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GESTIÓN CULTURAL EN CHILE: TRABAJAR EN RED ES CLAVE

El seminario organizado por el Observatorio de Políticas Culturales (OPC) entre el 12 y 13 de mayo pasados en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) vino a reafirmarme varias ideas: la necesidad de estudiar seriamente el público de las instituciones culturales; la importancia de planificar métodos de evaluación y seguimiento de los proyectos culturales; el correcto engranaje de la programación con los programas de mediación; las múltiples aristas que tiene el concepto de audiencia; y la necesidad de trabajar en red con nuestros pares, entre otros.

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Seminario del Observatorio de Políticas Culturales (OPC), 12 y 13 de mayo 2011, Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM)

Fue clarificador y alentador escuchar y compartir con diversos teóricos y asistentes, y poder reflexionar sobre estos temas.

Destacable fue el análisis-reflexión de María Inés Silva, del OPC, sobre el uso y abuso del concepto de audiencias, término que comienza a ser usado a diestra y siniestra, como bien ella explica, producto -entre otras cosas- de su inclusión en la evaluación de los Fondos Concursables del Con sejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) desde el 2010, específicamente en su línea Bicentenario.

Las preguntas de fondo que nos surgen de este análisis son: ¿sabemos de qué hablamos cuando hablamos de audiencias?, ¿conocen las instituciones culturales a sus públicos?, ¿están las instituciones y el medio profesionalizados con respecto a éste ámbito?, ¿sabemos y/o podemos medir el impacto cultural y social en la audiencia?, ¿tiene el propio CNCA las herramientas metodológicas para reflexionar y evaluar sobre este impacto?, y si así es, ¿no deberían ser éstas correctamente socializadas a los diversos agentes (artistas, teóricos, gestores) del medio?. El término audiencias se impone como un índice a evaluar por el comité de especialistas, y corresponde a entre un 20% y 30% dentro de la Evaluación Cualitativa que tiene el concurso Fondart, dependiendo de sus líneas.

Pedro Guell y Tomás Peters, del Centro de Investigaciones Socioculturales (CISOC, de la Universidad Alberto Hurtado), presentaron notables aportes a la discusión, el primero al reafirmar teóricamente y de una manera muy clara la “especificidad del campo cultural, de sus agentes y de su medición”; el segundo al explicar el trabajo contenido en la canasta básica de consumo cultural de América Latina (1). Al igual que la conocida canasta básica de alimentos, se plantea como “una herramienta de análisis que posibilita la generación, por un lado, de políticas culturales más reflexivas y orientadas según metas concretas (mínimos) y, por otro, del diseño e implementación de sistemas permanentes de medición y comparabilidad entre los distintos países de la región (por medio de índices estadísticos concretos)”(2)

Conceptos como los DESC (Derechos económicos, sociales y culturales), que problematizan esta idea de mínimo aceptable y el acceso real a la cultura, nos sugieren múltiples preguntas: ¿cómo aseguramos este mínimo?, ¿cómo se define?, ¿tiene el estado a través de su política cultural los recursos para cumplirlos?

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La evaluación es el lugar de la duda antes de la acción

Marie Cristine Bordeaux, Observatorio de Políticas Culturales de Grenoble, Francia

Con esta frase podemos ejemplificar la importancia de la evaluación dentro del proceso de concepción de un proyecto de gestión cultural. Es en esa instancia en que podemos preveer y revisar los objetivos específicos, y flexibilizar también ciertas premisas de cómo debería ser un proyecto.

En cuanto a la gestión de un espacio, creo que también debe ser flexible, ser capaz de adaptarse, de modificar, incluso de dar pie atrás. Se hace necesario cada vez más pensar y ejecutar planes de gestión integrados, en los que se pueda incorporar elementos de diversas disciplinas en la tarea de gestionar un espacio.

La presentación de Vincent Poussou, director del departamento de Públicos del Centre Georges Pompidou (París), dejó en claro los desafíos para la institución cultural: realizar trabajo de mediación cultural entre público y artista, vincular mediación con programación artística y establecer herramientas de medición y evaluación de programas de público. En el caso del programa de público del Pompidou, este tiene objetivos cuantitativos, cualitativos y vinculados a la misión de cada institución. Este último punto es sumamente interesante, ya que atraviesa tanto la programación del espacio como su línea curatorial (eje central de cada institución), pero también aspectos como los destinatarios, las líneas de acción, la estructura organizativa, el modelo de gestión necesario para ejecutar este objetivo, la comunicación de este objetivo.

Importa por tanto saber cuantitativamente y cualitativamente cuáles son nuestros objetivos como espacio cultural, pero sin duda es clave reconocer nuestra línea editorial y curatorial, reconocer nuestro público y vincularlo adecuadamente a la misión y objetivo como institución.

El seminario nos deja múltiples preguntas, dudas y desafíos a quienes trabajamos en el ámbito de la cultura, y creo que no entregarnos certezas ni fórmulas es su mayor logro. Hay un gran trabajo por delante, hay que adecuar modelos y compartir experiencias, pues definitivamente trabajar en red con nuestros pares es el futuro.


Referencias

(1) Ver: Güell, Pedro, Tomás Peters y Rommy Morales.  Una canasta básica de consumo cultural para América Latina: elementos metodológicos para el derecho y la participación cultural. Santiago: Centro de Investigaciones  Socioculturales CISOC, Universidad Alberto Hurtado 2010.

(2) Peters, Tomás «Canasta básica de consumo cultural: ampliación de derechos, propuestas prácticas, desafíos concretos» en: «Memoria Seminario: Construcción de Indicadores de Desarrollo Cultural Comunitario. Ciudad de México, 3, 4 y 5 de noviembre de 2010» CONACULTA y Secretaría de Cultura del Distrito Federal, México, 2010.

Beatriz Salinas

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