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PAISAJE/ TERRITORIO: MUSEALIZAR LA SELVA

La exposición Paisaje/Territorio. Imaginarios de la selva en las artes visuales se presentó en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil, Ecuador, entre agosto y noviembre del 2019. La curaduría estuvo a cargo a Ana Rosa Valdez, historiadora del arte ecuatoriana-salvadoreña, quien ha desarrollado una investigación sobre el tema desde el 2016 hasta la actualidad. La cota temporal de la muestra fue de 1907 hasta el 2019, y se presentaron obras de 34 artistas radicados en el Ecuador durante ese período. Lupe Álvarez reseña la muestra para Artishock.

Rafael Troya. Paisaje del Oriente (Confluencia del Pastaza con el Palora). Óleo sobre lienzo. 87 x 125 cm. 1907. Colección Nacional Ministerio de Cultura y Patrimonio. Reserva de Arte Moderno y Contemporáneo MAAC.

El Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil, como parte de su programación del 2019, acogió la muestra Paisaje/Territorio Imaginarios de la selva en las artes visuales. Una exhaustiva investigación soportó el enunciado curatorial de este proyecto expositivo que logró movilizar un lote considerable de obras históricas y contemporáneas de diferentes formatos y medios. Ana Rosa Valdez, curadora y editora de la revista virtual Paralaje xyz, tuvo a su cargo el proyecto, complementando su indagación de larga data en el candente tópico de las representaciones de la selva, con un equipo donde figuraron el investigador Guillermo Morán, y las artistas Gabriela Fabre y Gabriela Cabrera, quienes han acompañado a Valdez en algunos proyectos fungiendo como parte del equipo de producción y museografía. Es importante el trabajo del equipo. Una propuesta como esta exige un esfuerzo intelectual, de gestión y de puesta en escena que debe ser justipreciado. También es necesario apuntar que, en el estado actual de la institucionalidad cultural del Ecuador, quebradiza y con escasos proyectos de largo aliento –basta repasar la comidilla en las redes sociales para darse cuenta de eso– un proyecto de esta naturaleza, que debería tener agenda permanente en los museos locales poseedores de reservas históricas, resulta esporádico.

Pablo Cardoso. Lebensraum #18. Óleo y acrílico sobre lienzo. 82 x 150 cm. 2010. Colección privada.
María Teresa Ponce. Km 138, de la serie Oleoducto. Impresión fotográfica. 110 x 215 cm. 2006. Colección de la artista.

La muestra acaeció en un marco de cruentos acontecimientos. La selva amazónica como ecosistema amenazado apuntaba por doquier como un significante crucial.  El contingente aplazamiento de su montaje planificado inicialmente para el 2018 y su salida en medio de los incendios forestales que arrasaron la Amazonía brasileña durante el mes de agosto del año pasado, más un ambiente de protestas mundiales alrededor de estos acontecimientos, remarcaron la pertinencia del tópico enrumbando las lecturas ecologistas propiciadas por la propuesta curatorial.  Además, como saldo importante, y reconociendo las virtudes semánticas de las circunstancias que fungieron de contexto final de la exposición, el espectador atento se vio impelido a interpelar su propia mirada hacia el imaginario selvático, pudiendo reconocerse en una amplia tesitura de construcciones simbólicas articuladas a modo de conversación entre tiempos, modos de producción y orientaciones estéticas diversas.

La organización por núcleos claramente enunciados en su dimensión significante y las temporalidades heterogéneas que confluían en un mismo espacio, confrontando lenguajes y posturas de las obras, cuidando siempre la presencia y representatividad de las mismas, propendían a hacer del recorrido una experiencia de múltiples intensidades. Con un postulado curatorial donde las piezas están conminadas a revelarse como imágenes cifradas en diferentes tesituras ideológicas y expresivas alrededor del motivo selva, visibles en la producción simbólica local, Paisaje/Territorio se deja apreciar como un compendio de obras y prácticas artísticas relevantes, que cataliza un forcejeo iluminador entre el conocimiento del tejido cultural que esas piezas aportan y su calibre estético. En este aspecto la muestra está sumamente cuidada. No se deja abrumar por los necesarios discursos contextualizadores, sino que en una especie de alternancia entre el “leer” y el “mirar” nos deja una notable experiencia sensible.

La investigación que la sostiene data del 2016. Y es interesante sondear las motivaciones que enrumban sus posicionamientos.

Paula Barragán. Jungla de papel I. Impresión de pigmento / algodón. 110 x 130 cm. c/u. 2013. Colección de la artista.

Valdez se codea desde hace tiempo con plataformas activistas que cuestionan la explotación de la selva, su trato como un recurso y las amenazas de todo orden que viven sus comunidades y, en general, el ecosistema selvático. Pero ese contacto le ha hecho inquirir acerca de su propio rol como historiadora del arte y curadora, llevándola a preguntarse por el lugar del arte en ese itinerario de resistencia. Con ese afán, interpela los sesgos subjetivos detrás de las plataformas estéticas en las que la selva reluce como motivo. La empresa con esta vocación de criticidad acopió un acervo de enfoques que interrogan a la imagen como una construcción que devela relatos, ideologías, posiciones, compromisos. Es por ese camino que la propuesta resalta cómo las obras y procesos consignados afirman, señalan, suspenden significaciones establecidas en el tejido socio cultural o devienen agencia dentro de ese gran significante que la selva es. Desde aquí se monta el despliegue de modos de imaginar dicho motivo apreciables en la producción visual y particularmente en el arte. Problematizar en presencia de las imágenes, sentidos como el de “selva virgen” o “infierno verde”, territorio a ser explorado y conquistado, contraponiendo a estas visiones posturas críticas de corte político, ecologista antiextractivista; observar al mismo tiempo desarrollos como los del género de paisaje (visto en sentido histórico) y los modos en los que el género es volteado o manipulado desde códigos y procesos creativos desmarcados del paradigma moderno, aporta una visión penetrante y enjundiosa en términos históricos.

La atención a categorías como representación e imaginario cultural y la expansión de la idea de obra de arte que late en la noción de prácticas artísticas guiaron la selección de los bienes y procesos que aquí conversan y exponen su espectro de materialidades. Todo esto construye una particular mirada histórica susceptible a apreciar las tensiones y traslapes entre arte y antropología, arte y activismo, o que pondera esas prácticas limítrofes que nos acercan a cómo la producción sensible puede tener un papel fundamental en contextos donde su dimensión social y comunitaria es apreciable.

Paúl Rosero Contreras. Anticipación a una ausencia (o Yasuní 2.0). Instalación biotecnológica. Medidas variables. 2014.
Vista de exposición con tres paisajes de inicios del siglo XX y obras de la serie Lebensraum (2010), de Pablo Cardoso. Foto: Ricardo Bohórquez

La exposición no escatima en confrontar medios diversos: pintura, instalación, video performance…, con documentos, piezas e instancias de procesos creativos que implican un tratamiento museográfico más complejo para valorar los sentidos múltiples que resguardan.  Esta cualidad convoca un amplio diapasón que podría movilizar todo tipo de sensibilidades.

El primer núcleo arranca por todo lo alto con obras patrimoniales que remarcan el apogeo del género paisajístico en los albores del siglo XX. En la misma sala, confrontadas, conviven piezas que examinan de modo crítico los códigos estéticos que fundaron las representaciones de los paisajistas decimonónicos. Allí se ilumina el enunciado fundamental de la muestra: paisaje, apropiado, y contemplado como otredad (reconocido y explorado); recreado en el vocabulario estético que conjugó el viaje científico, la mirada romántica, la expansión colonial y la construcción del estado nación. Territorio, enclave de disputas de todo orden, emplazamiento de la mirada que exotiza: extrañamiento y distancia. El uso de imágenes creadas por viajeros y estudiosos impresionados por un mundo tan ajeno a las lógicas universalizadoras de occidente, respalda la conflictividad con la que la selva se instala en la producción simbólica. Hay un pathos intenso en esos diálogos.

Enrique Tábara. Vegetación mágica (Selva). Técnica mixta sobre tela. 81 x 100 cm. 1971. Colección Nacional Ministerio de Cultura y Patrimonio. Reserva de Arte Moderno y Contemporáneo MAAC
Oswaldo Guayasamín. Boceto del mural El Descubrimiento del Río Amazonas, c. 1959. Acrílico sobre lienzo. 220 x 193 cm. Colección privada.
Eduardo Vega Malo. Boceto del mural El país de El Dorado, creado para el Hotel El Dorado de Cuenca, Ecuador, en 1969.

La muestra permite degustar obras magníficas en el segundo núcleo donde reposa una nómina distinguida de nuestros artistas modernos. La selva se presta al despliegue plástico. Se instaura como motivo excéntrico que nutre y amplía los códigos maestros de la modernidad, dotándolos de esa sensibilidad ignota que busca su propio vocabulario estético.

Desde el punto de vista museográfico, esa especie de eje que traza la pieza inmersiva de Angélica Alomoto: un pedazo de naturaleza que vive su propio ciclo de vida y moviliza al espectador de manera háptica y auditiva, produce un efecto espacial muy sugestivo que activa todo a su alrededor.

En los restantes núcleos el espacio se acota con significaciones que las obras claramente atestiguan. Allí conversan propuestas que afrontan otros desafíos metodológicos: se muestra documentación, perfiles de obras que adquieren su plenitud en otros espacios y escalas (los murales de Eduardo Vega y Oswaldo Guayasamín son ejemplos).  La exposición permite que estas reinscripciones museográficas –como lo es también el testimonio del gesto artístico de la Artefactoría, cuyo origen apunta conceptualmente a otro tipo de circuito– se posicionen de modo certero.  

Angélica Alomoto. Retorno. Instalación sonora con hojas de lisan y estructura metálica. 700 x 180 x 50 cm aprox. 2009-2019. Colección de la artista. Foto: Ricardo Bohórquez
La Artefactoría. Invitación a exposición en Lago Agrio. Anuncio publicado en periódicos locales en el Ecuador. 1987. Archivo MAAC.

Estos núcleos postreros lucen obras con facetas procesuales y colaborativas que obligan al espectador a repasar no sólo aquello que como entidad final aparece en la muestra de marras, sino que le conmina a revisar esas capacidades del arte contemporáneo de inscribirse en procesos donde confluyen sujetos, saberes, condiciones de la experiencia, de diverso orden.  Son obras que revisan constantemente los a priori estéticos o que plantean preguntas acerca del lugar de esas expresividades o de esa producción sensible en el espacio del arte; obligan a confrontarse con la creatividad de la puesta en escena y con la importancia que van adquiriendo otras prácticas de investigación como las de la propia curaduría. La muestra es generosa en el sentido de dar a cada proceso el espacio que corresponde, no sólo desde el punto de vista físico, sino iluminando la manera en la que diferentes medios y formas de trabajar en arte pueden abordar un motivo, presentándolo como experiencia subjetiva y cultural, con un sesgo interesante cada vez.

Adrián Balseca. La piel del trabajo. Transfer digital de película 16mm. Blanco/negro / silencio. 9’30’’ (loop). 2016.

En el núcleo articulado a partir de los debates ecológicos, que reúne piezas de factura relativamente reciente (se trata fundamentalmente de obras realizadas en la última década), la narrativa curatorial propicia la confrontación con expresividades en cierta medida marginales al discurso contemporáneo del arte: las piezas del artista de nacionalidad secoya Ramón Piaguaje y las de Gustavo Toaquiza, artista de la comunidad kichwa de Tigua, son ejemplos de una creatividad inscrita en códigos estéticos narrativos y representacionales ajenos a las lógicas del arte contemporáneo. Como curadora, Ana Rosa Valdez reconoce cuán importante fue para ella conocer y relacionarse con prácticas culturales indígenas desmarcadas de la noción occidental de cultura (y arte), donde la representación surge del vínculo directo con los ecosistemas selváticos, los rituales sagrados y la vida cotidiana.  La presencia de estas obras enriquece el tratamiento del tópico, apuntando a otro tipo de sujeto creativo y a lenguajes que se actualizan en una experiencia distinta a las motivaciones del arte contemporáneo. La muestra contribuye a la necesidad de elaborar las relaciones-tensiones entre manifestaciones culturales de diverso signo, poniendo en evidencia roces propios de la interculturalidad.

Gustavo Toaquiza. Matanza Taromenani. Acrílico sobre lienzo. 100 x 120 cm. 2008

Hay un momento de sugestiva pausa ligada a la presentación del Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonía Ecuatoriana (CICAME). Poner en valor la tarea de este tipo de instituciones regionales enfocadas en objetivos comunitarios; visibilizar estos proyectos independientes de larga data, que se mantienen distantes de cualquier instrumentalización o que no sucumben al incentivo de espectacularizar su rol en las comunidades amazónicas, resulta un estimulante acierto. También lo es seleccionar de entre la larga trayectoria de esta iniciativa cultural la producción artística de amplio sesgo antropológico del proyecto editorial Kawsaykama (2004-2005), pues permite la observación a través del display museográfico, de los trasiegos entre los estilos personales de los artistas convocados (Shirma y Dayuma Guayasamín, Miguel Varea y Marcelo Aguirre) y un medio como la ilustración que se debe a otras demandas y circuitos.

La exposición "Paisaje/Territorio. Imaginarios de la selva en las artes visuales" se presentó en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil, Ecuador, entre agosto y noviembre del 2019. La curaduría estuvo a cargo a Ana Rosa Valdez, historiadora del arte ecuatoriana-salvadoreña, quien ha desarrollado una investigación sobre el tema desde el 2016 hasta la actualidad. La cota temporal de la muestra fue de 1907 hasta el 2019, y se presentaron obras de 34 artistas radicados en el Ecuador durante ese período. Lupe Álvarez reseña la muestra para Artishock.
Vista panorámica del segmento dedicado al Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonía Ecuatoriana con obras de Dayuma Guayasamín y Miguel Varea.
Sofía “La Suerte” Acosta. Proyecto Mirador. Tajo de mina en tres fases. Mural en sangre de drago. 2019. Leyenda: Fase 1. Testimonio de Domingo Ankuash. Fuente: “De la lucha contra la minería, a la cuna de la rebeldía zapatista”, Redacción. Wambra, Medio digital comunitario. Fase 2. Testimonio de Domingo Ankuash. Fuente: “¿Quién mató a José Tendetza?”, Redacción Plan V. Fase 3. Testimonio de Elvira Tiviram, madre de Freddy Taish, quien presenció su muerte. Fuente: “Sobrevivientes: Freddy Taish”, Redacción Plan V.

Del núcleo que cierra este periplo expositivo, la selva en la frontera entre arte y activismo, quisiera destacar algunas cosas. Lo primero es la selección de las propuestas que allí se enmarcan, pues aun siendo el resultado de interacciones diversas con comunidades que viven y luchan en la selva o del trabajo de los artistas directamente con movimientos sociales, se aprecia la intención curatorial de evitar los lugares comunes de la producción sensible del activismo, a saber, aquello que sirve llanamente a la agitación popular y a la propaganda de causas ecologistas y ambientalistas. Las obras que se exhiben revelan procesos y metodologías de investigación artística donde el enunciado político no se superpone a la dimensión estética y presentacional, sino que las alimenta complejizando los lenguajes, enrumbando al espectador a que valore la carga procesual que estas propuestas conllevan, su circunstancia, los sujetos involucrados, y a reconocer la capacidad del arte de insertarse en una discusión oportuna o una demanda social sin merma de la carga estética.

Hay también un sesgo ético en la configuración de la nómina de creadores presentes en este espacio, pues se trata de artistas que de muchas maneras y de forma activa y consecuente, se han involucrado en campañas y acciones ecologistas.

En muchos sentidos la muestra afronta desafíos de los que sale airosa. No busca consensos ni opaca las fricciones que pudieran derivarse del diálogo entre obras. Tampoco es susceptible a ser enmarcada entre tanta producción oportunista que pivota alrededor de las causas de punta.  Paisaje/Territorio se alzó como una oferta poderosa en el escueto panorama de la musealidad de Guayaquil.

Manai Kowii y Dominga Antún. Nunkui. Instalación sonora. Medidas variables. 2018- 2019
Óscar Santillán. How rivers think. Agua y plantas de la Amazonía recolectadas y selladas en 80 diapositivas personalizadas. Dimensiones variables. 2018-2019
Óscar Santillán. How rivers think. Agua y plantas de la Amazonía recolectadas y selladas en 80 diapositivas personalizadas. Dimensiones variables. 2018-2019

Artistas participantes

Sofía “La Suerte” Acosta, Angélica Alomoto, Dominga Antún, César Andrade Faini, Adrián Balseca, Paula Barragán, Juan Caguana, Saskia Calderón, Angie Vanessita, Pablo Cardoso, Falco, Fernando Falconí, Dayuma Guayasamín, Oswaldo Guayasamín, Manai Kowii, La Artefactoría, Luis A. Martínez, Juan León Mera Iturralde, Víctor Mideros, Tomás Ochoa, Bolívar Peñafiel, Ramón Piaguaje, María Teresa Ponce, Christian Proaño, José María Roura Oxandaberro, Jan Schreuder, Paul Rosero Contreras, Oscar Santillán, Enrique Tábara, Gustavo Toaquiza, Rafael Troya, Miguel Varea, Eduardo Vega, Servio Zapata.

En la revista de crítica de arte Paralaje.xyz se encuentra un registro completo con los textos curatoriales y fotografías de la exposición.

Lupe Álvarez

Curadora, investigadora y crítica de arte, profesora de estética, semiótica y museología. Dirige un taller de Pensamiento Crítico en la Universidad Mónica Herrera, unidad Guayaquil. Ha sido curadora en el MAAC (Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil ) y del Museo Municipal de Guayaquil, Ecuador.

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