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Contagio

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Por Kiki Mazzucchelli

En 2009, los periódicos del mundo informaron de un incidente en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) que causó un corte de energía en una de las plantas de enfriamiento del colisionador. El acelerador de partículas debe mantener una temperatura más baja que la del espacio exterior para funcionar, y la temperatura había aumentado en más de 3°C en partes del túnel. Originalmente programado para operar en 2006, el LHC experimentó una serie de falsos arranques antes de reanudar la actividad en 2009. Ubicado en la frontera franco-suiza, el instrumento, que costó varios millones de euros, está formado por un anillo subterráneo de 27 km de largo diseñado para chocar átomos a altas velocidades, y fue creado para demostrar la existencia del Bosón de Higgs, o partícula de Dios que, según la teoría actual, es la partícula subatómica responsable de impartir masa a todas las cosas del universo.

Aquella vez, la causa de la falla fue bastante improbable: una paloma presuntamente había dejado caer un trocito de pan en uno de los conductos de ventilación sobre el acelerador. Que uno de los mayores proyectos científicos del nuevo siglo se viera temporalmente interrumpido por un simple pájaro y una miga de pan sería ya motivo de risa, pero a la naturaleza patética del incidente se le suma el gracioso simbolismo católico de la paloma y el pan sagrado socavando el descubrimiento de la partícula de Dios.

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Esta anécdota y sus hilarantes asociaciones fueron el punto de partida de la obra de Manuela Ribadeneira, Partícula de Dios (2018), que consiste en una diminuta escultura, una miga de pan fundida en bronce. Colocada sobre un pedestal en el espacio de la galería sin ninguna pista sobre su origen, esta discreta pieza fue fundida a partir de un modelo 3D de una miga de pan ampliada, que en realidad tiene 4 cm de altura, y está disponible en una edición ilimitada, tan ilimitada como lo serían las migas de pan. Si bien el objeto puede no transmitir inmediatamente la historia detrás, el llegar a frustar al espectador incauto es un logro. Para empezar, la pieza no es espectacular ni particularmente atractiva. Y, tal vez por esa razón, quien la ve puede sentir que hay algo más que entender, y puede hacerlo si se toma el tiempo de leer el título de la obra en la lista impresa en el mapa de la muestra. Y, finalmente, por supuesto, deberán haber tenido que seguir las noticias en 2009. En cualquier caso, la travesura inherente al trabajo de Ribadeneira de alguna manera parece corresponder al episodio del pájaro en el LHC en la medida en que combina un sentimiento de decepción con un efecto cómico.

Una de las razones por las que comienzo este texto con Partícula de dios es que la pieza habla sobre la idea de falla que, como sugeriré, está en el corazón de Contagio. La otra es simplemente que el Big Bang parece ser un buen comienzo para cualquier cosa. Como alguien que no ha seguido de cerca el proceso curatorial llevado a cabo por Jaime Gili en el período previo a la exposición, escribo como una observadora que conoce a la mayoría de los artistas presentados en la exposición en diferentes circunstancias y profundidad. Algunas son amistades casuales, otras comenzaron como relaciones profesionales, una de ellas es una relación conyugal de larga data. Este es precisamente el punto de partida de Gili: armar una exposición que reúna un grupo de obras de artistas residentes en Londres (con la excepción de Patricia Domínguez que reside en Santiago), provenientes de un círculo social común, basado en afinidades afectivas, pero no solo eso.

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Otra característica distintiva de este proyecto es el hecho de que todos los artistas incluidos nacieron y se criaron en diferentes países de América del Sur y pasaron la mayor parte de su vida profesional en Londres. Esta es una decisión consciente, que inevitablemente revela algo sobre las intenciones curatoriales de Gili. Además de estos criterios, un gesto importante por parte del curador fue solicitar a cada artista que trajera un libro para montar una pequeña biblioteca en un área especial dentro de la sala. La gama de opciones que los artistas seleccionaron incluye novelas, diccionarios, música e incluso un libro objeto-escultórico, formando una colección pequeña y muy subjetiva que puede revelar algo más acerca de sus prácticas (1).

Contagio (contagion, en inglés) se describe en el Diccionario de Cambridge como «la situación en la que una enfermedad se transmite al tocar a alguien o algo» y «la situación en la que sentimientos, ideas o problemas se propagan de un lugar a otro». El término se usa en el título de la exposición en su sentido figurado, lo que parece sugerir que las obras expuestas se ven afectadas de alguna manera por la propagación de ciertos sentimientos, ideas y problemas. En cualquier caso, este ‘contagio’ podría interpretarse de muchas maneras: como resultado de la amistad y la interacción social, la influencia cultural de los artistas latinoamericanos en la escena artística londinense o, por el contrario, la que esta escena ejercería sobre el trabajo de los artistas aquí presentados.

En el contexto de esta exposición, ninguna de estas respuestas se encuentra particularmente desarrollada. Más bien, parecen coexistir con diferentes niveles de intensidad en las obras exhibidas. Resulta interesante que algunas de las piezas incluidas en Contagio parecen evocar la connotación literal del término.

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Este es el caso de la instalación de Cecilia Bonilla en el pequeño vestíbulo de la sala principal. Compuesto por numerosas canicas de vidrio que parecen haber proliferado como moho a través de las paredes y el techo, combina una idea de juego desenfadado con un ligero sentimiento de consternación.

Una connotación similar se puede encontrar en Host de Martín Cordiano (2020), donde un mueble encontrado se combina con un elemento escultórico extraño creando un efecto disruptivo. Un aparador modernista de tamaño considerable está atravesado verticalmente por una lámpara de piso del mismo estilo, que emerge de su superficie para iluminar una gran esfera blanca situada a la derecha del mueble como un tumor gigante. Esta esfera no solo se encuentra junto al mueble, sino que se adapta perfectamente a él ya que toda una sección del mismo se ha eliminado para que el objeto esférico se acople. En nuestras charlas, Cordiano mencionó su interés por las ideas de Derrida sobre hospitalidad que pueden ser útiles para ayudar a dilucidar algunas ideas detrás de su trabajo. Para Derrida, el anfitrión (host) está en una posición de poder y su hospitalidad siempre conserva «el dominio de la casa». ‘Siéntase como en su casa’ es una invitación autolimitada. Significa: ‘siéntase como en su casa, actúe como si fuera su casa, pero recuerde que no es cierto, esta no es su casa sino la mía, y se espera que respete mi propiedad’ (2). El trabajo de Cordiano habla en cierta medida sobre su propia condición de extranjero en el Reino Unido, una condición compartida por todos los artistas en esta exposición, en un momento en el que los límites de la hospitalidad son cada vez más notables debido a agendas políticas nacionalistas.

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La idea del contagio en el sentido de contaminación también está presente en el conjunto escultórico de Chino Soria, Rama con cita [hábitat precario-poético-espacial] (2019). En este trabajo, de una rama de árbol suspendida en el aire, varios elementos surgen como brotes improbables: una botella fluorescente de Mountain Dew, un flequillo rubio de pelo artificial, una donut de cerámica y una retícula de formas cúbicas yuxtapuestas que se asemejan a una indefinida maqueta arquitectónica. La contaminación, en este caso, es evocada por la incorporación de pequeños desechos de la sociedad de consumo contemporánea, muy comunes en el contexto urbano londinense.

La actual crisis climática también es una preocupación en el trabajo de Patricia Domínguez. Sus delicadas acuarelas son un ejemplo de su actual investigación sobre etnobotánica en América del Sur. Si bien el continente alberga el bosque tropical más grande y con mayor biodiversidad del mundo, los poderes coloniales han despreciado en gran medida el conocimiento centenario sobre este ecosistema en poder de las poblaciones nativas. En tiempos en que la acción climática es imprescindible para la supervivencia de las especies, Domínguez busca pistas en el legado de la cultura nativa y precolombina que puedan apuntar a modos más sostenibles de coexistencia entre los seres humanos y la naturaleza.

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Recientemente, Lucía Pizzani ha venido explorando la imagen de la serpiente y su poderoso simbolismo presente en varias culturas, produciendo principalmente obra en cerámica y fotogramas cuya calidad táctil y orgánica emula la textura de la piel de este animal. En Contagio, presenta Todopoderosa (2019), una gran impresión fotográfica ejecutada a partir de un fotograma que muestra la cabeza espectral de una serpiente en el centro de la composición sobre un fondo oscuro. Dentro, o encima de ella, podemos ver el cuerpo de una serpiente más pequeña, que puede haber sido devorada por su ‘todopoderosa’ contraparte. El hecho de que Pizzani emplee el sustantivo en femenino (su modo menos usual) es una clara indicación de que se trata de una imagen acerca del poder de la mujer. Esta idea también está presente en dos de los collages de Cecilia Bonilla de la serie Fantasies of Liberation (2015) que aparecen en Contagio. En estos trabajos, páginas de revistas eróticas antiguas mostrando mujeres jóvenes desnudas posando en una playa, se superponen con recortes rectangulares con imágenes del cosmos. Con esta simple operación, Bonilla oculta las partes objetivadas de los cuerpos de estas mujeres, que son reemplazadas por imágenes que sugieren ideas de creación e infinito.

Mostradas una al lado de la otra en el espacio de la galería, las obras de Alexandre Canonico y Lizi Sánchez parecen provenir de un contexto decididamente urbano. Mediante el uso de materiales industriales comunes, Canonico está interesado en explorar los posibles modos en que diferentes materiales interactúan entre sí, sus propiedades físicas y los límites que definen la unidad de la obra. En Contagio presenta But (2020), una vibrante pieza de pared hecha en madera contrachapada y arandelas de metal que incorpora su reciente interés en el uso del color mientras hace referencia humorísticamente a la sugerente forma azul en la parte superior de la composición.

Una estética contrastante puede verse en Nana, de Sánchez (2020), compuesta por un conjunto de cinco dibujos monocromáticos sobre papel carbónico que se muestran prolijamente contiguos en la pared adyacente. En cada uno de los papeles rectangulares, los espectadores pueden identificar algún tipo de escritura, aunque el significado se mantiene oculto.

Algunos quizás reconozcan el logotipo de los famosos Pineapple Dance Studios, ubicados en un antiguo depósito de piñas en el centro de Londres. A lo largo de los años, Sánchez ha hecho un amplio uso de la estética publicitaria, explorando las imbricaciones de significado entre los sistemas visuales del arte y la cultura del consumo. En el contexto de Contagio, la referencia a los estudios cuyo nombre se origina en un edificio diseñado para almacenar un producto tropical, lúdicamente agrega otras connotaciones a la obra.

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Finalmente, Jaime Gili está presente en la exposición con una pintura reciente, en la que una serie de planos fragmentados usando diferentes colores aparecen dispuestos sobre un luminoso fondo naranja. Gili ha explorado durante mucho tiempo el legado de la abstracción geométrica en su Venezuela natal, un estilo que, como en Brasil, se ha asociado con el desarrollo industrial del país en el período de posguerra, lo que representó un momento de esperanza utópica para varias naciones sudamericanas. Aunque sus pinturas definitivamente incorporan la retórica de la abstracción geométrica latinoamericana, parecen traicionarla con una cierta falta de asertividad y fragilidad en términos de su cohesión formal, lo que transmite la idea del fracaso del proyecto moderno en la región. Desafortunadamente, a medida que vemos que las democracias se derrumban en todo el mundo, el trabajo de Gili parece volverse cada vez más universal.

Y así volvemos a la idea de falla discutida al comienzo del texto, un concepto que diría que está en el corazón de Contagio. Como un proyecto que reúne obras de artistas de América Latina en una galería que ha jugado un papel importante en la difusión del arte latinoamericano en Londres, es probable que la exposición genere expectativas en los visitantes en términos de estilos o temas específicos que podrían hacer que estas obras sean identificables como ‘latinoamericanas’. Por el contrario, como hemos visto, las prácticas de estos artistas parecen tener muy poco en común, tanto formal como temáticamente y es precisamente en esa incapacidad para transmitir una visión uniforme del arte latinoamericano contemporáneo, o del arte producido por artistas latinoamericanos, donde la muestra triunfa.

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(1) El origen de la biblioteca se remonta a 1998, cuando Gili participó en una exposición temporaria en el Royal College of Art, su primera muestra en Londres, co-comisariada por Matthew Higgs. Higgs pidió a cada uno de los estudiantes que trajeran un libro, no necesariamente relacionado con el trabajo exhibido. Los libros se exhibieron en un estante en el espacio de la galería y estaban disponibles para hojear. La lista de libros se publicó en el catálogo como contribución propia de Higgs. Según Gili: «Ver la lista de libros compilados por Higgs veinte años después es sorprendente: las biografías de algunos de los artistas parecen influidas por los libros que eligieron, mucho más que por las obras que tenían en la muestra».

(2) J. Derrida ‘Hospitality’, Angelaki: Journal of Theoretical Humanities 5 (3) 2000 pag. 3-18.

*Texto escrito por Kiki Mazzucchelli para el catálogo que acompaña a la muestra Contagio. Traducido del inglés por Chino Soria, Londres, 2020.

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CONTAGIO

Cecilia Bonilla (Uruguay, 1973), Alexandre Canonico (Brasil, 1974), Martín Cordiano (Argentina, 1975), Patricia Domínguez (Chile, 1984), Jaime Gili (Venezuela, 1972), Lucía Pizzani (Venezuela, 1975), Manuela Ribadeneira (Ecuador, 1966), Lizi Sánchez (Perú, 1975), Chino Soria (Argentina, 1964).

Cecilia Brunson Projects, 2G Royal Oak Yard, Bermondsey Street, Londres

Del 17 de enero al 6 de marzo de 2020

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