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INFRAPOLÍTICA Y REPRESENTACIÓN EN CUBA. SOBRE “SENTÉMONOS A CONVERSAR SOBRE LA VIOLENCIA”, DE HENRY ERIC HERNÁNDEZ

Sentémonos a conversar sobre la violencia (Rialta, 2021), la más reciente publicación del artista visual y académico independiente Henry Eric Hernández, es una bitácora de trabajo atravesada por una doble condición: por una parte, genera un archivo del trabajo gráfico y documental de las series Sentémonos a conversar… y De cómo el verbo se hizo carne, desarrolladas entre 2010 y 2012, y, por la otra, despliega un conjunto de reflexiones sobre la violencia estructural en Cuba mediante el diálogo con Carlos A. Aguilera. Un común leit motiv enlaza ambos dispositivos de representación: la necesidad, o tal vez la estrategia artística, de ficcionalizar el documento y el imaginario de la violencia.

Este afán dialógico, acaso una metodología recurrente en las colaboraciones de Henry, se pone de manifiesto en el propio trabajo visual que constituye el núcleo estético del libro. Si bien los trabajos gráficos compilados aquí son el resultado de diversas exposiciones, montajes y descartes de las piezas documentales desarrolladas junto a Producciones Doboch, lo cierto es que, liberados del soporte museográfico y sus recursos curatoriales, constituyen una sólida narrativa, con la fuerza suficiente para ser algo más que un álbum de saldos o una maqueta discontinua de carácter meramente documental. Se trata, sin lugar a dudas, de un ensayo visual sobre las políticas de la representación.

«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista
«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista
«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista

De la imagen y el enunciado

Las imágenes y relatos que integran el volumen logran una cohesión que le da a esta obra un aire de familia con la novela gráfica, algo que la emparenta, en cierto modo, con la virtud secuencial del cómic y del cine. Las estrategias narrativas y gráficas empleadas por Henry escinden los relatos en dos grandes segmentos, que a su vez muestran las dos etapas del trabajo expositivo que el libro documenta.

En la primera parte, que da título a la publicación, Sentémonos a conversar… se nos muestra un tropel de relatos en primera persona que perfilan las morfologías de la violencia estructural en Cuba: la homofobia, el sistema penitenciario y las muertes violentas en las acciones de guerra en Angola o Etiopía. Cada cuadro está acompañado de las formas de resistencia que, sin abandonar el umbral de la violencia, muestran las tensas negociaciones de los cubanos en relación a su núcleo obsceno inconfesado: la omnipresencia de un Estado revestido con el oropel del discurso revolucionario, pero que no es otra cosa que una carcasa que recubre a las élites militares de la isla.

En la segunda parte, De cómo el verbo… los recursos visuales con los que Henry da cuenta de sus entrevistas con los sujetos subalternos se vuelven más finos y, si vale la palabra, políticos; pues ya no vemos al sujeto hablando de su propia historia, en un presumible control del relato -o al menos con la capacidad de agenciar sus significados-, sino que vemos una serie de relatos oblicuos, narrados en tercera persona. Las viñetas, que enmarcaban al sujeto en su lugar enunciativo en la sección anterior, dan paso a los globos de diálogo en donde suceden las acciones; el cambio del encuadre hace patente que quienes figuran ahí se encuentran en realidad sujetos al relato de los otros: el acto de narrar se convierte en el hecho de ser narrado; la agencia se transfigura en efecto testimonial.

Surge así un tercer lugar enunciativo, la escena del fantasma se podría decir, en el que la verdadera temática son los mecanismos imaginarios del rumor que convierten en ficción popular las causas del sufrimiento de la sociedad cubana. Henry hace que los sujetos del relato pasen de la enunciación al enunciado, y que las vidas narradas den cuenta de los dolores de una sociedad. El contenido, en cambio, es una variación del difícil lugar que ocupa Cuba en las guerras de descolonización y la precariedad de la transición global al neoliberalismo. Por encima del procedimiento artístico, un asunto queda palpablemente expuesto: la falta de duelo en la sociedad cubana, entre la historia de la persecución política y la conformación de una parte de la población marcada con el estigma de lo abyecto.

Cabe destacar que la propia posibilidad de que se presenten estos relatos, con los que se ficcionalizan las representaciones culturales de la violencia (así sea al nivel del rumor y del imaginario popular), surge del propio impasse del estado cubano durante el Período Especial; momento en el que, a decir de Henry, la invisibilidad de los sujetos descalificados por el régimen como deshechos o escoria social, se torna imposible por el déficit de control sobre la representación integral de la sociedad. En ese sentido, los años noventa en Cuba trajeron consigo una pérdida del monopolio político sobre la representación y, en particular, un cuestionamiento del discurso oficial, sostenido sobre el relato del “sujeto revolucionario” y el férreo control ideológico del aparato de Estado, para dar lugar a una disputa sobre las narrativas, ficciones e imaginarios de la violencia en el campo de la representación artística.

«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista
«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista
«Sentémonos a conversar sobre la violencia» (Rialta, 2021), de Henry Eric Hernández. Cortesía del artista

Sobre la infrapolítica cubana

Esto queda claro cuando atendemos a los relatos que conforman los story boards. En su diversidad, éstos tienen en común un rasgo distintivo: reflexionan sobre el lugar que ocupa el Estado cubano en la producción de vidas abyectas, de deshechos sociales lumpenizados. En cierto modo, el libro se articula en torno a un doble eje estructural: el eje superior, que nos muestra la figura del mártir devaluado (aquél que muere sin memoria ni reconocimiento en acciones de guerra tratando de exportar el mensaje “revolucionario”) y un eje inferior (las vidas que no se ajustan a la imagen estrecha y falocéntrica del “hombre nuevo”) en torno a la narrativa épica de la revolución. Empleando adecuadamente el tropo de la ironía, Henry muestra que ambos ejes producen, a su manera, vidas desechables.

En el trabajo de documentación, la violencia y el relato se articulan, a menudo, en torno a la diferencia entre el cubano-combatiente y el no cubano/no combatiente (para el caso de las guerras de Angola y Etiopía); o bien, se articulan en torno a la existencia de seres infrasociales, ubicados en el margen inferior del discurso oficial del “sujeto revolucionario”. Se trate de la violencia exterior de la guerra o de la violencia interior de la marginación, el trabajo de Henry es un documento de gran relevancia para comprender los mecanismos de exclusión operantes en los llamados países socialistas, cuya crítica sigue siendo un tabú para la mayor parte del pensamiento anticapitalista contemporáneo.

Ésta atención dirigida hacia las figuras excéntricas del régimen -marcadas por los significantes de la raza, la disidencia sexual y el anonimato- resulta oportuna en la medida en que desmantela el mitologema de la Cuba hiperreal: un lugar utópico situado en el Caribe, donde el imaginario socialista se vería, al fin, realizado. En cambio, los relatos convocados por Henry nos obligan a atravesar el fantasma: frente a la imagen ideal de una sociedad con las necesidades cubiertas, vemos el funcionamiento del sistema penitenciario y sus relaciones de poder cotidianas, la expulsión de las comunidades LGBTTTIQ hacia los márgenes de la representación y el duelo suspendido de madres solteras que han enviudado, sin función ni utilidad, tras la pérdida de sus conyugues, quienes trataron de identificarse con la norma del “hombre nuevo”. En cierto sentido, podríamos ver el ensayo de Henry como una mordaz exploración de la masculinidad hegemónica en los países socialistas contemporáneos.

A través de recursos casi antropológicos, Henry logra recrear el trabajo de ficcionalización que está implicado siempre en la representación de los relatos del otro; particularmente cuando hablamos de la violencia vivida, ejercida o padecida. El recurso del caló y el lenguaje callejero de Cuba lo dota de una espontaneidad calculada, desde luego, pero que se resuelve en un acercamiento completamente ajeno a la ética paternalista que sobra en los trabajos del arte participativo al uso. Sin la pretensión de “darle voz al otro”, Henry construye un tinglado igualitario donde las personas conversan, muestran las divisiones reales que escinden a su sociedad, pero, sobre todo, pone de manifiesto una infrapolítica que sólo puede sostenerse mediante la reproducción de estos sujetos lumpenizados a través de la violencia del aparato de Estado.

Por estas razones, tal vez sería adecuado decir que el libro de Henry constituye una adecuada disertación sobre la infrapolítica cubana; vale decir, un ensayo visual y docu-ficcional sobre la infraestructura ideológica del Estado cubano, atravesada siempre por la tensión de sus reversos y alteridades. Se trata, en suma, de un documento dialógico sobre la negociación de los subalternos con el aparato estatal.

Donovan Adrián Hernández Castellanos

Nació en la Ciudad de México. Es activista, filósofo y docente en la UNAM. Se interesa por las relaciones entre la estética y la política. Ha publicado tres libros especializados; el más reciente se titula “Arqueologías urbanas, topografías críticas. La dialéctica de la ciudad en Siegfried Kracauer y Walter Benjamin” (Editorial Parmenia, 2020). Ha escrito notas sobre arte contemporáneo en Apócrifa Art Magazine y crónicas en diversos medios independientes. Recientemente colaboró con INSTAR y participó en el seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista convocado por el EZLN”. Actualmente coordina diversos seminarios y coloquios internacionales en la FFyL de la UNAM, donde es profesor de tiempo completo.

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