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“LA CONDICIÓN DE ESTAR AQUÍ”. 16° SALÓN REGIONAL DE ARTISTAS DE COLOMBIA

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La historia de los Salones Regionales de Artistas tiene su origen en 1976 cuando se advirtió la necesidad de descentralizar el circuito artístico para diversificar las dinámicas participativas en las exhibiciones de arte de Colombia. Los Salones Regionales fueron por mucho tiempo una especie de “materia prima”, como los llamó la artista Beatriz González, de la cual derivaba el componente expositivo de los Salones Nacionales hasta que se dio nuevamente un cambio de perspectiva con la independencia definitiva de estos eventos, desvinculándose completamente del Salón Nacional. Se puede leer en la página del Ministerio de Cultura que los Salones Regionales de Artistas se han constituido en uno de los programas de mayor relevancia dentro de la activación del campo artístico en todas las regiones de Colombia.

Progresivamente se han convertido en un recurso para representar y recrear las culturas regionales, propiciar la descentralización y hacer visible la diversidad cultural que caracteriza al país. Los Salones Regionales son considerados como el canal para desarrollar un programa que incida en los distintos componentes del campo artístico, al tiempo que se basan en una concepción que procura lograr una construcción cultural y política colectiva.

“Proponemos un salón que piense la región desde la experiencia”, expresaron los curadores del actual Salón Regional zona Centro Occidente. El proyecto curatorial La condición de estar aquí, propuesto por Daniela Argüelles Gómez, Andrés Felipe Gallo y Beatriz Amelia Mejía, se interroga por lo que constituye estar en un lugar, entender el contexto y desarrollar una relación de empatía con las personas originarias de esos territorios, compartir sus costumbres e intercambiar experiencias que nutran los procesos personales de los artistas, “proponiendo un relato que considere lo tangible -ya sea móvil o anclado a la tierra- como lo intangible de las relaciones, colaboraciones e intercambios de los hombres entre sí y con la naturaleza”, donde el problema conceptual está ligado específicamente a la noción de territorio. Así, “lo relevante no son una serie de obras específicas que se relacionan con algún marco teórico, sino las mismas preguntas que los artistas y las comunidades se están haciendo para movilizar sus prácticas y encontrarse”.

Esta versión del 16SRA zona Centro Occidente contó con la participación de 35 artistas de los departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y Risaralda, quienes abordaron sus proyectos desde diferentes metodologías de trabajo, así como particulares formas de relacionarse con el entorno, reflexionando sobre las implicaciones sociales y culturales que les permitieron reconocer unas “políticas de territorialidad” para desarrollar sistemas de relaciones que se formalizaron desde unas estéticas sociales (no necesariamente hablamos aquí de arte social), que demandaron y exaltaron el carácter ético y humano que debería constituir cualquier manifestación en el arte. Se realizaron así 16 residencias donde participaron 21 artistas y colectivos quienes entre los meses de junio y agosto llevaron a cabo sus estancias en medio de diversas realidades y condiciones geográficas, acogidos en casas de familias, fundaciones, centros comunitarios, refugios o habitaciones alquiladas por los mismos participantes. Por otra parte, cuatro artistas estuvieron vinculados a un componente de formación y 10 artistas fueron invitados a participar con obras ya realizadas.

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COMPONENTE EXPOSITIVO 

Para esta versión se presentaron los resultados de las diferentes metodologías de producción en tres espacios de la ciudad de Pereira: la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), el Centro Colombo Americano y una bodega (La Bodega 16SRA) ubicada en la Avenida 30 de agosto. La inauguración se llevó a cabo el pasado 14 de septiembre donde se propuso un conversatorio de apertura en la Universidad Tecnológica de Pereira para iniciar el recorrido por las salas expositivas; allí, algunos artistas compartieron sus percepciones sobre las experiencias y los procesos desarrollados, así como un par de intervenciones por parte de las curadoras donde agradecían el gran esfuerzo y la dedicación que todos habían aportado para la concreción de lo que pueden ver los espectadores que, como los mismos participantes asumen, es solo un pequeño fragmento de procesos y experiencias que siempre se quedarán por fuera del dispositivo de exhibición.

Una intervención de la artista Ana María Mejía MacMaster en las escalinatas de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la UTP titulada All present is past da la bienvenida al público que visita la muestra. La intervención consiste en una obra in situ que juega con la luz natural y las sombras proyectadas que fueron marcadas por la artistas como registro y huella del tiempo y su paso.

En esta sala se encuentran los trabajos de Natalia Pérez, Alejandro García, Jansel Figueroa, Angélica Teuta, Francisco Peláez, Fernando Valencia, Sonnia Yépez y Andrea Ospina.

Es propio destacar que en los tres espacios expositivos encontramos una combinación de metodologías de trabajo que integran resultados de residencias, proyectos colaborativos, obras invitadas y dispositivos pedagógicos que proponen mantener el equilibrio y la imparcialidad entre todas las obras exhibidas en cada uno de los componentes que integra el Salón Regional.

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En la sala de exposiciones del Centro Colombo Americano se encuentran las obras de los artistas Gabriel Botero, John Mario Ortiz, Felipe Florez, y el colectivo Riveradelosríos conformado por Mauricio Rivera y Luna Aymara de los Ríos.

Gabriel Botero, quien realizó una residencia en la vereda La Soledad, presentó el proyecto Cateo, un conjunto de piezas acompañadas de una video instalación que reconstruyen las leyendas originarias sobre esta práctica. “En guaquería, el ‘cateo’ es la acción de revisar el suelo con una media caña, con el objetivo de encontrar cambios en los estratos del suelo que señalarían la presencia de una tumba o entierro”.

Por su parte, el artista John Mario Ortiz presentó la instalación escultórica Nivelaciones (Siembras Nocturnas), una propuesta que hace parte del componente de obras invitadas. La instalación tiene una importante presencia en el espacio del Centro Colombo Americano y está inspirada en los dibujos de nivelaciones de plantas realizados por el científico granadino Francisco José de Caldas. La obra se construyó a base de mesas apiladas, lámparas de escritorio y lentes de aumento. En ella, es justo resaltar que las características físicas del espacio arquitectónico, la experimentación con luces y lentes, las referencias y el contexto específico donde se entrelazan narrativas de la historia y de las ciencias tienen como propósito explorar las relaciones entre la producción del conocimiento y los contextos particulares donde este se genera.  

Por otra parte, la obra presentada por Felipe Florez es el resultado de su residencia en algunas veredas aledañas a Calarcá. La Espada y La Pluma gira en torno al robo de la espada de El Libertador. “Con el robo de la espada de Bolívar el M19 pretendió desenterrar los ideales bolivarianos en un afán por renovar la lucha guerrillera en Colombia; sin embargo, aunque los 17 años de lucha urbana y rural del grupo insurgente han sido ampliamente documentados, hay una historia que aún se encuentra envuelta en muchas preguntas: la historia de la espada”. Lo particular en la obra de Florez radica en que señala cómo los nombres de tres poetas importantes aparecen ligados a la historia del robo: Nelson Osorio, León de Greiff y Luis Vidales. En el proyecto se hace la pregunta de si es posible acceder a las experiencias de un hecho histórico desde los textos poéticos de sus protagonistas. Para intentar responder a ello, el artista propone dos estrategias: la realización de lecturas alternativas de los textos y la transformación de esos mismos textos aprovechando herramientas propias de las nuevas tecnologías.

Finalmente, el proyecto que propuso el colectivo Riveradelosríos se compone de una intervención en el suelo de la sala que consiste en la pintura de tres franjas de color -amarillo, blanco y verde- sobre las que se apilaron una serie de plegables que contenía un código QR que nos traslada virtualmente a lo esencial de la pieza: una obra de contenido web que podemos explorar en www.riveradelosrios.com donde encontramos un statement que enmarca los propósitos y las vías de esta propuesta y sus posiciones frente a los conceptos curatoriales, así como una serie de videos, fotografías y registros de experiencias y experimentaciones visuales.  “(…) la pregunta curatorial tiene mucho que ver con la vida, y se encuentra antepuesta a cualquier otra pregunta que se quiera hacer en torno al arte; sin embargo, vimos que son planteamientos que se banalizan con trámites y diligencias, cuando todo finalmente pasa por la institución gubernamental que regula este ejercicio”.

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El componente expositivo se completa con la muestra adaptada en La Bodega, en la Avenida 30 de agosto, la cual contó con un mayor número de artistas y obras. Allí se encuentran los proyectos de María Isabel Rincón, Nadina Marquisio y Laura Martínez, Kamel Ilian, Ana María Álvarez, Juan David Henao, Ángela Maya, Lindy Márquez, Andrés Felipe Valencia, Vladimir Cortés, el Colectivo Tejedoras -compuesto por Daniela Hoyos, Yamile Tafur y Leidy Baena-, Ana Cristina Berrío, Catalina Toro y Luz Quiceno.

Asimismo, cinco proyectos especiales destacaron el carácter colaborativo, procesual, experimental y por supuesto relacional que también ha marcado el Salón desde su pregunta por el habitar y el territorio, con propuestas como Morada y Memoria, del artista Andrés Felipe Valencia, un proyecto cuyo título es homónimo del texto de la antropóloga Rossana  Cassigoli, y que aborda el tópico de la memoria simbolizada en la morada y el morar humanos, explorando en conjunto los vínculos hermenéuticos, antropológicos y poéticos que existen entre ellos. Dentro de los proyectos especiales también fue desarrollado un laboratorio de creación colaborativa titulado Guía didáctica para situarse en un lugar, de las artistas Andrea Zúñiga y Aixa Echeverry; Habitar el paisaje, de Carlos Mario Vera; Puerto Resiste, de David Aronnax y realizado con la comunidad de San Isidro; y El río arrastrando la montaña al mar, una obra de sitio específico del artista Gustavo Toro en el marco de su residencia en Puerto Triunfo.

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PERCEPCIONES SOBRE EL SALÓN

Frente a la pregunta sobre las dinámicas desarrolladas para llevar a cabo el evento, varios artistas manifiestan que desde que el Salón Regional de Artistas dejó de funcionar como antesala de los Salones Nacionales, el cambio generó tanto la transformación de las dinámicas expositivas con la inclusión de los proyectos curatoriales seleccionados por convocatoria, así como una marcada diferencia en el nivel y la calidad de las piezas que se exhiben en estos eventos. Frente a esto, los curadores de La condición de estar aquí reconocen que el ejercicio de la curaduría en un evento de esta magnitud produce algunas satisfacciones, pero también agotamiento e, incluso, cierto descontento personal. “No he logrado todavía salir de un ejercicio curatorial sin sentirme agotada y sin que ese cansancio genere preguntas o cambios importantes. Es posible que este cansancio responda a las circunstancias, porque hasta ahora no he tenido un trabajo en el que ser curadora no implique al mismo tiempo una multiplicidad de tareas no relacionadas, con presupuestos limitados y sin infraestructura: como curadora independiente ganadora de convocatoria municipal, como curadora del Museo de Arte de Pereira, como curadora del 16SRA. Pero así también es probable que surja del mismo proceso natural del aprendizaje, al que simplemente se le debe tiempo”, reflexiona Daniela Gómez.

Por su parte, Andrés Felipe Gallo agrega que ha percibido gran dificultad en el proceso de ser curador del 16SRA, sintiendo que las entidades administradoras de los recursos descargan conscientemente grandes responsabilidades sobre las que podrían dar más apoyo, al tiempo que los recursos son insuficientes. “Al final, la experiencia de haberlo logrado es increíble, pero ha cobrado un costo alto para la vida personal de cada uno”, afirma.

A partir de estas consideraciones, es necesario que aclaremos que no se trata de desconocer los recursos humanos y económicos que se han posibilitado y mucho menos desmeritar el trabajo de todos los que con esfuerzo han trabajado para hacer posible esta versión del Salón Regional. Sin embargo, sí que es justo señalar algunos puntos que vayan más allá de la típica y a veces poco honesta complacencia sobre las cosas, máxime cuando las opiniones coinciden en que hace falta más apoyo a estos eventos en tanto que, según como operan los Salones Regionales, “el Ministerio de Cultura delega una responsabilidad que es suya sobre un grupo de individuos que ganan una convocatoria como personas naturales para proponer una investigación curatorial. La gestión de recursos y patrocinios para los salones regionales entre las administraciones departamentales y municipales es otra de las tareas en las que considero que el Ministerio de Cultura debería tomar acción, más allá de formular invitaciones a reuniones, proponiendo escenarios oficiales de gestión y debate que eleven el apoyo a una categoría de compromiso, teniendo en cuenta que los directamente beneficiados son los respectivos departamentos de cada región”, dice el curador.

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De manera justa, el actual Salón Regional de Artistas zona Centro Occidente La condición es estar aquí es un evento que reunió un gran esfuerzo por parte de sus organizadores, del equipo curatorial y por supuesto de los artistas que estuvieron dispuestos a colaborar y afrontar los retos propios de una experiencia que nació como un experimento. Para el artista Alejandro García era preciso desarrollar las propuestas con un “espíritu aventurero” para asumir el reto de las residencias que propuso la modalidad del Salón, por lo tanto, algunos artistas pudieron sentirse desubicados y les fue más difícil conectarse con el propósito. “Lo que valoro de esta experiencia es cómo La condición de estar aquí modificó cosas en mí (…), rescató la perspectiva del artista; me parece muy importante la experiencia de los artistas en esas condiciones”. Asimismo, la artista Lindy Márquez subraya que La condición de estar aquí “significó un cambio al imaginario preestablecido de Salón Regional de Artistas (dado por sus anteriores versiones), al desafiar la condición de obra y privilegiar la experiencia. De esta manera la obra dejó de ser un resultado dirigido por un eje curatorial y se disolvió entre caminos, recorridos, tiempos, encuentros con personas, animales, especies naturales, costumbres, historias, sentimientos y maneras de habitar en un lugar específico de la zona Centro Occidente”.

Felipe Florez atestigua que el proyecto fue algo ambicioso pero que logró superar todos los obstáculos, señalando de manera positiva que los curadores no mostraron esa posición de jerarquía que asumen algunos en esta práctica, en tanto que siempre conservaron una relación muy abierta y paralela, propiciando que todo fuera mucho más tranquilo y coherente, tratando con mucho respeto las obras y permitiendo que los artistas desarrollaran sus trabajos.

Para finalizar, la artista Yamile Tafur, integrante del Colectivo Tejedoras, ha visto que el Salón fue una oportunidad para ampliar sus experiencias humanas al compartir con una comunidad que le llevó a tejer relaciones que le permitieron comprender las dinámicas del territorio. “Desde mi punto de vista el Salón muestra no unos resultados sino unas inquietudes que ya llevan trabajándose de tiempo atrás en diferentes contextos y, al tener los artistas la oportunidad de vivir este intercambio cultural, las obras presentadas evidencian procesos en algunos casos y puntos de partida en otros que derivan en distintas formas de preguntarnos por el territorio”.

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Ursula Ochoa

Vive y trabaja en Medellín-Colombia. Magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia, donde obtuvo la Beca de Facultad. Tiene un pregrado en Artes Plásticas, estudió Periodismo Cultural y Crítica de Arte, Estética y Teoría del Arte del siglo XVIII en la Universidad de Cádiz, y ha estudiado sobre el pensamiento Estético en Friedrich Nietzsche y Aby Warburg en la Universidad Nacional de Colombia. Recibió la Mención Honorífica en el concurso de Ensayo sobre las Bienales de Arte de Medellín organizado por el periódico El Mundo y la Fundación Ángel Gómez en el año 2018, y en el año 2020 recibió el premio al mejor libro de ensayo “Una crítica incipiente”, con la editorial independiente Fallidos Editores.
Fue crítica de arte para la sección Palabra y Obra del periódico El Mundo (2013-2020), y curadora editorial de la revista EXCLAMA durante la realización del libro sobre arte contemporáneo colombiano PUNTO en el año 2019, donde también se desempeña como escritora de manera habitual. Actualmente escribe para la sección de Cultura de El Espectador, y se desempeña como asesora de proyectos de arte, curadora independiente y es cofundadora del proyecto Korai Art, una plataforma para la visibilización y venta de obras realizadas por mujeres artistas en Colombia.

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