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LA INSÓLITA INTIMIDAD DEL AGUA QUE ESCRIBE

APARATOS DE OBSERVACIÓN PLUVIAL (AOP), DE CATALINA GIACAMAN Y JUAN PÉREZ

La materia, el lugar donde se condensan los distintos seres y tiempos, es una cuestión de imprevisibles e insólitas intimidades

Karen Barad


El ciclo del agua, el llamado ciclo hidrológico, compone una partitura viva, un circuito que recorre el planeta completo. A ratos en forma de lagos, ríos o arroyos, en las capas subterráneas o incluso en las nubes, antes de hacerse hielo en el océano. En aquella poética condensada, la transpiración del mundo, la nuestra, se evapora para componer la atmósfera que luego se precipitará en forma de lluvia.

Al acercarnos a la imagen, podemos ver que unos artistas se añaden al ciclo del agua para tramarle otro circuito, que inventan un afluente insospechado. En esta insólita intimidad, como canales que poetizan la energía del mundo, los Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez le dan una continuidad maquínica al agua, llevando el ciclo más allá de su estado natural, o quizás, los aparatos se vuelven naturales al seguir el tránsito acuoso que desemboca en la función artística. Se prolonga un ciclo donde lo natural y lo ficcional se mezclan, donde lo orgánico y lo artístico ya no es distinguible.

AOP, en palabras de sus artistas, es una investigación transdisciplinar que explora el fenómeno de la lluvia, que abre nuevos caminos de comunicación con aquellas “agencias no humanas del paisaje”. No podría dejar de agregar que esta exposición, montada desde el 5 de diciembre hasta el 5 de enero en el teatro de Panguipulli, es la continuidad de un proyecto que nació años antes con el nombre de Viaje a la lluvia (2022), que ahora se encuentra en una segunda fase.

Se podría decir que AOP tuvo una fase arqueológica, que consistió en cosechar fósiles de lluvia mediante cenizas, así como captar el impacto o el roce de las gotas mediante papel entintado. En esta segunda fase, el trabajo de la lluvia sobre el soporte se vuelve una colaboración en la forma de un ensamblaje de aparatos, un entrelazamiento múltiple que extiende el ciclo del agua a horizontes inéditos.

Memoria, Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez. Foto cortesía de les artistas

Si bien en el arte prevaleció durante mucho tiempo, quizás todavía, la idea de un creador demiúrgico que tiene un privilegio especial sobre la materia, en los últimos años ya hemos transitado un cambio colectivo de soportes y técnicas. Exploraciones como las que hacen estos aparatos muestran que la veta artística es parte del entorno, y no un acto que se ubicaría plenamente fuera del medio.

Paul Ardenne, en Un arte ecológico (2022) nos dice que el artista del Antropoceno primero viviría un proceso de inmersión al ecosistema, luego de observación y por último de disolución productiva, donde se vuelve uno con el medio como productor. Haría falta nombrar el siguiente momento: la prolongación del fenómeno.

Me parece que los AOP intentan hacer el esfuerzo de simbiosis, de convertirse en un detonante de la donación de agua del cielo. Los AOP no intentan ser meros dispositivos de revelación de la naturaleza para mostrar que ella existe, sino que, al asumirse parte del ciclo, dejando de lado el capricho escéptico, le dan continuidad y una escucha al impulso vital del agua que ha permanecido misterioso en el tiempo.

No sabemos con exactitud lo que es el agua ni su papel en el arte, pero siendo esencial a nuestra vida, le damos un eco y dejamos que escriba.

Menhir de agua, Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez. Foto cortesía de les artistas

En total son seis aparatos. En primer lugar, tenemos el Menhir de agua, papeles escultóricos que fueron expuestos a la lluvia, que luego son iluminados. Con la colaboración del escultor Jean Petitpas, el impacto del agua modela este soporte, haciéndolo grumo, para luego ser remodelado con la exposición de la luz y el impulso artístico.

Así como los menhires de San Pedro de Atacama, estas esculturas muestran un paso del tiempo –no más de 40 segundos expuestos al agua–, pero que redime una intervención de la materia en la materia, esa intimidad proyectada más allá de sí mediante la invasión de una luz artificial.

Siguiendo la misma veta arqueológica de los menhires, Memoria sería un aparato de recepción. Observar implica inevitablemente contagiarse e inmiscuirse: observar es ser tocado. Esta memoria pluvial íntima se permite ser archivada en bloques de cerámica y yeso. Aquí la lluvia puede escribir plenamente un mensaje oculto, como en la güija. Cada secreto cobijado se hace parte de un nuevo ciclo porvenir. ¿Qué nos estarán comunicando estos cráteres lunares? Trabajar con el cielo también tiende a conectarnos con el futuro: la probabilidad, el enigma y el augurio.

Interactividad, Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez. Foto cortesía de les artistas

Tensión, Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez. Foto cortesía de les artistas

Transmisión, así visto a la primera, parecerían platillos que conectan señales extraterrestres. No estaríamos tan lejos de pensar así. Cada platillo de bronce y fierro conduce el sonido del impacto, es decir, este aparato sólo se completa o nos da su pleno sentido cuando está con la lluvia. Las gotas entregan una percusión que es amplificada por los metales, prolongando la caída en nuestros oídos.

En el caso de Tensión, una torre de varios pisos hecha también en colaboración con Jean Petitpas, es el intento de hacer eco de aquellas “segundas lluvias” que persisten en las hojas, los tejados y en las ramas de los árboles. Ese segundo ritmo, la réplica en cámara lenta del estallido lluvioso, aquel sonido que en la cañería se queda repitiendo, es tomado aquí como modelo poético. Con capas tensadas, a modo de filtraje, este aparato quizás intenta hacer un eco de tal magnitud que ya pueda quedar resonando en la conciencia como una tercera o cuarta lluvia.

Para el caso de Zoom, se va un paso más allá de la arqueología, la cosecha o la resonancia. Con el apoyo del músico y artista sonoro Pablo Boetsch se realiza una pieza audiovisual múltiple que pone en dimensión cómo actuar en la lluvia, en aquel circuito cósmico que transmite, ha implicado traducir. Ya no se esperaría meramente dar a conocer, sino hacer una radiografía, comunicar el espectro, hacer de la multiplicidad material de la lluvia un motivo de escritura. Estas imágenes hacen del eje vibracional de la lluvia, a partir de ella, un posible nuevo lenguaje. Acercarnos al átomo de la gota es también crear códigos y partituras vitales.

Por último, en Interactividad, obra hecha en colaboración con el artista sonoro e ingeniero Nicolas Schmidt, se recolectan grabaciones de diversas lluvias de la Región de Los Ríos para luego activarlas a medida que un espectador anónimo se acerca, haciendo puente entre el sonido de la lluvia con el movimiento de un cuerpo. Quizás este aparato es el más ambicioso: ya no se contentaría con mostrar, sino con hacer un entrelazamiento y ensamblaje literal con nuevos participantes que han sido ajenos a la escritura pluvial.

https://youtu.be/QtniiY_jxd4?si=ofkXXgwki6ehbboI

No sabemos con exactitud lo que es el agua ni su papel en el arte, ni en qué parte de su ciclo estaríamos inmersas, pero los aparatos quieren traducir ese impulso. Tanto si la lluvia es sirimiri, garuga o granizo, sus variantes no buscan ser medidas por los AOP, como si fueran máquinas situadas en un reino distinto al agua. Estos aparatos más bien traducen el impulso del agua, llevándolo más allá de sí, haciendo de la práctica artística un canal para el crecimiento exponencial de ese fenómeno que llamamos lluvia. Los aparatos mismos nacen desde y por la lluvia.

Les artistas me confesaron que se sentían abrumadas por los ciclos de lluvia indeterminados, de cómo había que armarse de paciencia para captarla a cualquier hora, ponerse manos a la obra, tal como asistir al llanto de un bebé sin aviso previo. Los tiempos del ritmo natural son alojados para desdibujar la identidad humana.

La filósofa Karen Barad toma el ejemplo del relámpago para manifestar un fenómeno queer de la naturaleza, sin identidad fija de remitente y receptor. En las nubes, no tan lejos del rayo, los trazos lluviosos que emergen del desequilibrio entre frío y calor nos hablan de una comunicación abierta que transforma a todo ser que la escucha, que es impactado por su tacto o que busque su mensaje.

Se pierde al observador fijo: mejor perdámoslo junto con toda la pretendida perspicacia. ¿Dónde empieza o termina el ciclo? No podemos saber quién observa a quién. Cuando nos enteramos que somos insólitamente íntimas en la materia, el arte empieza a fundirse en el ritmo de los seres vivos y en los ciclos intemporales del planeta. Volvemos a la ingenuidad de no tener ese poder de cambiarlo todo, tan humano, pero sí de continuar todo lo que aparenta ser finito.

Transmisión, Aparatos de Observación Pluvial -AOP- (2023) de Catalina Giacaman y Juan Pérez. Foto cortesía de les artistas


*Agradecimiento a les artistas por abrirme este mundo de lluvias que escriben en la tierra y en los espacios íntimos. También a Silvana Vëto por compartir su traducción del libro Cuestión de materia (Holobionte, 2023) de la filósofa Karen Barad, así como al Colectivo Pliegue, por la difusión y traducción de esta escritora.

Drago Yurac

Santiago de Chile, 1996. Escritor, psicólogo y licenciado en Estética por la PUC. Con Editorial Fonema publicó las traducciones de poesía “Un millón de sonidos escapan de mis ojos”, de Lydia Tomkiw (2018; reedición digital 2021) y “Actos de amor”, de Penny Rimbaud y Gee Vaucher (2021), ambas relativas al spoken word, el postpunk y el anarquismo. Ha publicado diversas escrituras sobre filosofía, estética, psicología, literatura y géneros híbridos. Es parte del Seminario de Investigación Multidisciplinar en Sueños (SIMS), donde profundiza en el estudio y escritura de los sueños. Actualmente trabaja en la Librería Nueva Altamira.

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