
SYLVIA PALACIOS WHITMAN. DIBUJAR CON EL CUERPO
“Si lees las críticas de esos años, la gente no sabía cómo referirse a lo que yo hacía”, comenta la artista chilena Sylvia Palacios Whitman (Osorno, 1941), pionera del performance en Manhattan, mientras maneja su auto en un trayecto desde el barrio TriBeCa de Nueva York hacia el estudio de su amiga de añares, la artista neoyorquina Susan Weil, en Brooklyn. Se conocieron hace décadas. En 1976 hicieron juntas un libro de artista titulado Two Notebooks: Sylvia Whitman, Dancer; Susan Weil, Painter y hoy conservan la amistad.
“Llegué a Nueva York a los 19 años, en 1960, junto con mi primer marido, el artista chileno Enrique Castro Cid. Primero fuimos a México, porque su papá vivía allá. Íbamos a ir a Europa, pero no sé qué pasó y nos vinimos para acá”.
La Nueva York de ese entonces emergía como la nueva meca del arte. Para entonces, Sylvia ya era artista. Desde pequeña tomó clases de pintura, hizo obras de teatro caseras, y a los dieciocho comenzó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes, en Santiago. Creció en medio de la naturaleza propia de la región de Los Lagos, rodeada de volcanes, montañas y lagos, un contexto que ha venido a ser fundamental para comprender hoy su obra.


Al poco tiempo de llegar a Manhattan conoció al fotógrafo Richard Avedon y conquistó la portada de la revista Harper ‘s Bazaar. Tras separarse de Castro Cid, conoció al artista y actual marido, Bob [Robert] Whitman. Rápidamente se insertó y brilló en la escena del performance de la ciudad, en una época en que esta disciplina irrumpía como algo nuevo, planteando otras formas de crear y de transformar la vida cotidiana en arte. Trabajó junto a la coreógrafa Trisha Brown y pronto se abrió su propio camino.
“Por años me retiré del arte; por tantos años ¡[40]! ¡Fue un milagro, un milagro cuando el Whitney Museum me redescubrió! Al principio dije ‘absolutamente no; estoy fuera. Hago mis cosas, mis dibujos’”, recuerda Sylvia de aquella conversación del 2013 con la gente del museo, que organizaba la muestra Rituals of Rented Island: Object Theater, Loft Performance, and the New Psychodrama. Manhattan, 1970-1980, con el fin de iluminar ese período del arte escénico que floreció en los setenta en la ciudad estadounidense.
“No se puede hacer este show sin ti. O lo preparamos contigo o sin ti. Tú decides”, me dijeron. “Entonces dije ya, les voy a mostrar ciertas cosas. El museo se llenó. ¡Cómo te explico! ‘¿Cómo puede ser que te hayas ido por tanto tiempo? Estuvimos esperándote por 40 años’”, me decían. “En todos esos años, jamás dejé de hacer arte”, sigue contando Sylvia ya llegando al estudio de Susan.


Es la obra inclasificable de esta artista, que se mueve entre la danza, el teatro, el performance, la poesía y el arte bidimensional, lo que presenta su primera exposición en Estados Unidos, Sylvia Palacios Whitman: To draw a line with the body [Dibujar una línea con el cuerpo], abierta hasta el 22 de julio en Americas Society, Nueva York. Curada por Aimé Iglesias Lukin y Rachel Remick, la muestra nos adentra en su práctica de casi seis décadas a través de una serie de bocetos, videos, documentación fotográfica de sus performances y nuevas obras a gran escala sobre papel.
Centrada en la conexión fundamental entre dibujo y performance en la obra de Palacios Whitman, esta presentación es “un ejemplo más de una artista que no ha recibido la atención institucional que su amplia producción merece”, de acuerdo con Iglesias Lukin. “Las obras de Palacios Whitman nos permiten pensar no sólo en lo que significa hablar de infancia y nostalgia en la obra de artistas mujeres, sino también en la de una artista migrante para quien el hogar y el pasado tienen un significado particularmente conmovedor”.

¿Cómo habrá sido el loft de Trisha Brown ubicado en la calle Broadway 541, donde Palacios Whitman hizo sus primeros performances y presentó, entre otros, el evento Going en octubre de 1974? ¿Cómo habrá reaccionado el público al ver a Sylvia saltando sobre los paneles que sus asistentes iban agregando hasta formar la imagen de una pirámide, en el performance Jump Up Pyramid en ese mismo evento? ¿Cómo era la Nueva York de los años sesenta cuando Sylvia era entonces una recién llegada? ¿Y la de los setenta, cuando debutó como performer? Recorrer esta exhibición genera este tipo de preguntas, una intriga casi cinematográfica en la que aún se va construyendo la historia.
Las obras de Palacios Whitman se construyen a partir de instantes cotidianos o autobiográficos. Utiliza dispositivos -que podríamos llamar objetos visuales- que se maniobran en el escenario para crear montajes performativos [1] de una fuerte carga onírica y poética. Sin embargo, son obras que desbordan cualquier clasificación simple.
“Sylvia Palacios Whitman coreografía sueños. Ni teatro, ni happening, ni danza, sus piezas son casi como pinturas inquietas, llenas de objetos delicadamente concebidos, a veces ingeniosamente irracionales que flotan en el escenario como en el inconsciente de un soñador. Son, en su mayor parte, sueños líricos” [2].


El performance Floating Stairs, parte del evento Passing Through, que tuvo lugar en la Sonnabend Gallery de Manhattan en 1977, es un ejemplo de esto. En un primer momento, hay en la escena una escalera de cuatro escalones hecha de papel kraft. Cuando Sylvia la sube, y contra toda predicción, no se cae. La escalera la sostiene. Luego, parada en el último escalón, saca de la escalera una estructura de alambre -también con forma de escalera- y la deposita en el piso. Luego repite el gesto y vuelve a subir la escalera. Esta vez, en el último escalón, levanta la escalera de papel Kraft y la sube por su cuerpo hasta su cintura. Pero Sylvia no se cae. Continúa elevada en el aire. ¿Qué la sostiene? ¿Está levitando? Sylvia está parada sobre una escalera de acrílico transparente, dando la ilusión de vuelo. Un gesto lúdico, de sorpresa, que caracteriza toda su obra.

En el performance Wedding, presentado en el evento South en junio de 1979 en el Guggenheim, la artista recreó el casamiento de su hermano, celebrado en Chile años atrás. Acá la artista juega con la temporalidad y con elementos autobiográficos. Un hito del pasado es extraído de su contexto para ser transformado en otra cosa y puesto en un museo. “Es un performance muy poético. Este evento tiene los elementos más personales de todos sus performances”, dice Remick. “(…) Parece más bien una elegía a una vida que dejó atrás y de la cual ya no forma parte”.



En la muestra hay bocetos que registran el trabajo previo a cada performance; son dibujos que plasman la idea y diseñan la estructura de lo que luego se transformará en esos repertorios efímeros que reproducen con lenguaje corporal la imagen delineada.
“A modo de ejercicios infantiles, totalmente libres, va diagramando estos imaginarios fantasmáticos para luego diseñar las partes necesarias para que estas acciones de ensoñación ocurran. En este sentido, sus cuadernos son ese espacio donde ella plasma, de manera más literal, la relación entre la acción performática y el imaginario visual de cada pieza”, escribe Jennifer McColl Crozier, quien ha investigado y escrito profusamente sobre la obra de Sylvia Palacios Whitman [3].
Por años Sylvia dibujó imágenes que recrean y evocan su infancia en Chile. En el performance Visit to See the Monkey and Other Childhood Stories (1960-2019), presentado en la New York University, luego en Austria, y ahora en la Americas Society, vemos a Sylvia mostrando una serie de dibujos proyectados en una pantalla, y los comenta ante el público. En esta pieza, dibujo y performance vuelven a emerger como prácticas indisolubles en la obra de esta artista.
El primer dibujo, muestra a Sylvia presentando una obra de teatro en su casa de la infancia. “Yo no sabía nada sobre películas, performances, arte, nada de eso. Yo verdaderamente quería inventar cosas; entonces, todos los que vivían en la casa de mis padres, incluyendo los perros, participaban en mis presentaciones en el segundo piso”, recuerda Sylvia en la reciente presentación de este trabajo en la Americas Society. “Durante horas solía recrear historias; esos fueron mis primeros performances. Tendría entre siete y ocho años”.

A través de su obra, Sylvia demuestra que el hogar no es necesariamente un espacio geográfico, sino un espacio mental que podemos construir, según analiza Aimé Iglesias Lukin en su ensayo para el catálogo de la muestra. Y que agrega: “La autobiografía ha sido siempre un género del que se ha desconfiado en la historia del arte canónico, sobre todo cuando proviene de artistas mujeres. Las obras que hablan de la infancia y de la vida de una artista se leen como ilustrativas y anecdóticas, a diferencia del llamado ‘gran arte’, que trata los problemas filosóficos de la humanidad. Pero la narración de historias femeninas tiene un poder único que ha persistido en todas las épocas: una sinceridad y una frescura que solo pueden surgir al narrar tu propia historia sin las limitaciones de un discurso social del que las mujeres están de todos modos excluidas. El performance puede tener un efecto similar: al ponerte en escena, el lenguaje corporal debe ser honesto y transparente, o el resultado será artificial”.



A principios de la década de 2020, Palacios Whitman comenzó a realizar obras a gran escala sobre papel Kraft destinadas a ser expuestas en el suelo. De ahí el título de Floor Drawings. Estas obras suelen jugar con la perspectiva y presentan figuras en paisajes surrealistas y geométricos.
En la exposición también vemos esculturas como Living Room (2017-2022) que, nuevamente, se enraíza en la vida cotidiana de la artista, en este caso a través del montaje de un espacio de reunión familiar. Una silla de papel invita al espectador a sentarse y relajarse y, en ocasiones, el lugar se escenifica con vasos y botellas de papel. Cajas de cartón apiladas que la artista lleva como un traje le cubren todo el cuerpo mientras se mueve por el salón.

Las obras de Sylvia son faros de conciencia que iluminan memorias personales y proyectan fenómenos de su vida como artista. Abordan el paso del tiempo, un proceso siempre nostálgico, más aún en su caso dada su condición de emigrante.
“A Sylvia le interesa llevar momentos cotidianos al performance. Para ella, el arte es una forma de vivir”, comenta Remick.
Sus piezas permanecen en una continua transición, como en un estado suspendido de ensueño entre los tiempos de la artista y el de los espectadores de ayer y de hoy. Sylvia siempre nos brinda la refrescante experiencia juguetona, lo genuino de la experimentación, la transmutación y el momento mágico, la posibilidad de reírnos de nuestros propios errores, de no temer al miedo y riesgo a equivocarnos.
“Ese es el sentido de la vanguardia del downtown de Manhattan en los años 70: experimentar solo por experimentar”, dice Remick mientras cerramos el recorrido por la exposición. “Para Sylvia es muy importante mantener ese sentido lúdico en su obra”.
“Cuando tengo mis ideas, no lo pienso ni dos veces. Simplemente voy y las hago”, comenta la artista.

Sylvia Palacios Whitman: To Draw a Line with the Body puede visitarse hasta el 22 de julio de 2023 en la Americas Society, 680 Park Ave, Nueva York, NY
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