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Algoritmos del Viento.theo Jansen y la Necesidad de Imaginar

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Los más de 3.500 asistentes a la inauguración de la obra de Theo Jansen (Holanda, 1948), Algoritmos del Viento, el pasado 14 de abril, dan cuenta de un fenómeno que no solo comprende el espacio del arte, sino también de lo social, debido a que esta exposición ha generado un nivel de curiosidad que se produce solo con cierto tipo de obras que tienen la capacidad de poner al espectador en un punto en que realidad e imaginación se funden para dar lugar a la aparición de otras realidades o mundos posibles.

Cientos de personas se aglomeraron en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos para ver en directo cómo se mueven sus complejos strandbeests (animales de playa), seres que en un principio solo existieron en la imaginación del artista y que ahora caminan o se desplazan por el mismo lugar en el que se encuentran los asistentes, maravillándolos y retrayéndolos a una primitiva, pero vital, necesidad de imaginar[1], soñar y jugar.

Según Jansen, los strandbeests surgen en los años 90 a partir de un interés por “la evolución de las especies” que lo llevó a “explorar programas de simulación algorítmica de vida artificial”[2]. Por otra parte, estos seres emanan de una constante observación del medio ambiente que lo rodea, donde indudablemente el mar ha representado su permanente preocupación: “El nivel del mar sigue aumentando y amenaza con reducir el territorio de los Países Bajos a sus dimensiones en tiempo medievales. Y todos sabemos que el espacio que quedaría no sería capaz de mantenernos lejos del agua… Podrían existir animales en la playa que estuvieran permanentemente encargados de soltar arena en grandes cantidades para lanzarlas al aire y lograr que el viento las sople hasta las dunas. Para hacer esto realidad, he concebido unas criaturas que podrían influir en el equilibrio ecológico de la playa”[3], señala Jansen en el año 1990, en una columna publicada en el diario De Volkskrant, donde imagina, por primera vez, a sus Animaris o “animales de mar”, como los ha llamado.

Estas inquietudes son las que dieron origen a un trabajo de experimentación técnica con tubos de PVC que se ha desplegado a lo largo de un trabajo de casi 27 años. La base científica de sus creaciones son una serie de algoritmos que le permitieron descubrir 13 números clave con los cuales calcula las proporciones de brazos y piernas de sus figuras, que luego selecciona, reproduce y ensambla mediante diversos sistemas de unión. “Un algoritmo es un orden para solucionar un problema o acción”, señala Jansen en una entrevista con el equipo curatorial de Fundación Mar Adentro, que estuvo a cargo de la gestión de su primera exposición en Chile. “Un algoritmo genético es un método de búsqueda que selecciona las formas que mejor funcionan para luego reproducirlas y mutarlas… en mi caso, tiene que ver con ensayo y error en relación a la combinación de las longitudes de los tubos en el sistema de piernas para encontrar soluciones en las que el animal no se caiga.”[4]

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A orilla del mar de su ciudad natal, La Haya, Theo Jansen ha puesto a prueba, una y otra vez, a sus Animaris, haciéndolos caminar impulsados o “alimentados” por el viento. Es el viento el que mueve las plumas de la espalda de los animales, las que a la vez impulsan el movimiento de los pies, mecanismo que es el principio de un sistema evolutivo que le ha permitido desarrollar distintas series o “especies” que Jansen clasifica en distintos periodos. El primero de ellos fue el periodo Gluton (1990) en el que nace el primer Animaris llamado Animaris Vulgaris (1990), realizado con tubos de PVC unidos con cinta adhesiva.

Le prosiguió el periodo Chorda (1991-1993), al cual pertenece el Animaris Currens Vulgaris. En el aplicó amarras con cables y tiras de nylon y un sistema innovador en las patas formadas con elementos triangulares que le permitieron tener mayor estabilidad y así ser el primer animal que se sostuvo de pie y pudo caminar. Le prosiguen el periodo Calidum (1993-1994) y el periodo Tepideem (1994-1997), al que pertenece el Animaris Geneticus cuya característica es que evoluciona hacia la combinación de tubos en forma de V y de I. Prosiguen la etapa Lignatum (1997-2001) y la etapa Vaporium (2001-2006), en ésta última los Animaris progresan hacia la autopropulsión y a la incorporación de “estómagos” y “músculos” realizados con botellas plásticas que almacenan aire tras ser infladas por el viento. A este periodo pertenecen, por ejemplo, el Animaris Currens Vaporis, el Animaris Rugosus y el Animaris Percipiere Rectus.

Uno de los periodos más importantes es el Cerebrum (2006-2008), pues aquí comienza la investigación por incorporar sensores que permiten a los Animaris detectar peligros de forma autónoma. Mediante sensores de viento, de dirección y presión atmosférica que alimentan sus “cerebros”, los Animaris actúan frente a situaciones inesperadas, como la aparición de arena seca o viento. El sensor consiste en una manguera que se arrastra por la arena y que percibe cuando los Animaris entran en contacto con el mar o la arena seca; de este modo, se detienen y caminan en dirección contraria.

Para detectar superficies de arena seca Jansen creó el Animaris Ordis y el Animaris Speculata; éste último es un pequeño animal de playa unido a su madre quien lo usaba como explorador de arena seca. Para identificar tormentas de viento, Jansen ideó el Animaris Arena, que desenrolla de su trompa un martillo que fija una estaca en la arena para así evitar que su cuerpo, de liviano PVC, se caiga o salga volando. El Animaris Sabulosa, por su parte, usa otro método para no volcarse con el viento, un alerón en la parte delantera que inclina su nariz hacia abajo y le permite protegerse.

Al periodo Cerebrum le suceden los periodos Suicideem (2009-2011), Aspersorium (2012) y Aurum (2013-2015), éste último conocido como el periodo de brisas ligeras pues consiste en que los Animaris, ante una leve brisa, se logran propulsar con ayuda de velas. A este periodo pertenece el ejemplar Animaris Plaudens Vela el cual “representa la exploración en forma, tamaño y expansión de velas para lograr el movimiento de los animales con una velocidad de 15 km. por hora”[5].

El Animaris Plaudens Vela junto al Animaris Ordis se presentan en la exposición del Centro Cerrillos, en la que también es posible apreciar dibujos y prototipos a pequeña escala, además de una sala audiovisual con videos y documentales que permiten aproximarse a los procesos de investigación y de experimentación. Actualmente, Jansen se encuentra trabajando en la especie Animaris Mulus, décima segunda generación según su escala de periodos evolutivos.

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Este vasto trabajo sitúa a Theo Jansen en una categoría que sin duda sobrepasa a la del artista en el sentido común del término y que también desborda la idea estereotipada del científico-inventor. En este sentido, se podría decir que Jansen plantea su trabajo más bien desde la condición de un creador, que retrae nuestra mirada hacia la faceta experimental de Leonardo Da Vinci, pues a través de una personalidad inquieta y multifacética concibe el arte como un medio de conocimiento. En esta línea, Jansen viene a redefinir la noción instrumental de creatividad, en cuanto aquí la obra no ha sido concebida desde una idea de “industria creativa” que busca su efectividad para ponerla al servicio del mercado o de intereses económicos determinados. Por el contrario, Jansen aborda su trabajo de acuerdo a una necesidad humana de creación, esto es, a partir de una búsqueda esencial de transformación de su propia existencia donde -a semejanza del juego de los niños- experiencias como respirar, caminar a la orilla del mar y desplazarse en una relación directa con el viento y la arena abren paso a la conciencia creadora en pos de una exigencia urgente y vital.

Paradójicamente, como ha señalado en algún momento el filósofo Sergio Rojas, esta necesidad de relación del hombre con la naturaleza no es inmediata ni natural, sino que está mediada por la necesidad de imaginar, esto es, por la necesidad de representarse el mundo en cuanto condición irrefutable de todo lo humano. “La relación humana con la naturaleza”, señala Rojas, “no es natural ni un simple efecto de la necesidad, sino que es siempre, en algún grado, obra de la imaginación.”[6] Es decir, la relación humana con la naturaleza no sería otra cosa que una relación creativa, lo que implica una “toma de distancia” con ésta para -precisamente- franquear los límites con la realidad y dejarse afectar por otras formas de pensamiento, por aquello que podría ser “lo impensable” y que en su potencial existencia amplía las barreras de lo posible. En el caso de Jansen, esta relación se pone de manifiesto -incluso- en el relato que desarrolla respecto a cómo estos animales han llegado a habitar en su mente: “Yo a veces pienso que soy una víctima de estas bestias”, señaló en su conferencia dictada el pasado 12 de abril en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), agregando: “A veces pienso que existían desde antes y que cayeron en mi cerebro”[7].

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La propuesta de Jansen no se aboca, sin embargo, a simplemente “entretener” a la manera de un simple divertimento, sino que detona procesos que abren una serie de reflexiones respecto a la relación del ser humano con el medio ambiente, instalando preguntas que sobrepasan los límites del arte como, por ejemplo, ¿qué pasará cuando ya no existan las actuales reservas de agua o arena? ¿Seremos capaces de sobrevivir a la catástrofe medioambiental? De este modo Jansen, desde una forma de pensamiento integrado al mundo, se enfrenta a sus problemáticas, a sus dificultades, a sus cruces y diversidades, logrando entablar un diálogo coherente y recíproco entre su propia experiencia y distintas áreas del conocimiento como son el arte y la ciencia. Pero, por sobre todo, su obra nos pone en situación de ampliar nuestra capacidad de imaginar y pensar el arte desde una perspectiva múltiple e interdisciplinar, relativizando aquellas nociones que han sido determinadas por las formas predominantes de producción artística, por los estereotipos de artista o por las categorías disciplinares compartimentadas.

En este aspecto, los Animaris de Theo Jansen no son esculturas cinéticas en el término tradicional, es decir, la propuesta no se origina desde una actividad discursiva en la que la escultura sea el lenguaje o disciplina desde la que se aborda el trabajo o aquello a partir de lo cual el artista moviliza su quehacer para “lograr” un producto a exhibir, sino más bien se podría decir que los Animaris “devienen” esculturas, en la medida en que desde sus propias complejidades de creación y de construcción se apropian del espacio y lo “habitan”. Y lo habitan, sobretodo porque constituyen creaciones que provienen de un cuerpo de la experiencia, que se ha enfrentado directamente a su medio ambiente y que ha buscado estar en interacción constante con éste, un cuerpo que en su necesidad y preocupación por habitar el espacio construye, pero no construye solo técnicamente, sino imaginativa y estéticamente.

“Acaso el habitar”, señala Rojas, “sea la obra de una necesidad de imaginar que resulta del hecho de tener un cuerpo, como si vivir humanamente fuese ya una sofisticación, como si el artificio fuese su rasgo más propio.”[8] Así, a la necesidad de imaginar y de crear estos “animales artificiales” subyace la búsqueda de un espacio para el cuerpo, un deseo de habitar para encontrar un lugar en el mundo.

 


[1] Idea extraída de “El sofisticado habitar humano”, de Sergio Rojas, en Las obras y sus relatos. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Arcis, Colección El rabo del ojo, 2002. (pp 191-194)

[2] Catálogo de la exposición de Theo Jansen, “Algoritmos del viento”. Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, 2018.

[3] “Vagabundos de playa”. Columna publicada en el Diario De Volkskrant, 1990. En catálogo de la exposición de Theo Jansen “Algoritmos del viento”. Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, 2018.

[4] Theo Jansen en entrevista realizada por el equipo curatorial de Fundación Mar Adentro en el contexto de la exposición “Algoritmos del viento”. Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, 2018.

[5] Catálogo de la exposición de Theo Jansen “Algoritmos del viento”. Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, 2018.

[6] Sergio Rojas, “El sofisticado habitar humano” en Las obras y sus relatos. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Arcis, Colección El rabo del ojo, 2002. (pp. 192)

[7] Theo Jansen en Conferencia dictada en el Centro GAM el pasado 12 de abril de 2018.

[8] Sergio Rojas, “El sofisticado habitar humano” en Las obras y sus relatos. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Arcis, Colección El rabo del ojo, 2002. (pp 192)

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Marcela Ilabaca Zamorano

Nace en Santiago de Chile, en 1978. Es escultora e investigadora independiente. Magíster en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile y Licenciada en Educación por la Universidad Alberto Hurtado. Su trabajo busca interrogar las tensiones entre escultura y contexto, y explorar los diálogos entre modernidad y arte latinoamericano. Autora del ensayo “Las políticas de emplazamiento en la obra de Carlos Ortúzar” (CeDoc y LOM Ediciones, 2014). Desde el año 2014 forma parte del equipo permanente de Artishock, aportando a la reflexión sobre la experiencia de la escultura en el mundo contemporáneo. Actualmente, está a cargo del proyecto de investigación “Catálogo Razonado de Esculturas de la Colección MSSA. Etapa 1: Periodo Solidaridad (1971-1973)”, financiado por Fondart 2019.

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