
JOSÉ PEDRO GODOY. SOMBRAS
Un grupo de muchachos semidesnudos apuntan sus armas hacia una pareja de amantes. Ninguno dispara. Los candelabros, cisnes y rosas a su alrededor los coronan en una postal macabra. Todos los personajes están suspendidos en un interior oscuro, como si levitaran (aunque pesan). La luz en el interior es dirigida y proviene del exterior, del lugar que nosotros ocupamos como espectadores. Los cuerpos aparecen nítidos y nos hacen pensar que están exageradamente expuestos.
Otra pareja de amantes, esta vez ensangrentados, se abrazan junto a un auto estrellado y en llamas. Nuevamente una luz que pareciera venir de más allá de la escena los expone y hace que su sombra se extienda como una mancha por el pavimento. Ni el cielo que domina el fondo ni el incendio a sus espaldas parece incidir en sus cuerpos. José Pedro Godoy ha reservado una luz especial, distinta a la natural, para fijar nuestra atención en ellos. Esa luz es la del artificio.
Hay algo brutal en Animales salvajes, las pinturas que el artista expone en La Fresh Gallery de Madrid. Algo que remite a la tradición del nocturno y el tenebrismo, y tiene que ver con la escenificación de la violencia a través del uso de la luz. Cuando un foco de emisión fría expone algo, también explora las posibilidades de su negativo, la sombra. Trae a presencia lo que queda en las tinieblas.
Godoy parece haber superado el vértigo de la proximidad entre un cuerpo y otro para desafiar un nuevo límite: el abismo de lo oscuro o lo oculto, o lo que queda sin forma. En sus escenas sorprendemos a los amantes, a los animales y a la naturaleza haciendo algo secreto. Y lo hacemos a través de una luz cruel.
Así, la mirada del espectador se hace cómplice. Nuestros ojos se transforman en linternas buscando una presa en un bosque o focos policiales exponiendo un acto clandestino. Pero ahí, junto a la violencia, hay una reserva: la ternura.
Las manos aferradas a una entrepierna o pellizcando un pezón son extrañamente similares al gesto con que un cisne busca a otro. El lomo de un leopardo abriéndose paso entre orquídeas y tradescantias se parece a esos dos cuerpos que están a punto de acoplarse en el agua. Y en la promesa de ese encuentro hay algo tibio y amoroso. Una intimidad que apacigua la luz glacial.
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