
GONZALO PEDRAZA: OCTAEDRO
A través de un estudio sobre el mundo natural en Chile y sus condiciones ecológicas actuales, Gonzalo Pedraza (Santiago, 1982) defiende la tesis de que el Valle Central de Chile es seco, casi desértico, y que todo intento de verdor -pasto, arbustos y árboles- fue una construcción por parte de la élite política y la industria del siglo XIX. Hoy en día somos herederos de esta tradición y, al mismo tiempo, víctimas de los efectos que hemos provocado como seres humanos en el desarrollo del ecosistema.
En Octaedro, su exposición en la Sala de Arte CCU, pasado y futuro se entrelazan: futuro, en la construcción de un octaedro alzado en el piso a través de vigas, y habitado en su base y centro por plantas artificiales y esculturas que configuran un micro-ecosistema en decadencia, un símil del accionar ruinoso de la especie humana. Esta ‘osamenta’, que remite también a las estructuras de espíritu imperecedero del minimalismo vanguardista, contiene a la vez un pasado en su morfología: de octaedro pasa a convertirse en glorieta. En Europa, la glorieta podría ubicarse en el espacio público, como plaza circular en la cual desembocaban distintas vías de circulación, pero también como espacio interior y artificial en suntuosos jardines. Dentro de ella se formaba un espacio de reunión para pasar el calor y dar sombra y ver el jardín que la rodeaba.


Pero Pedraza imagina Octaedro como una glorieta futurística que observará el futuro natural, produciéndose el efecto inverso: conserva plantas artificiales confeccionadas con pinturas que el artista encontró en ferias de antigüedades. Cada una fue recortada formando suculentas -especies nativas que habitaban el Valle Central, de hojas gruesas para mantener el agua ante la sequedad-, dispuestas en toda el área de ocho metros de diámetro. Al centro se concentra un grupo escultórico formado por yesos, resinas y espuma que imitan esculturas clásicas que el artista encontró también en estos mercados. Todo este arte venido a menos, según Pedraza, cita el pasado natural del ecosistema chileno.
Frente a la glorieta, el artista instaló fanales, macetas y cuadros para representar el paisaje seco y las plantas que hoy se mantienen en las casas, también hechas con recortes de pinturas, encapsuladas en vidrios para recrear la idea del congelamiento del tiempo. Es una forma de recordar el pasado natural del ecosistema nacional.


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