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EL ÁNGULO DONDE SE GUARDA UN ESPEJO. LA MIRADA VISTA

Ese día decidí que haría un recorrido por la ciudad para ver exhibiciones. Desde unas semanas atrás había comenzado a notar el despliegue de un conjunto de muestras que me llamaban la atención y sospeché que sus imágenes prenderían una tensión de magnitud inédita. El itinerario tenía una cuota azarosa de espontaneidad. Sabía los puntos de mi trazado por la urbe y sospechaba que unos más se sumarían, pero la forma final que adquiriría el recorrido no estaba estipulada. Podría llevarme uno o varios días completarla, secuencia con la que mejor me amino y finalmente realicé.

Por esta decisión, encontré que a lo largo de unas semanas tuvo lugar una coincidencia inusitada en la escena artística que desplegó un ángulo donde guarda un espejo. Y en ese recodo, un poco mal iluminado pero evidente, se reflejó uno de los anudamientos de mi mirada que se ha visto compelida en estos últimos años. Un signo de estos tiempos extraños remarcó una simultaneidad en la que una generación de artistas de mediana carrera realizó un lucimiento de autoconciencia en distintas exhibiciones en la ciudad capital de Argentina. Se constituyó, espontáneamente, una proto-curaduría sin autor que me interpela y adelantó pensamientos por los que atravieso, corporizó una constelación de imágenes que me alienta a re-mirar, revisar, re-estudiar y re-estructurar en una propuesta curatorial propia, que aquí asume otro paso más hacia su clarificación[1]. Exhibió, así, problemas que vengo madurando en relación con los imaginarios de estxs artistas y aspectos de la historia de nuestra comunidad nacional.

Sintomario, Florencia Rodríguez Giles. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Sintomario, Florencia Rodríguez Giles. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Dormir vestida, Eugenia Calvo. Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat. Foto: Bruno Dubner
Dormir vestida, Eugenia Calvo. Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat. Foto: Bruno Dubner

Esta constelación se conformó por distintas estrellas vistas desde La Boca, San Telmo, Monserrat, Retiro, Puerto Madero, y también Villa Crespo y Once. Fueron varias exposiciones (individuales y colectivas) que ocuparon los espacios de galerías, de un museo público y de una fundación destinados a muestras de arte. El recorrido comenzó por las alojadas en los primeros cinco barrios para luego continuar con el resto. Con ese periplo se estructuró un espacio físico delimitado por fronteras que recorrían un sistema nervioso vivo como es la ciudad. Un palimpsesto de huellas, escrituras, estilos arquitectónicos que velan capas del tiempo en las fachadas de los edificios, en las calles arregladas y en las empedradas, en los pocos parques, en las luminarias del espacio público, en los edificios gubernamentales…

Hice una gira por el espacio. Giré espacialmente y el tiempo se dejó ver en el mapa que cartografió mi recorrido[2], que también tuvo mucho de vagabundeo, a decir verdad. No solo el tiempo de lo urbano, lo arquitectónico y lo público de una ciudad con historias, matices y momentos, sino también el social, indicado por lo cultural, lo político y lo económico. Y a su vez, el de una generación de artistas (que es mi generación) que adhirieron densidad a las imágenes que configuran y frenesí a los artefactos visuales que despliegan, en donde el espacio de experiencia se presenta y tensiona con un horizonte de expectativas del futuro que pareciera estar a punto de mutar radicalmente[3].

Ceremonia de apertura, Paula Castro. Galería Mite. Foto: Manuel Mazzaro.
Álbum, Agustín González Goytía. Galería Pasto

Ese espacio de experiencia, que es el pasado, es memoria, recordado, corporizado y heredado, se inscribe en múltiples acontecimientos de la historia como la última dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983), enmarcada en un clima más extenso de violencia institucional que sumergió al país en su momento más álgido de terror, la destrucción del tejido social y de solidaridad por la decidida implantación del neoliberalismo en la década del 90 en el país, que desembocó en la crisis político-económica del 2001 y que abrazó a decenas de miles de jóvenes que vieron sacudidos su presente y las esperanzas sobre el futuro. Jóvenes, aún más, ya adultxs que transitan la (pos)pandemia de la mano a una deuda externa inconmensurable con graves implicancias comunitarias y afectivas en los albores de una crisis de sentido que muestra indicios atemorizantes. Eduardo Basualdo, Eugenia Calvo, Paula Castro, Laura Códega, Agustín González Goytía, Carla Grunauer, Carlos Huffmann, Hoco Huoc, Maruki Nowacki, Malena Pizani y Florencia Rodríguez Giles (ordenadxs alfabéticamente) encendieron faroles, no con obras inconcebibles a sus prácticas, sino extenuándolas y situándose en nuestro paisaje en crisis. 

La familiaridad de intereses con los que piensan, señalan, sueñan, gritan esta urdimbre de imágenes indica varias cuestiones. A partir de una rememoración en el oficio como manera del hacer, en la performatividad de las manos y los cuerpos, explicitan miradas avizoradas (advertidas, vislumbradas, acechadas) sobre la cualidad del futuro amurallado por el peso del presente experimentado como trauma del pasado. Dibujos, esculturas, videos, telas desbastadas, objetos, telones, títeres, cuadros, instalaciones sitio-específicas, pinturas, máscaras. Allí han aparecido historias de las imágenes, historias de los recuerdos, historias de los materiales, historias de la noche, historias de comunidades. El encuentro, la ronda, el rito, la teatralidad y su proximidad a lo narrativo, a la ficción, la quietud, la espera y los cuerpos (los presentes y los ausentes, los “normales” y los vulnerados). La muerte y la evanescencia.

Ensoñaciones de lo fantasmático, lo monstruoso y el aturdimiento aparecieron en la eterna persistencia de las formas (lo que contiene, lo que exuda, lo que escupe, lo que guarda y decide no mostrar). Rodean un punto ciego sobre el que no se encuentra oración articulada lingüísticamente. Aparecen consideraciones de la “Historia”, entendidas como la vinculación no-visible entre lo antiguo y lo por-venir, cuya relación se visualiza cuando se reúnen dos modos de ser: el recuerdo y la esperanza. Y en ese encuentro, en esa reunión, en esta ronda, en esta escena, aparece el tiempo histórico que alberga al pasado y al futuro.

Compostasmas, Carlos Huffmann. Galería Ruth Benzacar
Compostasmas, Carlos Huffmann. Galería Ruth Benzacar
Antes de ser rama, Carla Grunauer. Piedras Galería. Foto: Nacho Iasparra.

De esa manera, la experiencia es un pasado presente donde se condensa la elaboración racional como también los modos inconscientes del comportamiento, y a ella se suma la expectativa que se corporiza en el hoy, es futuro hecho presente que apunta al todavía-no, a lo que sólo se puede descubrir. Esperanza y temor, deseo y voluntad, la inquietud pero también el análisis racional la constituyen. En esta tensión hay una temperatura del tiempo histórico en estas fronteras de la comunidad imaginada Argentina donde la crisis muestra sus rasgos con mayor nitidez al exhibir una reducción del espacio de experiencia y un alejamiento del horizonte de expectativas. El futuro se ha vuelto cada vez más opaco y, por sobre todo, incierto.

En el contexto actual, en nuestro presente, en el que el capitalismo cognitivo se ha hecho cargo de gran parte del intercambio de las relaciones comerciales y simbólicas de la mano de un desarrollo inusitado de las TICs (tecnologías de información y comunicación), acompañado, a su vez, del aumento del capital intangible (formación, educación, investigación y otros bienes inmateriales), las fronteras que estructuran nuestros espacios urbanos, nacionales y hasta regionales han comenzado a modificarse. Esos límites suman inquietudes en la relación entre esta nueva proto-indefinición y las implicancias reales, concretas y tangibles que provocan en las sociedades estructuradas en torno al progreso como concepto del Estado-nación con límites fronterizos concretos. Nos encontramos ante un momento bisagra, quizás hoy más que nunca. Un anudamiento de dinámicas propias de lo global se entrecruzan con aquellas de índole local y nacional. Junto a esto, la conciencia por el desastre ecológico, la persistencia de las consecuencias de la pandemia, el desmembramiento del tejido social en sus vínculos afectivos comunitarios, las opciones a modos de convivencia inter-especie, nuevos imaginarios en circulación ligados al aceleracionismo, entre varias cuestiones otras, indican el momento de quiebre en el que nos encontramos y desde donde se pueden apreciar vestigios de algo que ya no está y que supo articular identificaciones.

Pupila, Eduardo Basualdo. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Pupila, Eduardo Basualdo. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires

Este espacio liminal de vértigo simbólico y real es el que encontré en ese grupo de exhibiciones. Y no es que estxs artistas sean los únicos faros en nuestra escena, sino que su exhibición coincidente conformó una pantalla donde se reflejaron varios problemas. Esta es una generación de artistas que participa junto a otrxs que bien podrían integrar esta constelación y que, a su vez, conforman un gran cuerpo-territorio[4] con varixs más que problematizan tipos y modos de herencias ligadas a una idiosincrasia particular y sofisticada, algunas regurgitadas, otras deglutidas. En conjunto, despliegan múltiples imágenes en las que el pasado se encuentra presente y conforman, indefectiblemente, una bisagra en la escena artística argentina. Es un conjunto de agentes que despliegan imágenes que hacen escuela y secuela, que diagraman con vertientes no sólo de las imágenes y la historia, sino también con aspectos de la militancia cultural, afectiva, social y de género de manera interdisciplinar.

Dentro de este paisaje, luego de cada visita a las exposiciones de mi itinerario busqué resguardarme, aunque fuera por unos segundos, en esos centímetros del espejo en el que mi mirada se veía reflejada. Los problemas que desplegaban se me hacían evidentes, por lo que encontrarse con amigxs e ir a comer o a tomar algo, apartarse en un bar con un café en caso de que estuviera solo con un cuaderno de anotaciones, o simplemente volver caminando en la oscuridad de una noche de invierno por el microcentro de la ciudad, fueron momentos que alentaron estos pensamientos con esas imágenes y artefactos visuales. En mi última estación, en la última exposición de mi recorrido, ya listo para volver a mi casa, me subí a la bicicleta, intenté el truco que me gustaba hacer y busqué su efecto. Volteé sobre el eje del rodado, giré y me retrucó con una visión que provocó una emanación aún mejor: se desplegó esa colmena de imágenes que mostraron, cada una a su modo, que la tensión entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativas la encontramos radicalmente trastornada. Quedé en suspenso por unos segundos hasta que recobré algo de mi presencia, que me dio envión para surcar la marcha y ensayar poner en palabras mi mirada vista.

El sonido del tambor, Malena Pizani. Galería Selvanegra. Foto: Matías de la Guerra y Hernán Vivone
Árboles en ronda, Maruki Nowacki. Galería Constitución. Foto: Flor Lista.
Árboles en ronda, Maruki Nowacki. Galería Constitución. Foto: Flor Lista.

[1] El primero fue la escritura de una ponencia para mi participación en el Seminario Internacional de Arte Contemporáneo de la XV Bienal de Cuenca (junio 2022).

[2] Karl Schlögel, En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la civilización y Geopolítica. Madrid. Ediciones Siruela, 2007.

[3] Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Por una semántica de los tiempos históricos. Buenos Aires. Ediciones Paidós Ibérica, 1993.

[4] Gago, Verónica, La potencia feminista: o el deseo de cambiarlo todo. Buenos Aires. Tinta Limón, 2019.


Exposiciones visitadas

  • Ceremonia de apertura, Paula Castro, Laura Códega, Hoco Huoc. Galería Mite, 2.6.22 – 16.7.22
  • Álbum, Agustín González Goytía. Galería Pasto, 10.6.22 – 4.8.22

Sebastián Vidal Mackinson

Buenos Aires, Argentina, 1977. Curador e investigador de arte contemporáneo. Licenciado en Artes por la Universidad de Buenos Aires, actualmente cursa el Doctorado en Historia en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES-UNSAM). Se ha desempeñado como curador del Museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” (2017-2021). Anteriormente, conformó el equipo curatorial del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2016-2017). Desde 2017, es docente de la carrera Curaduría en la Universidad Nacional de las Artes (Argentina).

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