2 de la tarde de mi casa para ir a ver películas a FIDOCS, en el Cine Arte Normandie. Vi Compañía, del amigo boliviano Miguel Hilari, y decidí no quedarme a la siguiente función, para vagar un rato por el centro e intentar comer algo y volver a la función de las 7. Pensé en ir un rato a Balmaceda a ayudar con el pájaro. Pero se me haría tarde para volver a la proyección de Nunca subí el Provincia, la última película de Ignacio Agüero, en la que mira un cerro que nunca sube, escribe cartas que nadie responde y en ese diálogo sordo y deseo inconsumado emerge una película, de la soledad.
Los pies me llevaron a los pies del cerro Santa Lucía. Se me ocurrió pasar a conocer el lugar donde lanzaríamos el cóndor al día siguiente. Y preguntar, si efectivamente estaría abierto el domingo 8, pequeño gran detalle. La guardia me dijo que sí, que estaría abierto hasta las 6:30. Lo comuniqué al grupo de Whatsapp “Ceremonia Cóndor – Fénix”. Nuestra idea era lanzarlo más tarde, habría que ajustarse.
Me quedaba aún un rato disponible. Le hablé a un amigo que vive cerca de allí. Pasa -me dijo- que justo estoy haciendo café. Maravilloso. Le comenté en qué andaba y me contó la siguiente historia: “El cerro Huelén tenía un prefijo que no recuerdo cual es, pero significaba ‘Donde todo se ve’, porque era un observatorio astronómico precolombino, indígena. Lo más fuerte es que Santa Lucía, el nombre que le pusieron los españoles, es el de una virgen a la que le sacaron los ojos. En el fondo, le sacaron los ojos a los indios para observar las estrellas”.[1] Guardé esta información, hasta ahora.
Cuando llegué al día siguiente, el pájaro lucía una bella cabeza y el cuerpo pintado. Almorzamos patacones. Terminamos de pintar y construir todas las partes a las 4 de la tarde. Los trajes estaban listos, los pocillos y las hierbas para los sahumerios, todos y cada uno de los elementos para montar la Ceremonia de Transmutación del Cóndor.
A las 4:15 llegó Alexis, encargado de registro. A las 4:30 cargamos en una camioneta blanca el cuerpo, el bombo, las bolsas con las herramientas para ensamblar las alas al cuerpo y otros materiales. No medimos nada, no calculamos nada, todo calzó. Los números estaban de nuestro lado.
No teníamos ninguna certeza y yo guardaba una pequeña esperanza de no quemar a nuestro amigo. Pero mi aprehensión humana no tenía lugar. Además, era un pájaro de cartón. Pero no era solo de cartón, era un pájaro de tiempo nuestro, de trabajo coordinado, de ingenio colectivo, creativo, manual, que hacía vivir a la cosa y luego la haría planear en un cerro del centro de la ciudad, sin permiso.
Nos emocionó recibir las túnicas. Pilar repartió cintas rojas para ponernos en la muñeca izquierda y un cinto más grande que sería un cinturón pero que finalmente ocupamos en el pelo. A las 5:30 comenzaron a montar las alas con listones de madera y un atornillador eléctrico. Se armó un equipo encargado de armar sahumerios. Me trencé el pelo. En la terraza del cerro hay una fuente de agua que simula una cascada. Desde la altura se ve un claro entre los árboles que deja ver los destellos de agua de otra fuente. El viento sopla fuerte y agita las llamas cosidas al ruedo de nuestros ponchos.
La gente se acerca, nos toma fotos, les alegraba vernos. Lo reciben bien y es reconfortante. Nos da valor. Pasa una guardia y nos avisa que estamos en la hora. Estamos listas. Lo posicionamos. Dos cuerdas arriba lo sostenemos. El resto baja. El bombo, los silbatos, los sahumerios encendidos que olían a laurel, romero y lavanda.
Tres abajo toman el resto de las cuerdas. Lo jalan y nosotras vamos soltando y sosteniendo a la vez. Despega y queda suspendido en picada. Se hace imposible no tomarse una de las vías de la calle para poder darle el ángulo necesario para que logre un aterrizaje digno. Logramos mantener un equilibrio oscilante. Coordinación, fuerza y resistencia. El cóndor planeo. Descendió.
La panza finalmente tocó el suelo. Bajamos corriendo a recoger nuestras antorchas y los pocillos con sahumerios para sumarnos al grupo que había decidido comenzar una procesión espontánea en contra del tránsito, con el pájaro gigante sobre los hombros. Marchamos con nuestras llamas de cartón y sahumerios que no terminaban de encender bien al ritmo del bombo.
Alguien sugirió que nos subiéramos a la vereda. “Siempre calle”, sentenció otro. ¿Dónde terminaría todo? ¿Dónde lo quemaríamos? “En el metro”, dijeron quienes lo cargaban. Cuando íbamos llegando a las ruinas de la estación Baquedano gritaron desde atrás: “Vamos a dar la vuelta a la plaza primero”. Era buena idea. Descubrí que si agitaba el sahumerio el fuego revivía.
Todo estaba sucediendo a la vez. Llegando al final de la rotonda, una barricada recién nacida parecía esperar nuestra ofrenda. Miramos el fuego, miramos el pájaro. Nos miramos.
¿Ahí?
¡Ahí!
Posamos con cuidado el ave, sobre la pequeña fogata hecha de ramas. Poco a poco se comenzó a encender. La gente aplaudía. Nos quedamos ahí, mirando el fuego como encendía la base del cuerpo. Una lata de cerveza se asomaba debajo del pecho que también ardía. Finalmente, se encendió la cabeza y, consumiéndose rápidamente, se desplomó. Una pequeña turba irrumpió vociferando y cargando un muñeco de Piñera entre varios, dirigiéndose directo al fuego. Lo lanzaron con violencia sobre las llamas, sobre nuestro pájaro agonizante y comenzaron a gritar “¡a-se-sino! ¡a-se-sino!”.
El rito ceremonioso de transmutación interrumpido por el ajusticiamiento.
Pero no olvidar que el cóndor es un ave de Los Andes que se alimenta de cadáveres.
NO: ¿Qué piensas sobre esto Pilar?
PQ: No lo había visto así, la gente le tiró la cóndor a Piñera como carroña. Alucinante. Eso ocurrió en ese plano de realidad simbólica. Fue un final muy potente de la ceremonia, porque quienes participamos estábamos todos muy compenetrados con lo que estábamos haciendo, sintiendo el olor de los sahumerios que llevábamos, pensando qué estábamos haciendo. Al menos yo me sentía en paz, haciendo las cosas bien, no pensando todavía en lo poco habitual que es ese sentimiento. Y bueno, la ceremonia terminó así porque ese es el estado de las cosas. Hay temas pendientes, Piñera representa eso, y que apareciera así en la ceremonia es evidencia de eso.
NO: ¿Qué particularidades simbólicas puedes identificar en el binomio Cóndor-Fénix? Y se habló en algún momento también de La Cóndor, porque no le hicimos cresta. Es decir, una hembra.
PQ: El cóndor, como símbolo, podría referirse a la ecología y al feminismo… lo pienso luego de haber hecho la acción en la que buscamos resignificarlo como tal. Es un ave magnífica que en tiempos precolombinos era considerada sagrada. Con el tiempo, pasó a ser un símbolo patrio que nada tiene de místico ni de poético. Es uno de los dos animales del escudo nacional de Chile, junto con el huemul, como podrían haberlo sido el puma y la chinchilla. Tú le preguntas a alguien y le parece un símbolo facho. Pero es un pájaro, puede significar cualquier cosa o nada.
Al quemar la representación de un cóndor le damos otra oportunidad como símbolo. Y no un cóndor, sino, como dices, una cóndor. Las cóndores, supe, llegaron a un acuerdo tácito con su pareja para turnarse para empollar para que ambos pudieran salir a cazar (o sea, qué onda eso), y comen carroña, o sea, que no matan, sino que recuperan y reciclan… ¡Genial! Solo que tienen tan mala fama como la tenemos las mujeres muchas veces. Todo lo que decimos parece ridículo y exagerado, ¿por qué pasa eso? Me contaron el mito de Casandra y me hizo sentido. Es largo de contar, pero Casandra obtiene poderes de adivinación, pero al mismo tiempo es condenada a que nadie le crea.
Siento con alegría la libertad de replantearme todo como un ejercicio creativo y de subversión subliminal y me pareció lindo darle una vuelta a lo del cóndor como símbolo. Debíamos buscar un buen lugar para hacer que volara, y ya que el departamento de tu amigo cerca del Santa Lucía no se podía usar, se nos ocurrió por cercanía hacerlo frente al mural en homenaje a la Gabriela Mistral, quien lanzó esa célebre frase “Menos cóndor, más huemul”. Fue divertido hacerlo ahí, sentí que Gabriela estaba presente.

Al terminar la acción-ritual, fuimos a descansar a una sala secreta en el subterráneo del GAM. El amigo de la bencina llegó tarde, después de la ceremonia. No logramos encontrarnos y no fue necesario el combustible. Pero se rumoreaba que además nos había traído unos panes, sin gluten, hechos por él mismo. Salimos nuevamente a la superficie para encontrarlo. Corría viento y las túnicas nos abrigaban. Logramos reunirnos con el amigo, nos sentamos debajo del pez gigante de mimbre y comenzaron a repartirse unos panes-arepa, cubiertos con salsa de betarraga y zanahoria, queso derretido y una rodaja de zapallo italiano. Los números nuevamente estuvieron de nuestro lado.
Ceremonia de Transmutación del Cóndor es una intervención-ritual, parte de la serie Ceremonia del Fénix Imposible, realizada por la artista visual chilena Pilar Quinteros, cuya primera versión se realizó el 8 de marzo del 2018 en Kennington Park de Londres, y que durante el 2019 tuvo lugar en el Cerro Huelen-Santa Lucía, y la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia), en Santiago de Chile, y que contó con la contribución de Estrella Esperanza, Sebastián Riffo, Constanza Alarcón, Carolina Castro, Pabla Ugarte, Rocío Chávez, Cristián Inostroza, Alexis Llerena, Camila Simon, Daniela Sepúlveda, Eloísa Nieto, Paula Hernández, Naomi Orellana.
[1] Referencias: https://youtu.be/1ybKmrejLg0 https://youtu.be/0yNDiX1TofQ
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