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EJE NEOVOLCÁNICO. APROXIMACIONES ARTÍSTICAS AL PAISAJE ÍGNEO

Los volcanes siempre me han causado fascinación y miedo. Supongo que estos sentimientos son compartidos por otras personas que habitan en o cerca de territorios con actividad geológica de este tipo. Esto hace preguntarme ¿cómo un paisaje impacta en nuestras formas de vida?

He crecido viendo noticias donde el volcán Popocatépetl está en constante amenaza de erupción. Las imágenes televisadas de su actividad cotidiana y los paisajes de la carretera en donde se aprecia recubierto de nieve parecieran ser dos realidades contrarias. Sin embargo, los volcanes son estructuras geológicas complejas y llenas de vida. Sus formas, dinamismo y personalidad han hecho que formen parte de la cultura social, política y territorial de las zonas en que se ubican.

Los volcanes no solo ofrecen una lectura condensada de la historia social de sus territorios, sino que también son una revelación de los archivos planetarios y cósmicos ya que su existencia no es una incidencia única en nuestro planeta. Incluso rebasan la historia pensada en tiempos humanos y, como señala el historiador indio Dipesh Chakrabarty, la vida humana se demuestra minoritaria frente a la vasta vegetación, bacterias, virus y hongos que recubren el planeta (1). Los volcanes son parte de este ecosistema donde las vidas humanas y no humanas se entrecruzan.

Así, entre los sistemas ecológicos que recubren parte de México se encuentra el llamado Eje Neovolcánico o Eje Volcánico Transversal de México. Dicha cordillera se conforma por una serie de climas –ecológicos, fisiográficos, hidrográficos y antropológicos– que fungen como un vaso regulador de la vida en esta zona tan extensa.

El Eje atraviesa de forma horizontal desde las Islas de Revillagigedo en el Océano Pacífico hasta el Golfo de México, pasando por “Jalisco, Colima, Michoacán, Tlaxcala, la parte norte de Morelos, el norte de Oaxaca y el oeste de Veracruz, con ramales en los estados de Querétaro y en Hidalgo, quedando casi en su centro la Ciudad de México” (2).

Vista de la exposición «Eje Neovolcánico», en el MAM, CDMX, 2023. Foto: fernanda ramos mena

En este sentido, la exposición Eje Neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígneo (3), curada por Paulina Ascencio Fuentes* y Daniel Garza Usabiaga, toma como pretexto los ochenta años del nacimiento del Paricutín en San Juan Parangaricutiro, así como sus nueve años de actividad que cubrieron de lava dos pueblos y desplazaron a una población entera. Presentada por el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México (MAM), la exposición no pretende ser una revisión histórica de dicho evento, sino que revela al Paricutín como un acontecimiento natural de esta cordillera de la que forman parte otros volcanes.

Desde mi punto de vista, Eje Neovolcánico es un ensayo visual en homenaje a los volcanes que nos permite reflexionar sobre el paisaje ígneo a través de cruces narrativos entre artistas modernxs y contemporánexs (4). El volcán constituye a su vez en el paisaje mexicano tanto un símbolo de construcción nacional como una presencia vital de dinámicas psicosociales y ecológicas en la zona centro de México.

Esta muestra, conformada por 163 piezas –20 colecciones, dos archivos fotográficos y 46 artistas–, se divide en cuatro núcleos que abordan lo científico y lo fantástico, las dimensiones simbólicas de un volcán, su materialidad como elemento arquitectónico en un paisaje volcánico y las dimensiones sociales de la cultura popular.

Cubrir toda la cordillera del Eje Neovolcánico en una exposición resulta tarea imposible, por lo que lxs curadorxs se centran en casos de estudio específicos. Cada núcleo se consagra a un volcán; estos son representados en sus interconexiones con otros casos a los que se recurre –Popócateptl, Iztaccíhuatl, Jorullo y, obviamente, el Paricutín– a lo largo del recorrido expositivo.

Vista de la exposición «Eje Neovolcánico», en el MAM, CDMX, 2023. Foto: Rubén Garay
Interspecifics, Volcanic Studies (al frente); Alexander Humboldt (atrás a la izq.), reproducción de lámina del volcán Jorullo; Cecil Crawford O’Gorman (atrás derecha), Volcán en erupción, 1939. Foto: fernanda ramos mena

El primer núcleo, La naturaleza del volcán y su representación, es una invocación al Volcán Jorullo, activo de 1759 a 1774. En este se contraponen imágenes naturalistas con obras de artistas que nunca vieron la explosión de un volcán, pero se dejaron llevar por su magnificencia, especulando alrededor de sus formas, colores, y destrozos.

Una representación del Volcán Jorullo impresa en gran formato a muro, del artista/naturalista viajero Alexander von Humboldt fue utilizada posteriormente por otrxs naturalistas que dejaron llevar su imaginación para ejecutar variaciones no ancladas en referentes paisajísticos exactos. Al poner en paralelo estas imágenes, nos podemos cuestionar sobre esa delgada línea entre lo científico y lo fantástico. El volcán tiene una presencia real al mismo tiempo que se inserta en los sueños de las personas.

A su vez, nos encontramos con la pintura Erupción, s/f, de José María Velasco, que llama la atención por su formato de tarjeta postal y por su acercamiento minucioso cuando el artista es más bien conocido por sus vistas amplias del Valle de México. Destaca también la obra de Cecil Crawford O’Gorman, Volcán en erupción (1950), en la que la fumarola se asemeja a una nube fantasmal que cobra presencia en un sueño. Esta relación se evidencia por medio de la obra Volcanic Studies (2023), de Interspecifics, en la que, a través de una serie de algoritmos del paisaje del Eje Neovolcánico leídos por inteligencia artificial, especula sobre el nacimiento y las hipotéticas características geológicas de un nuevo volcán.

Circe Irasema, Vegetación de utilería para una utopía postapocalíptica (2023); obra de Rodrigo Pimentel; Marianna Dellekamp (der), Biblioteca de la tierra, 2008-10. Foto: Alonso Cedillo
Circe Irasema, Vegetación de utilería para una utopía postapocalíptica (2023). Foto: Rubén Garay

Por su parte, la obra Biblioteca de la tierra (2008-2010), de Marianna Dellekamp, nos muestra imágenes ampliadas de fragmentos microscópicos de distintos volcanes del continente americano –mismas que parecen vistas áreas de volcanes– y que buscan apuntar a la fertilidad de sus tierras. La obra se encuentra en diálogo inmediato con Pedregal (1946), de David Alfaro Siqueiros en la que representa la fertilidad y el desastre del paisaje ígneo.

Otras representaciones modernas son las de Joaquín Clausell, Gerardo Murillo –Dr. Atl–, Luis Nishizawa o Carlos Orozco Romero, paisajes basados en las vistas del Valle de México o de Michoacán y Puebla, ya irreconocibles en nuestro contexto actual debido al crecimiento de las ciudades y la explotación extractiva de los territorios colindantes a estos sitios.

Estas visualidades se contraponen con la obra de Circe Irasema, Vegetación de utilería para una utopía postapocalíptica (2023), en la que la artista utiliza piedras volcánicas como jardineras y coloca flores realizadas con papel. Estas, en mi opinión, nos conducen a reflexionar sobre la destrucción de la naturaleza por las transnacionales y su desplazamiento por un mercado de consumo “sustentable”. En este sentido, el paisaje se presenta frágil a su vez que anuncia la inminente devastación climática. ¿Cómo imaginamos la vegetación en la era del colapso planetario?

Por su parte, Tania Ximena genera lo que pareciera un corte transversal para mostrar las capas geológicas del paisaje volcánico que exceden por miles, la historia humana.

Tania Ximena, Seres con dioses permanentemente solidificados con rocas, 2020, y Raymundo Martínez, Volcanes muertos, 1967. Foto: Rubén Garay
Izq: Dr. Atl, Retablo del Paricutín, 1943. Foto: fernanda ramos mena

En el segundo núcleo, El Paricutín, un volcán moderno, nos aproximamos a representaciones simbólicas y metafóricas del paisaje volcánico. Aquí el volcán invocado, el Paricutín, estuvo activo de 1943 a 1952. El díptico Retablo del Paricutín (1943), del Dr. Atl, remite a las fases por las que pasa un territorio para que un volcán nazca, tenga presencia de fumarolas y actividad sísmica y haga erupción.

A lo largo de este recorrido se propone imaginar al volcán como un agente activo. Las fotografías del Paricutín de Armando Salas Portugal y Manuel Álvarez Bravo, aparte de ser singulares dentro de la producción de ambos fotógrafos, dan cuenta de cómo los gases y las emisiones piroclásticas ocasionaron la muerte de la vegetación aledaña.

Furia sin Enemigo (Zapandukua), 2023, de Adela Goldbard, es una obra audiovisual en la cual se sugiere un paralelismo entre el paisaje nocturno de la erupción de un volcán, sus sonidos, y los juegos pirotécnicos.

He de confesar que la primera vez que vi la exposición consideraba que era una pieza cuya inclusión en el discurso curatorial parecía forzada, antojadiza, pero después de repetir el recorrido y revisar más detenidamente los materiales de apoyo caí en cuenta de que si bien la imagen del volcán tenía una presencia en mi historia de vida, sus sonidos no.

¿Cómo se experimentan los temblores previos a la erupción? ¿A qué suena el despertar de un volcán? ¿Cuál es su grito? ¿La fumarola es silenciosa? ¿Cómo siente en los cuerpos los sonidos de un volcán? Disparos al cielo, humo, nubes condensadas.

Las escenas nocturnas del Paricutín, tanto en la pintura del Dr. Atl como en el quehacer fotográfico de R. García, que acompañan esta obra, impulsan la imaginación en torno al sonido y las sensaciones corporales ante la presencia grandilocuente y expansiva del volcán.

Furia sin Enemigo (Zapandukua), 2023, de Adela Goldbard, es una obra audiovisual en la cual se sugiere un paralelismo entre el paisaje nocturno de la erupción de un volcán, sus sonidos, y los juegos pirotécnicos. Registro: fernanda ramos mena

Los volcanes son metáforas de emociones humanas; forman parte de los ritos sociales y estacionales de las comunidades aledañas y aparecen significativamente en el imaginario mítico y simbólico de la cultura popular.

La artista francesa residente en México Alice Rahon tuvo un especial interés en los volcanes, particularmente por el Iztaccíhuatl, conocido en la cultura popular mexicana como la mujer dormida. En la exposición se incluye una serie de obras sobre sus exploraciones y un poema dedicado aparecido en la revista DYN, editada por Wolfgang Paalen.

Más adelante, El volcán (s/f) representa un pueblo/pirámide/volcán del cual brotan entramados sociales, culturales y religiosos en sus faldas. A través de una composición con líneas, Rahon pareciera mostrar los recorridos de cuerpos sucedidos en terreno volcánico.

En La montaña (s/f), de Jorge González Camarena, se acentúa la fuerza femenina evocativa de la Madre Tierra mediante un relieve terrestre que brota como espíritu mitológico de la figura antropomorfa de una mujer, lo que remite a un paisaje fecundo y vital.

En un salto hacia el domo de la sala, la pintura El volcán y su cráter (1972), de la artista Olga Costa convive con obras de artistas contemporánxs que se sumergen en la espiritualidad y los rituales dedicados a los volcanes.

En este sentido, Temblando bajo el inmenso (2023), de Mariana Paniagua, más que una representación mimética, remite a la esencia volcánica resaltando su energía vibrátil y fantasmagórica. Por su parte, Germán Venegas, en sus dibujos de la serie Volcanes utiliza motivos mesoamericanos para, desde un sentido metafísico y religioso, presentar los humores de los volcanes.

Destaca aquí también Sementera, de la serie Eclíptica Solar (2023), una instalación con semillas realizada por Tania Ximena basada en su experiencia de vida en San Pedro Nexapa, Estado de México, donde los tiemperos realizan ceremonias de bendición a las semillas para su cosecha del año siguiente, presentándolas ante los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Sementera, de la serie Eclíptica Solar (2023), una instalación con semillas realizada por Tania Ximena. Foto: Rubén Garay
Sementera, de la serie Eclíptica Solar (2023), una instalación con semillas realizada por Tania Ximena. Foto: Rubén Garay
Sementera, de la serie Eclíptica Solar (2023), por Tania Ximena. Foto: Rubén Garay

En los dos primeros núcleos, la presencia humana se sugiere, pero no es parte primordial del despertar volcánico. Por el contrario, en el tercer núcleo, El Pedregal, Arcaico Moderno, se evidencia la devastación social ocasionada por las erupciones y la integración del paisaje volcánico a la arquitectura.

La obra que abre la sección es La explosión del Xitle, producida por González Camarena en 1948. En la década de la erupción del Paricutín, rememorar el Xitle daba cuenta de las consecuencias últimas, tanto de fertilidad como de devastación, para los habitantes de las faldas de volcanes activos.

El Xitle fue uno de los primeros centros cívicos del Eje Neovolcánico y su importancia devela aquí las conexiones entre pasado/presente. La actividad del Paricutín acentuó el interés por el terreno pétreo del Pedregal, que correspondía a la lava seca que sepultó hace 1700 años a los poblados más antiguos del Valle de México.

En este idilio del paisaje y en diálogo con González Camarena, Marcos Castro plantea una pintura cinemática que va transformando la imagen del volcán en erupción en relación con la escena del desplazamiento en González Camarena, la edificación de las pirámides, el vínculo con la tierra y la Coatlicue –madre de todos los Dioses–, el Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria, el parque de diversiones Reino Aventura, y de regreso al volcán. Esta obra nos conduce hacia el curso entrópico social y político del paisaje, así como su inminente regeneración.

Jorge González Camarena, La erupción del Xitle, 1947
Marcos Castro, Crónica del reino de la aventura, 2023, serie de pinturas. Foto cortesía del artista
Marcos Castro, Crónica del reino de la aventura, 2023, animación. Cortesía del artista

El Pedregal, considerado por el artista Diego Rivera como una zona de la cual se debía sacar provecho y salvaguardar (5), se convirtió en un lugar de estudio para muchos intelectuales de la modernidad mexicana. La piedra volcánica fue un elemento integrado a la arquitectura, como en las casas diseñadas por Luis Barragán en esta área.

Dos ejemplos icónicos de esta obsesión fueron los murales de Juan O’Gorman para la Biblioteca Central en Ciudad Universitaria, ejecutados con paletas minerales, así como el Estadio Olímpico, concebido por Diego Rivera en referencia directa a la forma de los cráteres y al horizonte volcánico visible desde el sur de la Ciudad de México.

Vista de la exposición «Eje Neovolcánico», en el MAM, CDMX, 2023. Foto: Alonso Cedillo
Vista de la exposición «Eje Neovolcánico», en el MAM, CDMX, 2023. Foto: Alonso Cedillo

Paisaje social y cultura popular es el núcleo de cierre en el que se enfatiza la omisión del contexto social y de desplazamiento de lxs purepéchas que habitaban San Juan Parangaricutiro. El Paricutín, al ser un evento único, fue utilizado por el gobierno de la época para atraer turismo exaltando sus erupciones en carteles publicitarios, libros y películas.

En Nace el Paricutín (20-II-1943) [2023], Artemio Rodríguez se vale de la narrativa gráfica para contar la historia del nacimiento del Paricutín en el terreno de Paola Galván y Dionisio Pulido, quienes mientras araban sus parcelas vieron brotar chispas de una grieta que dio paso a la formación de este volcán único en el mundo.

El acta de nacimiento del Paricutín data el acontecimiento el 20 de febrero de 1943, a las 17:30 hrs. Como contrapunto del inédito evento, Diego Rivera, en la serie de dibujos El Paricutín (1943), evidencia el clima social vivido en el que las personas, militares y servicio médico se organizaron para asistir a la población civil en la evacuación de su localidad de origen.

Al centro de la sala, la obra de Ernesto Solana despliega la obsesión causada por el Paricutín y la memorabilia derivada de ella. En contraposición, las fotografías de R. García se convierten en testimonios del desplazamiento, la ruina material y cultural como consecuencia de su explosión volcánica.

La exposición concluye con la transformación del paisaje ígneo hacia la compra de un terreno virtual en Nacimiento de un volcán en Second Life, donde Alonso Cedillo crea un volcán. La producción de un paisaje virtual nos apunta a la fragilidad y dinamismo del paisaje físico. ¿Qué tipo de cenizas existen en la imagen en red? ¿A qué huele la ceniza virtual?

Ernesto Solana, Paricutín: Estudios de erosión y fenómenos relacionados, 2023. Dispositivo de madera que simula el crecimiento y forma del volcán Paricutín, murciélagos del infiernillo en aluminio, 64 objetos y material de archivo relacionados al volcán Paricutín, 39 rocas basálticas del volcán Paricutín. Foto: Rubén Garay
Ernesto Solana, Paricutín: Estudios de erosión y fenómenos relacionados, 2023. Dispositivo de madera que simula el crecimiento y forma del volcán Paricutín, murciélagos del infiernillo en aluminio, 64 objetos y material de archivo relacionados al volcán Paricutín, 39 rocas basálticas del volcán Paricutín. Foto: Rubén Garay
Ernesto Solana, Paricutín: Estudios de erosión y fenómenos relacionados, 2023 (detalle). Foto: Rubén Garay
Ernesto Solana, Paricutín: Estudios de erosión y fenómenos relacionados, 2023 (detalle). Foto: Rubén Garay
Alonso Cedillo, Nacimiento de un volcán en Second Life, 2023. Foto cortesía del artista

La actividad reciente de volcanes a lo largo del mundo vista a través de la pantalla en una urbe que cubre el horizonte nos convierte en testigos de un planeta vivo, más allá del frenético colapso planetario. Los volcanes absorben la atención de la mirada, generan curiosidad y una búsqueda de entendernos más allá de nuestra propia humanidad.

Son las inhalaciones y las exhalaciones del fondo de la Tierra lo que conecta el cielo -el paisaje más frío- con el centro -el paisaje más caluroso. Aquí parafraseo una idea que me compartió Paulina sobre la investigación que realiza sobre estas entidades de magma. ¿Qué pasa cuando un volcán lanza su último suspiro? Los canales por los que corre el magma se comienzan a enfriar, y puede surgir vida en su interior.

En este sentido, encontramos ensamblajes dinámicos de vida/muerte/vida más allá de lo humano, que tejen relaciones complejas (6). Es la historia misma de la biosfera contada por los volcanes. Para cerrar, propongo preguntarnos ¿qué nos dirían actualmente los volcanes sobre nuestra relación con el territorio?


*Agradezco mucho a Paulina Ascencio Fuentes por brindarme un espacio para conversar sobre la expo.

  1. Dipesh Chakrabarty, One Planet, Many Worlds.
  2. Los artistas Emilio Chapela y Plinio Ávila fueron quienes extendieron una invitación a lxs curadores Paulina Ascencio Fuentes y Daniel Garza Usabiaga para desarrollar una propuesta para el programa de Estímulos Fiscales a proyectos de Arte (Efiartes). Como resultado de la recepción de este apoyo, lxs curadores concretaron la propuesta Eje Neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígneo.
  3. Para un resumen del Eje Neovolcánico transversal, visitar: ttps://www.ecured.cu/Eje_Neovolc%C3%A1nico_Transversal
  4. La lista completa de artistas es la siguiente: Adela Goldbard, Tania Ximena, Mariana Paniagua, Sofía Echeverri, Marianna Dellekamp, Circe Irasema, Interspecifics, Pablo López Luz, Marcos Castro, Marco Rountree, Israel Urmeer, Ernesto Solana, Emilio Chapela, Rodrigo Pimentel, Artemio Rodríguez, Alonso Cedillo, Aldo Álvarez Tostado, Germán Venegas, Pedro Reyes, Gerardo Murillo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, José María Velasco, Cecil Crawford O’Gorman, Juan O’Gorman, Carlos Orozco Romero, Alfredo Zalce, Jorge González Camarena, Raymundo Martínez, Max Cetto, Manuel Álvarez Bravo, Armando Salas Portugal, Tomás Montero, Luis Nishizawa, Wolfgang Paalen, Olga Costa y Alice Rahon.
  5. En los textos de sala se lee: “En 1935, Diego Rivera publicó un texto en el que postulaba que El Pedregal era el sitio ideal para erigir una nueva ciudad para el futuro. Afirmaba que la zona contaba con ‘una enorme riqueza potencial que debe ser explotada debidamente’. La conservación del ecosistema era vital y, para salvaguardarlo, pedía la zonificación del sitio con lotes de grandes dimensiones, aunque también hacia un llamado a aprovechar su fertilidad”.
  6. De esta relación compleja podríamos hablar a profundidad de los sismos y los volcanes, aquellxs que vivimos en zonas sísmicas.

fernanda ramos mena

Ciudad de México, 1991. Curadora y gestora. Su investigación se centra en la noción de activismo curatorial con el objetivo de dar salida a proyectos que cuestionen las narrativas lineales, patriarcales y hegemónicas del arte. Entre 2019 y 2022 formó parte del equipo curatorial del Museo de Arte Moderno en CDMX. Además, ha curado proyectos independientes para el ASU Art Museum (Tempe, Arizona, 2022-23) y Salón Silicón y Pequod Co (2023) en CDMX. Es curadora de la obra/repositorio “Último día del verano” de la artista chilena Paulina Silva Hauyon, que desde la literatura activa los archivos personales vinculados a mujeres y sexodisidencias. Es cómplice permanente de Dinamita plataforma, iniciativa editorial enfocada en el cruce entre los activismos transfeministas, el arte y la cultura, donde co-editó la publicación de dibujo “Trazar las disidencias”.

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