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Los Diletantes de Siempre

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El trabajo de la cultura -en particular de las artes visuales- en general es ingrato, sacrificado, arriesgado, demoledoramente sufrido; deja a muchos en el camino, a otros a medio, muy pocos llegan al final. Su fuerza de trabajo, sostiene la videoartista y ensayista alemana Hito Steyerl, se mantiene en base al tiempo y la energía de becarios sin salario y sujetos autoexplotados en casi todos los niveles y en casi todas las funciones. El trabajo gratuito y la explotación sin control son la materia oscura visible que mantiene en funcionamiento el sector cultural.

Sin embargo, en algunas oportunidades se presenta una ocasión, a decir una casualidad, que alicienta una suerte de futuro portentoso, moviliza las energías para alcanzar una promesa de prosperidad: la posibilidad de una exposición, la posibilidad de una compra, de una publicación, de una colaboración, de un premio o simplemente de una reunión en donde conocer a alguien que agita los sentidos, activa las glándulas salivales, mueve los intestinos, convulsiona las emociones.

De eso se trataba, en alguna medida, la invitación extendida por ARCOmadrid a Chile como país invitado para su edición 2021: del anhelo de llegar a la primera liga para codearnos con los países “importantes”, esos que pertenecen a la OCDE, que tienen ingresos per cápita sobre los 30.000 euros; una supuesta puerta de entrada al mercado europeo en que ferias como Art Basel, Art Cologne, FIAC o Frieze son la zanahoria para salir del letargo comercial nacional. Los preparativos iban avanzando: almuerzos en Alonso de Córdova, uno que otro café de diplomacia, los agasajos clásicos a la directora de la feria y una serie de recursos públicos gastados en personal que se supone empujaban para concretar la invitación -nada nuevo hasta aquí-.

La sorpresa, no obstante, vendría el 21 de enero, cuando en un escueto comunicado el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio anunciaba declinar la invitación por culpa de la “convulsión social”, echando por tierra los almuerzos, los cafecitos, los agasajos y la plata invertida en la parafernalia para eventualmente acudir a la feria. Una vez más, los diletantes de siempre haciendo de las suyas.

Al parecer no bastaba con la cancelación de la APEC y el bochorno de la COP25 –un fracaso anunciado-, con una representante absolutamente inexperta en materia climática y con un nivel de inglés reguleque, por no decir tarzanesco. Poniendo el asunto en perspectiva, la invitación hecha a Chile por la feria, más que un convite artístico, era uno diplomático. No atender el asunto desde esa consideración sería sólo mirar la mitad del problema. Como señalaba Andrea Rose, quien fuera directora por 20 años del departamento de Artes Visuales del British Council, “[…] nuestro trabajo es usar el arte en pos de los objetivos políticos de Gran Bretaña en el extranjero”; o sea, un medio para un fin.

El asunto escaló a una serie de publicaciones en donde una cantidad no menor de agentes del arte nacional -que en general o denostan los espacios comerciales por ser comerciales, sobre todo los feriales, o nunca han participado de una feria de arte- salieron a romper vestiduras para defender la participación de Chile en una FERIA COMERCIAL DE ARTE. Así, aludían a una serie de teorías conspirativas que iban desde el miedo a la funa hasta una forma de vendetta. A lo que el subsecretario de la cartera de Culturas, Juan Carlos Silva, salió a responder que el nuevo contexto social hacía necesario repensar los distintos énfasis y prioridades. Entonces, respecto al estallido social, ¿dónde están las prioridades del Ministerio en relación a los artistas de Chile? ¿Si no apoyan la comercialización y la profesionalización del sector, el eje está puesto entonces sólo en la subvención/precarización? Si nos basamos en los números, la situación de las artes visuales no es más que un reflejo de lo que pasa en Chile, sin una institucionalidad que apoye y fiscalice. Los trabajadores de la cultura, incluso peor que en otros campos, estamos lanzados al abismo.

Respecto a las intrigas, podemos despejar algunas sospechas. La invitación estaba cursada por medio de la marca sectorial de Pro Chile, Sísmica, que representa los intereses de AGAC, asociación compuesta por una serie de galerías privadas chilenas, cuya tendencia política, en general, es oficialista. Así, el miedo a un destape de olla respecto a la violación a los derechos humanos y una exposición negativa para Chile me parece descartable, ya que las propias galerías iban a filtrar a priori un contenido que no les pareciera cómodo.

Sobre posibles funas, a diferencia de otros eventos, como la COP25, por ejemplo, no era el Estado de Chile el que participaba en la feria propiamente tal, sino más bien un conjunto de privados apoyados por el Estado. De esa forma, no podríamos pensar que de ahora en más va a haber un intento de boicot en cada una de las instancias que auspicia el Estado a las distintas marcas sectoriales, dígase frutas, vinos, aceite, arquitectura, etc…  

Volviendo entonces a las prioridades del Ministerio, si usamos las estadísticas de Proyecto Trama, que datan del 2014, ya que los actuales del Ministerio no se ocupan de esto, la situación es bastante precaria. Ese año, el desempleo cerraba en un 6%, mientras que los cesantes en cultura eran en promedio un 7,9%. Ese mismo año el porcentaje de independientes era de 61,1%, mientras que en Chile, para el 2015, la tasa era de 26,5%. Algo a lo que Juan Bravo, investigador del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Clapes UC), decía: “Los países menos desarrollados tienen mayor informalidad y, en ese sentido, hay mayor ratio de empleo por cuenta propia, que es donde es más factible evadir las regulaciones”.

Respecto a los contratos o boletas, que tienen una repercusión directa tanto en el sistema previsional como en el de salud, los sin contrato eran casi el 54%, casi el mismo número que, según el INE, mantiene el servicio doméstico en los hogares privados, en donde el acuerdo de palabra prima por sobre la estructura legal. Respecto a los que trabajan con boleta, sólo el 23% dice trabajar con este medio. El 40% no está asociado a un sistema de pensiones, y así un largo etcétera. Eso significa, a saber de Juan Carlos Silva, que todo aquello que para él está allá, en el estallido social, en realidad está acá, en la misma cartera en la que él trabaja.

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Pues bien, por un lado, la invitación a la feria podría haber sido una señal respecto a la formalización de ciertas prácticas que hasta ahora son completamente informales, a decir, una instancia para poner los pies en el barro. ¿Sabe el Ministerio cuánta plata generan las artes visuales realmente? ¿Hay informes o estadísticas que indiquen datos relevantes para generar una política pública? Porque bueno, el cliché de las galerías millonarias está un poco flojo intelectualmente, ya que en su mayoría no se sustentan por sí mismas sino gracias al capital económico de sus dueños y dueñas, lo que no significa necesariamente más plata para los artistas, sino más bencina para hacer andar el auto.

Entonces, ¿conoce el Ministerio la cantidad de artistas que exponen en el extranjero? ¿Sabe qué mercados son mejores que otros? ¿Tiene un plan de expansión en zonas estratégicas? ¿Cuáles son las áreas de influencia que le interesan al Ministerio? ¿Entiende algo de lo que pasa con las artes visuales el Ministerio? Para aclarar, las galerías, lejos de ser titanes de la industria, en general son pequeñas empresas que pedalean deudas. Los y las artistas, lejos de ser excéntricos millonarios del tipo Koons, son laboriosos freelancers que, a falta de un buen trabajo remunerado, tienen hasta ocho y con eso rasguñan para salvar el mes. La feria, lejos de ser la panacea de las ventas, es la oportunidad de comercializar eso que los laboriosos freelancers, por medio de pymes endeudadas o auspiciadas, hacen durante el tiempo que tienen o les queda para hacer lo que hacen. El Observatorio de Políticas Culturales (OPC) decía en un informe que el 73,9% de los encuestados encontraba dificultad al momento de hacer circular su obra: pues bien, el Ministerio no lo está haciendo más fácil.

Para Colombia en particular, la invitación a ARCO en 2015 significó que 10 galerías participaran de la feria, que se realizaran más de 50 eventos y 20 exposiciones en los espacios artísticos más importantes de la ciudad de Madrid, todo esto para ofrecer un panorama amplio y diverso del arte colombiano. Más de 100.000 visitas y la reconsideración de artistas que por años no habían expuesto en España, como Botero. Sin duda, esto significó para Colombia profesionalización, comercialización, difusión, expansión, inclusión, descentralización, sistemas de monitoreo y seguimiento, mediación, interculturalidad, dar a conocer el patrimonio y la memoria… Sí, todos los keywords que presentan las Políticas Culturales 2017-2022 chilenas condensados en un sólo gran evento.

Por eso, más que miedo a la funa o temor a la exposición, lo que aparece es un amateurismo profesional, ese que no puede ver más allá de lo evidente, que incluso mirando las cifras, no las ve, el que hace llamados al bingo, a comprar flores, a levantarse más temprano; uno que chistosea con que las mujeres se hagan las muertas y los hombres los vivos. Y no es que la feria sea irremplazable, realmente, pero transparenta la debilidad del propio sector, las vías misteriosas en que opera la asignación de recursos culturales, las prioridades, incluso la misma integridad del campo; el conflicto no está sólo allá afuera, está también aquí adentro.

“Era una oportunidad muy buena”, me comentó Eduardo López-Puerta, Director de IFEMA, organizador de ARCOmadrid. “En el 2021, ARCO celebra su 40 aniversario y queremos hacer algo muy espectacular”. No obstante, como señala Tom Wolfe, “hasta que la gente no puede ver realmente el humo, oler el sulfuro o sentir el picor en los ojos, los políticos no se interesan por el asunto, aunque sepa de sobra que muchas de las sustancias letales que contaminan el aire son invisibles e inodoras. En realidad, la mayoría de los políticos son como las ratas aristócratas. Están aislados de La Sentina por amortiguadores prácticamente califales: limusinas, chóferes, secretarias, ayudas de cámara, porteros, casas con aislamiento, apartamentos en los pisos altos. Casi nunca viajan en metro ni tienen que lidiar con las horas punta, y por supuesto no viven en los barrios pobres ni trabajan en el edificio de la Pan-Am”. Los diletantes de siempre.

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José Tomás Fontecilla

Nace en Santiago de Chile. Es Licenciado en Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Chile, y Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte. Durante los últimos años se ha dedicado a la docencia universitaria y a la gestión cultural. Ha trabajado en distintas galerías de arte y fundaciones en Chile, así como en la Bienal de Artes Mediales y el Museo de Arte Contemporáneo, entre otros. Ha publicado en las revistas Artishock, Arte al Límite y The Living Form, entre otras. En 2018 fue becado por el Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) y Proyecto Siqueiros/Sala de Arte Público para participar en la Escuela de Crítica de Arte de La Tallera. Es co-fundador y co-anfitrión del podcast Hablemos de Arte.

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