QUEBRAR LA LEY. SOBRE “POESÍA VISUAL: PROYECTO PARA HACER UN LIBRO”, DE GUILLERMO DEISLER
Hace tres meses guardé en mi maleta un ejemplar de Poesía visual: proyecto para hacer un libro, de Guillermo Deisler, reeditado en 2021 por Naranja Publicaciones. Envuelto en un plástico de burbujas, lo metí en un sobre, el cual introduje en una carpeta que coloqué cuidadosamente en mi maleta de mano. Tras el viaje, cuando llegué a mi apartamento en la Universidad de Princeton, procedí a desenvolver con sumo cuidado este obsesivo embalaje. Más que un libro, sentía que tenía un objeto de arte único en mis manos. Cuando finalmente lo desenvolví y empecé a jugar con él, me di cuenta de que todo mi aparataje de conservación parecía ir en contra de su propia poética, pues, ante todo, este artefacto busca romper con el aura que distancia al lector del libro y disloca cualquier convención sobre la lectura. En pocas palabras, incita a quebrar la ley.
Publicado originalmente en 1973, en Ediciones Mimbre, Poesía visual: proyecto para hacer un libro consiste en un conjunto de láminas sueltas. Cada lámina tiene algún tipo de intervención material sobre el soporte de la página, así como también se encuentra estampada con un sello con una instrucción escrita en un verbo en imperativo. Por ejemplo, la parte superior de una de las páginas está rasgada por la mitad, y la parte inferior está sellada con la indicación: “Rasgue!”. En otra, en cambio, la parte central de la lámina ha sido troquelada, entre los dos agujeros está atada una cuerda, y el sello señala: “Desate!”.
Así, esta serie de láminas muestra las posibilidades técnicas de experimentación material sobre una hoja de papel, así como formas en las que el lector puede intervenir físicamente el libro. Desde la portada de la carpeta o contenedor que las agrupa, sellada con la frase “Permitida su reproducción”, Deisler invita a participar materialmente sobre el libro. Ahora bien, esta serie de proposiciones a realizar podrían parecer completamente despolitizadas o un burdo entretenimiento. Sin embargo, el acto participativo propuesto en este artefacto viene a manifestar una fuerte relación entre arte y política.
En 1969, el poeta visual argentino Edgardo Antonio Vigo escribe un texto abogando por un arte de lo tocable. En sus palabras, “un arte de expansión, de atrape por la vía lúdica, que facilite la participación -activa- del espectador, vía absurdo. (…). No más contemplación sino actividad. No más exposición sino presentación. Donde la materia inerte, estable y fija, tome el movimiento y el cambio necesario para que constantemente se modifique la imagen”.
Hasta cierto punto, el artefacto de Deisler se inserta en esta línea del arte de lo tocable, pues el libro no se comprende como una entidad pasiva, de letra muerta, sino como la posibilidad de que el lector produzca materialmente algo nuevo. Como sentencia su propio título, Poesía visual: proyecto para hacer un libro no es una obra finalizada, sino un proyecto “a ser realizado por el lector en una sucesión de rupturas con el sistema (el libro)”, difiriendo entonces la idea de recibir un producto a consumir. Más bien, invita al proceso de su continuo armado y desarmado hasta lograr, como escribe Deisler, “finalmente su destrucción”. Esta destrucción implica tanto acabar con el culto al libro como también romper con la separación entre el acto de leer y el acto de producir.
Por otra parte, Deisler ofrece también en este artefacto una reflexión sobre la no pasividad de las imágenes. Como explica W.J.T. Mitchell, las imágenes, al contrario de lo que comúnmente se cree o se nos enseña, son inestables, variables, son percibidas de maneras diferentes por cada observador. Agrega Mitchell, además, que las imágenes no son terreno exclusivo de lo visual sino, más bien, las interpretamos y recibimos a partir de múltiples sentidos (507). Por su parte, Georges Didi-Huberman dirá que las imágenes no son como las mariposas clavadas sobre un tablero, “un placer erudito, pero perverso y mortal, del entomólogo” (XVIII). Más bien, las imágenes son tiempos y movimientos que migran y sobreviven en la historia, cambiando su apariencia, “volando aquí y allá, apareciendo y desapareciendo por turnos” (XVIII). Y me interesa tanto esta reflexión de Mitchell como de Didi-Huberman porque, décadas atrás, Deisler nos parece estar planteando algo similar en su artefacto; un artefacto que hoy, a pesar de la distancia temporal, parece también decirnos algo sobre nuestra relación con la cultura visual.
En un texto incluido en una de las láminas, Deisler explica que diariamente estamos siendo “conducido[s] a realizar acciones más estúpidas” que las que su artefacto invita a efectuar, e incluso, que no tenemos conciencia de que las hacemos. Por ejemplo, critica esa serie de órdenes o mensajes que podemos encontrar inscritos literal o metafóricamente en diversos medios, enunciados tales como: “Usted iba a triunfar en la vida, era héroe, un ganador neto; siempre mejor que los demás”. En suma, una serie de condiciones que ponen la experiencia individual sujeta a una narrativa del éxito bajo una perspectiva heroica. En cambio, Deisler escribe que sus proposiciones buscan evidenciar la alienación que vivimos, pues nos permiten tomar conciencia de cómo hemos recibido estas órdenes “durante años” hasta hacernos llegar “a creer que era normal”.
En un proyecto anterior, Poemas visivos y proposiciones a realizar (1971), Deisler explica que la participación del lector en una de las proposiciones —como utilizar un sobre del libro para mandar una carta— logra romper con el proceso pasivo de recepción del poeta al público. Ahora bien, Deisler radicaliza esta idea en Poesía visual: proyecto para hacer un libro pues ya no se trata solo de que algunos poemas visuales del libro inviten a la participación, sino que el artefacto en su totalidad no viene previamente definido por el poeta (o la industria editorial, o la cultura de masas), sino quien lee debe encargarse de continuar el proyecto del libro, de no dejarse llevar por un montaje prestablecido sino disponer de sus piezas hasta darle alguna forma.
Deisler realiza este artefacto a mediados de 1973, aunque no sabemos con exactitud cuántos ejemplares pudieron circular. Tras el Golpe de Estado en Chile, Deisler será detenido, cumplirá unos meses en una cárcel en Antofagasta, y tendrá que exiliarse posteriormente en Europa junto a su familia. Por supuesto, la detención de artistas e intelectuales a manos de gobiernos dictatoriales no nos es extraña. Sin embargo, llama la atención que los poetas visuales del cono sur, muchos de los cuales realizaron obras de un marcado carácter conceptual, fueron perseguidos y juzgados por su producción poético-visual.
Por ejemplo, Clemente Padín será enjuiciado en Uruguay y, entre los documentos utilizados en su contra, la fiscalía mostrará algunos de sus poemas visuales, piezas de arte correo y dos libros de Guillermo Deisler. Por no decir, además, las varias exposiciones de poesía visual o arte correo que fueron suspendidas en América Latina durante las décadas de las dictaduras militares del cono sur. Traigo estas referencias pues comprendo que Poesía visual: proyecto para hacer un libro constituye una crítica a la alianza entre cultura visual e instituciones de poder, al uso anestésico de las imágenes, por lo que no me extrañaría que de haber logrado editar más ejemplares, habría también causado una gran incomodidad para las dictaduras de la región.
Este artefacto de Deisler podría haber sido comprendido como una forma subversiva que no solo rechaza un modelo de consumo capitalista, sino que además incita al lector a tomar conciencia crítica sobre la capacidad alienante de los medios visuales. Por tanto, si bien este proyecto de Deisler tiene un carácter lúdico y es, cabe decirlo, también una reflexión sobre el libro de artista como medio, pues al ensayar distintas estrategias de intervención sobre cada lámina da cuenta de la amplia gama de posibilidades de este género o forma visual considerada “menor”, este artefacto constituye también una invitación a quebrar la ley: que el libro se reproduzca, se corte, se rompa, se rasgue, se lo reensamble de nuevas maneras.
Para un contexto dictatorial, que una obra artística sugiera la posibilidad de quebrantar las convenciones o los pactos sociales no es un gesto irrisorio. Más aún, cuando convoca a hacer explícita la alienación de ciertas acciones cotidianas para, más bien, “crear con la acción ‘otras condiciones’ de ser usted mismo”, en palabras de Deisler.
Por tanto, comprendo que Poesía visual, proyecto para hacer un libro es también un proyecto sobre la emancipación del lector. Deisler cuestiona la pasividad receptiva para más bien poner en primer plano la igualdad entre lector y autor hasta el punto de que el primero no se deja conducir por el segundo sino, más bien, consigue desafiarlo. De este modo, el lector logra trascender el juego interno del artefacto para entonces leer en otras instancias de su cotidianeidad las formas en que la cultura visual reproduce y hace circular discursos de obediencia.
Este texto fue escrito para el lanzamiento de Poesía Visual: Proyecto para hacer un libro, de Guillermo Deisler, en Printed Matter’s Virtual Art Book Fair 2021 [25 al 28 de febrero]. La discusión sobre este texto y el libro está disponible en YouTube
Bibliografía
Deisler, Guillermo. Poemas visivos y proposiciones a realizar. Antofagasta: Ediciones Mimbre, 1972.
Deisler, Guillermo. Poesía visual: proyecto para hacer un libro. Santiago: Naranja Publicaciones, 2021.
Didi-Huberman, Georges. The Eye of History: When Images Take Positions. Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 2018.
Mitchell, W. J. T. What Is an Image? New Literary History 15. 3 (1984): 503–537. JSTOR, www.jstor.org/stable/468718.
Vigo, Edgardo Antonio. Arte a Realizar. 1968-1969, https://www.merzmail.net/ea.htm.
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