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El Lujo de la Coexistencia.sobre Manifesta 12 en Palermo

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El título de Manifesta 12, la bienal nómada en exhibición hasta finales de noviembre en Palermo, ciudad emblema del mestizaje cultural en Italia, es El Jardín planetario – Cultivar la coexistencia, una alusión a la posibilidad de integración de los seres humanos en otros territorios.

Este concepto surge y se refuerza por la elección de situar el centro ideológico y expositivo de la Bienal en el Huerto Botánico de la ciudad, constituido en 1779 por la Facultad de Botánica y Medicina de la Universidad Real. Una decisión que remite tanto a las raíces de la cultura de la ilustración europea, con el desarrollo de los estudios científicos de clasificación y archivo de especies, así como a la metáfora de los desplazamientos humanos contemporáneos. Un referente elegante al cual se puede fácilmente asociar la lectura sobre el rol del arte y sus hibridismos.

La interdisciplinariedad es sin duda una parte importante del planteamiento curatorial, empezando por la decisión de invitar a arquitectos, escritores y políticos a conformar un comité de “mediadores creativos” [*], figura profesional indefinible y de última moda en el circuito artístico, en sustitución del rol del curator, considerado ya obsoleto. Por las mismas razones, la Bienal no involucró ningún museo o espacio expositivo institucional, prefiriendo en su lugar iglesias, palacios abandonados y espacios públicos como forma de acercamiento del arte a un público transversal. El jardín botánico es entonces un arquetipo que no solo es parte de la cultura cientista de finales del siglo XVIII, sino también el símbolo de una mirada aristócrata hacia lo exótico y lo raro como forma de exclusividad y poder que se ha constituido a través de las dominaciones coloniales, y que en Palermo remite a la época del reinado de los Borbones. Goethe, en el libro Viaje en Italia, fruto de su Gran Tour de clase alta, lo describe bien.

Mantener un jardín botánico en un territorio árido y con graves problemas hídricos como Sicilia es sin duda un lujo. La coexistencia es entonces un lujo que funciona solo en un ambiente condicionado, como un invernadero para las plantas raras, o en el juego de las exposiciones en el arte, donde los códigos de lo políticamente correcto imponen un teatro temporáneo de perfección relacional y paz ideológica. Quizás sea esta la imagen más reveladora de la profunda crisis que el arte político y el pensamiento de la izquierda intelectual sufre en relación con los cambios sociales actuales: una constante contradicción negada y que no tiene solución. Esto, en una situación política europea complicada, especialmente en Italia donde el gobierno recién electo cerró los puertos de acogida e impone una agenda de miedo y odio. ¿Qué significa pensar la coexistencia y los desplazamientos en el contexto artístico y en este momento histórico?

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La manipulación del concepto de migración ha sido usado y abusado, tanto en los medios de comunicación como en el mismo circuito del arte, al punto de identificar la palabra con un color de piel y una condición de debilidad socioeconómica. Un estereotipo social y curatorial que no permite diferentes lecturas, cerrando la discusión en torno a un solo eje: la diferencia entre un cuerpo identitario superior, “nosotros”, y los pobres, las víctimas, los “otros”, sin encontrar casi nunca puntos de encuentro. Este cisma implica una mirada distante, que recuerda las prácticas antropológicas del siglo pasado, donde el observador se posiciona como ente moralmente educado que denuncia barbaridades. Es curioso cómo estos mecanismos se reproducen como sobre-estructura del suceder histórico también en el contexto artístico, donde, acabado el teatro expositivo de denuncia de injusticias y subalternidades, empieza la guerra para aparecer en el evento importante o acceder a la institución de prestigio y con las personas de poder dejando a muchos que trabajamos en este sector como sujetos débiles en un espacio sin ciudadanía o derechos. Migrantes del arte sin representación que sufren la misma presión de irse a vivir a lugares mejores. En una bienal que trabaja sobre la coexistencia casi ningún artista o curador o mediador pone en discusión o se interroga sobre cómo las dinámicas del sistema que justamente se critica, se replica en su interior con la misma crueldad. La mirada es siempre hacia los “otros” como dimensión humana distante o, en el mejor de los casos, hay un racismo positivo que integra y victimiza lo propiamente diverso en cuanto tal, como forma de oportunismo o para reafirmar la propia superioridad moral. Nunca es a la par.

En el sin fin de documentación audiovisual y obras sobre refugiados y prófugos, sobre el mar como lugar de muerte y las plantas como “plantas” en su auto-representación, hay pocos trabajos que diferencian e integran la perspectiva desde la cercanía en esta Manifesta. Solo algunos artistas trabajan desde su relato más próximo, para revelar cómo, de alguna manera, hay una condición humana que se puede considerar transversal y que rompe las barreras, en un diálogo horizontal, más allá de los contextos sociales y culturales específicos.

Entre ellos está el video Lapidi del artista Yuri Ancarani, expuesto en el Oratorio della Madonna del Rifugio dei Peccatori Pentiti (Oratorio de la Virgen del Refugio de los Pecadores Arrepentidos), que relaciona formas de catarsis del dolor sobre crímenes perpetrados en latitudes y culturas distantes como el Caribe, la esclavitud, con el sur de Italia y la mafia.También está la obra de Cristina Lucas Unending Lightning, en la Casa del Mutilato, que reflexiona sobre los efectos de las guerras mundiales, que impulsaron uno de los éxodos más grandes de la historia, instalada en el memorial de las víctimas de los conflictos bélicos, así como la instalación Videomobile, del colectivo italiano Masbedo, que trabaja en el cruce entre cine y arte, en el Archivo Nacional de Palermo, donde se conserva la documentación más censurada de la historia italiana, sus dominaciones coloniales y la relación de la mafia con el Estado, presentando el relato de un director de cine aristócrata y comunista de los años 50 amenazado de muerte por la misma mafia.

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El recorrido de Manifesta encuentra sin duda su mejor síntesis en las obras que relatan una transversalidad entre una experiencia personal o una relación de proximidad con la investigación y posibles cruces con situaciones contingentes, deconstruyendo de alguna manera la división entre “nosotros” y los “otros”. Hay también un respiro en algunas piezas irónicas, como el proyecto Call a Spy, de The Peng! Collective en el Palacio Ajutamicristo, una instalación en la cual el público puede llamar, desde una cabina telefónica, a diferentes servicios secretos internacionales dejando sus quejas. O como el trabajo del artista colombiano Alberto Baraya titulado New Herbs from Palermo and Surroundigns. A Sicilian Expedition, en el Huerto Botánico, que fotografió y clasificó en puro estilo Linneo diferentes flores de plástico usadas en las procesiones religiosas de Sicilia, eventos de fuerte sincretismo popular, que remiten visualmente y conceptualmente también a las tradiciones andinas de Sudamérica. Este legado cultural, todavía fuertemente presente en todo el sur de Italia y sintetizado por el sociólogo Ernesto de Martino en el libro Sur y magia (1959), ha sido interpretado de manera atea y como apropiación artística por la artista Marinella Senatore en el performance Palermo procession, donde invitó a los habitantes de la ciudad a hacer una procesión laica con los mismos rituales y la misma representación formal de las religiosas.

Es el sincretismo, más que la coexistencia, lo que podría ser el paradigma relacional de este momento histórico, tanto en la sociedad como en el circuito artístico. Si la coexistencia se rige sobre la premisa de seres distintos y separados que se interrelacionan forzosamente en una construcción social, manteniendo sus identidades definidas y congeladas en el tiempo, como las plantas exóticas en un jardín botánico, el sincretismo en cambio es la fusión, la unidad de las diferencias en una síntesis que está en constante devenir, que no se puede definir en una identidad fija, que integra todas las contradicciones y no las elimina en una mirada de superioridad moral.

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*Los mediadores creativos de Manifesta 12 son Bregtje van der Haak, Andrés Jaque, Ippolito Pestellini Laparelli y Mirjam Varadinis.

**Imagen destacada: Masbedo, Videomobile, 2018, vista de la obra en el Archivio di Stato di Palermo. Foto: Francesco Bellina

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Mariagrazia Muscatello

Crítica de arte, Licenciada en Filosofía por la Universidad de Parma (Italia), Magister en Comunicación y Crítica de Arte (Gerona-España). Ha sido responsable de prensa para la firma de diseño industrial Kartell en Milán, y asistente editorial para Gustavo Gili, en Barcelona. Ha publicado para diversos catálogos y revistas nacionales e internacionales, como “Flash Art”, “Artribune” y “Etapes”, entre otras.

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