Gianfranco Foschino
Gianfranco Foschino (Santiago de Chile, 1983) acaba de concluir una estadía en Brooklyn, Nueva York, donde hizo una residencia artística en el ISCP (International Studio and Curatorial Program). Para el Fall Open Studios, exhibió dos de sus piezas anteriores. Una de ellas, A new landscape #10 (2013), es un paisaje que se articula casi imperceptiblemente en un monitor vertical, instalado al fondo de un pasillo estrecho que incita a la larga e íntima contemplación que la pieza requiere, en el clásico tempo expandido, reflexivo, bucólico, silencioso de Foschino. “Esa obra la redescubro a diario. Al seguir observándola, dejo que el ojo divague de a poco; se pueden descubrir texturas, colores, formas muy sutiles”, comenta.
En el espacio principal de su estudio en el ISCP se ubica una mesa donde el artista trabaja con su ordenador, su cámara y su libro de notas; a su lado, un estante con libros con títulos como Between the Images, de Raymond Bellour, o Blow Up: Antonioni’s Classic Film and Photography, de Roland Fischer, evidencian el constante estudio y reflexión de Foschino sobre el medio con el que trabaja. Junto a estos libros y para compartir con quien le visita hay catálogos de exposiciones donde ha participado: Unsettled Landscapes, Panoramas do Sul, Höhenrausch 2.0, Monolith Controversies...
Al otro lado, una mesita con una planta. En los muros, más monitores. Todo muy simple y ordenado, en un espacio que propone un relajado estado mental.
La segunda pieza que vemos durante esta Studio Visit, Departamentos, realizada el 2012 en un viaje a Hong Kong, muestra la fachada de un edificio multifamiliar. Nuevamente, la primera impresión es la de una imagen fija, pero pronto el ojo entretenido en los infinitos detalles al interior de los departamentos es interrumpido por un acento cromático, en algún otro piso: alguien ha encendido la luz. Estamos viendo un video, una imagen viva que manifiesta el ponerse de un sol que existe tan sólo en el reflejo de la fachada y ésta, una retícula rígida que parece desvanecerse al suscitarse la vida detrás de sus canceles.
Me parecía casi como escuchar la voz de Gianfranco narrándome las historias que inventa para sí mismo ante el espectáculo de la cotidianidad de tierras lejanas. Formalmente, me recuerda al trabajo de los sudafricanos Mikhael Subotzky y Patrick Waterhouse expuesto en la trienal del International Center of Photography el verano de 2013: Windows Ponte City (2008-2010), tres cajas de luz de gran formato que muestran cada ventana interior, cada puerta y cada televisor del edificio Ponte City en Johannesburgo; 54 pisos parcialmente ocupados en su mayoría por población negra, tras el desalojo de la mayoría de sus habitantes blancos originales en la época del Apartheid. Un monumento-ruina que cuenta la historia de una ciudad.
Como ésta, en el muro principal, está la pieza más reciente, Praça do Patriarca (2014), una video instalación de 9 canales en loop organizados en una retícula de tres monitores por tres (la utilización de la retícula como un legado modernista, pertinente a la historia de Brasil y la influencia que ese orden arquitectónico tuvo en el arte). Estos registros fueron realizados desde una misma ventana ubicada en el último piso del Edificio Lutetia, frente a la Plaza de la Independencia en pleno centro de São Paulo, donde el artista realizó su primera residencia el 2012. Esta vez mira hacia la calle, siempre con su cámara fija en distintas posiciones.
Praça do Patriarca es un punto de quiebre en la obra de Foschino. La estrategia tanto formal como conceptual ha cambiado. Pone en tensión nociones de voyerismo versus contemplación, disloca la relación del tiempo y el espacio. Le interesa la reconstrucción del espacio. Rearticular el tiempo.
Su trabajo con el espacio y la temporalidad son complejos. Son varios meses en que Foschino graba situaciones cotidianas, que fragmenta, edita y reconfigura. “Me gusta detenerme en distintos momentos. Para mí, son piezas de un rompecabezas; un ejercicio de recomposición, de memoria”.
Cada video tiene una duración distinta, entonces el loop juega con la noción de azar, de chance. La evolución de la pieza adquiere vida propia: cada vez que uno la mira es nueva en su configuración; en ciertos momentos hay sincronía y en otros se pierde y se vuelve más dispar. Uno nunca vuelve a empatar el momento que acaba de suceder. Una gran metáfora de la vida misma.
Todos los videos de Praça do Patriarca suceden de noche. Al artista le interesa observar cómo son las dinámicas dentro de esta particular locación: los sujetos y las situaciones cambian rotundamente sin tener nada que ver lo que sucede en el día, a lo que sucede cuando oscurece. Al grabar de noche, la iluminación permanece constante y la luz baña las escenas de una cualidad teatral. Foschino busca construir una atmósfera para que el espectador pueda adentrarse en ella. La consistencia de la luz le permite sugerir una ficción en la que todo sucede en un tiempo y espacio continuos.
La calle se convierte en un tipo de escenario, un plano convertido en gran teatro que sucede frente a él; la luz artificial tiene una cualidad específica que dramatiza las escenas delante de la cámara, característica que se amplifica por las tomas en picada que denotan una sensación de vigilancia.
Foschino rompe con su encuadre frontal, pero conserva su elaborada capacidad narrativa y su particular ojo de cineasta, componiendo cuadros dinámicos, siguiendo líneas de la vía pública que sirven casi como anotaciones coreográficas a los personajes que entran y salen de sus encuadres: un policía comiéndose a besos a una chica durante el turno; una mujer enojada golpeando un letrero; un grupo de adolescentes bailando divertidos; trabajadores arreglando una alcantarilla; barrenderos ejecutando su oficio. Situaciones todas que parecen performáticas. El orden de las figuras en la pantalla parece estar coreografiada, similar a la observación que hace Francis Alÿs en su pieza del Zócalo (1998), donde la gente se ordena en el espacio fotográfico en una línea siguiendo la sombra del mástil de bandera.
Formalmente, las líneas gráficas de un cuadro te dirigen al siguiente; hay un recorrido que Foschino le propone al ojo del espectador para avanzar de un monitor al otro.
A pesar de lo circular y completa de la experiencia de esta obra, Foschino parece tener ambiciones mayores: “Esta video instalación forma parte de un trabajo en el que quisiera profundizar. La concibo como una obra dentro de una serie de otras que estoy por terminar. Funciona sola, pero me interesa que dialogue con otras piezas realizadas en la misma locación para poder configurar una muestra a futuro. Quisiera incluir fotos fijas, proyecciones a muro y alguna otra video instalación, quizás de día”.
Al despedirnos me cuenta que colaborará en un proyecto que será presentado en el Pabellón de Chile de la Feria Mundial Expo Milano 2015. Mientras trabaja en ello, continúa desarrollando su ya prolífica investigación sobre el cruce entre video, cine y fotografía.
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