
La Letra Con Fuego Entra
Desde tiempos prehistóricos, el fuego ha sido un motor de avances tecnológicos a la vez que una fuerza atávica, natural y a veces incontrolable. Suele relacionársele con rituales que remiten a la muerte, a la consumación de un hecho, a un fin. Un ejemplo es el uso tan normalizado del “quemar etapas”. El fuego, hasta en su extensión en el texto, en el lenguaje, nos remite a un desenlace. Con todo, hay un antes y un después de él. Parece ser una fuerza demasiado intensa que, a su paso, podría eventualmente consumirlo todo.

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices
Arder es el título de la muestra que acoge en la Galería D21 los registros de performances y algunas fotografías del escritor y cronista Pedro Lemebel. En ella, el objeto central es el cuerpo del artista: fotografiado, cayendo, sangrando, ardiendo. De un modo u otro, no es el fuego el único elemento que podríamos relacionar a este arder. Lemebel hace arder de muchas formas los parámetros sexuales, aquellos del lenguaje, aquellos de la ausencia.
La muestra destaca por tener una intención retrospectiva, la cual no llega a cuajar como tal. Obedece al impulso de Pedro Montes y Sergio Parra, que se unen para indagar en el trabajo de Lemebel y conformar esta muestra, que luego de pasar por D21 llegará a la recientemente inaugurada Metales Pesados Visual. El rescate de la obra de Lemebel le da un cuerpo a posibles nuevas lecturas y conexiones, y resulta necesario en cuanto la carga político-histórica que cruza su obra adquiere importancia no sólo en el campo de la performance y las artes visuales, sino también en el de la historia y los modos en que el arte activa a ésta última.

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices
Claramente, la intención es saldar una deuda en el presente para quien ha quedado inscrito en la historia de la performance, la literatura y el activismo en Chile. Sin embargo, en términos de espacio parece más una “selección” retrospectiva. Por lo demás, una selección muy cuidada y coherente, que moviliza discusiones pasadas y actuales en torno a la obra de Lemebel y a su relación con conflictos que laten en los márgenes de la sociedad. Esta misma latencia del pasado y el presente permite que en la muestra convivan obras que provienen de los últimos treinta años. Aquellas acciones del pasado del fuego y la sangre: el Hospital Ochagavía y Pisagua. Lemebel arde y Lemebel sangra. Ambas performances constituyen hoy un hito dentro de la historia del activismo artístico en Chile, aquel que conjugó historias de las cuales no se quería hablar, por demasiado añejas o demasiado dolorosas. El pudor del pasado y el pudor de la pena son sensaciones que laten en ambas obras.
Con estas performances ya insignes habitan acciones de un tiempo presente que obedecen al ímpetu de un cuerpo que sigue alterándose en los trazos de una marginalidad que nunca ha dejado de habitarse. Esta corporalidad no es sólo física. Es también la ciudad entendida como un cuerpo, dispuesto a arder. La letra con fuego entra.

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices

Vista de la exposición «Arder», de Pedro Lemebel, en D21, Santiago de Chile, 2014. Foto: Jorge Santelices
En Abecedario, una pasarela frente al Cementerio Metropolitano hace arder la letra. La combustión del neoprén sobre el asfalto prende en llamas las veintiocho letras de un abecedario que no da abasto para nombrar la muerte, en un ejercicio que recrea una acción realizada en el mismo lugar a fines de los ochenta. La dilución de las prácticas marginales de la performance en esos tiempos es contrastada con estas activaciones en el presente: Lemebel recrea acciones y realiza unas nuevas, con las que se puede ficcionar una producción que obedece a otro contexto.

Pedro Lemebel, Desnudo bajando la escalera, registro de performance, 2014. Foto: Pedro Marinello. Cortesía: D21
En el Museo de Arte Contemporáneo hay permisos municipales y del mismo museo. Todo listo y dispuesto para que no haya contratiempos. El resultado es Desnudo bajando la escalera, performance en que Lemebel cae por los escalones del frontis del MAC, envuelto en un saco marinero que al final de su caída termina ardiendo con él adentro. Ver esas cuidadas imágenes nos remite a todos los incendios que se han cocinado en esas escaleras. Se cruzan dos referencias obligadas: la directa a Duchamp, y aquella que nos lleva a pensar en el incendio que en 1969 sufre la otrora Escuela de Bellas Artes.
En esta muestra se cruzan relatos pasados y presentes, modos de producción en contextos que exhiben grietas de un desfase político y artístico, pero que refuerzan la idea de un cuerpo de obra denso y activo en la contingencia, dispuesto a ser leído en los múltiples sentidos que provoca una exhibición con esta intención retrospectiva.
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