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SOTO. LA CUARTA DIMENSIÓN

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Una de las mayores contribuciones del arte latinoamericano al desarrollo del arte moderno occidental se presenta actualmente en la exposición Soto. La cuarta dimensión, que se presenta hasta el 9 de febrero de 2020 en el Museo Guggenheim Bilbao. En colaboración con el Atelier Soto en París y comisariada por Manuel Cirauqui, la muestra revisa en retrospectiva la obra de uno de los artistas cinéticos más destacados a nivel mundial, en el contexto de exposiciones de artistas latinoamericanos que han aportado a las transformaciones de la historia del arte moderno y contemporáneo.

Según el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, la exposición encaja con una línea programática que se ha propuesto “analizar a artistas que han estado en el límite de la exploración entre la pintura y la escultura”[1], sumándose así a una reciente muestra del artista italo-argentino Lucio Fontana (1899-1968) y a la de los brasileños Ernesto Neto (1964) y Lygia Clark (1920- 1988), esta última a realizarse este 2020. Así también, el director señala que esta exposición pretende complementarse -en términos de interacción con el espectador- con la obra La materia del tiempo del escultor Richard Serra, instalada de forma permanente en el Museo Guggenheim de Bilbao desde el 2005. 

Soto. La cuarta dimensión reúne más de 60 obras realizadas por Jesús Rafael Soto (Ciudad Bolívar, Venezuela, 1923 – París, Francia, 2005) desde los años 50, época en la que formó parte del movimiento de arte cinético venezolano, junto a Carlos Cruz-Diez (1923-2019) y Alejandro Otero (1921-1990), artistas con quienes consagró a nivel internacional esta vertiente enmarcada dentro de la tradición abstracta-geométrica latinoamericana que se gestó en París durante la segunda mitad del s.XX, y que también estuvo integrada por artistas argentinos y brasileños.

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La gestión productora de formas abstractas y cinéticas desarrolladas por Jesús Soto se cristaliza a la luz de lo que historiador y curador de arte venezolano Luis Pérez-Oramas propone como “las tácitas implicaciones políticas y antropológicas que han tenido, y tienen, las formas abstracto-geométricas producidas en estas naciones”[2], puesto que, más allá de un repertorio de formas puras, la abstracción –como reacción del arte no objetivo al escenario de posguerra en Europa que conectó con algunas regiones de América Latina– surge de la necesidad de transformar los signos heredados de la representación bajo un deseo común de acceso a lo moderno, en vías de establecer una nueva relación entre el arte y la sociedad. Por parte de la escena venezolana, esto se vio expresado en el Manifiesto NO declarado por el grupo Los Disidentes que, en el París de los 50, buscaba desaprobar las enseñanzas académicas y oficiales de la escuela de Caracas[3].

La obra de Soto es consecuente con un movimiento que buscó ampliar las estrategias visuales de desestabilización de la percepción, a través de la alteración de los parámetros estéticos convencionales y de los programas instituidos por la tradición. Su interés interdisciplinar lo llevó a explorar áreas diferentes como la ciencia y la filosofía y especialmente la música, de la cual extrajo la idea de los sistemas de composición dodecafónica, para elaborar la codificación serial de su lenguaje artístico. Mediante la repetición y multiplicación de las formas (puntos, líneas, planos, volúmenes) Soto otorga a sus obras un dinamismo rítmico que le permite instalar en el espectador una experiencia en el campo fenomenológico. En este sentido, Soto llegó a expandir las problemáticas de la pintura hacia su integración con la escultura y la arquitectura, lo que buscó alcanzar una dimensión social y pública[4].

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El conjunto de piezas reunido en esta exposición, representado hasta la primera década del s.XXI, se integra por un gran número de obras murales que producen –a través del volumen– una vibración visual y se reconocen como fundamentales en el desarrollo del arte cinético entre principios de los años cincuenta y finales de los sesenta. También se presentan obras representativas de las más grandes series del artista, entre ellas sus Volúmenes virtuales como Trois vitesses (1966), obras verticales que evocan grandes figuras geométricas suspendidas en el aire; Extensiones, piezas de suelo de las que emerge una masa cromática como Duomo centro rosso (1997); y Progresiones, obras en que las formas aéreas parten tanto del suelo como del techo creando un espacio intermedio.

Un lugar importante lo ocupan sus instalaciones Penetrables, realizada por el artista desde 1967 hasta el final de su carrera. Cada Penetrable se conforma ya sea por cientos de metales, o bien, por cientos de hilos de nylon o tubos flexibles de colores, que se encuentran suspendidos desde el techo hasta el suelo, creando un campo de color y, a la vez, un espacio dúctil y móvil que permite que el espectador traspase los hilos y habite la obra a través del cuerpo. Son parte de esta muestra Penetrable blanco y amarillo (1968), Penetrabile sonoro (1971) y Pénétrable (1982).

Estas piezas, que se han instalado en diversas partes del mundo, constituyen un gran aporte al desarrollo de la contemporaneidad del arte, por cuanto establecen una relación temporal entre la experiencia del espectador y el espacio de la obra, expandiendo los límites de la representación hacia el contexto. Según el curador de la muestra, Manuel Cirauqui, los Penetrables de Jesús Soto crean un entorno, un ambiente, un fenómeno, que encuentran puntos de contacto con la producción del arte de otras regiones de Latinoamérica, como en las obras de Lucio Fontana o Hélio Oiticica, cuyas configuraciones estéticas y discusivas atendieron a los debates artísticos en torno al espacio durante la segunda mitad del s.XX.

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Soto. La cuarta dimensión, aborda las problemáticas de la historia de la pintura, buscando relacionar algunas de las piezas de la muestra con las obras de Malévich, Mondrian y Duchamp. De éste último, Rotary Demisphere (1925), una pieza mecánica en la cual gira una espiral, será la referencia a la cual Soto dará respuesta con Spirale (1955), una serigrafía realizada sobre metacrilato con dos seriales elípticas fijas, pero superpuestas, que generan el efecto óptico de movimiento. El curador de la muestra hace un énfasis específico en lo que fue “el intento que hacen los artistas -particularmente a partir del periodo de las vanguardias- por alcanzar algo que está más allá de lo visual y que, en el caso de Soto, se manifiesta como un espacio intermedio, entre lo profundo y lo plano, entre lo tangible y lo intangible entre lo físico y lo conceptual.”[5]

La exposición además incluye la instalación al aire libre de la obra Sphère Lutétia (1996), un volumen esférico compuesto por líneas negras, blancas y rojas realizadas en hierro pintado y aluminio, que dialoga con el estanque que recoge las aguas de la ría de Bilbao. También la exposición presenta obras que pertenecen a lo que se ha denominado el periodo informalista del artista y que fueron ejecutadas con materiales de desecho en formatos irregulares, como el volumen Sin título (1961), realizado con madera, metal, pintura y clavos. Junto a las obras de la exposición, se presenta además una importante selección de archivo que permite contextualizar y comprender el desarrollo artístico de cinco décadas de trabajo de este importante referente del arte venezolano.

 


[1] Vidarte, Juan Ignacio. Jesús Soto en Museo Guggenheim de Bilbao. Recuperado en: http://www.jr-soto.com/sonoeuvre_musee_uk.html. Diciembre 2019.

[2] Pérez-Oramas, Luis. Notas sobre la escena constructiva venezolana. 1950-1973. En: América fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica. (1934-1973). 2011, Pp. 59.

[3] “NOSOTROS no vinimos a París a seguir cursos de diplomacia, ni a adquirir una “cultura” con signos de comodidad personal… “NO” es la tradición que queremos instaurar. El “NO” venezolano que nos cuesta tanto decir. “NO” a los falsos Salones de Arte Oficial. “NO” a ese anacrónico archivo de anacronismo que se llama Museo de Bellas Artes. “NO” a la escuela de Artes Plásticas…”Presentación [Manifiesto NO], Los Disidentes, nº 5. (París, septiembre de 1950) pp.1-2. En: América fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica. (1934-1973), 2011. pp. 451. Extraído de: Velázquez, Luis. Consonancia. La Abstracción Geométrica en Argentina y Venezuela. Años 40 y 50. Caracas. Arte Sano Group, 2007.

[4] Esta idea encuentra su paradoja en la cuestionada participación de Soto en algunos de los proyectos cívicos monumentales realizados desde 1968 en el espacio urbano de la Ciudad de Caracas, que propiciados por comisiones de Estado, intentaban la pacificación de la guerrilla de izquierda en Venezuela a través de un cinetismo “sin relato”.

[5] Vidarte, Juan Ignacio. Jesús Soto en Museo Guggenheim de Bilbao. Recuperado en: http://www.jr-soto.com/sonoeuvre_musee_uk.html. Diciembre 2019.

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Marcela Ilabaca Zamorano

Nace en Santiago de Chile, en 1978. Es escultora e investigadora independiente. Magíster en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile y Licenciada en Educación por la Universidad Alberto Hurtado. Su trabajo busca interrogar las tensiones entre escultura y contexto, y explorar los diálogos entre modernidad y arte latinoamericano. Autora del ensayo “Las políticas de emplazamiento en la obra de Carlos Ortúzar” (CeDoc y LOM Ediciones, 2014). Desde el año 2014 forma parte del equipo permanente de Artishock, aportando a la reflexión sobre la experiencia de la escultura en el mundo contemporáneo. Actualmente, está a cargo del proyecto de investigación “Catálogo Razonado de Esculturas de la Colección MSSA. Etapa 1: Periodo Solidaridad (1971-1973)”, financiado por Fondart 2019.

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