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IVÁN NAVARRO Y COURTNEY SMITH SOBRE LA RELACIÓN ARTE / ELECTRICIDAD / COMPUTACIÓN

Iván Navarro es uno de los artistas chilenos más reconocidos en el extranjero. Este año volvió a Chile junto con su compañera, la artista Courtney Smith, con quien ha colaborado en diversos proyectos, como The Music Room, en la NY Art Book Fair de PS1/MoMA; Mellowdrama, en Hotel Particulier, Nueva York; y The Construction of Volumetric Interrelationships, en Baró Galeria, São Paulo, por nombrar solo algunos.

Es precisamente The Music Room la pieza con la que han sido invitados a la sección de performances de Sónar + D, el brazo del festival español de música electrónica que explora los cruces entre arte y tecnología, y que por primera vez se presenta en Chile este sábado 5 de diciembre, en los Hangares de Suricato, ex Aeropuerto Los Cerrillos. La obra, que ha tenido varias versiones, la más reciente como parte de la primera gran individual de Navarro en Chile (Una Guerra Silenciosa e Imposible, CA660/CorpArtes), tendrá una tercera y nueva configuración en Sónar + D.

En esta entrevista hablamos sobre éste y otros proyectos, la relación entre arte y los medios eléctricos y tecnológicos, y emergieron algunas reflexiones en torno al circuito artístico chileno y las crisis del mundo actual. Para Navarro, hay que «pensar la historia del arte como la historia de las guerras».

Courtney Smith, La ley de la Precipitación, 2015, e Iván Navarro, OVNI, video. Vista de la instalación en la 12° Bienal de Artes Mediales (BAM), Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile. Foto: Benjamín Matte

Courtney Smith, La ley de la Precipitación, 2015, e Iván Navarro, OVNI, video. Vista de la instalación en la 12° Bienal de Artes Mediales (BAM), Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile. Foto: Benjamín Matte

Mariagrazia Muscatello: Acaba de cerrar la última Bienal de Artes Mediales de Chile, donde junto a Courtney Smith mostraste una pieza relacionada al ex-aeroparque de Cerrillos, un trabajo casi arqueológico sobre un sitio en desuso y su desconocido uso cinematográfico. Curiosamente, es el mismo lugar donde el próximo 5 de diciembre va a tener lugar el festival de música electrónica SónarSound Santiago y al cual has estado invitado dentro del programa Sónar +D. ¿Cuál es el proyecto que presentarás en Sónar y como has pensado desarrollarlo?

Courtney Smith: Si, hay una simetría poética y un equilibrio económico entre las dos obras. Encontramos todo el material para la escultura La ley de la precipitación (que mostramos en la Bienal de Artes Mediales) medio destruido, tirado en un patio del antiguo aerepuerto de Cerillos. Lo llevamos y lo ocupamos y aún estamos reocupándolo en una nueva obra, y a cambio estamos trayendo la escultura The Music Room al aeropuerto (para Sónar + D), donde el material de esta obra se quedará también pudriéndose bajo el sol y la lluvia hasta que alguien lo lleve a otra parte.

El proyecto que estamos presentando en Sónar + D es una nueva versión de The Music Room, reaprovechando una porción del mismo material que fue utilizado en la versión de CorpArtes, pero radicalmente reconfigurado para un nuevo contexto. La idea original de The Music Room era crear un espacio contenido, al servicio del ocio, dedicado a la percepción auditiva y al placer físico del cuerpo en descanso. El ambiente está hecho de construcciones en espuma, aprovechando la intersección entre espuma como material que se amolda al cuerpo, ubicuo en mobiliario doméstico, y espuma como material aislante que absorbe las ondas de sonido y captura la música dentro de la sala. Funciona como un zona de obliteración de la realidad externa.

Nuestras obras en colaboración tienen el carácter de mutabilidad; las ideas tanto como el material que las expresa tienen una serie de activaciones distintas antes de entrar o volver naturalmente en desuso.

Iván Navarro y Courtney Smith, The Music Room I, 2014-2015, espuma de polietileno, colección de discos y ediciones de Hueso Records, instalación sonora y mobiliario. Dimensiones variables. Cortesía: Paul Kasmin Gallery, Nueva York

Iván Navarro y Courtney Smith, The Music Room II, 2014-2015, espuma de polietileno, colección de discos y ediciones de Hueso Records, instalación sonora y mobiliario. Dimensiones variables. Cortesía: Sónar + D

Iván Navarro y Courtney Smith, The Music Room II, 2014-2015, espuma de polietileno, colección de discos y ediciones de Hueso Records, instalación sonora y mobiliario. Dimensiones variables. Foto: Emiliano Valenzuela

M.M: ¿Como surgió la idea de The Music Room y cómo se vincula al sello musical Hueso Records?

El sello comenzó en el año 2005. La primera razón fue para publicar el primer disco de mi amigo y colaborador Nutria NN (Christian Torres). Luego se convirtió en un proyecto de muchas aristas para colaborar con otros artistas que me interesan. Especialmente artistas visuales que tienen proyectos sonoros y músicos con proyectos poco tradicionales o raros dentro de su carrera profesional. También me ha servido mucho para entender el mundo de la música, cosas legales y formas de funcionar que son muy distintas a las del mundo del arte en general.

El proyecto The Music Room, que ya va en la versión número tres, justamente se mostrará en Sónar + D este año. Para cada evento es una versión distinta ya que se basa en las características arquitectónicas del lugar para diseñar el mobiliario que contiene. La idea es crear un espacio especial para escuchar una música específica. La inspiración viene de la película del mismo nombre de Satyajit Ray (1958) que un día vimos con Courtney, y nos pareció muy interesante la obsesión del protagonista con escuchar y pagar por música en un momento de gran adversidad económica.

Iván Navarro y Courtney Smith, The Construction of Volumetric Interrelationships, una exhibición en colaboración en Baró Galeria, Sao Paulo, 2011. Cortesía de la galería

M.M: ¿Cuál es tu relación con la música y cómo influenció tu formación artística?

I.N: Mis primeros acercamientos profundos con la música, con un significado especial, fueron durante el final de la dictadura. Me inspiró mucho lo atrevido que era el mundo de bandas underground de esa época. Y me refiero a tocatas que vi en barrios marginales de Santiago, como en Maipú, Cerrillos y Franklin. Eran eventos contestatarios al régimen, de gente muy joven que se quería desahogar fuerte. Esa fue mi mayor influencia de un arte crítico y urbano. Me interesaba mucho escuchar las letras de las canciones, coleccionaba cassettes grabados por amigos de forma muy artesanal que se pasaban de mano en mano. Cada grabación se gastaba y comenzaba a desaparecer entre los traspasos de equipos que hacían la grabación de cassette a cassette. Todo muy precario… pero con un gran efecto: el ruido.

M.M: El festival Sónar trabaja desde siempre sobre el cruce entre arte y tecnología. Me parece interesante cómo este híbrido de lenguajes distintos sea una plataforma muy fértil en Chile. Además de Sónar y de la Bienal de Artes Mediales, pienso también en el Festival Tsonami de Valparaíso que acaba de inaugurar su novena edición. ¿Crees que esta realidad pueda ser el lugar para debatir y pensar sobre una escena propia del país?

I.N: En general creo que el arte se puede definir por la tecnología que lo hace existir. El llamado cruce de arte y tecnología creo que es un título errado. Ese cruce del que tú hablas creo que se debiera llamar de otra forma, algo así como Arte y Electricidad o Arte y Computación. Lo mismo ocurre con el llamado Arte Sonoro… son clasificaciones muy generales y llenas de contradicciones. Por ejemplo: si golpeamos un monumento de bronce también suena bien y no le llaman Arte Sonoro. No creo en estas definiciones, ni tampoco que sean un espacio para debatir y pensar una escena propia… es un tipo de arte común en todo el mundo. Lo que sí es muy particular de la escena local es la precariedad con que todos estos encuentros artísticos logran salir adelante y sin embargo son muy efectivos, atraen mucha gente y acercan al público a formas de arte muy experimental.

M.M: Respecto a tu último año vivido en Chile, te quejaste en algunas entrevistas que no hay debate, que no existe una crítica activa en el país, y yo como extranjera residente en Chile escuché muchas veces los discursos acerca de la falta de una bienal chilena y del fracaso de su único intento, la Trienal del 2009. Sin embargo, se penalizan o casi se ignoran las cosas y las ideas que habría que potenciar, como por ejemplo la ya citada Bienal de Artes Mediales, que a mi parecer tuvo un espacio mínimo, menos que el de una exposición temporal, lo que es una lástima por su posible alcance y por su historia que remonta a otro artista icónico chileno como Juan Downey, un pionero del videoarte. ¿Por qué crees que en Chile se da este fenómeno tan idiosincrásico?

I.N: La Bienal de Artes Mediales existe gracias a la gran energía de Enrique Rivera. El es un curador hecho y derecho en Santiago. Siempre está inventando nuevos proyectos, se consigue cosas para eventos o conecta gente para crear obras en espacios poco usuales. Por esta razón tiene mucho éxito su proyecto, porque no espera que ningún gran plan económico sea aprobado para llevar a cabo su Bienal… la hace con lo que hay a la mano y con muchos amigos y artistas que apoyan su espíritu. Es una obra comunitaria muy linda y eficaz.

Los otros eventos que se han querido crear en Chile están fuera de la realidad económica local. No resultan porque son muy ambiciosos. Son eventos para otras realidades o para otros países. Los organizadores de esos eventos inconclusos deben ser muy envidiosos para no apoyar lo que hace Enrique. De otra forma no me explico por qué se penaliza e ignora su evento si es realmente la única Bienal que funciona en Chile. Si los críticos despertaran en Chile podríamos dialogar y hacer aún más potente la Bienal de Artes Mediales u otros eventos de arte masivos.

Iván Navarro, Radetzky Loop. Obra desarrollada en colaboración con el músico Atom™. El neumático se transforma en una micro sala de escucha, donde el visitante se sumerge en un espacio industrial e íntimo. Aquí se encuentran fragmentos de sonidos eternos y distorsionados de la popular marcha Radeztky. Los sonidos activan la memoria al poder militar, posiblemente grabada en el inconsciente colectivo social, y tal vez de una forma más profunda que muchas imágenes relacionadas al tema. Cortesía del artista y BAM

M.M: Fue para mi curioso al llegar a vivir a Santiago la ausencia de exposiciones tuyas tanto individuales como colectivas, sobretodo después de haber representado a Chile en la Bienal de Venecia, hasta que este año CorpArtes, un centro nuevo y casi el único que funciona como espacio expositivo privado, te invitó a una gran retrospectiva sobre tu trabajo. ¿Este distanciamiento fue debido a una decisión tuya personal o a un descuido o quizás falta de recursos de los espacios de arte locales? ¿Piensas hacer otros proyectos en Chile?

I.N: Lamentablemente, en Chile hay muy poca infraestructura para traer obras de afuera. La última vez que hice algo grande fue en el 2007, en el Centro Cultural Matucana 100. El 75% del proyecto fue fabricado y producido en Chile.

Entre ese año y ahora me ofrecieron hacer exposiciones en varias instituciones pero el factor no sólo fue la falta de infraestructura, sino falta de interés por apoyar el contenido del proyecto. Ha sido bastante frustrante notar la estrechez de mente de muchos directores de instituciones en Chile… es penoso. Pero en CorpArtes hice lo que quise, hubo cero censura.

En el futuro haré mas cosas en Chile, pero no quiero saturar el medio con mi trabajo. Esperaré unos años para volver. Hueso Records también seguirá produciendo obras, lo que en Chile funciona muy bien porque se necesita muy poco para publicar y distribuir un disco; es un medio artístico que es muy adecuado al contexto precario chileno, le saca gran partido.

Iván Navarro y Courtney Smith, invitación para Mellowdrama, performance en Hotel Particulier, 2014. Cortesía: Paul Kasmin Gallery, NY

M.M: Para cerrar me gustaría retomar el título de tu última exposición, Una guerra silenciosa e imposible, palabras que evocan el sentimiento de impotencia respecto a la vivencias atroces ocurridas en los últimos años -y sobre todo meses – en Africa y en Europa: los numerosos atentados en las grandes ciudades ahora militarizadas, la matanza de la inmigración en el mar Mediterráneo, la puesta en discusión de libertades civiles en nombre del control y de la seguridad, el fin del paradigma histórico del post-modernismo. También hay otra guerra silenciosa, escondida detrás de intereses mayores, económicos y geopolíticos, modelo similar al que ya se jugó en Surámerica y en Chile durante las dictaduras militares. ¿Cómo se piensa el arte durante las guerras y cómo pensarás el arte después de estos hechos tan ineludibles?

I.N: Hace un par de años comencé una serie de obras que se llama ¿Dónde será la próxima guerra?, basada en Los Desastres de Goya y los estudios del cuadrado de Albers. Esos trabajos se inspiraron en la excesiva parafernalia bélica que los países ocupan, exponen y publicitan en las guerras de ahora, y tal cual como lo hacen los medios de comunicación durante un conflicto para atraer público. La manipulación mediática es algo muy común que creo importante atacar… es una especie de contra-ataque artístico-guerrillero. Esta forma de control mediático la viví durante el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, en el 2001, y justamente ahí comencé a escuchar esta idea del fin del post-modernismo por la derrota que comenzaban a sufrir los grandes imperios capitalistas del siglo XX, como Estados Unidos.

El título de la exposición en CorpArtes, Una guerra silenciosa e imposible, se refiere al funcionamiento que puede tener mi arte en la sociedad, algo muy a largo plazo que parece ser una lucha crítica muy difícil de conseguir. No es activismo político sino activismo intelectual, que espero en algún momento inspire a alguien a realizar alguna acción que lo conmueva. Pero eso yo no lo puedo controlar. Me parece muy importante destacar que artistas que han vivido la guerra o situaciones muy complejas parecidas, más tarde realizan grandes obras que evocan eso, aunque no necesariamente de forma literal. Eso me parece que ha sido clave en el transcurso de la historia del arte: pensar la historia del arte como la historia de las guerras.

Mariagrazia Muscatello

Crítica de arte, Licenciada en Filosofía por la Universidad de Parma (Italia), Magister en Comunicación y Crítica de Arte (Gerona-España). Ha sido responsable de prensa para la firma de diseño industrial Kartell en Milán, y asistente editorial para Gustavo Gili, en Barcelona. Ha publicado para diversos catálogos y revistas nacionales e internacionales, como “Flash Art”, “Artribune” y “Etapes”, entre otras.

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