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DILE A LA MEZQUITA DE CÓRDOBA QUE NUNCA EXISTIÓ ALÁ

A PROPÓSITO DE INMANENCIA DE ISIDORA VILLARINO

Hasta el 21 de octubre se presenta Inmanencia de la artista chilena Isidora Villarino en el Centro Cultural Montecarmelo. La obra site-specific tensiona el lugar donde se exhibe: una iglesia desacralizada. Esta muestra cuestiona el lugar e invita a reflexionar sobre las capas de historia que finalmente pueden coexistir en un mismo cuerpo o espacio.


inmanente[1]

1. adj. Fil. Que es inherente a algún ser o va unido de un modo inseparable a su esencia, aunque racionalmente pueda distinguirse de ella.

Nuestra piel es como la película viva por donde va sucediendo nuestra historia. Podemos exfoliarnos, tatuarnos, herirnos, pero es en esa capa superficial que queda contenido y marcado todo lo que hemos vivido y nos hace únicos/as: pecas, heridas, cicatrices, lunares, dibujos y manchas mutando todo el tiempo. Son parte de nosotros/as: son inmanentes.

Isidora Villarino realiza una obra site-specific en un edificio que fue una iglesia y ya no lo es. Está desacralizada desde el punto de vista eclesiástico, pero es muy difícil deshacerse de esa carga, de los significados crípticos, los sentidos profundos y personales que traen consigo lugares como éste: memorias, emociones y experiencias hondamente poderosas que marcan las propias biografías.

Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista
Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista

Y es que Montecarmelo es un lugar extraño y complejo para ser un espacio de arte. La desacralización no es suficiente para salir de la inmanencia de su definición o, para ser más específico, de la historia de su definición. Es como decirle a la mezquita de Córdoba que no existe Alá y que ahora solo el Dios católico es posible. No pues. La mayor de las bellezas de aquel edificio es poder leer entre esos arcos, pilares y grilla interminable los intersticios de toda su piel e historia.

Montecarmelo no es solo una ex-iglesia y convento. Es un sitio importante en un barrio que fue clave para el desarrollo de Santiago. El otro lado del Mapocho estaba lleno de iglesias y conventos. Ahí, al lado de la ciudad, pero en la otra orilla, a las faldas del San Cristóbal y rodeada de chacras, La Chimba daba de comer alimentos físicos y espirituales a la ciudad.

Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista

Lo que hace la artista en Montecarmelo es deslumbrante: hace presentes y visibles esas distintas capas de toda la historia del edificio y contexto. Acepta que fue iglesia y convento y lo celebra. Ella construye un escudo, un arbotante o un contrafuerte que le permite asegurar(se de) esa estructura existente para poder recorrerla y sentirla en el presente. Es como una suerte de exoesqueleto de su propio cuerpo e historia para ponerle límites, para comprenderlo desde una cierta mirada, quizás más madura, quizás más intuitiva, quizás más protegida.

Lo poderoso es la sutileza de esas fronteras: si bien las placas son firmes y seguras (incluso sobre estructuradas) se sienten livianas por la delicada transparencia que permite el paso de esos halos de luz que abrazan esa carga, esa historia, esos significados, el pasado y la memoria.

Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista

Me nace inmediatamente la pregunta por qué es inmanente al espacio: ¿cómo es mi relación con la Iglesia al entrar ahí?, ¿cómo será la relación de la artista?, ¿cómo lo sentirán los demás?, ¿habrá algún denominador común en un país tan marcado por esta institución?

Es admirable esa fina dicotomía entre descuartizar lo religioso y, al mismo tiempo, realzar fuertemente lo divino desde otro lugar. La sola estructura es tan potente que podría sobrar el altar oscuro, la iluminación y la música, aunque estos elementos también aporten a entender la obra con los cinco sentidos.

El altar — el lugar más sagrado de una iglesia — se encuentra escondido detrás de una línea de luces. Si bien esta frontera lumínica se puede traspasar, pareciera que la artista propone este espacio como una dimensión oscura, sin siquiera poder ver los límites de los muros.

Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista
Vista de instalación “Inmanencia”, de Isidora Villarino, sala capilla del Centro Cultural Montecarmelo, Santiago, 2023. Foto cortesía de la artista

La artista, además, setea un atardecer permanente que ilumina la obra con algunos focos dispuestos en el exterior de los vitrales. A pesar de los cambios lumínicos propios del día, esa sensación de atardecer (o, quizás más precisamente, de ocaso) es muy evocadora en la relación con el lugar que está interpelando.

Villarino no elige cualquier melodía para acompañar su obra, sino que trabaja con Aurelio Silva, compositor, músico y guitarrista, quien crea especialmente una pieza musical. A pesar de lo sacra que se entiende la composición, Silva transita justamente entre lo experimental y lo clásico, lo cual crea una interesante combinación para una pieza que es clásica, contemporánea y atemporal, todo mezclado y al mismo tiempo.

La artista lo titula con guante de seda y el texto de José Tomás Fontecilla al ingreso lo dice muy bien: Villarino se transforma en esa carcasa firme y clara que parece ya ser inseparable a su esencia, pero es honesta como para aceptar lo que la atraviesa: dónde está su obra ubicada y qué es o cuál es el filtro que sí deja traspasar y mantener. Pocos artistas salen bien parados de este lugar. Es alentador que lo inmanente sea, al parecer, más importante que lo trascendente.

Recuerdo caminar por la mezquita de Córdoba entre la luz proyectada al suelo por las celosías arábicas tratando de hacer un rezo entre Alá y Dios. Camino por Montecarmelo entre el claroscuro de la grilla metálica que se dibuja sobre el encerado piso de madera. Tantas capas de historias interminables que no pueden ya salir de ese lugar. Villarino contribuye con nuevos tatuajes, cicatrices, heridas y huellas en sus muros y arcos enriqueciendo su historia. Ya veremos cómo sigue mutando la piel de Montecarmelo.


[1] Diccionario de la Real Academia Española

Francisco Márquez

Chile. Crítico de arte amateur y empleado en una oficina comercial. Asiduo a exposiciones, lector voraz, amante de la música clásica y de recorrer ciudades y paisajes, sus escritos intentan acercar la crítica a un formato más ágil, corto y siempre atingente al escenario de las artes visuales contemporáneas en Chile. También es creador de la cuenta en Instagram @yosoyfranciscomarquez, un proyecto personal que persigue sistematizar lo anterior a través de una crítica semanal (aunque a veces sean más) para intentar acercar a personas, generar conversaciones al respecto e intentar contribuir de este modo al mundo de las artes.

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