La artista dominicana Julia Aurora Guzmán crea esculturas e instalaciones que juegan con la escala y la percepción del espectador. Mediante la combinación de materiales, como metal y piedra, sus obras se articulan en torno a un espacio específico y variados sistemas de soporte para generar relaciones activas y conscientes entre el cuerpo humano, el cuerpo arquitectónico y el cuerpo escultórico. Las tensiones entre equilibrio y precariedad, crudeza y refinamiento, están presentes en su trabajo.
En su exposición How to stand, la artista responde a los elementos arquitectónicos coloniales de la galería Mamey, en Santo Domingo, dinamizándolos o alterándolos a través de distintas operaciones de intervención, como cubriendo el piso con una alfombra azul vibrante que, junto con actuar como plano de color dentro de la gran composición espacial, despierta el sentido del tacto al invitarnos a caminar descalzos durante el recorrido.
Las esculturas abstracto-antropomórficas de Guzmán se apoderan de la casi totalidad de la galería, desde sus columnas hasta sus arcos. La Abrazadora (2017), por ejemplo, es una suerte de soporte metálico calculado para recibir un objeto redondo que en realidad no existe, pero que, al reconocer un rincón de la galería, lo abraza y lo soporta.
La Lengua del Arco de Mamey (2017), en tanto, responde directamente a las dimensiones y proporciones del espacio. Como su nombre lo indica, el arco temporal creado con dos láminas de espejos –que, según la artista, “reconoce el resto de la exposición en su reflejo”- es atravesado por una media columna que se completa en ese reflejo y que termina descansando en el piso, flácidamente, como una «lengua» plana.
La Nasa (2017) es una instalación que actúa como una intervención arquitectónica, continuando el espacio interior de la galería hacia su patio exterior. Al estar adosada a la ventana, la escultura tiene dos vistas y se presenta como vaso comunicante entre el adentro y el afuera. La estructura tiene además una inclinación que cambia la perspectiva del espacio cuando se ve desde el interior, mientras que el exterior obliga al cuerpo del espectador a doblarse y adaptar su cuerpo para que quepa en su interior. Con la adición de agua, sonido y luz, la pieza activa nuestros sentidos y experiencia.
En conjunto, las obras de Guzmán expuestas en Mamey establecen relaciones dinámicas entre ellas, al punto de que a veces desafían nuestra percepción respecto a dónde termina una y comienza la otra. Y, al detenernos en cada una, escrutinamos cómo se ha llegado a su estructura, cómo el pedestal es soporte y parte de la obra a la vez, cómo se inscribe la atemporalidad de estos trabajos en la conjugación de sus formas modernas con resoluciones absolutamente contemporáneas.
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Alejandra Villasmil
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