Skip to content

HILOS QUE RESISTEN, HILOS QUE SUBVIERTEN: IDENTIDADES, MEMORIAS Y CUERPOS EN EL ARTE TEXTIL PERUANO

Por Gabriela Germaná | Curadora

A través del uso de hilos, tejedoras y tejedores, bordadoras y bordadores, costureras y costureros han producido extraordinarias piezas con diversas funciones: vestimenta, abrigo, decoración, ritual, entre muchas otras. A pesar de la importancia que tienen en los más diversos contextos, las piezas textiles suelen ser consideradas como producciones puramente artesanales o se les asocia exclusivamente a lo doméstico y femenino.

Estas asociaciones derivan de las divisiones y jerarquías construidas por la historia del arte y el mercado, las cuales valoran cierto tipo de creaciones por encima de otras -por lo general, las de grupos históricamente marginalizados y discriminados.

Hilos que resisten, hilos que subvierten: identidades, memorias y cuerpos en el arte textil busca cuestionar estas divisiones y jerarquías. Para ello, plantea una revisión a la amplia producción textil contemporánea en el Perú en búsqueda, más bien, de establecer diálogos, relaciones y cruces desde diversas perspectivas.

La exposición se enfoca en piezas que refieren al textil en estrecha relación con el cuerpo, sus performatividades e identidades. En este sentido, la vestimenta cobra especial importancia. La ropa cubre y abriga el cuerpo; pero también, al ser usada, le confiere a ese cuerpo una serie de significados y expresa identidades personales y colectivas, étnicas, raciales, de clase y de género.

Varios de los artistas de esta exposición realizan prendas textiles para su propio uso y el de su comunidad, como las llicllas, ponchos, fajas y chullos hechos por tejedores y tejedoras de las comunidades de Chicheros y Q’ero en Cusco, Taquile en Puno y en Junín. Los textiles presentan motivos característicos de cada región, los cuales portan conocimientos e historias colectivas, así como intereses propios de cada autor/a.

En el Cusco destaca la labor de la tejedora Nilda Callañaupa, fundadora y directora del Centro de Textiles Tradicionales del Cusco, y quien viene trabajando con tejedores de diferentes comunidades de la región para preservar la tradición textil. La lliclla que se muestra en la exposición fue realizada por Callañaupa en conjunto con otras tejedoras de Chincheros. La ha usado en varias ocasiones y los colores y motivos representados se encuentran, personalmente, entre sus preferidos.

Vista de la exposición “Hilos que resisten, hilos que subvierten: Identidades, memorias y cuerpos en el arte textil” en la galería John Harriman del Británico Cultural, Lima, 2022. Foto: Juan Pablo Murrugarra. Cortesía: Británico Cultural.

Para miles de personas desplazadas de sus lugares de origen -sobre todo zonas rurales del Perú- y que en la actualidad viven en las grandes ciudades, especialmente en la capital, Lima, el uso de vestimentas asociadas a esos contextos les permite mantener una conexión simbólica con ellos. En las grandes ciudades, muchas personas migrantes han sido discriminadas por seguir usando los trajes de sus lugares de origen. Sin embargo, en los últimos años, el empoderamiento de diferentes comunidades andinas y amazónicas ha dado lugar al uso de la vestimenta como símbolo de lucha y resistencia.

Gaudencia Yupari, artista originaria de la comunidad de Sarhua, Ayacucho, migró a Lima en la década de 1980. Yupari confecciona trajes tradicionales sarhuinos, tanto para ella misma, como para otras mujeres sarhuinas migrantes o hijas de migrantes en la ciudad de Lima. Su hija, Violeta Quispe Yupari y su sobrina Venuca Evanán Vivanco se dedican a la pintura sobre tabla, un arte de larga data entre los sarhuinos. Si bien ellas no realizan textiles, en su producción pictórica, que representa las experiencias de las mujeres sarhuinas y protesta contra la violencia de género, hay un especial énfasis en la vestimenta como símbolo de identidad. Además, en sus actividades públicas, las tres artistas suelen vestir la ropa sarhuina, reivindicando, a través de sus obras y de su propia performatividad, una identidad muchas veces discriminada y un feminismo decolonial que busca empoderar a las mujeres andinas.

Del mismo modo, tejedoras y bordadoras de la comunidad amazónica Shipibo-Konibo del Alto Ucayali, y que actualmente viven en Lima, como Dora Inuma Ramírez y Sadith Silvano, continúan produciendo las prendas tradicionales usadas por las mujeres de esta comunidad. Estas prendas están bordadas o pintadas con diseños kené, esquemas geométricos que materializan el koshi o energía positiva de las plantas rao o “plantas de poder”. Al ser aplicados en las personas y los objetos, los kené curan males de origen físico, mental, social y espiritual.

Elena Valera / Bahuan Jisbe, pintora Shipibo-Konibo, en su obra La lucha de los Shipibos entre el Covid-19 y las plantas medicinales, muestra justamente la representación del kené sobre diferentes elementos y su relación con los poderes sanadores de las plantas. Harry Pinedo / Inin Metsa, en El Apu y la danza del Ronin, representa la comunidad Shipibo-Konibo de Cantagallo en Lima, donde él reside. En la obra, tres miembros de la comunidad visten la ropa tradicional Shipibo-Konibo, mostrando como en Lima esta vestimenta, con sus diseños kené,sigue teniendo importancia como símbolo de identidad cultural.

Por otro lado, hay artistas migrantes e hijas de migrantes que usan el tejido en obras que reflexionan sobre los procesos de desplazamiento y diáspora desde las regiones andinas o amazónicas a las grandes ciudades costeñas. Las referencias a los procesos migratorios y los cambios identitarios que traen consigo no se encuentran solo en los temas representados en las obras, sino también en el uso mismo del textil, un elemento de suma importancia para muchas poblaciones hasta la actualidad.

Paloma Álvarez, basada en la experiencia de su abuela Sara, quien tuvo que migrar de Ayacucho a Lima en la década de 1980, representa en sus bordados las prendas de la vestimenta tradicional andina como ponchos, mantas, polleras y chullos para referirse a los conflictos que se producen en muchos migrantes al tener que negociar sus identidades de origen con el nuevo entorno.

Desde su propia experiencia de migración desde la sierra norte del Perú hacia ciudades como Lima y Londres, Ingrid Pumayalla indaga en la dislocación, la pérdida y el cambio que se produce con las movilizaciones. Se interesa, además, en la relación espiritual que muchas comunidades indígenas andinas y amazónicas mantienen con su entorno natural y en la manera en que los antiguos peruanos guardaban información y relataban historias y mitos a través de los símbolos representados en los textiles.

Liliana Ávalos, por su parte, trabaja con prendas y telas que han sido parte de su propia ropa para hablar sobre su historia personal y su identidad, marcada por la presencia de su madre y su suegra, dos mujeres migrantes que además le enseñaron a coser. También refiere constantemente al cerro La Milla, un cerro poblado por la migración interna, que se encuentra frente a su casa.

Paloma Álvarez, De la serie Reflexiones antes de dormir, dibujo y bordado con hilo de algodón sobre papel Canson 180 g, 2020. Colección Paulo Dam
Liliana Álvarez, Escudo Cerro La Milla, tejido pre hispánico sobre blusa tejida, 2021.

En algunas comunidades del Perú, hay artistas que se dedican a realizar prendas textiles que son usadas en festividades, danzas y conjuntos musicales, como los bordadores de Junín, quienes producen trajes para danzas como el huaylarsh, la chonguinada, la tunantada, la llamichada, los shapish, las negrerías, entre otras. Maquitos (falsas mangas), mantas, polleras y chalecos son profusamente bordados con motivos de la flora y fauna local y en ciertas ocasiones con héroes y referencias a la historia nacional. Uno de los más notables artistas del bordado de Junín fue Aquilino Ramos, nacido en Huancayo y migrante en Lima, quien era además bailarín y realizó trajes bordados para famosos cantantes andinos como Flor Pucarina.

Los trajes de danza y sus bordados han inspirado a varios artistas para producir obras que funcionan como vehículo político y de protesta sobre la violencia ejercida contra las personas de género no binario, las mujeres y los cuerpos racializados. Dina-Amaru, de Javi Vargas, por ejemplo, reproduce una imagen icónica del héroe Túpac Amaru, pero maquillada digitalmente para travestirse en la cantante de huaynos Dina Páucar. El saco de Túpac Amaru, además, se engalana con bordados de la sierra central, en alusión a los característicos trajes de la cantante. Vargas, a través de esta pieza, busca contrarrestar la virilidad como el rasgo clave del héroe peruano y reinsertar en la historia una serie de identidades diversas.

Movimientos destradicionalizantes, de Haydn Trucios, es una acción en el espacio público en la que, a través del uso de trajes de danza, reflexiona sobre la posible presencia de sujetos LGTBIQ+ en los registros históricos del país y su representación en las danzas tradicionales. En la acción refiere a su propia experiencia como danzante y usa polleras bordadas de Cusco y Junín para cuestionar la construcción de género binaria en este ámbito.

Haydn Trucios, Movimientos destradicionalizantes, registro de acción en el espacio público, 2022. Fotografía: Alejandro Castillo

Otras artistas que se inspiran en los trajes bordados son Raquel Esquives, Nereida Apaza y Cristina Flores Pescorán. Siluetas, de Raquel Esquives, es una obra que reflexiona sobre el despojo de identidad por el que pasan las personas desaparecidas (se refiere, en particular, a las mujeres “desaparecidas” durante la guerra interna) y busca rechazar esa forma de violencia a través de la creación de siluetas decoradas cada una de manera diferente, inspirándose en los trajes bordados que se producen en el área andina.

Somos las hijas de las campesinas, de Nereida Apaza, es parte de una serie de piezas inspiradas en las esclavinas bordadas de las danzas de negrerías de la sierra central para ser usadas en marchas convocadas por la sociedad civil en defensa de sus derechos. Ésta refiere específicamente a la arenga repetida en las marchas feministas “somos las hijas de las campesinas que no pudiste esterilizar”, pero la artista la deja incompleta para para visibilizar la violencia que se sigue ejerciendo sobre los cuerpos de las hijas y nietas de las víctimas de las esterilizaciones forzadas.

Vivas nos queremos, de Cristina Flores Pescorán, es la continuación de un broche con lanas de colores que hizo para la marcha Ni Una Menos (2016). Con el paso del tiempo y su participación en diversas marchas, el broche ha ido creciendo y se ha convertido en un escudo protector con que recuerda las pecheras de los trajes de danzas. Para Cristina, los textiles son cuerpos que se encuentran en constante extensión y transformación, y que, a partir de diferentes interacciones con otros cuerpos y con su entorno, generan respuestas de sanación simbólica individual o colectiva.

A estas obras, se suman las de otras artistas que trabajan el bordado para reclamar contra la violencia patriarcal en distintos contextos. La obra de Eliana Otta (Lima, 1981) es parte de una instalación mayor titulada Palabras de mujeres, que parte de versos escritos por poetas peruanas. En Carmen (2017), versos de Carmen Ollé son cosidos con rafia sobre secadores de cocina, materiales de uso doméstico y cotidiano y asociados a lo femenino. Estas telas son sostenidas por listones de madera insertos en zapatos de mujer, dándoles una corporalidad que parece protestar, a través de pancartas, contra la violencia patriarcal, recuperando así la voz de las mujeres en la esfera pública local, un espacio tradicionalmente masculino.

Alionca Respaldiza une en su pieza las fotos de dos importantes intelectuales y activistas de inicios del siglo XX, Dora Mayer y Miguelina Acosta, cuya obra no ha sido resaltada como la de sus colegas hombres. Asimismo, existen pocas fotos de ambas intelectuales, lo que lleva a pensar en cómo se construye el archivo y la historia oficial. La artista rescata su imagen borrosa (literal y simbólicamente) a través del bordado y la decoración de sus trajes, devolviéndole a ambas mujeres su lugar en la historia. La obra de Angie Cienfuegos, por otro lado, parte de una introspección que indaga en su propio entorno familiar sobre sus raíces afrodescendientes para construir su propia identidad. La serie Negras de M son bordados de categoría confesional que abordan el racismo y las aspiraciones al blanqueamiento social. Su trabajo emplea materiales que remiten a sus antepasados africanos, como la costura y materiales orgánicos como la miel de chancaca.

Vista de la exposición “Hilos que resisten, hilos que subvierten: Identidades, memorias y cuerpos en el arte textil” en la galería John Harriman del Británico Cultural, 2022. Foto: Juan Pablo Murrugarra. Cortesía: Británico Cultural.

En ciertos contextos, los textiles mismos son considerados como cuerpos o seres vivos y el acto de tejer o coser es entendido como un acto de resistencia y/o de sanación. Así pues, algunos artistas han creado obras en las que refieren a sus identidades desde un plano más personal, aludiendo a sus temores y luchas más íntimas. Sus trabajos recomponen, reconstruyen y sanan cuerpos a través de la costura y el bordado.

No sé si es mi cabeza, mi corazón y todo mi universo, de Robert Orihuela, por ejemplo, pertenece a un conjunto de obras que se originaron como una reflexión psicológica, transformándose luego en una introspección corpórea de los órganos que llevamos dentro y como de su buen funcionamiento depende nuestra salud física y emocional. Como parte de su sanación, Robert, además, después de un período de experimentación con la pintura y otras técnicas, volvió al tejido, técnica que ha heredado de su padre, experto tejedor del pueblo de San Pedro de Cajas, Junín.

Orlando Sosa, por su parte, intenta redescubrirse y sanarse desde el bordado. No fue mi culpa es un autorretrato donde elabora sobre la culpa asociada a la violencia racial y sus demandas como activista. Tiene referencias a la astrología, las plantas y formas de conocimiento no occidentales y reflexiona sobre la importancia de la conexión emocional.

Ana Teresa Barboza explora los límites corporales a partir del dibujo con hilo grueso, utilizando aplicaciones de retazos de tela como fragmentos de su propio cuerpo que se constituye a partir de la costura. La obra refiere también a la construcción de identidades que realizamos diariamente a través de la vestimenta. Clara Best compone siluetas de cuerpos femeninos que son descompuestos o reconstruidos con elementos naturales, partiendo de la idea de que las personas somos parte y extensión de la naturaleza. A ello se suma un interés reciente por procesos de sanación y la búsqueda de otras formas de tratar el cuerpo, creando gasas mágicas convertidas en biopsias o injertos.

Vista de la exposición “Hilos que resisten, hilos que subvierten: Identidades, memorias y cuerpos en el arte textil” en la galería John Harriman del Británico Cultural, 2022. Foto: Juan Pablo Murrugarra. Cortesía: Británico Cultural.
Cristina Flores Pescorán, Tejido medicinal (de la serie “Procesos para sanar el cuerpo”), textil, 2020. Cortesía de la artista

De manera similar, Cristina Flores Pescorán reflexiona sobre los vínculos entre las prácticas rituales-sanadoras, las experiencias del cuerpo y los procesos textiles. En Tejido medicinal se refiere a cómo los procesos del cuerpo dialogan con los procesos textiles, dando paso a una serie de rituales de sanación simbólica. El objetivo principal es crear tejidos medicinales para sanar y reconciliar, que se convierten en injertos, biopsias o cuerpos independientes.

Desde un cuestionamiento a las categorías binarias establecidas sobre los cuerpos y en base a su propia experiencia, María Abaddon presenta en Transmasculinidades 4 una perturbadora escultura de un cuerpo tejido a crochet. La blandura del textil habla sobre la fragilidad del cuerpo humano, pero también sobre su posibilidad de mutación, como una invitación a pensar las posibilidades del cuerpo más allá de los modelos convencionales y los roles socialmente impuestos. Las formas extrañas de este cuerpo, además, buscan desestabilizar no solo las categorías sexuales binarias, sino los sistemas de clasificación científicos.

Ahogada es un textil cerámico de Ivet Salazar, parte de la serie Cuerpos Vivos, que refiere a las propias experiencias, vivencias y temores de la artista. Ahogada está compuesta por tres piezas que, de manera performativa, pasan por una serie de transformaciones y que evocan las experiencias que atraviesan los cuerpos vivos y las marcas que quedan en ellos.

Dos vestimentas de confección industrial también refieren a las experiencias personales de sus creadores. La despedida, de Nemiye Pérez Mardini, es un vestido fabricado en tela impresa con imágenes de cartas íntimas en serigrafía digital y bordado. Las cartas hacen referencia a las relaciones de poder que se establecen en las parejas y que reflejan las consecuencias de una sociedad patriarcal. A través del vestido, la artista busca realizar -de manera casi ritual- una despedida de una vida y relaciones pasadas.

Coverall, de Gonzalo Hernández, es parte de un grupo de siete overoles del mismo tamaño y forma, pero cada uno con un patrón impreso diferente sobre tela diseñado por el artista, basado en sus experiencias en el centro de distribución en el que solía trabajar. Después de imprimir los diseños, las prendas se confeccionaron en una fábrica de uniformes en Lima. El artista discute el uso del overol o uniforme como una prenda de vestir que sitúa a una persona en un grupo. Cada overol es diferente, pero se mantiene siempre la idea de uniformidad.

Vista de la exposición “Hilos que resisten, hilos que subvierten: Identidades, memorias y cuerpos en el arte textil” en la galería John Harriman del Británico Cultural, 2022. Foto: Juan Pablo Murrugarra. Cortesía: Británico Cultural.

Finalmente, hay artistas que usan el tejido para referirse a desastres medioambientales y cómo éstos afectan en mayor grado a grupos marginalizados en la sociedad. Pero también, cómo el tejido permite, de alguna manera, generar actos de sanación y resistencia colectivos.

En su obra Upcycling, Nemiye Pérez Mardini se refiere al desastre ecológico causado en el 2022 por el derrame de petróleo de la empresa Repsol en el mar peruano. Ante un desastre ecológico ocasionado por una transnacional, la ciudadanía es llamada a colaborar donando su cabello, pretendiendo así que sus cuerpos sean explotados (especialmente el de las mujeres) para salvar el mar contaminado.

Memorias del cuerpo de Champamarca (2016), de Daniela Zambrano Almidón, es un vestido realizado con la comunidad, especialmente mujeres y niños, del centro poblado de Champamarca, en la región de Pasco. A través de conversaciones entre la artista y miembros de la comunidad se planteó crear un testimonio de sus dolencias físicas por la presencia de plomo y otros minerales en el cuerpo a causa de los desmontes mineros que se encuentran a libre exposición frente a la población. Cada participante señaló los principales órganos afectados en sus cuerpos y, a manera de mapa, los ubicaron en el traje. Éste fue vestido para la foto por la activista ambientalista Elizabeth Pérez.

Acción de resistencia, de Antonio Páucar, se originó como respuesta a la terrible imagen del asesinato del palestino Fadi Abu Salah, un hombre pobre, sin piernas, que se enfrenta, con solo una honda, a un contingente de militares israelíes fuertemente armados. Páucar conectó este hecho con el uso de las warakas u hondas en las poblaciones andinas. Acción de resistencia le permite al artista explorar e investigar el amplio y complejo tema de la elaboración de la waraka y de su importante función estética, ritual y festiva en los Andes. Traduce a su vez perfectamente la carga simbólica de resistencia y lucha en defensa de muchas poblaciones ignoradas por el estado en defensa de sus territorios y del medioambiente de sus comunidades.

Daniela Zambrano Almidón, Memorias del cuerpo de Champamarca, pieza textil realizada en el centro poblado de Champamarca, Pasco, 2016. En cooperación con el Centro Labor. En la foto: Elizabeth Pérez. Foto: Gabriela Delgado Maldonado.

Gabriela Germaná (Lima, 1975) es Doctora en Historia del Arte por Florida State University (EE. UU.), profesora adjunta en Cal State University San Bernardino y University of South Florida (EE.UU.) y curadora independiente. Se especializa en arte contemporáneo latinoamericano con énfasis en las relaciones entre las estéticas indígenas y el contexto del arte contemporáneo global. Entre sus intereses de investigación se encuentran temas de agencia indígena, descolonialidad, identidades diaspóricas, teorías críticas de raza y género y estudios curatoriales. Ha trabajado en puestos de investigación, catalogación y curaduría en diferentes museos de Lima y ha desarrollado proyectos curatoriales independientes como Resistencia y cambio: Tablas de Sarhua, pinturas contemporáneas de los Andes peruanos (Pensacola Museum of Art, 2019), Cuerpos de metal: Artistas peruanas contemporáneas (Galería de Arte de la Embajada de Perú, EEUU, 2018), Entornos Reconfigurados: Tránsitos artísticos de una nueva contemporaneidad (Museo de Arte Contemporáneo de Lima, 2013), entre otras.


Hilos que resisten, hilos que subvierten: identidades, memorias y cuerpos en el arte textil se presentó entre el 10 de agosto y el 8 de octubre de 2022 en la Galería John Harriman, Británico Cultural, Lima.

También te puede interesar

Nilda Rosemberg, ST, 2021, bordado a mano sobre carpeta tejida al crochet, 72 x 100 cm. Foto: Gustavo Barugel. Diseño: Emiliano Guerresi / JLdS

NILDA ROSEMBERG: LA TRAMA DEL TIEMPO

[...] El saberse en la búsqueda de ese algo que falta, nos marca lo que Nilda Rosemberg llama el tiempo de las cosas imposibles. En un mundo que se esfuerza por borrar la línea...

DESPUÉS

[...] No sé si acaso el arte pueda sublimar el dolor, pero en su libertad puede reimaginarlo, partirlo y que compartido sea menor. También puede presentar un sinfín de acercamientos al significado de DESPUÉS,...