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Wolfgang Tillmans:un Universo en Cada Cosa

Del trabajo de un artista se espera siempre recibir una visión, la que la filosofía alemana ha llamado Weltanschauung. El arte es una esfera donde la sensibilidad es dominante, donde es el lado derecho del cerebro a ser estimulado para desarrollar asociaciones que encuentren una razón de ser para cada uno de nosotros, de una forma que podríamos llamar individualmente universal. Una acción, simple en palabras, pero no en los hechos; al revés, un punto de llegada que pocos autores alcanzan en su vida.

Cuando nos confrontamos con el imaginario enciclopédico del fotógrafo alemán Wolfgang Tillmans (Remscheid, 1968) nos invade la sensación que genera la contemplación de un fresco antiguo cuya representación quería relatar (aunque en muchos casos celebrar) un determinado ambiente o creencia: en una época más pobre de soportes para la representación, anterior a la revolución industrial y a sus tremendos descubrimientos, al público no le quedaba otra alternativa que encantarse, o dejarse herir o conturbar por una cierta imagen, porque no tenía la posibilidad de compararla con la realidad que en ella veía retratada. Y si no era la distancia material lo que impedía la confrontación, era la diferencia social la que excluía a la mayoría de las personas de su comprensión. Hoy en día la situación es opuesta: la dificultad -y la ambición, como el mismo Tillmans afirma en una entrevista publicada con los directores de la Serpentine de Londres- es crear “imágenes nuevas” y, agregaría yo, ser capaces de construir alfabetos, gramáticas visuales que abran la mirada hacia lecturas inéditas sobre lo existente.

Así, lo que entonces se podía definir como un «super poder» del cual gozaba el artista -aunque con muchas más limitaciones en sus oportunidades expresivas respecto a la democratización del arte contemporáneo-, se presenta en el contexto actual como un desafío mucho más complejo.

Como un jazzista no hubiese podido tocar en la corte de Salzburgo en la época de Wolfgang Amadeus Mozart, así, hasta la invención de la fotografía, ningún pintor, escultor o escritor hubiese podido dejarse llevar por la verdadera ilusión de capturar el mundo tal cual lo estaban mirando sus ojos.

 

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

 

¿Qué cosa compra, entonces, y que cosa deja del pasado y de la historia del arte Tillmans cuando nos muestra un vaso de flores frente a una ventana, un hombre plegado al suelo, la sala abandonada después de una fiesta, el rostro de una mujer, un cúmulo de escombros, la luz que se desliza entre las ramas de los árboles de un bosque, la gota de agua que reposa sobre una hoja, un beso entre dos hombres, el tránsito de Venus, una atleta perdida en sus pensamientos?

Si se observa, ningún genero del arte tradicional se encuentra inexplorado: retrato, naturaleza muerta, paisaje rural y urbano. Pero, ¿qué ha cambiado? En primer lugar, los personajes y los objetos de esta comedia humana parecen haber elegido, solos, de qué forma ser representados a través de una escritura rítmica, una música visual en cuya composición el artista juega tanto con los tamaños como con los materiales y las técnicas de impresión para llenar obsesivamente un espacio mental de interrogación hacia el universo.

 

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

 

Ya desde el comienzo de los años 90, Tillmans destaca por la peculiaridad de sus códigos de exhibición: las obras están sustentadas por efímeros pedacitos de cinta adhesiva de papel y alfileres. Esta “fragilidad del marco” hace posible que sea la estructura misma de la instalación en su conjunto -aparentemente anárquica- la que transmita al espectador un mensaje utilizando el mismo lenguaje de la naturaleza – asimétrico, desigual, caótico, abstracto, atemporal-, para que se pueda ver más allá de los limites bidimensionales de las imágenes.

Las miradas de los protagonistas retratados se cruzan con quienes se asoman; las hojas expuestas a la impresión de la luz asumen, en la monocromía quebrada de los pliegues del papel, la consistencia táctil de los objetos, y pareciera que no existe nada que no vale la pena presentar cuando se quiere construir una visión, auténtica para uno, del mundo.

 

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago de Chile, 2013. Foto: Sebastián Velenzuela

 

Tillmans rechaza la exclusión; en cambio, hace de cada elemento un detalle sensual a través de una estética que no respeta un código clásico de belleza áulica, sino más bien empuja su búsqueda hacia la esencia de las cosas, transformando las imágenes -como una simple t-shirt arrugada que parece tomar cuerpo con la sobreposición de colores puros- en iconos vitales de lo contemporáneo. Si en los años 90 había sobresalido por su manera de retraer la generación de sus coetáneos, de la música underground -con la cual compartía el drama de la auto-representación y de la identidad-, su recherche se ha visto avanzar en la dirección de la abstracción para llegar al quid que se esconde en todas las cosas.

La obra fotográfica de Tillmans, así como los archivadores de madera donde recoge noticias de denuncia y actualidad, nos llevan a una dimisión omnívora del saber, nos hablan de una inquietud frente a la vida que hace de cada rincón y perspectiva algo que vale la pena observar.

 

 

 

Eugenia Bertele

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