Mr.trafic y Sergio Valenzuela
Artistas a los Artistas es una sección en la que dos artistas conversan de forma casual o formal, en vivo o por correo electrónico, sobre temas de su interés. En esta ocasión dialogan Mr. Trafic, artista y fundador -a los 20 años de edad- de Galería Trafix, y Sergio Valenzuela, artista, curador y fundador de Ekeko. Han colaborado en proyectos como Road Trip I, un viaje de cinco días en auto entre Santiago y Buenos Aires, junto a los artistas Yisa e Ignacia Zordan. El destino era Barrio Joven, en la feria ArteBA de 2009. El registro del viaje se exhibió posteriormente en Salón Tudor, en Santiago.
Mr. Trafic: Sergio, ¿te acuerdas el otro día que estuvimos con la Ale, en Bloc?
Sergio Valenzuela: ¿Si por?
MRT: Le debemos la entrevista…
SV: Dale, ¿disparas tú o disparo yo?
MRT: Parte tú…
SV: ¿De dónde salió lo de Mr. Trafic? ¿Cuándo empezó la idea de una galería?
MRT: En el 2005 llegué de Buenos Aires. Empecé con una caja de cartón a la que le pegué un sticker que decía Traffic in the Art. En esa caja transportaba algunas cosas que hacía en ese momento, una serie de productos manuales que distribuía por Santiago; hacia intervenciones en espacios públicos, cosas que tenían que ver con el estudio de la circulación en la ciudad, pero principalmente era una excusa para conocer gente y divertirme con amigos; era todo muy intuitivo en ese tiempo. Por ahí fui a la escuela de Arte de la Universidad de Chile y conocí a René Valenzuela. Yo era muy chico, pero súper puntudo, y él empezó a llamarme Mr.Trafic. El tenía un grupo que se llamaba O-inc, que para mi era un referente muy claro; empezamos a reunirnos, a conversar y a hacer experimentos musicales. En ese tiempo una tía desocupó una casa en el centro de Santiago y se la arrendé. Así empecé con la galería. Le escribí a Jorge Sepúlveda de Curatoria Forense, que en ese tiempo asesoraba a Galería Traschi, y le dije: “Hola soy Mr.Trafic y voy a armar mi galería. Quiero que me ayudes”. El, muy valiente, llegó a la reunión, nos sentamos en un café en el centro y armamos la primera curatoría con obras internacionales y locales. ¿Y tú te acuerdas como nos conocimos?
SV: Claro que me acuerdo, en la primera exposición que organicé en una casa abandonada cerca de Bellavista, estaba toda pintada, y sólo duro horas, hasta que llegó la policía. No recuerdo haber conversado contigo, sólo te vi. Creo que fue en el 2007 o 2008. La exposición fue un éxito, me imagino que aún esa casa sigue toda pintada. Después de eso el Yisa, con quien organicé la exposición, me comentó que teníamos un nuevo lugar para hacer otra exposición, justo lo que buscábamos. En ese tiempo cuando empezaba la escena del nuevo graffiti no había ninguna plataforma y todo estaba empezando. Recién aparecían los nuevos pintores, una nueva escena, de alguna forma se sentía que había un grupo de pintores jóvenes que estaba naciendo, y yo estaba en el medio. Yo nunca pinté, pero conocer a este grupo hizo que me interesara en lo que hacían. Me gustó su actitud y decidí apoyarlos haciendo nuevas exposiciones Ahí es donde apareces tú, con la casa de tu tía, y la posibilidad de una nueva exposición. Entonces un primer almuerzo en San Isidro y la primera visita a la Galería Trafix. Cuéntame sobre la galería antes que nos conociéramos ¿cuál era la idea?
MRT: Bueno, primero era una casa normal, tuve que acondicionarla, botar muros, pintar, instalar luces… la galería siempre fue una especie de laboratorio. En una de las piezas teníamos un estudio de música, en otra yo dormía y cuando venía un artista en residencia de afuera yo se la pasaba. Después había un show room en donde colgábamos obras en formato más comercial, y luego la sala principal que fundamentalmente era un espacio de experimentación con muros blancos, orientado a la performance y nuevos medios, un espacio para conectar gente, un punto de reunión y convergencia donde organizábamos debates, workshops, conciertos, fiestas… siempre tenía mucho movimiento. En ese tiempo eran todos emergentes, digo todos los que ahora ya están mas consagrados: Margarita Dittborn, Camila Pino Gay, Francisco Papas Fritas, Yisa… Bueno, la idea era un poco la de albergar una escena. Y estar siempre renovando un espacio para poder aprender y conocer artistas jóvenes con inquietudes parecidas, y aunque no lo parezca siempre con un ejercicio intelectual acompañado por teóricos, sociólogos y filósofos interesados en el arte contemporáneo. Hoy la organización sigue igual, aunque ahora es más reducida y se va moviendo de acuerdo a mis coordenadas: la oficina de lastraría, el bosque de Totoral, alguna feria en que participamos, alguna exhibición que organizamos en alguna galería o en algún espacio alternativo. En el 2009, yo decido abandonar la casa del centro y trasladarme al bosque en donde te invité a trabajar juntos en la cocinería. ¿Cómo ha sido para ti trabajar en distintos proyectos en diferentes galerías? Digo, en asumir distintos roles: artista, organizador, diseñador, gestor… Armar una escena implica un gran desafío, ¿Cómo sientes eso, te sientes solo?
SV: No íbamos a esperar sentados a que alguien nos viniera a buscar. La verdad que siempre que hablo de este tema comienzo con esta frase que me gusta mucho. Desde un inicio siempre entendí que la plataforma debía ser levantada por nosotros mismos, así que rápidamente decidí adquirir el rol de organizador, gestor y curador. Eso implicaba dejar por un rato el taller, pero en definitiva terminó siendo un sistema de hacer arte y darnos a conocer. Empezó entonces el ruido y las primeras exposiciones; en un inicio ocupábamos lo que teníamos a mano: bodegas, casas abandonadas, talleres, internet, serigrafía, grupos de música, sprays, todo esto mezclado terminaba en un exposición. Como te decía antes, la primera exposición duró solamente un día, algo que en un principio se sintió como un fracaso desde la organización, pero ahora lo veo como una exposición mítica, Big Bang.
La organizamos con Yisa bajo el seudónimo de Ekeko. Los grupos de música fueron muy importantes. Los mismos artistas tenían proyectos musicales que se prestaban al mismo tiempo, lo que generaba que más personas vinieran a las exposiciones y se comenzaran a mezclar los grupos. Los amigos, y los amigos de los amigos, eran fundamentales. Ellos eran los que llegaban siempre a las exposiciones. Sobre el desafío de armar una escena, creo que uno no la arma sino que junta y arma ideas en conjunto. Luego comenzaron las invitaciones a lugares más formales, onda galerías emergentes, ferias de arte y galerías establecidas. Ahí es donde apareces tú. Almuerzo tras almuerzo, en la esquina de San Isidro, logramos organizar distintas exposiciones. Me acuerdo que se reunían personas que tenían los mismos intereses, gustos, quizá no la misma estética. Cada uno de los que pasó por la galería era un personaje por si solo. En los trabajos que ahí se exponían, desde mi punto de vista, el nexo más representativo era el color. Un colorido agresivo. Colores que no sabías de donde habían salido, con saturaciones extremas, valores muy marcados y cromas que no se veían hasta ese entonces en la pintura en Chile.
Me acuerdo que después comenzó la internacionalización de Trafix. Fue en ArteBa 2009, la primera feria de arte a la que nos invitan a participar. Luego de la visita a Chile de Julia Convertí, teníamos un stand y la primera posibilidad de salir con trabajos fuera de Chile. Ahi pensamos en cómo íbamos a viajar, trasladarnos, dormir, comer y exponer. Desechamos el viaje en avión por el precio, el poco espacio y el peso que nos permitían para llevar las obras. Entonces nació la extrema idea, a un mes de la feria, de realizar el viaje en auto, cargarlo con obras y estacionarlo dentro del stand. Quedamos en que el proyecto consistiría en presentar el contenido de auto, el registro del viaje, ocupando como recurso estético el proceso de traslado de obras que usualmente es marginal. De alguna forma, la gestión, organización y curatoría iban naciendo de la precariedad y sobrevivencia para poder realizar lo que queríamos: llegar a Buenos Aires con la obra de 10 artistas jóvenes. En ese entonces yo trabajaba en el 393, taller desde donde comienza el viaje. Ahí estaba el Yisa y la Ini (Ignacia Zordan), eran parte principal de este plan. Sin ellos hubiese sido imposible lograr la travesía. Entonces comenzaba la gestión: conseguir auto, definir la ruta, cálculos de bencina y «leyes de viaje», que no siempre se cumplieron. En fin. Nos ganamos el tercer premio en Barrio Joven y además recibimos dos invitaciones a galerías: Salón Tudor (Santiago) y Galería Kiosko (Bolivia).
Comenzaba a pasar todo. Después de una exposición resultaban invitaciones a otras y a otras… la red se comenzaba a armar sin saberlo, pero en definitiva resulta fundamental para hacer arte. Luego vinieron otros desafíos como Industria Masticable, Galería del Bosque y ahora último Galería Normal. El rol de artista, gestor, organizador y curador entonces era mi manera de sobrevivir, de pararme y hacer lo que tenía en la cabeza. Ninguno de estos roles estaban en mi vocabulario. Recién ahora, que los llevo aplicando por un tiempo, estoy decidiendo cuál rol es el que me gusta más. Hay que entender que es imposible trabajar solo, pero si creo que más de un rol puede convivir bien en una misma persona.
SV: ¿Qué opinas de lo que ha sucedido después de estas experiencias en conjunto? ¿No crees que lo que uno pensaba que era una escena, nació, se instaló, y termina de pronto en más de lo mismo?
MRT: Trabajar en conjunto ha sido para mi trabajar en escena. Me gustaría hablar más de comunidad, de los mismos intereses, los mismos ideales, perseguir cosas en común… cuando todo se junta es como estar dentro de una pecera, con cierta seguridad, que no creo que sea favorable para el desarrollo de las artes. Personalmente, creo que la escena es un grupo de amigos que lo pasan bien, se divierten, van a fiestas… pero hacer arte juntos implica una comunidad para que se den las cosas. No creo que las cosas sean siempre lo mismo. Parece ser que las cosas son particulares. Hay cosas puntuales que se distinguen de otras. Tal vez habría que identificar ciertas cosas que arman algo, tal vez hacer un estudio más científico. Creo que esto no es lo mismo. Al menos deseo no estar haciendo lo mismo! Creo, si, que las cosas son cíclicas y que vuelven a suceder, que algunas historias se cruzan.
SVE: Entonces aparece el bosque…
MRT: Así es, aparece el bosque, otra linda historia. Desde chico crecí en Algarrobo. Con mi viejo, en el 2008, encontramos un bosque pequeño en el Totoral, un terreno de 5.000 metros cuadrados que era perfecto para albergar a la Galería del Bosque, una galería outdoors donde las obras conviven con el paisaje. Mi viejo ya tenía una bodega en ese sector, que habilitamos para dormir cuando van artistas. Bueno, en ese tiempo mi padre sufre una crisis que lo deja con una parálisis facial a causa del estrés.
En ese momento inventé la pinoterapia para aliviar el estrés de las ciudades, una terapia química que tienen que ver con los iones negativos que transmiten los pinos. Bueno, ahí comenzó todo: me obsesionó la idea de llevar artistas a trabajar en este entorno natural, artistas que estaban súper metidos en el trabajo urbano, pero que una vez que les proponías hacer el cruce como resultado se daban increíbles piezas de arte contemporáneo. Así, de forma intuitiva y espontánea, se fue armando lo que hoy es Totoral Galería del Bosque, una galería de bajo impacto ambiental, con principios sustentables, conectada a la naturaleza. La presentamos en el 2010 en ArteBa con una muy buena recepción. Así también nace la exposición Naturaleza Modular, de Rolando Cisternas y Cristián Lira, en Galería Animal. Y luego el pabellón que armamos de arte outdoor en el festival Lollapalooza, y ahora en junio se avecina una nueva exposición en el Museo de la Solidaridad de Salvador Allende, uno de los proyectos que me tiene más contento y enrielado, porque vamos a realizar una donación muy importante al museo con piezas que vienen de la idea de la Galería del Bosque.
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