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OTRO LUGAR SIN LÍMITES. UN DIARIO DE LECTURA DE JUAN JOSÉ RICHARDS

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El trabajo de Juan José Richards (Santiago, 1981) explora los bordes entre escritura y visualidad. Utiliza la caligrafía para crear figuras densas y cuerpos de texto que se instalan en las páginas de sus cuadernos como verdaderos tensores entre el plano textual y el formal. Así, en sus diarios, cuadernos y libretas simultáneamente se lee y se observa un relato que es narrativo y visual. En su primera muestra individual en la Galería NAC de Santiago, Richards explora el concepto de lo híbrido, rescatando un libro icónico sobre la representación de la otredad.

En el 2016 se cumplieron 50 años de la publicación de El lugar sin límites (1966), una de las novelas más estudiadas de José Donoso. Como una forma de conmemorar ese aniversario, Juan José Richards comenzó un registro de su lectura en un cuaderno Leuchtturm1917. En esas páginas, anotó las expectativas que tenía del libro, cómo fue conseguir un ejemplar, los apuntes de cada capítulo que leía, y las relaciones que fueron surgiendo durante la lectura.

A través de una escritura que hace guiño a los caligramas propios de las primeras vanguardias del siglo XX popularizados en Chile por Vicente Huidobro, Juan José Richards pone en página la idea de límite: esa línea a veces imaginaria que señala donde termina algo y comienza otra cosa. Mapas, recortes, calendarios, ilustraciones, textos, fotocopias y manuscritos generan un relato del desplazamiento de los límites entre escritura y visualidad.

La exposición Otro lugar sin límites reúne 30 páginas (de un total de 80 que constituyeron el diario) de 21 x 26 cms, pensadas para ser miradas y leídas. Detrás de la figura de Donoso, surge la de la Manuela, el personaje principal del libro: el travesti del pueblo de El lugar sin límites que encarna la representación de la otredad. Las páginas del diario recogen la experiencia de la lectura de una novela que se pregunta por los difusos bordes entre los géneros.

Los cruces interdisciplinarios entre artes visuales y literatura son aquí una metáfora para abordar los cruces entre sexualidad e identidad. Cincuenta años después de su publicación, El lugar sin límites sigue siendo un texto que desafía la convención de la normalidad. Y las páginas de este diario van develando las capas de enmascaramiento que ocupa Donoso a través de la Manuela, para representar lo otro, lo desconocido: de ese territorio que empieza donde termina lo que nos es conocido.

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TRES LÁMINAS DE OTRO LUGAR SIN LÍMITES | Por Juan José Richards

05 enero 2017

Pensar en los límites que supone la lectura de la novela El lugar sin límites de 1966, de José Donoso. La pregunta no es una cuestión teórica sobre los bordes o de la idea abstracta de límite. Lo que me interesa es construir un espacio de escritura a partir de la lectura que explore la página en blanco como campo de acción para el pensamiento.

Este ejercicio se pregunta por cómo se traspasa la experiencia de lectura de una novela en particular a este cuaderno en particular. Me interesa el desafío formal más que el planteamiento intelectual. Para eso propongo –me propongo– llevar un diario que comience hoy (y que comienza ahora) de la experiencia de esa lectura.

Desde el proceso de adquisición de esa novela que no he leído, hasta el proceso material del diario o cuaderno. Leerla para acceder a lo que ese texto contiene, lo que hay dentro de él.

Este experimento busca resolver principalmente dos inquietudes. Una tiene que ver con los alcances materiales del proceso de lectura y el otro tiene que ver con la práctica de llevar un diario: algo que he hecho antes pero nunca consciente de que ese diario podrá ser visto/leído por otros.

Es temprano en la mañana de este jueves y en unas horas más partimos a Balmaceda. En este punto me pregunto si será necesario hacer un quiebre en la escritura que funcione como marca en la página. Es decir, señalar o diferenciar aquellos apuntes que surjan propiamente del diario de los que pertenezcan a la experiencia de la lectura.

Una forma de hacer un quiebre puede ser con el cambio de color de lápiz con el que estoy escribiendo. Una cuestión que antes ya pasó en esta página, un poco por un movimiento impaciente de mis manos que quisieron cambiar de lápiz. Ese cambio como seña clara.

Pienso en las primeras formas de lenguaje que fueron también la construcción de una diferencia. Aprender a nombrar es una forma de dibujarle un nombre a las cosas, a las experiencias, al propio yo. Esto es lo otro y esto soy yo: la primera frontera. La primera seña de diferencia entre un aquí y un allá.

La otra forma de pensar un cambio dentro de la narración que de a poco se va articulando en estas páginas tiene que ver con el cambio de dirección que siguen las líneas de las frases. Es decir, evidenciar una variación en el sentido de la escritura manuscrita. Ambas son capaces de construir acción. Desvío. Recordar siempre que este es también un ejercicio visual. Un diario que busca construirle un relato visual al modo en que funciona el pensamiento.

Cada acción, cada decisión tomada en estas páginas responde a una acción originada en el pensamiento. Para efectos de este diario no hay escritura sin lectura. Y no hay acción manuscrita sin pensamiento. El pensamiento es una realidad generada por la lectura. Bajo esa premisa surgen las preguntas por las señas gráficas: ¿integrar lo que procede de lo autobiográfico a lo que surge de la lectura? ¿cuáles son las marcas de la ruta escritura-lectura? ¿cómo trabajar las señas dentro de la página?

El afán es el del registro integrado en un formato y en una práctica única: la de la escritura manuscrita. Una pregunta por la actualidad material de la escritura manuscrita. Una práctica que no esté mediada por ningún dispositivo electrónico. ¿Qué es lo que supone la existencia de una práctica análoga?

En este punto inicial, el diario es pura especulación sobre la página: la lectura del libro no ha comenzado y sin embargo, su posibilidad ha iniciado una secuencia o mecanismo de pensamiento que ha ido cayendo en estas páginas. Ya la lectura en sí misma, como posibilidad, genera su propia escritura. Subimos al avión que nos llevará a Balmaceda y en la espera del vuelo han surgido las primeras señas. Las primeras impresiones o ideas de lo que se propone este proyecto de diario de lectura, que, es de alguna forma también, un diario de escritura.

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(Sin fecha)

Secuencia infinita de magnitudes

Arriba: lo masculino, el poder, la ciudad, la casa feudal, el cielo, Don Alejo, lo conocido, la virtud, lo recto, el futuro, el progreso, la luz, la electricidad, la vida, lo celeste, el día.

Manuela: y todos los intervalos que se abren en el lugar que se desdice del centro.

Abajo: lo femenino, lo precario, lo rural, el caos, el infierno, el prostíbulo, lo desconocido, lo que devora, el pasado, la pobreza, el aislamiento, la oscuridad, la no electricidad, el aislamiento otra vez, lo sucio, la locura, lo feo, lo viejo, el pecado.

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22 marzo 2017

Donoso viaja en 1965 a México, a la casa de Carlos Fuentes, a terminar El obsceno pájaro de la noche y allá se da cuenta que está atrapado en la que quiere que sea su “gran novela”. Además, le debe un texto a la Editorial Zig-Zag, que tienen la Revista Ercilla, en la que se ha comprometido a publicar. Así que decide extraer un apéndice y hacer un texto aparte de la novela para saldar la deuda. ¿Cuál es el lugar sin límites? El espacio que se anuncia en el título es una interrogante que se desarrolla a lo largo de todo el texto. Si hay algo que atraviese la novela es el temor. Todos los personajes tienen miedo. El miedo los cohíbe, los desalienta. La Manuela se mueve dentro del pueblo en una ronda con la muerte, arrastrando el miedo a que aparezca Pancho Vega y sea su fin. Es el miedo el que confina a la Manuela al pueblo de El Olivo. La Manuela sostiene una máscara que nos permite “verla” como una mujer aunque sabemos que es biológicamente un hombre. Esta máscara le permite construir una fantasía que la aleja de su miseria (y de la muerte). Severo Sarduy habla de una serie de inversiones al interior de la novela. La inversión funciona aquí como un recurso que hace pensar en un mundo o realidad reversa, opuesta. Las pulsiones de Pancho Vega se mueven atraídas por la máscara que sostiene la Manuela. El infierno no es para Donoso un lugar físico que se pueda medir con límites, no es el pueblo de El Olivo delimitado por los viñedos de Don Alejo o por el río que corre junto a la plantación de viñas. El infierno está en el interior de los personajes. Todos los personajes, movilizados o paralizados por el miedo, viven en el infierno. Sólo la muerte es para ellos una salida. En El Olivo los personajes están condenados a mantener una máscara que representa no sólo la impostura, el querer ser otro, sino que la fantasía de escape del infierno. Para los que quieren escapar del pueblo sólo hay límites. El Olivo podría ser un paraíso, pero es un miserable pueblo en la zona central de Chile, donde Don Alejo, el dios local es una figura omnipresente que representa la promesa del bienestar, pero utiliza el pueblo únicamente para su beneficio personal. Se puede leer la homosexualidad de Pancho Vega y su pulsión por la Manuela, como un reconocerse en otro y su deseo –encubierto de violencia– podría una forma de purificación del otro. La Manuela cuestiona la distribución binaria del género, lo masculino y lo femenino., lo que Perlongher define en un “devenir del entre”. La Manuela quiebra lo binario al relacionar en su cuerpo lo masculino con lo femenino. La Manuela está constantemente construyendo en su alteridad, resignificando su diferencia y renunciando a su masculinidad. La existencia de la Manuela es puro borde y desafío al comportamiento convencional. La capacidad de despertar el placer en los hombres es lo que le confiere a la Manuela una cuota de poder, sostenida en la existencia de la máscara.

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OTRO LUGAR SIN LÍMITES. UN DIARIO DE LECTURA DE JUAN JOSÉ RICHARDS

Galería NAC, Nivel Calle, Juan de Dios Vial Correa 1351, Providencia, Santiago

Del 31 de mayo al 22 de julio de 2017

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