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CÓMO CONSTRUIR UNA CIUDAD CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

“El urbanismo, tal y como lo conocemos, tiene un profundo sesgo patriarcal y androcéntrico. Concebido como una acción llevada a cabo desde fuera y que transforma un territorio a voluntad y sin contar con sus habitantes, más allá de las complejidades y las resistencias con las que topa, es un modelo que refleja una masculinidad hegemónica y jerárquica en la medida en que su espíritu es la conquista del territorio.”1

La arquitectura es un acto de violencia al ser un planteamiento político plasmado de forma física. La mayoría de las ciudades son construidas a través de discursos tipificados que segregan a las clases sociales por medio de los distritos, según la posición socioeconómica, viviendo en zonas marginales aquellas minorías raciales y en zonas residenciales aquellas de alto poder adquisitivo. “El racismo estructural encuentra en la arquitectura y organización territorial una forma particularmente efectiva de encarnación”2, manifestándose como una forma de exclusión dirigida a cierta parte de la sociedad.

El diseño de las ciudades beneficia sólo a unos pocos al responder a necesidades e intereses particulares y no estar pensadas para las diferentes formas de habitar la ciudad, propiciando grandes desigualdades sociales y de género al construirse bajo la premisa dicotómica del espacio público y privado. “Esta es una de las armas principales del patriarcado para eliminar la presencia de las mujeres de los ámbitos de poder, entre ellos el espacio urbano, y hacernos sentir que estamos donde no debemos estar.”3

Acción llevada a cabo por la artista mexicana Victoria Núñez Estrada, “Práctica por la conquista del espacio”, 2016. Cortesía de la artista y de la autora

Dicho postulado ha relegado a las mujeres a la esfera reproductiva, que tiene lugar en el hogar, posicionado a los hombres en la productiva, siendo ésta sinónimo de actividades públicas, prestigiosas y autónomas, reduciendo las posibilidades femeninas en el campo social, económico y político y utilizando al género como justificación de la división sexual del trabajo.

Sobra decir que el ámbito doméstico es considerado como un trabajo desvalorizado a pesar de ser una tarea demandante. Resolver las necesidades del hogar -cuidado de los niños, ancianos, enfermos, brindar atención afectiva, realizar la limpieza y las compras- son tareas consideradas menores, reducidas por el sistema patriarcal a la hora de planear la configuración de la ciudad. Esto, pese a que la realidad es que nosotras nos desempeñamos en ambas esferas: la productiva y reproductiva.

La planeación androcéntrica y patriarcal favorece los suburbios, vías rápidas y corporativas, reforzando la idea de que el lugar de la mujer es la casa, mientras que las prácticas femeninas urbanísticas plantean la idea de crear comunidad a través de la familiaridad entre vecinos, procurando la seguridad de las situaciones del día a día, dando prioridad peatonal a través de la creación de cruces seguros, buena iluminación, espacios abiertos, rutas para ciclistas y mascotas, así como equipamientos como guarderías locales, bancas para descansar, baños públicos y botes de basura cada cierta distancia, con la intención de cambiar las dinámicas con que las ciudades consideradas neutrales operan por un sistema horizontal pensado para las necesidades de todos los integrantes que la componen.

Es entonces que el aporte feminista al urbanismo plantea una visión que parte de lo particular a lo general, tomando en cuenta las necesidades de los grupos interseccionales: ancianos, niños, mujeres, migrantes, comunidad LGBT+, personas con discapacidades, con identidad no binaria, racializadas e indígenas, es decir, de todos aquellos que habitan la ciudad, haciendo hincapié en las exigencias diarias que les son demandadas y no en el discurso hegemónico que unifica el poder en los propósitos masculinos que responden a las actividades productivas que han estandarizado la forma de construir la ciudad, basadas en la familia blanca heteronormada de clase media-alta, que contribuye al capitalismo, visibilizando las injusticias del sistema colonial, patriarcal y capitalista sobre las que está cimentada la sociedad.

Por lo tanto, la mirada feminista en el campo arquitectónico diseña a partir de las experiencias diarias sus recorridos, diversidad y perspectivas de todas las personas que construyen la ciudad, considerando las necesidades de toda la comunidad. Esto significa tomar en cuenta que los menesteres de una mujer de 40 años que vive en los suburbios no son los mismos que los de aquella que vive en una zona distinguida, ni de las personas que trabajan doble o triple jornada y mucho menos de las discapacitadas. De esta manera, se plantea eliminar la segregación residencial basada según la edad, la clase socioeconómica y la raza, al igual que tanto hombres como mujeres participen en las labores domésticas no remuneradas, como en las públicas, que sí lo son. Todo lo anterior con la intención de construir ciudades más justas, sanas, seguras y sustentables donde la diversidad sea la prioridad.

El urbanismo feminista parte del cuerpo como territorio para diseñar las ciudades, de acuerdo con las experiencias vividas en cada sector, rompiendo con “[…] la determinación de quien diseña/construye la arquitectura [basada en] beneficios [particulares], que ocurre desde el control de la violencia en cuerpos, [que] tiene claramente consecuencias políticas drásticas”4, dislocando la disposición de la arquitectura neutra que refuerza el poder del estado sobre los cuerpos, buscando considerar a las mujeres como profesionales y usuarias, reconociendo sus aportes al dejar de excluirlas, lo que conlleva a que aquellas personas que tienen privilegios dentro la ciudad los pierdan. Esto no significa que los edificios deban destruirse para sobre ellos construir nuevos espacios, sino más bien rehabilitar aquellos preexistentes, pensando el nuevo uso que se les puede dar, modificando la estructura social y simbólica con que las ciudades son construidas.

Todo lo anterior se adjudica a falta de visión interdisciplinar con que la arquitectura y el urbanismo se han forjado, considerándose como ámbitos masculinos a causa de que los hombres han incidido desde la existencia de dichas disciplinas, llevando ventaja sobre nosotras, a quienes incluso, cuando se nos permitió formar parte de, tuvimos muchas restricciones que continuaron poniéndonos en desventaja: limitaciones paternales por estudiar ciertas licenciaturas, impedimentos para realizar prácticas de campo a causa de coincidir con el periodo menstrual, embarazo, lactancia y cuidado de los hijos y/o padres; situaciones que no se han circunscrito al campo arquitectónico, sino a todas las áreas de la vida y el conocimiento. Estamos en desventaja frente a ellos, por siglos.

Además, los medios de comunicación también contribuyen a la división de la esfera pública y privada a través de la exclusión de las actividades basadas en el género, limitándonos como objetos de deseo sexual al utilizar nuestros cuerpos como estrategia de marketing, y al ámbito doméstico, donde somos las únicas responsables de las labores que éste demanda.

Por su parte, la premisa de que mientras más autónoma sea una persona será mejor, es un punto al que el urbanismo feminista se opone al ser un axioma el que dependemos de otros organismos para desarrollarnos. Existen programas como HOMES (Homemakers Organization for a More Egalitarian Society), propuesto por Dolores Hayden como un sistema que rompa con los estereotipos, propiciando la equidad entre géneros, donde por ejemplo las mujeres tengamos la posibilidad de ser conductoras de transporte público y los hombres se desempeñen en la cocina.

De igual manera, el contexto histórico en que vivimos está introduciendo cada vez más las smart cities, dejando de lado la interacción social y priorizando la individual a través de sistemas de inteligencia artificial que pragmatizan la solución de las actividades diarias, a la vez que dan la apariencia de estar acompañado, aunque dichos sistemas están programados para hacernos sentir que les somos especiales y únicos al adecuarse a nuestras necesidades y gustos, al mismo tiempo que aprenden de los mismos para seguir alimentándose.

Ejemplo de lo anterior son estructuras como New urbanism y Smart growth cities, que perpetúan la segregación racial y económica al estar dirigidos a clases altasque cuentan con capital que les permite desarrollar su vida con altas comodidades, asentadas en una zona exclusiva de la ciudad de les provee de todo lo necesario para su día a día, y que cuando necesitan desplazarse a otras áreas de la urbe puedan hacerlo con la mayor facilidad, es decir, a través de vías rápidas y privadas mediante vehículos motorizados, convirtiéndose entonces la proximidad en un lujo y constituyéndose dichos espacios como enclaves, tal como ocurre en Polanco y Santa Fé, zonas de la Ciudad de México donde la vida resulta muy cara. A este tipo de parcelación se le conoce como Planificación Sectorial, distribución con que las ciudades que responden al androcentrismo son construidas.

“Esta desigualdad también puede verse en el diseño y tipo de arquitectura, materiales o localización en la ciudad de los espacios considerados como ‘femeninos’ como, por ejemplo, los lavaderos públicos. En contraposición, los espacios ‘masculinos’ han sido pensados como sitios de ostentación, vinculados a lugares de poder, como por ejemplo juzgados, edificios militares y […] administrativos. En la historia del urbanismo y la arquitectura también vemos que se ha dado valor patrimonial a los espacios masculinos, y que demasiado frecuentemente se han olvidado o destruido los […] femeninos.”5

Acción llevada a cabo por la artista mexicana Victoria Núñez Estrada, “Práctica por la conquista del espacio”, 2016. Cortesía de la artista y de la autora

Es por todo lo anterior que el aporte del urbanismo feminista es pertinente en la investigación de los materiales con los que se construye la Ciudad de México, en el marco de la investigación de Victoria Núñez Estrada, dado que dichas reflexiones catalizan el pensamiento respecto a la creación de espacios interdisciplinarios, donde no sólo las mujeres nos beneficiamos, sino también el resto de los grupos que conforman la ciudad.

La elección de los materiales con los que las ciudades son construidas siempre ha sido y es de acuerdo a sus cualidades funcionales y estéticas, por lo que una ciudad diseñada por mujeres respondería a las funciones de los espacios, tanto públicos como privados.

De acuerdo con las profesionales6 de este ámbito con quienes mantuve diálogo para llevar a cabo este investigación, una ciudad trazada por ellas implementaría mucho más el uso de materiales de la región, menos industriales y más artesanales, procurando el menor daño ecológico y que requieran menos explotación de mano de obra, como la cerámica y aislantes termo-acústicos, así como implementar el uso de energías pasivas como la geotermia, enfocadas a la tierra, la jardinería y la orientación, alinéandose a lo sustentable, lo local y a las comunidades, dirigiéndose hacia lo sensitivo y emotivo, hermanándose con el ecofeminismo, uno de los pilares sobre el que el urbanismo feminista se construye.

En cuanto a consideraciones especiales, procurarían el mejoramiento del barrio a través de la iluminación, banquetas más anchas, con rampas y sin postes en medio para pasear con carreolas y sillas de ruedas, cuadras más cortas y donde prime el peatón sobre los automóviles, áreas de esparcimiento para las familias a través de parques, tornándose las calles en espacios seguros. Implementarían huertos urbanos comunales como estrategia de prácticas en comunidad y, en lugar de utilizar rejas de herrería, colocarían cactus que hagan las veces de una barda.7

De igual manera, al estar tan poco representadas en las ciudades, proponen denominar calles con nombres de mujeres destacadas y la construcción de monumentos que no repliquen estereotipos, como el de la madre, limitándonos a ese nicho cuando somos mucho más que ello: profesionistas, investigadoras, científicas, artistas, atletas, maestras, médicas, abogadas, académicas, tecnócratas, burócratas, arquitectas y urbanistas, entre otras.

Es, por lo tanto, de suma importancia agregar a la agenda política este tema, donde la perspectiva de género sea una prioridad dentro de la planeación urbana.

Acción llevada a cabo por la artista mexicana Victoria Núñez Estrada, “Práctica por la conquista del espacio”, 2016. Cortesía de la artista y de la autora
Acción llevada a cabo por la artista mexicana Victoria Núñez Estrada, “Práctica por la conquista del espacio”, 2016. Cortesía de la artista y de la autora
Acción llevada a cabo por la artista mexicana Victoria Núñez Estrada, “Práctica por la conquista del espacio”, 2016. Cortesía de la artista y de la autora

[1] Ciocoletto, Adriana et al., Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida (Barcelona: Virus Editorial, 2019), 95.

[2] Lambert, Lépold. Weaponized architecture, Deconstructing the logic of architectural violence, trad. Isabel de la Vega (DPR – BARCELONA, [2012]), 109.

[3] Ciocoletto, Adriana et al., Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida (Barcelona: Virus Editorial, 2019), 66.

[4] Lambert, Lépold. Weaponized architecture. Deconstructing the logic of architectural violence, trad. Isabel de la Vega ( DPR – BARCELONA, [¿2012?]), 2.

[5] Ciocoletto, Adriana et al., Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida (Barcelona: Virus Editorial, 2019), 72.

[6] Arq. Athenea Papacostas, Dra. en Proyectación urbanística, Harmida Rubio; Mtra. en Arquitectura de paisaje, Lucía Blanco; Mtra. en Restauración de sitios y monumentos, Rocío Muñóz y Maestro en Arquitectura, Ismael García.

[7] Ejemplo de ello es el cercado de la casa funcionalista de Juan O´Gorman y la casa estudio de Frida Kahlo y Diego Rivera, ubicados en San Ángel, Ciudad de México.


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Isabel de la Vega

Cuernavaca, Morelos, 1994. Licenciada en Estudios e Historia de las Artes por la Universidad del Claustro de Sor Juana, Ciudad de México. Fue Coordinadora del Archivo Histórico en la Galería Kurimanzutto, Ciudad de México (2018-2021). Actualmente tiene a su cargo el Archivo Documental Histórico y Vivo del Centro de Estudios, Creación y Documentación de las Artes (CECDA) de la Universidad Veracruzana. Vive y trabaja en la Ciudad de Xalapa, Veracruz.

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