CARIBBEAN FUTURE. CONVERSACIÓN CON MARÍA ELENA ORTIZ
“Casi nadie piensa en el Caribe cuando se habla del futuro, quizás porque todos piensan en palmeras meciéndose al viento y playas idílicas, cocteles con ron y buena vibra…”. Así anuncia el texto Bailando por el Apocalipsis: Una mirada al futuro del Caribe a la luz del pasado, del escritor, músico y realizador de Barbados, Jason Fitzroy Jeffers. A ello habría que agregar la imagen del “Caribe arrasado” por las fuerzas de ciclones y huracanes.
Teniendo en cuenta el número de exhibiciones sobre el Caribe enfocadas en sus historias pasadas y presentes, The Other Side of Now: Foresight in Contemporary Caribbean Art (Más allá del ahora: Una mirada al futuro del arte contemporáneo caribeño), curada por María Elena Ortiz y Marsha Pearce, en el Pérez Art Museum Miami (PAMM), aborda el Caribe como un experimento de posibilidades basado en el tiempo. A partir de la interrogante ¿cómo podría ser el futuro en el Caribe?, catorce artistas fueron invitados a desarrollar obras que desafían los imaginarios de exuberancia, primitivismo, sexualidad, paraíso tropical y catástrofe que han definido la región.
En esta entrevista, María Elena Ortiz (Puerto Rico, 1984) habla sobre su trayectoria curatorial, las plataformas de visibilidad y el futuro del Caribe en el contexto de la exhibición.
Aldeide Delgado: Exhibiciones como At the Crossroads: Critical Film and Video from the Caribbean (2014), VideoIslands (2014) y recientemente The Other Side of Now: Foresights in Contemporary Caribbean Art evidencian el desarrollo de una investigación orientada a la ruptura de una definición lineal y homogénea del Caribe. ¿Cómo se expresa esta radicalidad desde tu práctica curatorial?
María Elena Ortiz: Voy por lo que me atrae, pero mi aproximación está influida por mi trasfondo personal, que es diverso y no lineal. Soy afrolatina nacida y criada en Puerto Rico, un lugar que nunca experimentó un verdadero poscolonialismo. Trabajando desde Miami he podido adelantar y ampliar el discurso del arte latinoamericano y caribeño en conexión con los movimientos de arte latinx y negro, e incluir voces y diálogos que tradicionalmente habían quedado excluidos. Este radicalismo se hace patente en los temas que me interesan para proyectos expositivos y programas públicos, así como en materia de adquisiciones para el museo, pero más que nada en mi estilo de escritura, donde a menudo inserto alguna narrativa personal. En este sentido, pienso que mi práctica curatorial implica un deseo de expresar mi punto de vista mediante estrategias que me faciliten el discurso, ya sea insertar el elemento personal o el tropo de una pregunta, como en The Other Side of Now. Aspiro a un equilibrio entre forma y contenido que refleje mi autenticidad.
AD: La atención a las prácticas de video ha sido un elemento de interés en tus investigaciones. En The Other Side of Now, artistas como Andrea Chung, Cristina Tufiño y Deborah Jack problematizan a través de este medio el legado colonial, el estado de vulnerabilidad al cambio climático, y las nociones contradictorias de abandono y esperanza. ¿Podrías comentarnos cómo ha contribuido la producción audiovisual a la narración crítica de las problemáticas que dominan la región?
MEO: Los artistas dan visibilidad a situaciones complejas que afectan a la región, crean espacio para diálogos muy necesarios. Por ejemplo, una de las primeras obras que me impresionó de manera contundente fue Vela Parking Services (2004), donde Jesús “Bubu” Negrón creó una corporación ficticia para deambulantes (muchos de ellos adictos a la heroína) en el área del Viejo San Juan, en Puerto Rico. Allá en la isla el problema de la adicción a la heroína te impacta en tu cotidianidad. Recuerdo que la primera vez que vi a un adicto inyectándose iba en el auto con mis padres a casa de mis abuelos. No estaba segura de lo que era aquello exactamente, pero lo vi desde el auto en una calle principal, un hombre sentado bajo un árbol enterrándose jeringuillas en el brazo. Para buscarse la vida, los adictos “te velan el carro” cuando te estacionas en ciertos vecindarios. El proyecto de Bubu implicaba dar a estas personas un “empleo oficial” para visibilizar su función dentro de un panorama social, a la vez que evidenciaba los mecanismos de sustentabilidad para los usuarios de drogas. El arte puede representar problemas sociales que con frecuencia no se abordan en otros ámbitos.
AD: ¿Cuáles han sido los mayores desafíos que has experimentado para acercarte como curadora e investigadora al Caribe?
MEO: Pienso que, para cualquiera que se interese en este tipo de investigación, la información está disponible. Durante décadas ha habido gente que trabaja estos temas, de modo que mis investigaciones están apoyadas en otras. Entonces me parece que es fácil localizar a los actores clave y entablar un diálogo, sobre todo valiéndonos de la internet. En términos de verdaderos desafíos, he tenido que crearme un espacio profesional propio dentro de un panorama que no incluye a mucha gente que tenga mi apariencia (o la tuya). Creo que ese ha sido mi mayor desafío. Por ejemplo, en Centroamérica y el Caribe se me han acercado creyendo que soy prostituta solo por el color de mi piel. Si a esto añades el “factor femenino”, luchar contra todos esos estereotipos puede ser duro a veces. Pero cada vez que me siento desanimada hablo con mi familia o pongo música tropical de Héctor Lavoe, Bad Bunny o Daddy Yankee y me recuerdo a mí misma que soy “una callejera, street fighter”, jamming con Calle 13.
AD: Existen varias plataformas que contribuyen a una mayor visibilidad del Caribe: la Beca CPPC para Viajes de Investigación Curatorial en Centroamérica y el Caribe -que recibiste en el año 2014-, Caribbean Art Initiative, previamente Davidoff Art Initiative, y Tilting Axis, por citar solo algunas. ¿Cómo evalúas el estado de las investigaciones sobre el Caribe y su visibilidad en la región? ¿Hasta qué punto las estructuras generadas no reproducen o responden a dinámicas colonizadoras?
MEO: Creo que estas iniciativas son fantásticas, y han sido de gran beneficio para mis propias investigaciones, como cuando recibí la beca de viaje de la CPPC. En la región, las plataformas y los espacios alternativos muchas veces funcionan como sitios oficiales de exposición cultural. No es el caso en todos los países e islas, pero ciertamente es una dinámica importante que hay que reconocer y que no es nueva en el Caribe. En 1984 se estableció la Bienal de La Habana, que ayudó a vincular la producción cultural de la región, y también se fundaron otros espacios en Puerto Rico y Trinidad. Dicho esto, creo que ahora mismo estamos presenciando una saludable proliferación de estas estructuras que han realzado la visibilidad de los artistas de la región y sus diásporas. Hay interés en crear intercambios con artistas caribeños de distintas regiones, de relacionar a la gente del Caribe de habla española, inglesa, holandesa y francesa. Creo, en efecto, que necesitamos concentrarnos más en la sustentabilidad y en la historia, articular las historias del arte que tienen presencia en la región, incluir una diversidad de voces. Es un área por la que todos podemos hacer un mayor esfuerzo.
En muchos aspectos, estas iniciativas sí reproducen dinámicas coloniales similares, sobre todo en lo referente al financiamiento. Claro que cada caso es diferente, pero generalmente hablando, no creo que esto sea intrínsecamente negativo. Poniendo lo del financiamiento aparte, me parece importante que los profesionales que dirigen esas plataformas sean inclusivos, que contribuyan a la autonomía de los artistas y profesionales del Caribe y sus diásporas. Eso es lo que posibilita la verdadera transformación del pensamiento.
AD: En términos de contribuir a una indagación de las manifestaciones artísticas del Caribe, considero que el PAMM está ejecutando pasos sólidos. ¿En qué medida la fundación del Latinx Art Fund y la celebración en el museo de los festivales The Third Horizon y Tout-Monde sientan las bases para el establecimiento del Caribbean Art Center anunciado desde 2018? ¿Qué programas desarrollará este centro de estudios para estimular el diálogo con las prácticas artísticas de la región?
MEO: En el PAMM estamos comprometidos a fomentar el arte moderno e internacional, y dado nuestro contexto, aspiramos a ser los mejores en la presentación de obras latinoamericanas, caribeñas, latinx y afroamericanas, así como de la diáspora africana. Como institución, tenemos el compromiso de reaccionar ante nuestro contexto, de mantener el diálogo. Todos estos programas tienen ese propósito y demuestran el interés de nuestra comunidad local y nuestros aliados regionales. El otro aspecto de estas iniciativas, igualmente importante pero no tan obvio, es que estamos cimentando la estructura de la institución para que, en el futuro, cuando ya no trabajemos allí, otros continúen estos proyectos como parte integral del PAMM.
Ahora mismo, estamos en proceso de establecer el Caribbean Art Center, un centro de arte caribeño. Es una plataforma que encapsula todas nuestras exposiciones y programaciones sobre el Caribe, y que además adelantará el discurso a través de nuevas investigaciones y un ámbito de acción más amplio. Todavía no quisiera divulgar demasiado sobre esto, porque pronto haremos un anuncio oficial.
AD: Es una estupenda noticia. Regresando a The Other Side of Now: Foresights in Contemporary Caribbean Art, la muestra asume como propuesta curatorial la imaginación del futuro caribeño. ¿Cómo se inserta este proyecto en tu trayectoria de investigación?
MEO: Para mí este proyecto se trata de la autonomía individual, lo cual encuentra eco en lo que soy como persona y como curadora. En el aspecto práctico, comenzó con una conversación que tuve con la Dra. Marsha Pearce durante la primera Tilting Axis en 2015 en Barbados. Así que surgió a través de la red de contactos de la región. El proyecto también sigue desarrollando otros aspectos de mi pensamiento particular. Por ejemplo, en el pasado he invitado a escritores de ficción a que colaboren en los catálogos, y para este libro he invitado a YOSS, Rita Indiana y Aja Monet.
AD: En la exhibición participan catorce artistas: Deborah Anzinger, Charles Campbell, Andrea Chung, Hulda Guzmán, Deborah Jack, Louisa Marajo, Manuel Mathieu, Alicia Milne, Lavar Munroe, Angel Otero, Sheena Rose, Jamilah Sabur, Nyugen Smith y Cristina Tufiño. ¿Qué referentes teóricos y/o categorías estéticas definieron el desarrollo de la exhibición y marcaron la selección de artistas y obras?
MEO: Marsha y yo teníamos interés en una exposición que desafiara en cierto modo la trayectoria de las exposiciones de arte caribeño, que a menudo presentan pastiches. Es por esto que el proyecto comienza con una pregunta. En términos de la teoría, mi concepción estuvo permeada por el pensamiento de figuras como Édouard Glissant, George Lamming, Kamau Brathwaite, Antonio Benítez Rojo y Beatriz Llenín-Figueroa. La selección de artistas fue ardua, máxime porque hay tantos artistas excelentes. Escogimos a los que estimamos que ya estaban trabajando en la ruta propuesta y a otros que deseábamos integrar a la conversación.
Por supuesto, había limitaciones de espacio y queríamos contar con representación de ambas partes, los locales y la diáspora, sobre todo pensando en el Caribe como espacio posnacional. Quizás una buena ilustración de la idea sea la temporada de huracanes de 2017, cuando la ayuda de la diáspora fue claramente una influencia importante. La idea de lo posnacional resulta crucial; tenemos que reconocer el papel de la diáspora en la construcción del discurso local. Incluso en términos de las iniciativas que mencionábamos en tus preguntas anteriores, las voces de la diáspora ya están presentes y son parte integral de esos proyectos. La temporada de huracanes de 2017 ciertamente también impactó mi manera de pensar el tema de la autonomía.
AD: Desde el #AfroFuturismo, #IndigenoFuturismo, y en este caso apuntaría al #CaribeFuturismo, ¿cómo imaginas las sociedades caribeñas en el futuro?
MEO: The Other Side of Now aborda esa interrogante, y espero que puedas escuchar las respuestas de los demás cuando veas la exposición y el catálogo. Por mi parte, en el futuro imagino unas redes de contacto artístico robustas y sustentables, así como prácticas curatoriales que activen narrativas con frecuencia excluidas de lo que ha sido el arte latinoamericano y caribeño.
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