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Alejandro Leonhardt:341 Pasos

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Por Francesco Giaveri

Nosotros nunca terminamos nada (1)

“El solar no se emplea en estos momentos para fines productivos, salvo para generar vegetación. Podríamos hablar de más de un millar de filamentos de variados pesos, que bajo un rigor propio se desenvuelven a diversos ritmos e intensidades. Ideología solo atribuible al viento. Son la cara visible del solar: sus propietarios. Tal antecedente no resta a que el terreno haya sido delimitado, o más bien cercado, por basura. Este último, un termino reduccionista para referirse al infinito. La basura a simple vista luce más variada que la vegetación, aunque posee un aspecto más fatigoso y depresivo, en ciertos casos trasnochado y maloliente. Esto no excluye que tanto la vegetación como la basura sean partícipes de la gravedad, que a todos nos trata por igual, y descansen en el suelo junto al peso del polvo que ha resistido al mismo polvo”. Así Alejandro Leonhardt describe el solar que se ha convertido durante dos meses, primero en su coto de caza y luego en su taller. Este solar dista 341 pasos de la galería que ahora acoge su exposición.

La basura es una masa cuyo contenido ya no tiene nombres propios. Una acumulación heterogénea y azarosa de objetos que han perdido los nombres que tuvieron y ya no es posible separar los unos de los otros. Y esto porque “en la basura todo se pierde y vuelve desperdicio, comenzando por el propio nombre, que pasa a ser el genérico de basura, hecha de lo deshecho y desechado, como lo que se barre en las casas y en las calles o lo que fermenta en los vertederos hasta constituir una masa confusa. Lo que no tiene nombre sólo puede ser basura, y antes de llegar a serlo ha de perder su nombre” (2).

Entonces, ¿cómo volver a diferenciar los objetos que se ocultan en la basura?, ¿cómo acudir al rescate de lo desechado, de algo sin nombre ni valor? Quizá a través de una mirada que (se) desplaza continuamente y se deja arrasar por el torbellino de las formas y sus significados. O quizá a través de unas operaciones lentas y entregadas a lo que parecía quedar excluido. Alejandro Leonhardt avanza en sus instalaciones deteniéndose en los desechos y, por medio de cuidados intensivos, trata de re-nombrar lo que perdió su nombre para siempre. Su práctica decide volver la espalda al relato de los vencedores para demorarse en la tradición de los oprimidos, los sin-nombre, los sin-lugar, los sin-techos, los sin-papeles y tantos más que ignoro… (3).

En el lugar donde sus periplos le han llevado a centrarse brota, siguiendo el ritmo de las estaciones, una vegetación silenciosa. Refiriéndose a este lugar, el artista apunta que “podría haber sido una tienda, una fábrica, una bodega. No lo sé, y la gente a la que le he consultado tampoco lo sabe. El solar ha estado deshabitado por más de 20 años, dicen. Ahora es un terreno en venta con un gran letrero verde, de letras blancas y en mayúscula, que promociona: EN VENTA SOL. Las letras A y R están tapadas por otro cartel, de colores rojo y blanco, de una inmobiliaria cuyo eslogan es: Donde vive tu futuro”.

Leonhardt dedica su atención a un lugar donde parecía habitar solamente un olvido sin porvenir, cubierto por vegetación y basura. En sus ensamblajes recurre a una sensibilidad afectiva para mimar lo que no tiene valor ni nombre y trabajar con ello. El esfuerzo de su práctica se centra en redescubrir y ampliar la potencialidad de los materiales, plástica y conceptualmente. Sus intervenciones sobre lo desechado consisten en desplazamientos desde la pura indefinición hacia una condición de ‘objetos’ excepcionales. Sucesivamente los reúne en el espacio expositivo como resultados de ensayos de abstracción. Cabe entender dicha abstracción como una forma de resistencia (¡jamás se podrán aprovechar por su función o utilidad!). Una potencialidad infinita no debe verse reducida en pos de un futuro productivo. Estas obras sólo se dejan mirar e interrogar. Se disfrutan por medio de una experiencia no capitalizada, en devenir, cuyo valor es imposible de fijar. Porque se trata de una “obra siempre en obra” (4), que va continuamente cambiando, ensayando y planteando procesos que pretenden llegar al hueso del asunto. Pero, ¿cuál es el asunto de esta exposición?

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Los nombres de las obras de 341 Pasos evitan definir los objetos que la componen. Son ficciones que añaden cierta tensión literaria a las esculturas. A lo sumo, funcionan como señales de un sendero con múltiples ramificaciones. Quebrar su voluntad, para que se someta a tu voluntad consiste en dos caballetes de metal que sostienen partes de un barco abandonado e intervenido por el artista. Leonhardt ha cortado y moldeado su estructura, transformado sus formas. Ahora éstas se acercan, tanto como se alejan, de la embarcación originaria. La superficie ha sido pulida y, por substracciones sucesivas, se ha convertido en algo aerodinámico que parece descansar a la espera de volver a despegar.

En La comodidad de ser algo que no eres observamos tres largos tubos que han sido forzados para desafiar la gravedad y de este modo columpiarse dulcemente en el espacio. Se prescinde así de la función de las tuberías para dejar que otras cuestiones, como el equilibrio o la gravedad, afloren. Una ventana blanca y una capa verde para la lluvia acoplados dibujan en el espacio un volumen plano, hierático y mudo. La ventana se sostiene por un enganche que la ancla al suelo, mientras la capa se ingenia para proteger la intimidad de la retícula. Su título, Lo necesario puede ser tan arbitrario como caprichos tengamos, acentúa la voluntad de re-nombrar continuamente. Estos objetos sugieren -sin definirlos del todo- nuevos dispositivos formales y lógicos, mientras que su presencia en la galería evoca posibilidades indeterminadas.

No hay rasgos de improvisación ni de azar en este proyecto; es fruto de una lógica metódica que se industria para escenificar una situación inestable. Una estructura sutil sostiene en la pared un conjunto de viejas baldosas. Forman una composición pictórica con los restos de aglutinante que anteriormente servía para adherirlas a un muro. Lo que nuestra mirada descubre ahí es tan inaprensible como su título: Acercamientos emocionales hacia preguntas dadas por las circunstancias y la gravedad.

Sus ficciones nos llevan hacia lugares donde el tiempo se detiene y todo es excesivo. Trabaja situaciones cotidianas empleando una metodología afectuosa. Su proceder es concreto y necesario para desplegar un abanico infinito de posibilidades inesperadas. Sus lentas operaciones son el fruto de un proceso inagotable, donde el cuidado tanto afectivo como conceptual abre una brecha en los tiempos ultra-rápidos del consumo. Este proyecto propone desacelerar y re-nombrar continuamente lo que está a nuestro alcance; impone una pausa para dar paso a una elaboración emocional.

Más allá de un componente plástico de indudable fuerza evocativa, recorrer esta exposición es relacionarnos físicamente con cuestiones fundamentales como son el material, peso, volumen y superficie. Sucesivamente, emergen conceptos tales como la construcción del valor, el acto de nombrar sin definir y la resistencia frente a la cosificación. Leonhardt decide centrar su atención en lo que no tiene nombre; se conforma con sugerir posibilidades, quizá más pausadas y exigentes de cariño.

341 Pasos reúne un conjunto de piezas sobrevivientes e inacabables; son el resultado logrado de una atención afectiva lenta. Son improductivas porque sustraen y desplazan continuamente el valor de los materiales empleados sin fijarlo ni determinarlo; son el resultado de un trabajo entendido como ensayo perpetuo y atención continua -que no es estimulación eventual-. Se trata de propuestas modestas en su origen y valientes en su acomedido para un espectador que no busque nombrar, sino seguir hurgando. Que no es poco.

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ALEJANDRO LEONHARDT: 341 PASOS

L21 Gallery, Palma de Mallorca, España

Hasta el 2 de junio de 2017

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