IVÁN SIKIC: SAQUEO
A finales de abril pasado, mientras en Lima se desarrollaban las ferias ArtLima y PaRC 2015, el artista peruano Iván Sikic llamaba a reflexionar sobre la minería ilegal y conceptos como la codicia, las transacciones comerciales, lo lúdico y el azar con un proyecto participativo titulado Saqueo.
En algún lugar bajo los 30 metros cúbicos de tierra y arcilla que depositó en una espléndida residencia en Barranco, frente a la galería González y González, Sikic enterró una pepita de oro de 24 quilates valorizada en aproximadamente 2.000 dólares. El artista invitaba a embarrarnos un poco buscándola, probando nuestra suerte.
Era difícil saber cómo reaccionaría el público frente a esta inusual invitación. Lo único seguro era que, quien lograra encontrar la pepita de oro, tendría todo el derecho de quedársela. Pero la búsqueda tenía sus reglas.
Si bien el ingreso a la intervención/acción/evento era gratuito, el derecho de excavación era de un sol por bolsa. No había límite en el número de bolsas que se podían comprar, pero no se entregaban bolsas de reemplazo si se rompían por el peso de su contenido y sólo se podían usar las bolsas del evento (¡prohibido usar bolsas propias!).
Una de las pautas más importantes era que no se podía rebuscar entre la tierra: cada montón de tierra que se levantase con las manos tenía que ir directamente a la bolsa. Una vez llena la bolsa, no se podía excavar más (a menos que se cuente con otra bolsa). Otras reglas: prohibidos los implementos de excavación (palas, carretillas, detectores de metales); sólo estaba permitido excavar con las manos; no había derecho a reclamo ni devolución; y toda bolsa comprada, una vez llena, debía ser retirada de la casa y de la instalación por su dueño.
Saqueo
Por Jorge López Canales
La extracción de oro por métodos artesanales es una actividad con profundas raíces históricas. Fueron las «lágrimas del sol» las que definieron el esplendor Incaico, las mismas que terminaron por cegar a las fuerzas invasoras, cuya arremetida no deja de sentirse hoy. La gran brecha social que nos legó la colonia salta a la luz si vemos el estado actual de la minería ilegal, que hoy incluye desde la actividad artesanal de subsistencia hasta el uso desfachatado de maquinaria pesada. Su mera existencia al margen de la ley complica la medición de su impacto real.
El investigador Miguel Santillana estima que hay unos 400.000 mineros informales. Un estudio realizado por el Instituto de Ingenieros de Minas calcula que en el 2006 la extracción de oro, a la que se dedica el 85 por ciento de los mineros artesanales, alcanzó las 24 toneladas, con un valor internacional de 390 millones de dólares, un respetable diez por ciento de la producción legal del mismo mineral. Estas son cifras serias, por lo que no es de extrañar que la minería ilegal juega un papel central en el lavado de dólares provenientes del narcotráfico. El trabajo de hombres, mujeres y niños en condiciones de oprobio, la contaminación de las aguas y la deforestación a gran escala son sólo los síntomas más visibles de un deprimente sinfín de problemas que incluyen, entre otros, el tráfico de armas y explosivos, la desintegración gradual de comunidades y el abuso sexual de menores. El panorama es bastante complejo, con el agravante de que sus aspectos más denigrantes tienden a pasar desapercibidos desde la capital, acostumbrada a vivir de espaldas al interior país donde la las cosas son así.
La minería ilegal que viene arrasando zonas remotas del país pone en evidencia la cruda realidad de que la sociedad de ganadores y perdedores que produjo la conquista continúa normalizando la desigualdad y la exclusión. La indiferencia de la clase media ante la desigualdad social es un tema recurrente en la obra de Iván Sikic. En sus acciones más recientes, Lima Linda 1.0 y Lima Linda 2.0, Sikic puso en el tapete la problemática doméstica de las trabajadoras del hogar y las condiciones de vida en los asentamientos humanos en la periferia limeña. En esta oportunidad Sikic nos invita a reflexionar acerca de la minería ilegal. En medio de una espléndida residencia pronta a ser demolida, emblemática de la codicia desenfrenada que viene arrasando nuestro patrimonio arquitectónico, Sikic entierra una pepita de oro de 24 kilates en 30 metros cúbicos de tierra y nos invita a embarrarnos un poco buscándola, probando nuestra suerte. Es de esperar que los asistentes a esta muestra lo hagan con sentimientos encontrados, puro deleite, codicia resguardada, titubeo, amargura, pausada reflexión, quién sabe. Cada quién completará la obra con su propia historia y en su propio tiempo.
*Este proyecto independiente contó con el apoyo de González y González.
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