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Celeste Olalquiaga Sobre Proyecto Helicoide, la Torre de Babel Tropical

Celeste Olalquiaga es una investigadora independiente interesada en las contradicciones de la modernidad y los aspectos residuales de la cultura moderna. Nacida en Santiago de Chile, realizó la Licenciatura en Letras de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, y posteriormente un doctorado en Estudios Culturales en la Universidad de Columbia, en Nueva York, ciudad donde reside actualmente. Es fundadora y directora de Proyecto Helicoide, una iniciativa cuyo objetivo es el rescate cultural e histórico de El Helicoide de la Roca Tarpeya, construcción icónica en Venezuela ideada por el arquitecto Jorge Romero Gutiérrez en 1955, y ubicada en las parroquias San Pedro y San Agustín de la ciudad de Caracas. Conversamos con ella sobre este distópico proyecto de la modernidad caraqueña, hoy olvidado, devenido arquitectura fallida.

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Celeste Olalquiaga por Vladimir Marcano

Entre tus principales intereses está el tema de la ciudad, cuéntanos un poco cómo surge esta línea de trabajo…

Mi entrenamiento inicial es en arte y literatura y después me fui a hacer una maestría en Maryland, Estados Unidos, con Ángel Rama, un historiador y crítico uruguayo muy importante que por cierto vivió mucho tiempo en Venezuela. El estaba escribiendo en ese momento un libro llamado La Ciudad Letrada, donde establecía cómo a través de los documentos se formaba el imaginario urbano en el sigo XIX, y esto me interesó y logró que yo cambiara la literatura y me dedicara a la ciudad. Después me fui a Nueva York a hacer el doctorado en Estudios Culturales y publiqué mi primer libro, que es la disertación doctoral llamada Megalópolis.

¿De qué se trata esta publicación y por qué su reedición en Chile?

Megalópolis fue un libro que tuvo mucho éxito. Salió en 1992 en inglés editado por University of Minnesota Press y fue traducido inmediatamente al castellano (Monte Avila Editores, 1993) y al portugués (Studio Nobel, 1998). Abordé el tema urbano de una manera que la gente lo podía leer, y esto fue interesante porque los que no eran académicos pensaban que al fin podían leer un libro académico y los académicos pensaban que era un libro no académico. A mi me parece muy importante escribir de una manera que te entiendan, el pensamiento puede ser teórico pero la escritura debe ser accesible. Para mi fue un paseo por distintas ciudades: Nueva York, Caracas, Ciudad de México, donde voy tocando distintos puntos. Lo escribí justo antes de la revolución tecnológica de 1990. El libro gira en torno a la tecnología pero anticipándola, porque eran cosas muy incipientes en ese momento, así que de cierta forma se anticipa a la revolución tecnológica y explica lo que va a ocurrir con los seres humanos. Para mi gran sorpresa se mantuvo en el tiempo; es un libro que por ejemplo le gusta mucho a los jóvenes y eso para mi es gratificante. A partir de esto la librería y editorial chilena Metales Pesados me contactó y me propuso la reedición, que salió el año pasado, y pues es una gran felicidad que un libro se mantenga tan vigente. 

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Cortesía: Editorial Metales Pesados, Chile

Otros de tus focos de investigación es el kitsch. Escribiste un libro llamado El Reino Artificial: sobre la experiencia Kitsch (1998). Cuéntanos un poco de qué trata ese libro.

Si, fíjate, Megalópolis tiene cinco capítulos: el primero es sobre tecnología, el segundo es sobre la moda retro a través del cine, el tercero es sobre el kitsch, el cuarto sobre las ruinas modernas y el quinto, Tupinicópolis, es un poco sobre la latinización de los Estados Unidos. Entonces lo que ha pasado es que estos capítulos se han ido convirtiendo cada uno en un libro. Mi segundo libro es el del kitsch, donde lo abordo desde el reino artificial y de una manera completamente distinta porque no me interesa el tema del buen gusto o el mal gusto, me parece que son convenciones culturales muy subjetivas; me interesó mucho más proponer el kitsch como una sensibilidad cultural moderna que surge a partir de la industrialización del siglo XIX y se va manifestando en distintos objetos que voy a analizando a lo largo del libro, sin enjuiciar el kitsch, sin decir si es bueno o es malo. Lo que digo es: esto un fenómeno cultural de nuestra época y hay que entenderlo, creo que todavía no se le entiende. Sigue siendo una acusación; hay muchos tipos distintos de kitsch: hay kitsch producido como tal, hay cosas que devienen kitsch con el pasar del tiempo… es un fenómeno súper complejo.

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Cortesía: Editorial Gustavo Gili, México

También tienes una investigación sobre el Mito de la Petrificación de Medusa que desarrollaste en París.

Estuve en París trabajando en las colecciones de historia natural que me empezaron a interesar porque me di cuenta que la producción de objetos que se industrializa a partir del siglo XIX y sobre todo la sacralización de los objetos había comenzado mucho antes con las colecciones de historia natural renacentista, y ahí empecé a trabajar ese otro libro que está un poco de lado ahora. Luego de 10 años de investigación profunda en París me devolví a Nueva York y me di cuenta que era un momento para trabajar las ruinas, que ese tema estaba sobre el tapete y que podía ser el momento de El Helicoide.

¿Cómo y cuándo surge tu deseo por rescatar la apreciación de este edificio/escultura?

A veces los intereses por las cosas son inconscientes. Hay muchas razones, pero yo recuerdo claramente cuándo El Helicoide entró en mi vida, que fue a partir de la noticia del desalojo en 1982 para hacer el Museo de Historia Nacional y Antropología. En ese momento había 10.000 personas viviendo en El Helicoide, que eran damnificados por lluvia que el gobierno de Luis Herrera Campins ubicó ahí en 1979, sin agua, sin servicios, en containers… era muy impresionante… Esa noticia me impactó mucho y eso sucedió justo antes de yo irme a Estados Unidos. Luego, en uno de mis viajes a Caracas, una noche pasé al lado de El Helicoide por la Avenida Fuerzas Armadas y fue la primera vez que lo vi; cuando vi esa torre de babel gigantesca realmente me impactó, y ahí me interesé de frente. Escribí un artículo que salió en la revista Imagen en aquel momento, y luego en cada uno de mis viajes trataba de hacer algo, como tomar fotografías, cosas sencillas. En ese momento la editorial Panteón me aceptó la propuesta para escribir el libro del kitsch y me quedé pendiente con El Helicoide, que es parte del paisaje en el que crecí, el paisaje caraqueño y toda la modernidad de los 50 y 60 que lo rodea. En cada uno de mis viajes a Caracas me interesaba esa capa topográfica de la ciudad que cada vez se iba volviendo más vieja.

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El Helicoide de Roca Tarpeya, Caracas

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El Helicoide de Roca Tarpeya, Caracas

¿Cómo surge Proyecto Helicoide?

En 2013 voy a Caracas y empiezo a hablar sobre El Helicoide y se genera un interés muy grande y salen muchas propuestas y oportunidades, así que fundo Proyecto Helicoide con un equipo de personas, entre ellas Lisa Blackmore y Fabiola Arroyo. Trabajamos en un momento también con personas de la Universidad Central de Venezuela, como María Fernanda Jaua, y empezamos a rescatar la memoria de El Helicoide, porque lo que pasa con él es que está olvidado, y al mismo tiempo es una estructura única en el mundo. No queríamos intervenirlo, porque está ocupado por una presencia policial importante, sino rescatar su historia. Queríamos ponerlo sobre el tapete como patrimonio arquitectónico y fenómeno cultural, y que la gente lo viera, porque lo que pasa es que la gente no lo ve, uno se acostumbra a ver las cosas en la ciudad y las termina aceptando y aceptando, pero ya no las ves. Por ejemplo, cuando salían las noticias sobre El Helicoide me llamaba la atención que el reportero decía: “Aquí estamos frente a El Helicoide”,  pero no te mostraban el edificio, porque no era lo importante, el edificio como tal estaba desapareciendo. Así que para nosotros era muy importante que se viera la estructura y se ubicara en la historia. Hemos recibido muchísima ayuda, somos un equipo que ha fluctuado; hubo un momento que contando todos los investigadores éramos 15. Aparte de las personas que ya mencioné, trabajaron constantemente conmigo Luis Rafael Bergolla, Bolivia Chacón, Mónica Santander, Julia Zurilla, Paula Martínez, Gabriela Quero y Jean Nouel. Un equipo interdisciplinario muy dedicado. Asimismo, el artista Hayfer Brea nos cedió la imagen del logo. Además recibimos mucho apoyo de las familias de los arquitectos originales (Jorge Romero Gutiérrez, Pedro Neuberger y Dirk Bornhorst), que nos donaron sus archivos, y de la gente que trabajó en la construcción. La gente verdaderamente se ha entusiasmado mucho y hemos tenido mucha colaboración.

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Miembros de Arquitectura y Urbanismo C.A. Jorge Romero Gutiérrez al centro, junto a su equipo de colaboradores. Cortesía: El Helicoide. Dirk Bornhorst. Oscar Todtmann Editores

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Una de las maquetas de El Helicoide de la Roca Tarpeya. Centro Comercial y Exposición de Industrias. Proyecto original para El Helicoide (1955-1961). Cortesía: Proyecto Helicoide

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El Helicoide en construcción. Cortesía: Proyecto Helicoide

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El Helicoide en construcción. Cortesía: Proyecto Helicoide

¿Por qué el Helicoide y no el Hotel Humboldt de José Tomás Sanabria, o las Torres del Centro Simón Bolívar de Cipriano Domínguez, o Parque Central de Daniel Fernández-Shaw?

Yo digo que son traumas. Me quedó plasmada la imagen del edificio esa noche que le pasé por al lado y dije ¡wow!. Ese fue un momento clave para mi. Además, El Helicoide es verdaderamente impactante, basta con mostrar una fotografía para que todo el mundo te pregunte ¿qué es eso? Y bueno, personalmente me interesa mucho la arquitectura curvilínea y no tanto los ángulos. Por ejemplo, del Humboldt, Federico Prieto hizo un libro, también está el documental, es decir, hay toda una movida precisamente para recuperar la memoria de estos hitos arquitectónicos de la modernidad venezolana, que espero redunde en la conciencia ciudadana. El pasado arquitectónico no es solamente el pasado colonial sino también el moderno, y apreciar ese pasado y conservarlo lleva a manejar mejor la urbe presente y a prepararse mejor para la urbe futura.

¿Cuál fue el impacto de El Helicoide en los años 50 en Venezuela e internacionalmente?

Caracas estaba en los años 50 en un boom, en plena remodernización de la ciudad bajo el régimen de Marcos Pérez Jiménez, y había muchos ojos puestos sobre Caracas. Había un gran interés en la arquitectura moderna latinoamericana. En 1954, el MoMA organizó una exposición sobre arquitectura latinoamericana porque lo que estaba pasando en Venezuela también estaba sucediendo en otros países de América Latina. Luego en 1961 organiza también la exposición Roads sobre la construcción de nuevos caminos y autopistas como modos de transporte y también sobre el surgimiento de las grandes ciudades comerciales, y es entonces cuando encuentran en El Helicoide un centro comercial rodeado de su propia autopista, es decir, todo en uno, y se fascinan absolutamente con el edificio y lo convierten en uno de los protagonistas de la exposición: utilizan fotos de las maquetas y lo presentan teniendo un éxito enorme, y por supuesto todos los periódicos reseñan también esta espiral automovilística que hay en Caracas. Paradójicamente, en el momento en que todo el mundo se fascina está siendo paralizado el proyecto en Venezuela.

El proyecto queda definitivamente paralizado con la llegada al gobierno de Rómulo Betancourt. ¿Qué sucedió? ¿Se trataba de un acto de ruptura con el impulso modernizador, emblema de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, o fue un problema de financiamiento?

Material y concretamente, hubo un problema de financiamiento, pero la pregunta es ¿por qué?. Indudablemente, el proyecto tenía el visto bueno de Pérez Jiménez, si bien no hubo financiamiento directo. El Helicoide venía financiado básicamente con créditos extranjeros y con la venta de sus locales. Cuando llega al poder Rómulo Betancourt el estado le niega a El Helicoide el aval para esos créditos extranjeros y le ofrece un préstamo del Banco Obrero, que era un banco del estado, con muchísimas condicionantes. De tal manera que la Compañía Anónima Helicoide, que le pertenecía al arquitecto Romero Gutiérrez, quien por cierto era un visionario y no era que estaba construyendo el edificio para un tercero sino que le pertenecía como empresa, se niega a aceptar esas condiciones que le imponen justo antes de finalizar el proyecto y decide entablar una demanda contra el gobierno. De esta manera, se frena la obra y al frenarse la obra los dueños de los locales demandan a El Helicoide temiendo por su inversión, y se arma un lío legal tan enmarañado que Rockefeller, que tenía varias empresas en Venezuela en ese momento, intenta comprar El Helicoide y no puede repasar esa maraña legal, la cual no se decide hasta 1975, cuando el Estado gana la demanda y pasa a tomar posesión del edificio. Entonces, es un problema de financiamiento que se da a partir de esa asociación que se establece entre la dictadura de Pérez Jiménez  y El Helicoide.

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Nota de prensa sobre El Helicoide. Cortesía: Proyecto Helicoide

Anteriormente has descrito la estructura como Torre de Babel Tropical y como la primera ruina moderna de la ciudad caraqueña. ¿Qué significado crees que puede tener el edificio como imagen utópica?

Más bien sería como imagen distópica. Es un proyecto utópico que fracasa rodeado de una realidad distópica que es la que sigue sucediendo y aumentando: la realidad de los barrios pobres, que no sólo rodean El Helicoide sino que en momentos dados están totalmente pegados y casi se funden. Lo que pasa es que los venezolanos urbanos somos modernos, y la modernidad tiene una memoria muy corta, entonces todo lo que fracasó e incluso cosas que tuvieron éxito como la Universidad Central de Venezuela están en muy malas condiciones. Como modernos, siempre miramos hacia adelante, no miramos hacia atrás o para los lados siquiera, entonces dejamos abandonar esas capas de la ciudad, lo que es una lástima porque en Venezuela hay una arquitectura moderna muy importante que está completamente desdeñada. La Torre de Babel, y no soy yo la única que habla de eso, fue una de las inspiraciones para los arquitectos. También Federico Vegas tiene un artículo muy bello y Juan José Olavarría tiene una obra que se llama La Torre de Babel, que pensamos incluir en una exposición que tenemos próximamente. Es una idea muy interesante porque se trata de una torre que los hombres están construyendo para llegar al cielo, pero Jehová los condena a que hablen distintas lenguas y no se puedan entender, y como no se pueden entender no la pueden terminar de construir y se va arruinando, y eso es lo que pasa en Venezuela: es babélica en ese sentido, porque hay una incomprensión fundamental como si todos habláramos diferentes idiomas, en un país que quedó en proceso de construcción.

El Helicoide es sumamente importante como proyecto arquitectónico, sin embargo, su significado intrínseco para los venezolanos ha estado en parte vinculado a la incompleta modernización de Caracas en los años 50. Luego a finales de los 70 y principios de los 80 fue zona roja por tráfico de drogas, prostitución, criminalidad, y actualmente como sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) está vinculado a una situación social compleja y también violenta. Esto se relaciona con que un hito dentro de la arquitectura venezolana como lo es El Helicoide tenga un lugar más bien distópico en el imaginario social…

Estudiando la historia de El Helicoide terminamos armando la línea de tiempo que expusimos parcialmente en el Centro Cultural Chacao y luego de manera más amplia en el Museo Nacional de Arquitectura, donde hablamos de varios de los proyectos fallidos y de los hitos más importantes de la vida de El Helicoide, simplemente presentando los hechos históricos sin ningún tipo de juicio, y lo que surgió para el público de manera muy evidente fue una metáfora de la historia de la democracia en Venezuela. Entonces, El Helicoide es también una metáfora de los últimos años de nuestra  historia, y nosotros no estábamos conscientes de que era tan emblemático. Al empezar esta investigación yo pensaba más en las contradicciones y fracasos de la modernidad, pero nunca se me ocurrió que representaba al país como un proyecto que se ha ido construyendo, y que empezó con una modernización increíble en los años 50 gracias al petróleo -que ya venía desde los años 20, evidentemente-, y es parte de una historia de grandes entusiasmos y caídas, proyectos no terminados, cosas empezadas… Hubo por lo menos seis proyectos importantes de gran envergadura que apuntaban a que ahora sí se va a hacer algo con El Helicoide, por ejemplo el proyecto del Museo Nacional de Historia y Antropología, o el Centro Ambiental.

Una de las cosas que queríamos hacer era un proyecto con las comunidades de San Agustín del Sur y de San Pedro, porque la idea era conocer qué relación y qué memorias tienen ellos del edificio, así que propusimos hacer una serie de talleres gratuitos donde les íbamos a enseñar, a través de diferentes técnicas, a retomar estas memorias, y lo primero que descubrimos es que prácticamente no existe para ellos, hay una relación de negación, lo cual tiene sentido porque se instaló El Helicoide, estuvo abandonado prácticamente hasta 1979 cuando hay una ocupación masiva de una comunidad extraña y debe haber sido muy compleja la interacción entre los damnificados que estaban viviendo en El Helicoide y comunidades tan establecidas como la de San Agustín. Después que evacúan estas familias se instala la policía, que tampoco es una presencia amigable. Lamentablemente, no pudimos realizar estos talleres pero para mi es algo que está pendiente. Por ejemplo, la comunidad de San Agustín del Sur hizo un gran esfuerzo por recuperar el Centro de Arte Alameda y lo tienen recuperado con mucho orgullo; sin embargo, consideran que El Helicoide no tiene nada que ver con ellos. Entonces pienso que sería importante que ellos dijeran: «Aunque no tengamos una historia directa con esto, hagámoslo presente».

Mi fascinación por las ruinas modernas ha cambiado debido a mi trabajo con El Helicoide, sobretodo porque es un edificio que está mitad abandonado y mitad ocupado, en el sentido que a pesar de que está el SEBIN, la Policía Nacional Bolivariana, la Universidad Nacional de las Fuerzas Armadas, es decir, aproximadamente unas 2.000 personas que trabajan ahí diariamente, hay varios niveles que están completamente desocupados y evidentemente esto tiene una carga negativa fortísima, no solamente por toda la historia de fracasos, sino por funcionar como prisión, lugar de tortura y todo lo que viene ocurriendo con él desde 1985, que es algo importante de mantener en cuenta: la presencia policial ahí tiene casi 30 años.

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Vista de la exposición sobre El Helicoide en el Museo Nacional de Arquitectura (MUSARQ), Caracas. Foto: Marco Antonio Guerrero

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Helicoides fallidos. Vista de la exposición sobre El Helicoide en el Museo Nacional de Arquitectura (MUSARQ), Caracas. Foto: Marco Antonio Guerrero

Gran parte de la construcción se encuentra en estado de abandono y ha sido catalogada como ruina viviente. ¿Podríamos especular sobre la situación actual del edificio de haberse completado el proyecto y efectivamente haber funcionado como centro comercial y exposición de las industrias?

Sumamente imprevisible. Quizás sería algo parecido a Parque Central, donde algunas cosas tendrían más éxito que otras, pero no creo que hubiera sido un éxito total porque nosotros en Venezuela no creemos en la cultura del mantenimiento sino en la cultura de sacar las cosas y pasar a lo próximo. Habría espacios en abandono, otros funcionarían, pero no sería un éxito mantenido en el tiempo, y eso no es únicamente una cosa venezolana. La modernidad fue un proceso muy violento culturalmente. Claro, hay que aclarar a qué se refiere uno cuando dice modernidad, porque a grandísimos rasgos podríamos hablar incluso del Renacimiento cuando entramos en otra etapa cultural a nivel universal, pero si hablamos de la modernidad industrial que empieza con el siglo XIX y mucho más la modernidad postindustrial del siglo XX, ésta está determinada por nociones como la del futuro y la del progreso que son nuevas, mira sólo hacia el mañana y descarta la tradición por encontrarla pesada y retrógrada, trata de inaugurar todo de nuevo y eso es un proceso muy violento, que te digan descarta todo lo anterior porque vamos a empezar con casa nueva pero no te dan la casa, entonces te quedas sin el pan y sin el pedazo. La modernización, que si bien ha sido un salto adelante en términos de higiene, educación, vivienda, etcétera, fue culturalmente un proceso muy violento con esa característica tan peligrosa de no tener memoria, y los venezolanos estamos afectados por esa incapacidad de mirar hacia atrás. No hay que descartar todo lo anterior para inaugurar algo completamente nuevo, ya el siglo XX nos mostró que eso no funciona.

¿Qué uso actual y futuro propondrías para El Helicoide? ¿Cómo podríamos rescatarlo?

A mi me parece que una de las cosas más interesantes es precisamente por lo cual mucha gente piensa que no se puede hacer nada, que es los barrios que lo circundan. A mi eso me parece la razón más determinante. El Helicoide está entre los barrios San Agustín del Sur y San Pedro, que en aquel momento cuando se construyó el proyecto eran apenas caseríos y no los barrios que conocemos hoy día. Nosotros hemos hablado con varias personas que viven en esas áreas y ellos no tienen relación con El Helicoide, y a mi me parece que lo que sería ideal sería incorporarlo al tejido urbano empezando por la comunidad donde está. Yo pienso que ya que pertenece al Estado debería tener sus funciones administrativas para que el Estado continúe invirtiendo en él, y además debería tener funciones culturales y comerciales para dar trabajo a toda la gente que vive alrededor y dinamizar esa área, es decir, en vez de decir no hacemos nada porque es un área deprimida económicamente, pues precisamente por eso es que hay que convertirlo en algo que puede modificar esa situación. Es un lugar muy grande, con casi 100.000 metros cuadrados, que nadie ha podido ocupar completamente. Ahí se pueden hacer muchísimas cosas, incluso viviendas. Es una estructura difícil porque tiene la Roca Tarpeya en el medio, pero ¿si la gente puede tomar un edificio como la Torre de David y hacerla funcional por qué no se puede hacer funcional El Helicoide? Podría ser una solución habitacional muy particular.

El 2014 fue un año de movida actividad para Proyecto Helicoide. Inauguraron en el Centro Cultural Chacao la primera muestra expositiva Helicoides Posibles: visiones fantásticas, en septiembre, y luego en el Museo Nacional de Arquitectura Helicoides Fallidos. Proyectos, ocupaciones y usos de El Helicoide de la Roca Tarpeya (1955-2014), en noviembre, así como proyecciones de documentales y conferencias que también han tenido lugar en el 2015. El sitio web del proyecto es una de las plataformas donde podemos acceder a esta información. ¿Cuáles son sus proyectos futuros para la divulgación de la investigación?

Actualmente, Lisa Blackmore y yo estamos escribiendo una monografía crítica bilingüe sobre El Helicoide  en la que participarán varios especialistas de arquitectura, historia, antropología, entre otros. En Venezuela tenemos en febrero del 2016 una exhibición que habíamos planteado en principio para el Museo de Arte Contemporáneo en Caracas, pero no se dio, y la vamos a hacer en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia. Se trata de una muestra que combina la parte histórica junto con una serie de aproximadamente 16  artistas que han venido trabajando el tema de El Helicoide o el tema de la modernidad, entre los cuales están Juan José Olavarría, Ángela Bonadies, y Alexander Apóstol. También incluye fotografías de Paolo Gasparini, videos, material de la época… Por otro lado, estamos buscando la proyección internacional, porque verdaderamente la magnitud de la osadía de la arquitectura moderna latinoamericana es muy importante. Por ejemplo el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en Santiago de Chile, está interesado en presentar Proyecto Helicoide. Estamos proponiendo una exposición que tiene que ver con arquitectura espiral, estableciendo un paralelismo con los 27 caracoles que hay en Santiago, que son pequeños centros comerciales que se hicieron en los años 70 bajo la dictadura y también fracasaron. Entonces son interesantes estos paralelismos. También tenemos gente en Europa interesada. La idea es seguir desarrollando el proyecto lo más que se pueda en Venezuela; queremos montar en la página web todo el archivo para que sea un archivo público, y si me dan la oportunidad hago un documental. Hay muchísimas cosas que hacer.

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El Helicoide. Vista interior. Cortesía: Proyecto Helicoide

Actualmente hay varias exhibiciones que pretenden abordar la arquitectura moderna de locaciones geográficas periféricas a lo largo de la historia del arte, por ejemplo Arquitectura de Independencia: Modernismo Africano, en el Museo de Diseño Vitra en Rhein, Alemania; la exposición Cascarones de Candela, en el Museo de Arte de las Américas, en Washington; la comentada Latinoamérica en Construcción: Arquitectura de 1955-1980, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otras. En tu opinión, ¿se está realmente reescribiendo la historia de la arquitectura moderna insertando contextos anteriormente ignorados, o se trata de una actitud neo-colonial permeada de la simpatía por lo exótico?

Eso es una buena pregunta y es una pregunta que hay que hacerse. La exposición que está ahorita en el MoMA no es perfecta; documentalmente es un tesoro y pienso que va a marcar un hito en la apreciación de la arquitectura moderna latinoamericana. Tiende a cierta visión utópica porque muestra todos los proyectos en su momento de construcción, así hayan sido terminados o no, y de alguna manera podríamos decir que la muestra adolece de no mostrar todo lo que acontece después con esas estructuras, que es verdaderamente lo que acontece en la historia. Pero no es realmente su función, y tampoco podemos pedirle al MoMA que le dedique el museo entero a entender los últimos 60 años de la arquitectura latinoamericana. Realmente nos corresponde a nosotros en América Latina hacer esas evaluaciones. Me parece una exposición súper importante aunque muestre sólo un momento de estos monumentos, porque es una exposición que gatilla y da lugar para que precisamente nosotros empecemos  a hacer nuestras evaluaciones, porque no podemos adolecer de una actitud neocolonial y esperar que sean ellos los que vengan a decirnos cómo tenemos que pensar sobre nosotros. Los estudios postcoloniales han terminado con eso afortunadamente, hay que mantener la autorreflexión.

El siglo XXI empezó con grandes revisiones del siglo XX, el término de la modernidad está siendo debatido. Bruno Latour dice que nunca fuimos modernos, qué es ser moderno, cuántas modernidades hay… es un debate actual y fundamental. Hay que entender el pasado para movernos hacia el futuro sin repetir los mismos errores. Está ocurriendo una gran revisión de los aspectos y conceptos culturales más importantes del siglo XX, y en eso se inscribe el redescubrimiento de la arquitectura latinoamericana.

Aunque este tipo de programas ciertamente son un poderoso e importante sistema de comunicación y permiten en buena medida la inserción a la historia, probablemente la educación sobre la importancia de la arquitectura venezolana debería venir en primer lugar de nuestras propias universidades, instituciones e investigadores…

Si, hay grandes teóricos en América Latina y hay mucho material intelectual y gente que piensa muy claramente sobre estas cosas. El MoMA lo que hace es capitalizar una sensibilidad, un fenómeno que está ocurriendo ahorita, lo capitaliza y lo convierte en un producto, y bueno, lo hicieron y hay que ver lo positivo que puede dar eso.

¿Proyecto Helicoide colaboró de alguna manera con esta exposición?

En efecto, Proyecto Helicoide colaboró entregándole al MoMA algunos objetos del proyecto original para efectos de estudio, los cuales serán montados en la página de la exposición en junio. Es importante recalcar que, si bien el MoMA nos considera sus colaboradores, El Helicoide está en la exposición por cuenta propia, independientemente de nosotros.

Históricamente nuestros ojos han estados volcados hacia fuera esperando la mirada legitimadora de Europa y Estados Unidos. Hoy día creo que buscamos accionar desde una localidad internacional, en un intento de superar finalmente la colonialidad global entendiendo el término como lo emplea Walter Mignolo ¿Cuál sería para ti el camino para superar esto?

Estamos en una época postcolonial; hay muchas cosas autóctonas, hay una terminología que intenta ubicar de una manera más horizontal las contribuciones que los países de América Latina hacen. Creo que estamos todos en el mismo planeta y tiene que haber necesariamente algún tipo de relación. Al principio fue una relación muy vertical, pero quizás hoy día, aunque no se puede hablar de horizontalidad empezando por la desigualdad del desarrollo del capital, quizás si de relaciones más diagonales. Creo que en nuestros países hay una resistencia al mecanismo, una rebeldía, y siempre va a haber un intento de aprovechamiento de parte y parte. Los centros se han alimentado de las periferias, pero también las periferias han tomado muchos elementos culturales de los elementos dominantes. Es una relación más compleja, más transversal donde hay contribuciones muy importantes por parte de América Latina. Es muy peligroso e injusto destinarnos a una neocolonialidad en continuidad por ser países más jóvenes con otras historias. Es un tema importante, que también ha surgido con esta exposición del MoMA. ¿Por qué nosotros no estamos, desde América Latina, produciendo nuestras propias exposiciones para recalibrar 20 o 50 años de historia?Estamos muy concentrados en un presente inmediato o en un pasado reciente, y recalibrar es una ardua labor, y cuando digo recalibrar me refiero a hacerlo balanceando, porque la revolución bolivariana en Venezuela, por ejemplo, hace una revisión de la historia, que es importante y fundamental hacerlo, pero no para decir que nada sirvió, porque creas situaciones antagónicas y radicales; no es que lo anterior no sirvió para nada, sino que hay pros y contras, y lo que hay que hacer es balancearlo, porque si haces borrón y cuenta nueva todo el tiempo es una negación constante de la realidad, y eso es peligroso, porque la negación es la represión de la realidad y eso no te permite avanzar. Lo más importante es calibrar el pasado y el presente de una manera balanceada para poder abrir posibilidades en el futuro y evitar repetir cíclicamente los mismos errores.

Leyla Dunia

Nace en Caracas, en 1990. Es Doctora en Artes, Humanidades y Educación por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Tiene una Licenciatura en Historia del Arte por la Universidad Central de Venezuela y Máster Oficial en Investigación en Prácticas Artísticas y Visuales por la UCLM. Ha colaborado como escritora con revistas internacionales de arte como ArtForum, Performance Research, Efímera Revista, Sin Objeto, Artishock, Revista Común, ArtNexus y el diccionario de Arte Latinoamericano de Oxford University Press. Ha trabajado como curadora, asistente curatorial e investigadora en exposiciones en España, Estados Unidos, Ecuador y Venezuela y participado como ponente y conferencista en México, Colombia, Ecuador y Líbano. Actualmente es profesora de Historia del Arte en España y desde 2016 colabora con el grupo de investigación ARTEA Investigación y Creación Escénica de la UCLM.

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