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TOMÁS SARACENO. UNA APUESTA AL POST-HUMANISMO IMPREVISIBLE

Desde que Tomás Saraceno llegó al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, ya nada es lo que era. El modelo de salas blancas, espacio neutral y minimalista que caracteriza generalmente al Moderno, se transforma. Las dos salas de la institución que albergan la obra del artista argentino devienen cuartos oscuros con la promesa de revelar nuevas formas de ver e interpretar el mundo.

La práctica artística de Saraceno (1973) atraviesa lenguajes. Reconocido por sus esculturas flotantes e instalaciones interactivas, sus propuestas entrecruzan el arte, la arquitectura, las ciencias naturales y sociales. Sus obras, que aspiran a reflejar modos de vida alternativos en  comunión con la naturaleza y las especies, redundan indefectiblemente en una toma de conciencia ecológica.

En su primera gran muestra individual en Argentina, el artista -que actualmente vive y trabaja  en Berlín- presenta Cómo atrapar el universo en una telaraña, con curaduría de Victoria Noorthoorn. Un trabajo sobrecogedor, híbrido e interdisciplinar. El proyecto, resultado de más de una década de investigación artística, ha sido desarrollado por el Moderno y el Studio Tomás Saraceno, con la colaboración de científicos del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, y de arañas, como invitadas estelares.

Tomás Saraceno, Orquesta Aracnocósmica, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen's Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Orquesta Aracnocósmica, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Orquesta Aracnocósmica, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

The Cosmic Dust Spider Web Orchestra se ubica en el subsuelo. La tecnología puesta al servicio de una araña permite amplificar los sonidos que ella produce al desplazarse dentro de un cubículo de vidrio y, a la vez, hacer visibles, en una proyección sobre la pared, las partículas que se ponen en movimiento en la interacción entre la labor de la Nephila Clapives y el discurrir de los visitantes.

Con las salvedades del caso, hasta aquí la obra y su concepción es más bien romántica, en el sentido decimonónico del término. El artista aparece como aquel que permite a los espectadores acceder a una experiencia trascendental de otra manera prácticamente inabarcable e inabordable. De pie, frente a lo que se presenta como el polvo cósmico de la creación, tal vez asistiendo a una imagen y semejanza del inicio de todo, es difícil permanecer ajeno a una noción de belleza romántica.

Pero esta no es la apuesta fuerte de la muestra. Aunque buena parte de los resultados dependen de un animal, incluye el factor humano, su racionalidad y autodeterminación. Si la araña permaneciera inmóvil, como sucedió en repetidas ocasiones, las partículas estarían de cualquier manera en constante movimiento. Los espectadores mantendrían viva la escena al abrir el telón que separa la instalación del resto del Museo.

Tomás Saraceno, Instrumento musical cuasi-social IC 342 construido por 7000 Parawixia bistriata – seis meses, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen's Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Instrumento musical cuasi-social IC 342 construido por 7000 Parawixia bistriata – seis meses, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Instrumento musical cuasi-social IC 342 construido por 7000 Parawixia bistriata – seis meses, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Instrumento musical cuasi-social IC 342 construido por 7000 Parawixia bistriata – seis meses, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

Tomás Saraceno, Instrumento musical cuasi-social IC 342 construido por 7000 Parawixia bistriata – seis meses, 2017. Vista de la instalación “Tomás Saraceno: cómo atrapar el universo en una telearaña” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, comisariado por Victoria Noorthoorn. Cortesía del artista; Galerías Ruth Benzacar, Buenos Aires; Esther Schipper, Berlín; Tanya Bonakdar, Nueva York; Andersen’s Contemporary, Copenhagen; Pinksummer contemporary art, Génova. © Fotografía Studio Tomás Saraceno, 2017

La propuesta disruptiva es la del segundo piso: Instrumento Musical cuasi-social IC342, la telaraña tridimensional más grande exhibida hasta el momento, construida por 7.000 Parawixia Bistrata, a lo largo de seis meses. Para este proyecto, un equipo compuesto por el propio artista, científicos especializados y un camarógrafo se adentraron en el noreste de la Argentina en busca de un tipo de araña especial. Debían ser sociales y tejer colectivamente. Las encontraron en las provincias de Corrientes y Santiago del Estero.

Ellas fueron las invitadas especiales de la sala que se acondicionó para que pudieran sentirse a gusto en su nuevo hábitat y tejer durante seis meses. Cada una desplegó más de cuarenta mil filamentos y construyeron redes de hasta cuatro metros de altura. Una jugada que sí podía fallar. Por razones que se desconocen, pero probablemente por una deficiencia proteica, las arañas empezaron a comerse sus propios hilos de seda. La exhibición estaba en manos de imponderables.

Qué sucede con el arte y la construcción de la figura del artista en tiempos de post-humanismo y qué lugar le corresponde a lo imprevisto en proyectos en donde no media la razón humana, son algunas de los cuestionamientos habilitados por Saraceno. En este contexto, las nuevas corrientes, como la ecosofía, son las que aspiran a posturas contrarias a cualquier centrismo. El Hombre como mediador de todas las cosas ha sido destituido por un cuerpo híbrido, dialógico y relacional.  

En esta nueva cosmovisión ya no existe un dualismo entre Naturaleza y Sociedad sino más bien la comunión y convivencia entre los seres vivos, los semi-vivos y los tecnológicos. El post-humanismo no prescinde del sujeto sino de las relaciones binarias, el ego y el otro, en términos de Rosi Braidotti. El vacío del sujeto individualista deviene animal en una muestra en donde las arañas se han convertido en las protagonistas por encima de un artista plenipotenciario.

Sin embargo, lejos de desaparecer detrás de lo que algunos denominan un zoo-proletariado, el campo del arte transita por un proceso de expansión. Ciertamente, los proyectos alineados, por ejemplo, tras las teorías medioambientalistas o el bioarte, permiten una hibridación y una convergencia de medios de tal complejidad que allanan definitivamente el camino hacia la superación de los regímenes de especificidad.

Y en esa red permeable e ilimitada, el arte, la filosofía y la ciencia se encuentran, una vez más, para proponer modelos de cognición alternativos. Una nueva subjetividad en devenir nómade es la esperanza de la contemporaneidad. Un hombre nuevo, colectivo y social, capaz de entender su universo desde la poesía de la tela de una araña.

Florencia Ortolani

Profesora de Bellas Artes y Licenciando en Crítica de Artes. Directora de ART.AHOLIC, plataforma de difusión del arte argentino contemporáneo. Escribe para medios nacionales e internacionales.

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