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ESPEJISMOS TERRITORIALES. ENTREVISTA A ALEJANDRO JAIME

Si bien el paisaje se percibe como una totalidad, en determinadas zonas los accidentes geográficos ocasionan escisiones que hacen del espacio límite. Asimismo, la historia da cuenta de otras fronteras que no son naturales y que responden a los intereses particulares de cada Estado-Nación para delimitar sus territorios. Estas fronteras artificiales tienden a establecerse, generalmente, a través de hitos o muros divisorios que se extienden —como la proyección de una línea— a lo largo del territorio.

Siguiendo su investigación acerca de las huellas de la intervención humana en el territorio y la representación del paisaje, Alejandro Jaime (Lima, 1978) presenta en la plataforma SUERO Una proyección ilusoria en el territorio, que consta de una serie de cinco videos y tres pinturas que representan la topografía de las fronteras invisibles del Perú, develando la dicotomía entre las fronteras naturales y artificiales que rigen sobre el territorio nacional.  

En un juego poético como enunciativo, Alejandro Jaime propone repensar la institucionalidad de las fronteras artificiales que enmarcan las soberanías nacionales, con el objetivo de ahondar en lo ilusorio de estas proyecciones en tanto delimitan espejismos que trastocan la realidad y condicionan la existencia.

Acerca de espejismos, proyecciones y marcos, nos reunimos a conversar con Alejandro Jaime*.

Luisa Fernanda Lindo: Una proyección ilusoria en el territorio aborda las fronteras artificiales del Perú, las cuales son representadas con marcos comúnmente utilizados en la tradición pictórica. ¿Cómo estableces la representación frontera/marco?

Alejandro Jaime: Lo que me interesa es la relación del marco —en cuanto contenedor— con la idea de imagen/ilusión sobre la que se basa la tradición pictórica y, sobre todo, con la referencia al paisaje como género pictórico, que funciona tradicionalmente como una estrategia de visibilización de territorios bajo diversas ideologías que pueden ir desde la propiedad privada hasta la idea nacional. Asimismo, me interesa la referencia al marco tradicional, generalmente presentado con pátinas metálicas de oro, plata o bronce, las cuales producen una distorsión en sus reflejos; una especie de ilusión o espejismo que configuran este marco.

LFL: ¿Se podría decir que abordas un doble espejismo, en tanto la frontera artificial es una ilusión de territorio dividido que se enmarca en la relación con el elemento que sostiene la pintura?

AJ: Sí o —en todo caso— lo recalco, porque el dualismo de las fronteras artificiales está ahí: existen de manera abstracta, oficial, institucional; aunque en el ámbito físico no dividen nada. Esta dualidad es fascinante porque delimita una serie de capas muy complejas, tanto de naturalezas como de pensamiento que yo entiendo como estratigrafías híbridas que conforman el ideario nacional. Como dice el texto de Didi-Huberman [Ser cráneo. Lugar, contacto, pensamiento, escultura, 2008], cuando las pelas, no envuelven nada, parecen espejismos.

LFL: Sin embargo, es difícil pensar las fronteras como espejismos cuando lo que se exhibe es una desmesurada cantidad de conflictos por la ocupación de territorios o por la necesidad de salir de estos para salvar la propia vida.

AJ: Sí, justamente los conflictos limítrofes se dan generalmente por la posesión de dichas naturalezas híbridas de las cuales surgen sus respectivas formas de gestión y simbolización, generando una historia que necesita ser contada por cada uno de los lados.

LFL: Una historia que pocas veces coincide.

AJ: Así es. Lo seguimos viendo en muchos territorios divididos, ya no por abstracciones sino por infraestructuras geopolíticas y militares, como muros, drones o alambradas. Veo este tipo de fronteras culturales como un paisaje en construcción en donde el paisaje es el mismo para un lado que para el otro.

Alejandro Jaime, vista de instalación en “Estructura de soporte, ejercicios de resistencia y desgaste”, exposición bi-personal con Koening Jhonson, Wu Galería, Lima, 2015. Cortesía del artista
Alejandro Jaime, vista de instalación en “Estructura de soporte, ejercicios de resistencia y desgaste”, exposición bi-personal con Koening Jhonson, Wu Galería, Lima, 2015. Cortesía del artista

LFL: Tu interés por el territorio no es reciente. Vienes trabajando en él desde hace más de una década. ¿Cómo surge la idea de trabajar el marco/frontera?

AJ: Comencé a interesarme por la geografía de frontera a raíz de una residencia móvil que realicé en 2010. Con un grupo recorrí la frontera norte con Ecuador y Colombia en bus durante dos semanas. Esa experiencia fue fundamental, pues me queda resonando hasta el día de hoy. Posteriormente, con esas reflexiones, quise experimentar los límites fronterizos más allá de lo nacional o regional para intentar comprender la escala hemisférica, la división política y palpable norte/sur. Para ello, recorrí la frontera de la esquina noroccidental de Latinoamérica, desde Tijuana hasta Sonora. Fue allí donde comencé a ver las fronteras como espejismos, como ilusiones móviles en inmensos desiertos, donde las verdaderas fronteras eran el calor, el frío, el hambre o el cansancio. La frontera era el cuerpo. Hay muchas secciones de la frontera EEUU-México que no tienen muro, en donde el territorio es el mismo: la frontera se convierte en el tránsito mismo, en el movimiento.

LFL: Fronteras invisibles que, sin embargo, condicionan.

AJ: Sí, estas experiencias de entender lo que significa una frontera nacional y de cómo estas están configuradas, me sigue interesando pues se alternan las diversas naturalezas con los relatos culturales; las geografías frente a las abstracciones. Las geografías tienen forma y me interesa dar forma a las abstracciones.

LFL: Me resulta potente esta figura de dar forma a lo abstracto.

AJ: Creo que justamente el arte sirve para eso. El texto de Didi Huberman propone imaginar los reveses que no se ven, dar forma a lo invisible. Creo que existen varias realidades que coexisten y que es relevante representar. Cada segundo estas se transforman. El arte lo entiendo como intentar seguir el paso —a manera de codificación— de cada uno de estos tiempos y realidades. Así como el cuento Funes el memorioso de Borges.

LFL: Una reescritura constante. Bueno, la naturaleza nos muestra eso cada segundo, como mencionas; es la máxima maestra.

AJ: Esta figura de una escritura constante, como una de las funciones del arte, me gusta. Eso me hace pensar justamente en que hay muchas fronteras naturales como mares y ríos que se mueven a lo largo de sus ciclos naturales y reescriben permanentemente los límites de lo que contienen.

LFL: Exactamente en eso pensaba: en un río. Hace un momento mencionabas el cuerpo como frontera y pienso en los marcos jurídicos que determinan a estos. Al final, estamos determinados/enmarcados por poderes o infraestructuras que trascienden nuestra propia naturaleza.

AJ: Sí, estos enmarcados biopolíticos hacen que los cuerpos se desplacen o se inmovilicen a partir de sus respectivos relatos culturales. Esta idea del cuerpo como frontera lo observé en el borde mexicano y es muy fuerte cómo se percibe de primera mano. En el caso del proyecto presentado en SUERO, el cuerpo casi no existe, solo una proyección abstracta que intenta representarse, pero son estas abstracciones las que delimitan las ideas nacionales que enmarcan a los cuerpos a través de poderes e infraestructuras, tal como lo mencionas.

LFL: Esta ausencia de cuerpo lleva a cuestionar la institucionalidad de las fronteras artificiales en tanto no solo enmarcan soberanías nacionales, sino que condicionan la existencia.

AJ: Pienso en la promoción constante de los países en generar “fronteras vivas”. Y también pienso en las formas en las cuales dichas fronteras establecidas en Tratados Binacionales —a través de códigos, grados, longitudes y latitudes— han sido oficializadas en diferido; es decir, estas líneas se instalan a distancia a la velocidad de una firma, esto lo abstrae aún más.

LFL: Claro, decisiones tomadas tras un escritorio. Esto que mencionas me remite a una pieza muy potente de la artista española Ana García-Pineda que se titula Señores sentados haciendo rayas (2019). Curiosamente tiene un diálogo con el mapa que exhibes en SUERO, el cual sugiere ser el mapa del Perú a través de las fronteras artificiales que trazas en tinta sobre papel vegetal.

AJ: Sí, y pienso en lo que hay detrás de esas firmas. Es decir, estas fronteras se delimitan después de un proceso de indagación territorial que demoraría, en el caso peruano, casi 180 años. La cartografía contemporánea es casi automatizada, pero lo interesante es que para delimitar estos marcos se ha pasado por un largo proceso de recorrido, medición y exploración del que tenemos registro en los Atlas del siglo XIX. Acá de nuevo aparece sin querer el cuerpo (del explorador y su equipo).

LFL: Un cuerpo que ahora es desplazado por nuevos sistemas de medición. De hecho, los marcos que presentas en Una proyección ilusoria en el territorio esconden detrás la topografía de la frontera Perú-Bolivia captada a través de la lectura y traducción del mapa satelital en 3D.

AJ: Exacto, el cuerpo —de nuevo— por abstracciones. Sin olvidar que las herramientas y métodos de medición y extrapolación del siglo XIX fueron una tecnología canónica en la cartografía mundial, así como las traducciones en mapas a la hora de transcribirlos. En las piezas de la exposición la topografía de los marcos surge a partir de un software que integra el plano bidimensional del mapa a un volumen 3D. Es loquísimo lo que se puede hacer hoy. Los marcos intentan dar forma a esas líneas abstractas e invisibles que dividen territorios y delimitan (enmarcan) una soberanía que llamamos fronteras nacionales. Por un lado, intentan dar forma y, por otro, pretenden generar una distorsión, un espejismo.

LFL: Además del movimiento en loop de estos marcos, que develan más que una línea un territorio en un intento de salir del concepto para patentar una porción de tierra a través de su topografía.

AJ: Un intento de hacer lugar a algo invisible, pero que —a la vez— presenta este componente de ilusión: todo está enmarcado en una gran ilusión. Un espejismo que puede ser la idea de país, un horizonte que seguimos persiguiendo como un caminante mirando un espejismo en el desierto. Con ‘ilusión’ me refiero al relato nacional; al proyecto republicano, al anhelo de cohesión trunco al día de hoy; a la complejidad casi infinita de culminar dicho relato.

LFL: Un proyecto ilusorio si repasamos los últimos 200 años de la historia del Perú, sostenido en un relato patriarcal y vertical plagado de dicotomías cuyo resultado es —lamentablemente— un país escindido.

AJ: Sí, un relato basado en una idea de nación sostenida en una élite política, intelectual y militar que no termina de ver e integrar las diversas naciones que coexisten en esa misma delimitación; el proceso lo seguimos viendo.

LFL: Tal cual, estamos delimitados por fronteras: culturales, sociales, económicas, ideológicas, etc. Finalmente me interesa ahondar en las pinturas que soportan la base de tu propuesta. El marco que presentas en Una proyección ilusoria en el territorio está desfasado en sus proporciones, lo que se potencia con la inclusión de lo pictórico que —de cierta manera— se torna un guiño al marco de la tradición pictórica.

AJ: Me gusta la imagen de un marco desfasado, desarticulado, casi disfuncional, pero que parece enmarcar algo. Las pinturas describen la misma topografía que los reveses de los marcos y están hechas con óleos metálicos haciendo nuevamente referencia a las pátinas de los marcos. Acá intento corresponder lo pictórico con el marco, continente con contenido, pero lo pictórico también se pretende marco: está delimitado por márgenes que se articulan entre sí como una linealidad que sigue aludiendo a la estructura. Por ello, la topografía pintada incide en hacer lugar a las proyecciones invisibles de las fronteras artificiales.

Alejandro Jaime, Chuquicamata II, fotografía intervenida y resina, 120 cm. x 80 cm. Cortesía del artista

Luisa Fernanda Lindo

Lima, 1979. Curadora, escritora y trabajadora del arte. Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Magíster en Estudios Curatoriales por la Universidad de Navarra (España). Ha obtenido diversas becas y residencias, como la Beca de Posgrado de Fundación Carolina 2018–2019; Beca a la Excelencia de Programas Especiales para Artistas de AMEXCID/SRE (México, 2015); Beca de Residencia Artística de SEGIB y Casa de Velásquez (Madrid, 2015); entre otras. Es directora y curadora de SUERO, espacio temporal para la reflexión, creación y exhibición de arte contemporáneo.

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