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RAÚL MIRANDA. ROMA, DESEO Y MUERTE

“Durante los últimos dos años, he perdido a 28 personas entre familiares, amigos y cercanos”, confiesa el artista Raúl Miranda (Chile, 1966), para quien el advenimiento de la pandemia significó no sólo la partida de seres queridos, sino también la cancelación de planes, como el proyecto binacional Incognitum: Circunnavegaciones Contemporáneas, co-curado junto a la crítica de arte portuguesa Isabel Carlos (1962), y que reunía a artistas chilenos y portugueses en residencias artísticas y luego en una exposición itinerante en conmemoración de los 500 años del viaje de Magallanes.

Es en ese contexto, entre el COVID -que hasta el momento se ha hecho con la vida de más de seis millones de personas en el mundo-, el encierro y viajes propios e históricos cancelados, que Miranda, junto a los artistas Alfredo Da Venezia y Fabio Castro, con la colaboración de Sandra Hayvel, concibieron el proyecto Injerto, que se presenta hasta el 15 de abril dentro de la 34ª Muestra Anual del Museo de Arte Moderno de Chiloé por invitación de sus directores, Coca González y Eduardo Feuerhake.

Injerto nace en los días en que comienza la pandemia por COVID-19, específicamente el 12 de marzo de 2020, pero, poco después, se declaró el estado de emergencia en Chile, se cerraron las fronteras y llegaron las cuarentenas”, relata Miranda. “Entonces, encierro de por medio, continuamos desarrollando la idea por mail o videollamadas, llegando a reemplazar el espacio físico de exposición por uno virtual, un sitio web, a modo de taller. El que nosotros tres estuviésemos produciendo en conjunto a pesar de la distancia y de tener algunos puntos de encuentros o cruces en nuestros trabajos, era como la creación de una especie de Frankenstein, un ‘injerto’”.

Dentro del proyecto, desarrollado en pandemia entre Chile e Italia, se encuentran el friso Insertus y el cortometraje Carpe Diem de Raúl Miranda.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

La muerte en Nueva York

La inminente presencia de la muerte es un tópico que recorre el cuerpo de obra de Raúl Miranda, quien a partir de la década de 1980 viene trabajando como artista visual, escritor, desarrollador teatral y audiovisual, investigador y curador, caracterizándose de este modo su hacer por la fusión de las artes visuales con los lenguajes escénicos, fílmicos y literarios.

El trabajo de Raúl Miranda es tributario de la psique freudiana y sus pulsiones de vida y de muerte, descritas y revisadas por Sigmund Freud en su monografía Más allá del principio del placer (1920). La conducta humana ya no solamente estaba gobernada por el instinto de autopreservación, o pulsión de vida, manifestado en el deseo, la regulación de la libido y el principio del placer, sino que también sometida a la tendencia hacia la autodestrucción, o pulsión de muerte –dos fuerzas opuestas en tensión.  

El deseo se ve materializado en el cuerpo masculino, que el artista define como “el último campo de batalla”. “Hoy el cuerpo masculino, así como el femenino, está cosificado como objeto publicitario. Esto es parte de un proceso de mercado impulsado desde los noventa en adelante por campañas de publicidad de ropa interior masculina o de perfumes, como las de Calvin Klein bajo la mirada de Bruce Weber o Herb Ritts, cuyo ícono es un Marky Mark gigante en calzones en Times Square, que instala el cuerpo masculino como objeto de deseo”.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

Nicolás de Sarmiento: Y, sin embargo, salvo por contadas excepciones, el cuerpo masculino sigue provocando una suerte de rechazo.

Raúl Miranda: Uno pensaría que, 30 años después, la genitalidad masculina no asombraría ni molestaría a nadie, pero sigue siendo censurada, sigue siendo una parte prohibida del cuerpo. Puedes mostrar a una mujer desnuda cuyo cuerpo ha sido cosificado por la publicidad y los medios, y los reparos son escasos, nulos o hipócritas. Al contrario, un cuerpo masculino desnudo, sea “hegemónico” o “inferior”, “vigoroso” o “débil”, sigue siendo algo que agrede u ofende, sigue siendo motivo de censura o burla.

NdS: ¿Qué tanto de la teoría de Freud dirías que hay en tu obra?

RM: Bastante, aunque a nivel teórico más bien me he nutrido de los post-estructuralistas franceses que sí dialogan directamente con Freud o Lacan. O Georges Bataille, quien aunó las pulsiones de deseo y de muerte junto con el misticismo. Para Bataille, el erotismo es la aprobación de vida hasta la muerte. Teniendo en cuenta que cada ser es distinto a los demás, Bataille propone que la fascinación por el vértigo del abismo, por lo vertiginoso de la muerte, es algo que podemos sentir en común.

En general, mis referentes pueden ser eurocéntricos y, aunque yo no lo sea necesariamente, he procurado leer y ver obras de todas partes del mundo. Uno es su competencia, su capital cultural, pero sólo importa cómo se administra la información al situarse uno como “lugar de enunciación” y no de réplica. Yo no repito un modelo, sino que aprendo de él y me lo apropio, más allá de la geografía que lo gestó. Nuestra cultura es mestiza, un injerto de pueblos, tradiciones y saberes muy distintos e incluso opuestos, y uno elige identificarse con alguno en particular o con ninguno. Finalmente, uno es resultado de cómo procesa la información sociocultural que ha acumulado durante la vida desde la familia, el colegio, la universidad, la sociedad, las disciplinas que practica… A mí me interesa todo, pero no me identifico con nada. Tal vez sólo con la transdisciplina.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

Las cuarentenas dejaron las calles de Santiago desoladas, mientras en los medios de comunicación veíamos la muerte apoderarse de Italia y las excavaciones de fosas comunes y tumbas masivas en Nueva York, como una premonición de lo que podría ocurrir en Chile. Noticias de miles de contagios diarios, los primeros fallecidos, unidades críticas colapsadas, la incertidumbre de enfrentarse a un virus desconocido y sin cura, y tras una revuelta que cambió el espectro político y social del país, la bruma y oscuridad del invierno se colaban y rodeaban una existencia agotada.

Para reconocer la luz, es necesaria la oscuridad.

Para desatar el deseo, es necesario recordar la inminencia de la muerte.

El friso Insertus presenta, a lo largo de casi nueve metros de ancho, una serie de 13 cuerpos masculinos en diferentes posiciones, ángulos y encuadres junto a ejemplares de cactus San Pedro contra un fondo negro, impreso sobre placas de aluminio.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

RM: Los retratos fueron hechos durante la cuarentena. Convoqué a amigos que posaran en mi casa, acordando una fecha y manteniendo los cuidados para evitar posibles contagios. A lo largo del 2020 hice unas diez sesiones para armar una especie de fotografía apaisada multitudinaria, un injerto visual que son retratos de pandemia.

NdS: En el fondo negro, la iluminación, hay un dramatismo que refiere al escenario teatral…

RM: Los cuerpos están en distintos planos, pero desde diferentes ángulos de la mirada apelan al espectador en un gesto teatral, algo que no puedo ni quiero sacarme de encima, pues también provengo del teatro. En el friso, los personajes están en su desnudez, en su hibridez, en su belleza o monstruosidad mirando al vacío como lo hace un actor desde el escenario.

NdS: ¿En qué se expresa esa “monstruosidad”?

RM: En el friso hay una imagen marcadamente viril que está editada bifrontalmente para crear un hermafrodita, que curiosamente las redes sociales han censurado pues sus algoritmos leen la imagen como si fuera un desnudo femenino frontal y no un torso masculino con un sexo confuso. También están los hombres enmascarados cuyas cabezas se funden con el fondo dejando visibles los óvalos de los ojos y la boca o ambos, resaltando un deseo parcelado, creando figuras grotescas o al menos inquietantes. Y los otros hombres del friso, a pesar de ser cuerpos armónicos, sus posturas y mirada directa al espectador resultan intimidantes. La monstruosidad no tiene que ver necesariamente con la fealdad – un monstruo puede ser perfecto –, sino que con una alteración en la armonía de los objetos que supuestamente debería tener, en este caso, una obra artística. Ahora, aunque trabaje con una belleza, si se quiere, estereotipada, esa belleza sea en mis textos, cortometrajes, fotografías, puestas en escena o dibujos, está supeditada a la tristeza, ya que mi trabajo habla de ella pues mi tópico permanente es el memento mori.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

NdS: A propósito de “bellezas estereotipadas”, en Insertus noto una presencia nítida de cuerpos hegemónicos, algo que también me retrotrae al arte clásico greco-romano, como lo hace el pensar en el concepto de “friso”. Estos cuerpos masculinos que lindan en la perfección, presentados también, por qué no, como objetos de deseo a través de accesorios ya arquetípicos de lo queer o lo gay en Occidente, como el jockstrap o lo sadomasoquista, la subcultura del leather… ¿Cómo lo sientes?

RM: Originalmente, las fotos serían una suerte de colección de parafilias alimentadas por el mercado del sexo online como en otros proyectos que he hecho antes. Empecé a trabajar con el concepto queer de forma paralela a la transmedialidad a principios de la década del 2000 desde un punto de vista post-identitario y más cercano a las lecturas de “lo marginal”, pero en una lectura de hace dos décadas atrás. De hecho, hace un año que estoy pensando cómo definir la marginalidad actual para un texto que me pidió un amigo artista y francamente no logro encontrar una definición que me satisfaga y que no quede al servicio del mercado, pues, por un lado, el centro se atomizó y la periferia devino en múltiples centros regidos por la oferta y la demanda. El under, lo queer, lo marginal ahora no son más que adjetivaciones de consumo, merchandising. Tal vez estos límites estén inscritos dentro de la inmigración, que es otro fenómeno recuperado por los medios de comunicación. Nada escapa al mercado.

Volviendo a las masculinidades presentes en mi obra, más que centrarse en un obvio homoerotismo, y retomando lo que había planteado sobre la tristeza, es la dicotomía entre Eros y Tánatos lo que marca mi obra: una tensión entre la muerte que es lo que define la vida y que se manifiesta en el deseo sexual más allá de la reproducción y enfocado en el placer, en la perpetuación del presente para renegar del pasado y no ilusionarse con un futuro. Los retratos del friso son imágenes de un periodo de muerte, son cuerpos jóvenes en los que habita la muerte. Son imágenes de pandemia. El primer año del COVID-19 terminó dejándome casi 30 muertos entre familia, amigos, familia de amigos y conocidos. Fue un periodo en que, mientras hacía fotografías, mi gente desaparecía. Entonces, la carga de erotismo de las imágenes que seleccioné está por sobre el fetiche gay o el cliché queer, pues muestran mi vulnerabilidad durante la mortandad.

NdS: Como la mortandad de los San Pedro que incluyes entre estos cuerpos, formando naturalezas muertas entre plantas y cuerpos cosificados…

RM: Estuve haciendo fotos y realizando ejercicios gráficos con flores, apelando a la “naturaleza muerta”. Finalmente, opté por usar fotos de cactus San Pedro, que es una imagen obviamente fálica, que representa el cuerpo masculino vigoroso que florece y muere. Las flores del San Pedro son flores de un día: crecen, se abren, se marchitan y caen. Somos muertos caminando… Sabes, cada vez que sonreímos, sonríe la calavera. Los dientes son los únicos huesos del cuerpo que son visibles, la manifestación de la felicidad y la alegría nos recuerdan que somos mortales.

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

Roma y el mundanal ruido

Aun cuando en la antigüedad clásica Atenas y Roma podrían ser dos caras de una misma moneda, hasta el ascenso del Cristianismo a las esferas de poder, ambas vivían – al menos sus hombres – el cuerpo y la sexualidad de forma libre y desprejuiciada. Testigos de esto son las piezas artísticas que se han conservado hasta el día de hoy en sus respectivas ruinas o hurtadas/robadas por instituciones de grandes potencias y exhibidas en sus fastuosos museos. Cuerpos perfectos y tonificados esculpidos en mármol, escenas mitológicas y sexuales representadas en jarrones, frescos decorativos en muros de hace más de dos mil años.

Sin embargo, mientras en Atenas era fría y científica, la carnalidad y ambición de Roma crecía, hasta el punto de ser hegemónica sobre el Mediterráneo. Desde la sangre derramada por los gladiadores en la arena del Coliseo y el regocijo de la muerte como espectáculo, a las orgías y bacanales de emperadores y miembros de las élites, Roma fue la perfecta encarnación de las pulsiones eróticas y tanáticas. Por más que la caída del Imperio y el sumergimiento en la oscuridad de la Edad Media, junto con el crecimiento del poder temporal de la Iglesia Católica, supusieron una cubierta forzada y moralista sobre el continente europeo, el fuego interno y el hedonismo son rasgos inherentemente romanos hasta la actualidad.

Si en 2020 las calles de las ciudades italianas estaban vacías y sus habitantes cantaban desde los balcones mientras las morgues y cementerios se llenaban de solitarios cuerpos sin vida, en 2021, vacunas mediante, las restricciones bajaron a prácticamente cero, y el hambre por vivir volvió a llenar las milenarias vías de la península. 

Raúl Miranda, Insertus, 2021, friso fotográfico / impresión directa sobre aluminio (Dibond Digital) [detalle]. Cortesía del artista

NdS: En plena pandemia, viajaste a participar de una residencia en Italia.

RM: Sí, cuando ya tenía el material para empezar la edición del plano secuencia de lo que posteriormente sería el friso en Chile, retomé el proyecto de hacer una residencia en Italia en un espacio que estaba coordinando Francisco Navarrete Sitja, artista chileno que ya había colaborado en varios proyectos audiovisuales de mi agrupación Minimale, por lo que dejé en stand-by las fotos y me dedique a conseguir los fondos y estructurar la residencia en Italia, en el L’Aquila Reale Centro d’Arte e Natura di Civitella di Licenza, para la realización de un cortometraje sobre el poema y tópico literario Carpe Diem del poeta romano Horacio. Todo esto fue a pesar del panorama bastante negativo como lo fue el 2021, pero no tanto como el año anterior, que es para olvidarlo absolutamente.

Con el apoyo de fondos gubernamentales Ventanilla Abierta de Fondart, Raúl Miranda viajó a Italia junto al músico y artista Sebastián Jatz, y a Fabio Castro, encargado de postproducción, para encontrarse con Navarrete Sitja, quien realizaría la cinematografía y edición, y el actor y performer italiano Giuseppe Sartori.

RM: El lugar de la residencia es en una zona semi rural de los Apeninos Romanos. Me calzaba a la perfección para continuar con un proyecto de cortometrajes sobre la literatura clásica, sobre escritores romanos de la República y el Imperio, pues en Licenza están las ruinas de la villa del poeta Horacio. Durante la residencia filmamos en las ruinas de la villa y en el Palazzo Baronale Orsini de Licenza; en un vertedero tecnológico de Tivoli, en un McDonald’s sobre la Vía Apia, la Piazza di Spagna, la Fontana de Trevi y calles o avenidas de Roma.

NdS: ¿Qué significó ese viaje a Italia para ti y tu obra?

RM: El viaje a Italia removió o activó mi imaginario. Pasa que fue mi primer viaje a Italia, y a pesar que estuve en pocas ciudades del Lacio y la Campania, el ver las ruinas romanas de Licenza a Ercolano, o museos del Capitolino al Arqueológico de Nápoles, de la Villa de Adriano a la Villa d´Este, de Bomarzo a Sorrento, o de Capri a Pompeya, me confirmó la educación enciclopédica tanto literaria y visual que recibí en el Instituto Nacional y la Universidad de Chile, al reconocer obras maestras que sólo había visto en fotos u otras que habían sido antecedentes de trabajos modernos o contemporáneos. El “descubrir” la pintura romana fue algo sorprendente, pues ahí está de Grosz a Chirico o Bacon. Y qué decir de la escultura clásica con toda su carga sensual, desde la idealización griega al realismo romano, una belleza inimitable.

Still de «Carpe Diem (fare la spesa con noi è un piacere)», 2021, cortometraje dirigido por Raún Miranda. Cortesía del artista

El cortometraje Carpe Diem (fare la spesa con noi è un piacere), dirigido por Miranda, comienza con Giuseppe Sartori en un McDonald’s, donde el piso expone restos humanos arqueológicos, y en el que el actor devora una hamburguesa. Acto seguido, conduciendo por las calles de Roma, Sartori se pierde entre una muchedumbre de turistas que se agolpan sin mascarillas y como hormigas a la Fontana di Trevi. Posteriormente conduce un todoterreno por una carretera, hasta detenerse al lado de un camino vistiendo sólo unos pantaloncillos dorados y una camisa abierta, adentrándose en un terreno que bien podría ser los restos de un basural tecnológico. Blanco y negro. Sartori, desnudo dentro del Palazzo Baronale Orsini, se enfunda en un vestido renacentista confeccionado a partir de bolsas transparentes, el que se llena con el aire, junto a un largo collar de perlas. Luego camina entre las ruinas de la villa de Horacio, donde se sienta, mientras en off recita el poema de Horacio en latín e italiano, entre una salida de sonido y otra, y comienza a destruir su vestido. La versión en inglés lo acompaña mientras camina hacia una vertiente, donde deja sus perlas y finalmente se sumerge para desaparecer bajo el agua.

NdS: Retomando el tópico del memento mori, y a propósito de tu cortometraje Carpe Diem, hay mucha gente que ya habla de post-pandemia, cosa que aún no existe. Yo al menos tengo una visión bastante pesimista del mundo, un mundo que no volverá a ser como antes y que deberemos convivir con la presencia de este virus como la muerte… Carpe Diem comienza en Roma, una ciudad completamente abierta a pesar de haber sido un epicentro del COVID, donde tu performer está en espacios abiertos, repletos de gente, incluso en un McDonald’s, como icono del consumo de la globalización que ha penetrado en todas partes, hasta China y Rusia. ¿Cómo sitúas tu corto en ese contexto con la creación del friso, tus registros fotográficos durante el encierro, en un contraste tan grande?

RM: Son dos manifestaciones básicamente de lo mismo, de la vivencia o convivencia con la muerte durante la pandemia. Vamos en su tercer año, la mortandad continúa, los fantasmas nos acompañan, pero por agotamiento no queremos ver nada y pretendemos volver a lo que fue. Carpe Diem es vivir el momento, vivir el presente consciente de lo efímera que es la vida. Ahora estás; puede que en minutos más, no.

Still de «Carpe Diem (fare la spesa con noi è un piacere)», 2021, cortometraje dirigido por Raún Miranda. Cortesía del artista

Horacio está circunscrito tanto al hedonismo del Epicureísmo como al racionalismo del Estoicismo, y su poema, que es un tópico literario, era el preciso para trabajar en estos tiempos. Como Ulises, siempre estoy navegando en las redes de información, buscando algo que no sé qué es. Había descubierto dos lugares extraños que existían en Italia, país que, como bien dices, nos dio las primeras imágenes del horror y desolación de la pandemia con sus miles de muertos y la imposibilidad de sepultarlos en compañía de sus familias. De los lugares, el primero fue un reciente McDonald’s que se había inaugurado en las afueras de Roma, en un terreno en el que, al iniciarse su construcción, descubrieron que estaba sobre ruinas de la Vía Apia y que, además de las piedras de la milenaria carretera romana, había calaveras y esqueletos, pues en la antigüedad existía la costumbre de enterrar a los muertos en la berma de los caminos. En una lógica totalmente consumista, la construcción continuó, pero levantando los cimientos para poner un piso transparente que te permite ver las ruinas mientras compras y comes tu hamburguesa con su respectiva Coca-Cola; y si quieres visitar la excavación, puedes hacerlo pagando una entrada extra cara. El otro lugar era el tiradero de basura electrónica más grande de Italia, que está en Tivoli, al lado de la Villa Adriana y a kilómetros de Licenza. Así que, entre las ruinas de la Villa de Horacio, el Palazzo Baronale Orsini de Licenza, el basural electrónico y el McDonald’s, tenía las locaciones que pauteaban mi guion. Tanto el restaurant de comida rápida como el tiradero se vinculan a lo perecedero: el primero como un banquete macabro, un bodegón lleno de animales, plantas o flores muertas y restos humanos para tu deleite, y el otro como un cementerio tecnológico, la obsolescencia programada.

NdS: Entre el paso de Roma al paisaje más bucólico hay una secuencia donde el performer se estaciona y deja el automóvil, donde aparece con un short dorado, que me decías hace alusión a una obra de Félix González-Torres, en una suerte de entreacto de una obra teatral. Deja la ciudad, la muchedumbre, el hambre y el consumo atrás para llegar al traje transparente, las perlas y al final la desnudez total. ¿Que hay en esa cita?

RM: Uso y juego siempre en mi obra con la inter o transtextualidad, mediante el uso indiscriminado de referentes. La obra postminimalista del cubano González-Torres habla del consumo, del amor, el deseo, la muerte y del homoerotismo, en particular en el performance Go-Go Dancing Platform, cuyo registro vi por primera vez hace casi veinte años sin saber de quién era. Pensé que Carpe Diem: Fare la spesa con noi è un piacere – que se traduce como “Hacer la compra con nosotros es un placer” – era ideal para resignificarlo en mi contexto. Esto al margen que esté muy valorado los últimos años, lo tenía pendiente en mis archivos visuales. De ahí paso al vestido gigante de plástico, el que también es desecho, pero basura imperecedera que cita tanto al Satiricón de Fellini o las doncellas de Botticelli.  Dato al margen, el vestido lo realizó mi modista desde mi época de diseñador teatral, Marcela Muñoz, quien confecciona los trajes gigantes de Ximena Zomosa.

NdS: ¿Cómo abordas el encierro y la soledad producto de la pandemia? Considerando que las imágenes del friso se hicieron en Santiago, en plena cuarentena, mientras que el corto se filmó en los alrededores de Roma, en una prematura reapertura, que a mí, personalmente, me provocó realmente una especie de agorafobia.

RM: Si bien en el corto no hago una alusión directa a la pandemia y sus protocolos de sanidad, si está presente en la psiquis del personaje que crea Giuseppe Sartori, en la angustia del encierro, la ansiedad de estar con gente y la omnipresencia del consumo como evasión. Esto apelando a uno de los topos de mis cortos, el viaje. No se trata necesariamente de un viaje iniciático, sino mas bien terminal, que se hace evidente en las escenas romanas sobresaturadas de color en una edición con un ritmo caótico con música electrónica, la que da paso a distintas atmósferas hasta llegar al locus amoenus montañoso y atemporal en blanco y negro, transitando desde un madrigal del 1600 a una partitura en base al poema recitado por Sartori en latín, italiano e inglés. Este es un tránsito que lleva a la ataraxia del personaje en un aceptar la vida que conduce a la muerte, idea que está presente en mi friso, en la apelación que esos cuerpos bellos o monstruosos le hacen al espectador.

NdS: El personaje huye del “mundanal ruido”, huye del mercado representado en la comida rápida y la industria del turismo. Huye del mercado, que intenta comerse esa ataraxia.

RM: Como con el cuerpo, que el mercado por más que quiera apropiárselo, no logra instalarlo y choca con la hipócrita moral anglosajona de las redes sociales, en particular de Instagram, que censura y cierra cuentas de artistas destacados, o Facebook, que censura obras clásicas en una homofobia bastante explícita. Roma, como civilización, es la gloria a la desnudez masculina pagana, a la celebración de la vida y el culto al cuerpo, pero inevitablemente volvemos a la moral judeocristiana con su negación del sexo, del deseo y la muerte.

Nicolás de Sarmiento

La Serena, Chile, 1987. Es periodista, escritor, artista visual y editor de arte. Licenciado en Comunicación por la Universidad del Desarrollo (Santiago) y con estudios independientes de arte contemporáneo, incluyendo una certificación por el Museum of Modern Art de Nueva York. Se ha desarrollado profesionalmente en el ámbito de las artes visuales desde hace una década, creando espacios digitales de difusión de arte y cultura, ejerciendo como editor general de Revista Artishock entre 2017 y 2019, y luego como colaborador de la misma publicación hasta la actualidad, entrevistando a personalidades del mundo del arte como Ai Weiwei, Agustín Pérez-Rubio, Roger Ballen y Chiachio & Giannone. Desde 2019 se desempeña como coordinador general de lsabel Croxatto Galería, plataforma internacional de arte contemporáneo con base en Santiago de Chile. Su búsqueda artística explora la relación entre el capitalismo, el cuerpo y las relaciones humanas, la intimidad en la era de la sobreexposición, y la arqueología emocional. En paralelo, se encuentra trabajando en la publicación de un poemario y en la escritura de su primera novela. Nicolás de Sarmiento vive y trabaja en Santiago.

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